La estrategia Diana...
 
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La estrategia Diana (4 de 7). Segundo día. La tarde

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(@amorelax)
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4a. Concertando citas. El caso de Sonia.

El día estaba ya muy avanzado. Las tres bellezas se pusieron a arreglar la casa para acomodarse en ella. Yo les dejé claro que necesitaba vivir tranquilo, como había estado hasta el momento en que se añadieron a mi familia. Y también añadí que yo tenía una vida propia. Ellas me prometieron que no supondrían para mí ningún trastorno, sino todo lo contrario.

-Querido marido, Sara y yo seremos las mejores esposa e hija que usted haya soñado.

-Claro, mami, pero no olvides que papi tiene también a Diana, y ahora ella es también tu hija y mi hermana.

-Es verdad, mi Sarita. Corrijo, señor: Sara, Diana y yo vamos a ser la mejor y más discreta familia del mundo para usted.

-Papi, yo estoy de acuerdo con mami Luisa y la tata Sara. Ya le he prometido a usted que seré siempre su apoyo. Las tres le amamos sin condiciones.

Quizás para demostrarme que no iban a suponer un estorbo, se encerraron en la habitación de invitados. No se oía ningún ruido. Miré mi móvil. Tenía algún mensaje más de mis contactos, todas encantadas con mi nueva condición de padre amoroso. me puse a responder, poco a poco.

-Hola, Sonia. Me gusta que te alegre saber que tengo una hijita. Te envío un par de fotos para que la conozcas. En la primera está con Luisa, mi prima. Mi hija es la que guiña el ojo. En la otra foto, como verás, hay otra niña, sentada sobre mí. Es Sara, la hija de Luisa. Espero que te guste conocer a mi familia, aunque sea en fotos. Nos vemos cuando quieras.

Sonia era una joven impresionante que había conocido en uno de mis viajes, aunque vivía en mi ciudad. Luego se casó y tuvo un par de hijas gemelas. Mantuvimos el contacto, pero nunca me la follé. Ahora estaba a punto de caramelo, a juzgar por su respuesta.

-Ay, cariño, qué guapas son todas. Casi me da envidia esa familia que tienes. Intentaré estar a la altura de tanta belleza en nuestra próxima cita. Te envío otra fotito, guapo.

Sonia aparecía con un pequeño camisón transparente, que evidenciaba su cuerpazo.

-Espero que no te parezca muy atrevida. 

-Qué va, Sonia. Estás para comerte.

-Jajaja, qué tonto. 

Ese mismo tipo de mensajes y fotos fueron los que recibí, de unas diez de mis conocidas. Parecía que todas me deseaban, ahora que era papá. Conseguí todo un ramillete de citas para los días siguientes, que apunté en la agenda del teléfono. Oí que mis perras abrían su habitación y se acercaban, taconeando.

4b. El show del castigo. Diana ensartada.

-Papi, mami y yo no nos hemos olvidado de que ella me tiene que castigar por haberme corrido antes sin su permiso.

-Ya sabe lo que ha pasado, querido esposo. Hemos tenido que prepararnos para la llegada de Sarita, luego le hemos estado enseñando a comportarse...

-...y ha sido genial, papi. Me ha gustado mucho la paliza que he recibido de los tres, pero sobre todo eso de correrme con su cosa en mis agujeros. Aún estoy temblando de gusto.

Toda esta cháchara de mis perras estaba siendo pronunciada por ellas ante mí, arrodilladas y muy juntas. Se habían arreglado de nuevo, tras la pequeña orgía familiar, y lucían esplendorosas, con sus enormes tetas a punto de salir de sus escotes.

-Bueno, lo que queremos decirle es que ahora me toca a mí el castigo, y nos gustaría que mi hermanita Sara se uniera a mami para darme mi merecido, si usted lo considera correcto.

Les di mi permiso para empezar con el espectáculo. Mi hijita Diana permaneció en el suelo, y su madre y su hermana se incorporaron, como en una coreografía ensayada. Se me ocurrió poner música en el móvil, para que conservasen el ritmo, y me empecé a masturbar, cómodamente sentado en el sofá.

Me asombré positivamente de la resistencia de Diana. Cualquier otra niña en su lugar se habría roto, ante el diluvio de mandobles, escupitajos, patadas, estiramientos de pelo, retorcimiento de pezones y mil maravillas más que le estaban brindando Luisa y Sara, acompasadas con el tema musical. Ella seguía arrodillada con las manos a la espalda, y con claros signos de aguantar el orgasmo.

