La estrategia Diana...
 
Compartir:
Notificaciones
Vaciar todo

La estrategia Diana (7 de 7). Adorable Perla y fin de la saga

1 Respuestas
1 Usuarios/as
0 Me gustas
690 Visitas
(@amorelax)
Miembro iniciado Autor
Registrado: hace 4 años
Respuestas: 9
Topic starter  

7a. Sometiendo a Perla. Su novio es muy simpático.

Diana había aprendido a respirar sin sacarse mi polla de la boca. Me gustaba su función de funda. Tras la visita a la casa de Victoria, me encontraba relajado y me vino a la mente la figura de Perla, la chica descarada que había pasado de mí. Llamé a Nadia, mientras la garganta de Diana me acariciaba el glande.

-Hola, mi cerda. Pásame a Mónica.

-Al habla Mónica, papi. Le echamos de menos...

-Cállate, puta. Pásame el teléfono de Perla.

-¿Perla? Quizás se refiere a la niña Cloe, papi...

-He dicho Perla, imbécil. 

-Lo siento, papi, no se enfade, se lo envío por mensaje.

Colgué el teléfono y recibí el número.

-¿Hola?

-Hola, Perla. Soy el señor que iba en el coche cuando saludaste a Mónica.

-Oh, creo que le recuerdo. La niña Cloe estaba sentada en su regazo, ¿no es así?

-Eso es. Te llamaba porque quiero verte de nuevo.

-Jajaja, ¿y eso?

-Bueno, me gustaste...

-Lo siento, señor, me halaga pero no creo que sea conveniente que lo vea. Aunque mi aspecto es muy joven, tengo pareja y convivo con él. Se llama Jorge.

-Ah, no hay problema, podéis venir los dos. Esta tarde, a las seis, en el café Frugal.

-Pero...

-Ni pero ni hostias. Ponte guapa.

Colgué el teléfono y me puse a pensar sobre cuál de mis perras llevaría yo a la cita. Al final me decidí por mi urinario Sara.

-Sara, bonita, vístete. Me vas a acompañar a una cita con una pareja. Se llaman Jorge y Perla.

-Gracias, amo papi.

Yo estaba seguro de que el tal Jorge no podría evitar perder el norte al conocer a Sara, con sus catorce años de tetuda maravillosa y degradada, vestida como una puta adulta. Acudimos al bar y allí estaban los dos novios.

-Hola, Perla. Me encantan esas falditas cortas que te pones. Tus piernas son fenomenales, ¿verdad, Jorge?

-Jaja, sí, mi novia es preciosa. Entonces usted es amigo de Mónica...

-Sí, jovencito. Y he venido con mi hija Sara, para que la conozcáis. Sarita, siéntate con Jorge. Perla, ven conmigo.

Sara se situó junto a Jorge, pegando su cuerpo al del joven. Perla se puso a mi lado, frente a su novio. Seguí hablando mientras mi mano acariciaba las piernas de Perla bajo la mesa. 

-Bueno, Jorge, ya ves que Sara es muy cariñosa. ¿Puedes cuidármela mientras voy con Perla a enseñarle una cosa?

Jorge estaba totalmente hipnotizado por las tetas de Sara.

-Claro, señor. No hay problema... Me quedo al cuidado de su niña...

Agarré a Perla de la cintura y salí de la cafetería. Ella no rechistó, pero se notaba en su cara un gesto de fastidio.

-Señor, mi novio se ha quedado con su hija y no me parece bien que...

En cuanto doblamos la esquina, callé a Perla de un bofetón. Cuando cayó al suelo, vi que llevaba un tanga negro. Le tendí la mano para ayudarla a levantarse.

-Yo soy el que decide lo que está bien o mal, putita. Cuando me viste en el coche, no me hiciste el menor caso, y eso merece un castigo.

Perla estaba algo nerviosa. Una jovencita como ella, acostumbrada a hacer lo que le venía en gana, se encontraba en una situación humillante que le mojaba sin poder evitarlo.

-Pero señor, yo no he hecho nada malo, no me haga daño...

Metí a Perla en un portal y le violé el culo apartando a un lado el tanga negro, mientras le apretaba el cuello, dejándole un pequeño resquicio para respirar. Mientras seguía sodomizándola, le solté un poco el cuello por si quería decir algo.

-Uf, señor, me está usted atravesando entera, lo siento, no merezco esto, me está gustando muchísimo, me temo que voy a necesitar su polla de ahora en adelante...

-De eso se trata, jovencita descarada. 

Acabé en su culo y la volví a llevar a la cafetería. Allí seguía Jorge, con Sarita en su regazo. Perla los miró celosa, pero no dijo nada.

-Ya le he enseñado a tu novia lo que quería, Jorge. ¿Se ha portado bien la niña?

-Oh, sí, señor, es un encanto, ya ve, se me ha subido encima. Un placer cuidarla para usted.

-Parece que te ha cogido cariño. Si quieres, te la dejo todo el día para que os conozcáis mejor. Yo me voy con Perla y esta noche te la devuelvo.