Sus fabulosos melones enrojecidos fuera del escote, su sensual cara de ahogo, con la lengua fuera chorreando saliva, su culo en pompa mil veces azotado, pero sobre todo su coño atravesado alternativamente por los cuatro puños de su madre y su hermana, me hicieron verla definitivamente como un ángel, un regalo perfecto de los dioses. Le llamé a mi lado. La canción terminó; las otras dos perras volvieron a su posición de descanso, y por fin penetré con mi miembro de padre amoroso el coño de mi hijita, que me besaba con ferocidad montada en mi regazo.

-Puedes correrte ahora. Vosotras también.

Solté en su seno un torrente de descargas de semen, mientras en ella se producía un terremoto de gritos y convulsiones orgásmicas, que nos contagiaron a los otros tres. Era como si hubieran lanzado una bomba atómica en el epicentro de mi salón comedor.

Mientras me dejaban la polla reluciente con sus lenguas, volví a reflexionar sobre la importancia de tener una familia unida, y las satisfacciones que eso procuraba si se lograba dirigir con templanza y sabiduría. Decidí adelantar mi cita con Sonia y le llamé.

4c. La comida. Luisa tiene una idea.

-¿Puedes hablar?

-Sí, claro, contigo por supuesto, guapo.

-He pensado que quedemos hoy mismo, preciosa. Te contaré lo de mi adopción.

-Ay, pero esta tarde no puedo. Tengo que recoger a las niñas...

-Que vaya tu marido. ¿Entendido?

-Sí, claro, no te enfades. Yo lo arreglo.

-Perfecto. En la cafetería Dólar a las 5. Y ponte guapa para mí, como me prometiste. Un beso.

Colgué el teléfono. Diana estaba preparando la comida con su hermana, y Luisa me servía de alfombra.

-¿Puedo preguntarle, querido, con quién hablaba?

-Era Sonia, una amiga que conocí en Polonia.

-¿Es polaca?

-No, es de aquí. Luego me iré a tomar el café con ella. 

-Si lo desea, puedo acompañarle.

Me mantuve en silencio unos minutos. La propuesta de Luisa me había sorprendido, y me pareció fuera de lugar. Pero luego pensé que podía ser interesante.

-Me parece muy bien, mi perra. Vendrás conmigo. Pero ahora vamos a comer. Las niñas tendrán listo todo ya.

Efectivamente, cuando llegué a la cocina, mis hijas habían terminado y estaban poniendo la comida en los platos. La dulce Diana aún tenía marcas en las tetas, y Sarita se las lamía para amortiguarle el escozor.

-Luisa, ayuda a Sara a consolar a Diana.

-Sí, mi amo.

Mi polla se alegró mucho al volver a ver a las tres en plena faena. Decidí colocar a mi pequeña Sarita de funda de polla mientras Diana y Luisa me daban de comer, entre azotes por mi parte a sus inmensas tetazas. 

Volví a mirar las fotos de Sonia. No desmerecían para nada respecto a mis tres perras. Hablé en voz alta.

-Bueno, niñas, vuestra madre y yo nos vamos luego a tomar café con una amiga. Os dejamos a las dos solas aquí. Podéis jugar, pero nada de correrse.

-Por supuesto, papi. Sara, ven conmigo a la habitación. Papá y mamá nos dejan solitas.

-Pasadlo bien, papis. Yo estaré genial con mi hermanita Diana. Mire, papi, sólo de pensar en cómo nos vamos a abrazar en la cama, ya se me humedece el coñito.

La pequeña Sara estaba totalmente entregada a la causa. Antes de salir con Luisa, estuve un rato azotándole su entrepierna de zorrita recién desflorada.

4d. Cita con Sonia. Diálogo en el café.

Dejé a Luisa en una esquina y le indiqué que entrase más tarde al bar, simulando un encuentro casual. Sonia había llegado con antelación y lucía esplendorosa, sentada en una mesa junto a la cristalera, con la vista perdida en la calle. La miré unos instantes desde la barra. Las dos medias lunas que asomaban por su escote brillaban con la luz del exterior, que también llegaba hasta su muslo glorioso, cruzado sobre el otro. Jugaba nerviosa con un rizo de su melena morena. Me acerqué hasta ella y cuando me vio se levantó de un respingo, haciendo botar sus melonazos.

-¡Hola! Perdona, he venido un poco antes, estaba pensando que quizás te molestaría eso.

-No te preocupes, morenaza. Ya me compensarás ese pequeño descaro.

Gracias a los altos tacones de sus zapatos de puta de lujo, tenía el culo perfectamente alineado, enfundado en su minifalda. No dudé en palpárselo, mientras nos dábamos los dos besos de rigor. Me senté frente a ella, alternando mis miradas a sus ojos y a sus tetas.

-Te conservas perfecta y te has arreglado genial, así me gusta.

-Jijiji, qué zalamero. Pero ya no soy una cría, cumplí 33 el mes pasado. En todo caso, gracias por valorar mi aspecto. Ya te dije que intentaría estar a la altura de tu prima y las niñas.

-Y lo estás, no lo dudes. Me gusta mucho tu conjunto, desde los tacones hasta ese escotazo.

-He supuesto que te gustaría. Lo de haber tenido dos nenas me ha aumentado la talla del pecho una barbaridad. A mi marido le parece excesivo...

-Yo no estoy de acuerdo con él en eso. Además, ya viste las fotos de mi familia. Curiosamente, todas están muy bien dotadas...

-Jajaja, sí, y son preciosas. Tu sobrina y tu hija, se nota que son aún unas niñas, pero con ese busto que les ha crecido a las dos, podrían pasar por mayores de edad. Y no digamos Luisa, que aunque sea tu prima, me ha llegado a dar hasta celos...

-Qué tonta eres, Sonia. Si tú y yo somos sólo amigos...

Le cogí las dos manos sobre la mesa y clavé mi mirada en sus ojos. Ella simuló normalidad, pero consideró conveniente sentarse con sus piernas separadas, descruzando sus muslos divinos.

-Entonces ahora eres padre, cuéntame.

-Sí, es una nueva experiencia. Me apetecía cuidar de un ser humano desamparado. No sabía que iba a ser tan mayor, pero mi Dianita se ha adaptado muy bien.

A medida que explicaba a Sonia mi nueva condición paternal, ella se iba enterneciendo, a la vez que sus pezones se endurecían y se evidenciaban más a través de la tela de su blusa blanca.

4e. Luisa entra en escena. 

Oí la puerta del café. Luisa hizo su aparición y se acercó hasta nuestra mesa.

-¡Primo! ¡Qué casualidad!

Mi prima y esposa secreta estaba ya lo suficientemente emputecida como para actuar de modo bastante escandaloso a los ojos de Sonia. No dudó en darle un beso en la boca cuando las presenté, ni en sentarse junto a ella, tan cerca que sus tetas estaban en contacto.

-Vaya, estábamos hablando de ti...

-Sí, Sonia decía que eras muy guapa. Le envié las fotos que te hice con las niñas.

-Ay, gracias, Sonia, qué encanto. Tú también eres preciosa. No me extraña que mi primo esté contigo. Y menudas tetas que tienes, eso le encanta.

Luisa agarró del muslo a Sonia mientras entrechocaba divertida sus melones con los de ella. Sonia, que ya estaba cachonda cuando llegó Luisa, era todo un tiovivo de sensaciones. 

-Madre mía, qué prima tienes más pizpireta. No sé qué decir...

-No digas nada, preciosa. Tú déjate llevar por ella. Considérate de la familia. 

No pude evitar hacerles una foto mientras se besaban abrazadas. Tenían un punto de ternura, con ese amasijo que ofrecían a la cámara de carne perfecta cubierta por pequeños retales, y el mensaje de placer que transmitían sus manos repasando sus cuerpos de diosas. Sonia separó su boca de la de Luisa.

-Buf, esto es una sorpresa. Luisa, yo venía aquí a hacer esto mismo con tu primo... Estoy súper confundida...

-Te entiendo, bombón. Mi amo es irresistible, sobre todo desde que adoptó a Dianita.

-¿Tu amo? ¿Qué quieres decir?

-Soy la esclava voluntaria de mi amo. Hemos pasado de ser primos y no vernos casi nunca, a formar un matrimonio. ¿No es cierto, señor? Dígaselo...

-Ay, Luisa, qué sincera eres a veces. Sonia se va a asustar con todas esas cosas...

En esos momentos, los dedos de Luisa estaban ya frotando el coño de Sonia. 

-Yo... Buf, qué gusto... Yo no soy quién para juzgar vuestras cosas... A la prima, se le arrima, jejeje. Dios, me voy a correr...

-Ni se te ocurra, Sonia. Te correrás cuando yo te dé permiso.

Sobre la mesa, los tres teníamos las manos entrelazadas.

-¿Permiso? ¿Por qué?

-Te he dicho que ahora eras de mi familia. Te has portado muy bien y te concedo ese privilegio. Puedes llamarme amo y tratarme de usted, como Luisa, que ya es tu hermana. ¿O no te gusta lo que te está haciendo?

-Sí, mucho, pero mi marido, mis hijos, mi vida... Ufff, necesito correrme ya...

-Pídeme permiso.

-A la mierda, lo que sea será. Amo, mi amo, por favor, necesito tener un orgasmo, por favor, mi esposo, mi dueñooo...

Apreté las manos de Luisa y de Sonia mientras ordenaba, con voz calmada:

-Podéis correros. Ahora.

Las dos perras experimentaron un orgasmo simultáneo. Luisa estaba ya entrenada, y sólo necesitó mi orden. Sonia explotó de placer tras la masturbación brindada por su nueva hermana y la presión de mi discurso firme. La calma volvió a la mesa.

4f. Sonia entra en razón. Sus gemelas van en el lote.

-Señor, ha sido el mejor orgasmo de mi vida. Le aseguro que a partir de este momento soy su esclava incondicional.

-Así me gusta. Llama a tu exmarido y dile que te divorcias. Hazlo, ahora.

Sonia me miró con expresión de terror. En unos segundos, su vida estaba dando un vuelco sin marcha atrás. Luisa le acarició la mejilla para calmarla. 

-Pero señor, ¿y mis hijas? Todavía tienen trece años, deben estar a cargo de un adulto...

-Te acabo de decir que llames a tu marido.

Sonia marcó el número.

-¿Juan? Hola... Sí, muy bien, gracias por haberlas recogido, perfecto. Te llamaba para decirte que me divorcio de ti. No, no es una broma. ¿Purita? ¿Qué dices de Purita? Eres un cabrón y un mentiroso. Clara y Dora... ya son mayores para elegir. Adiós.

La cara de Sonia era un poema. Nos contó que Juan le había dicho que lo de su secretaria no era serio. La aventura de aquel marido me vino de perlas, y a Sonia también. Antes de salir del bar, le ordené que me enviara fotos de sus hijas gemelas, a las que yo no conocía. A diferencia de mi Diana y mi Sarita, todavía no parecían estar desarrolladas, aunque sus caras eran las de unos preciosos angelitos. Deseché mentalmente la idea de incorporarlas a mi cuadra, pero su madre intervino.

-Amo, no crea que Clara y Dora son tan niñas ya. Mi exmarido les obliga a llevar ropas muy anchas para que no revelen sus cuerpos. Yo creo que se siente culpable de desearlas en secreto, porque en la cama siempre se confunde y me llama por sus nombres.

-Vaya, qué cosas...

-Sí, de hecho, mi señor, este tema se ha convertido en los últimos tiempos en un problema, porque es casi imposible ocultar que sus pechos son tan grandes como los míos. Ojalá decidan venir conmigo y se acabe esa tortura. 

-Claro que sí, preciosa. No dudes que las adoptaré como a mis propias hijas. 

-Sus palabras son órdenes, señor. Conseguiré la custodia.

Sonia, Luisa y yo ya habíamos salido del bar, y llevaba a cada una de un brazo, camino de mi casa. Los rebotes de las tetazas a mis dos lados, al ritmo de los tacones, me tenían felizmente mareado, pensando además en los cuerpos sin descubrir aún de las dos gemelas angelicales. Decidí que me quedaba un rato con Sonia.

-Luisa, coge el teléfono de Sonia y pon en contacto a Diana y Sara con las gemelas. Ve a casa y consigue que les manden fotos sin esos ropajes. Sonia, tú te vienes conmigo un rato.

Llevé a mi nueva esposa a un parque cercano, y le hice sentarse conmigo en un banco apartado.

-Te he traído aquí porque quiero estar a solas contigo un rato. 

-Gracias, mi amo. ¿Puedo preguntarle por qué quiere esas fotos de mis niñas?

-Ya te lo explicaré. Ahora tu deber es darme placer. 

Sonia se arrodilló entre mis piernas y me la estuvo chupando deliciosamente mientras yo me fumaba un cigarrillo y miraba mi móvil. Antes de correrme, ya tenía fotos de las niñas, en pijamita, en ropa interior... Sonia no había mentido. Las tetazas de aquellas nenas eran impresionantes.

-Vaya, ya veo, tus hijas son un caso aparte. No me extraña que Juan las protegiera.

-Pero usted va a tratarlas bien, ¿no es cierto, amo? 

-Te he dicho que ya las considero mis hijas, antes de conocerlas incluso. Mi trato será igual que el que le doy a Diana y a Sara. 

-Gracias, mi amo. Tiene toda mi confianza y lo sabe.

Volví a repasar la galería de fotos y me acabé corriendo en la garganta de Sonia.

-Límpiame bien, eso es. Buena perra.


   
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