-Genial, por mí perfecto. Perla, atiende bien al señor, que te conozco y a veces eres un poco antipática.

7b. Adoptando a Perla. Sarita se porta muy bien.

Volví a dejar a Sara con Jorge y me llevé a Perla a mi casa, bien agarrada del culo. Por el camino, ella no rechistaba, hasta que saltó.

-Pero señor, ha dejado a su hija con mi novio y se les veía muy cariñosos...

-Sara es un encanto, sí. En realidad es la hija de mi prima Luisa, y la he adoptado. En casa vivimos los tres, mi otra hija, Diana, y Sonia con sus gemelas. 

-Qué lío, ¿pero entonces qué relación hay entre todos ustedes?

-Es muy fácil: Luisa y Sonia son mis esposas, y las cuatro niñas mis hijitas adoptivas. De hecho, recientemente he adoptado a otras dos: tu amiga Mónica y la niña Cloe, aunque no viven en mi casa.

-No acabo de entender todo esto de las adopciones...

-Es tan sencillo como que todas están bajo mi mando y necesitan mi polla y mi trato. Tú eres mi séptima adopción... Y además de mis esposas, están mis amantes, como Nadia o Victoria, la madre de Cloe. Mira, ya hemos llegado.

Perla estaba sorprendida por todo eso de las esposas y las hijas, pero no tuvo tiempo de replicar. La cerdita Diana acudió a recibir a su papi, corriendo a cuatro patas por el pasillo, vestida tan solo con sus complementos metálicos.

-¡Amo papi! Le echábamos mucho de menos... ¿Quién es esta chica?

-Se llama Perla y es un poco rebelde, pero ya la he convertido en tu hermanita. Sube, salúdale.

Diana se puso de pie y abrazó a Perla, besándola en la boca. Perla seguía sin asimilar todo aquello pero no opuso resistencia.

Mientras tanto, Jorge se recolocaba la polla bajo su pantalón en la cafetería, con Sarita aún en su regazo. Él era un joven normal, sin ninguna desviación sexual, pero aquella niña tetuda le estaba resultando inmensamente atrayente. 

-Señor Jorge, ¿le gustan mis tetas, verdad?

-Jajaja, qué dulzura. Sí, pequeña, son preciosas, tan grandes.

-Gracias, señor Jorge. Sé que cuidará muy bien de mí. ¿Vive cerca?

-Oh, sí, aquí al lado...

-¿Me lleva a su casa? Allí estaremos más cómodos hasta que papi me pase a recoger...

En un momento, Jorge entró con Sarita en su casa. Ella tenía curiosidad por la polla de su cuidador, que permanecía dura bajo el pantalón.

-¿No le duele ahí? ¿Puedo ayudarle?

-No, cariño. Eso es algo que no debe...

Sarita ya estaba arrodillada entre sus piernas, bajándole la bragueta. Jorge no pudo resistirse y la dejó hacer. Sara demostró todo lo que su papá le había enseñado, dando a Jorge los mayores placeres de su vida.

-¿Le ha gustado, señor?

-Ha sido fenomenal. Estoy totalmente abrumado y sorprendido. Nunca pensé que una niña como tú me pudiese hacer tan feliz. Espera aquí, voy al baño un momento.

-No es necesario, señor. Estoy entrenada como el mejor orinal.

Sarita abrió su boca, pero Jorge no era consciente del buen papel que podía hacer la niña.

-No entiendo, Sara. ¿Qué quieres decir con eso de orinal?

Ella le lamió con suavidad la punta de la polla, hasta que un chorro de orina empezó a salir, pasando directamente al estómago de la niña. La experiencia resultó muy satisfactoria para Jorge, cuyo cerebro ya estaba inmerso en el lado oscuro. Tenía a sus pies a una dulce y preciosa chiquilla tetuda, completamente degradada. Le arreó un bofetón.

-Gracias, señor.

La polla de Jorge volvió a ponerse dura. No había límites. Siguió golpeando a Sarita, que a cada mandoble agradecía el trato. Acababa de follársela, atravesándole sus tres agujeritos, pero ahora necesitaba repetir arrasándola literalmente. Ella disfrutó la sesión, a sabiendas de que estaba dando a Jorge lo que él siempre había necesitado.

Perla, por su parte, distaba ya de ser aquella jovencita rebelde que se había asomado a la ventanilla del coche de Victoria. Mientras la perras gemelas le lamían todo el cuerpo, yo lo disfrutaba, tan estilizado y ausente de los melones que me rodeaban habitualmente. Diana le sujetaba los brazos para dejarla a mi merced. Luisa y Sonia realizaban una bella coreografía lésbica, desnudas y entrelazadas, danzando mientras se magreaban alrededor de la escena.

Cuando acabé con Perla, Diana le soltó y la jovencita habló:

-Señor, he disfrutado mucho todo esto, pero debo volver con mi novio Jorge. Además, usted debe recoger a su hijita Sara…

-Ya veo que aún te queda descaro, ay, no tienes remedio, Perlita.

-Lo siento, señor, yo soy así. Merezco sus bofetones, lo sé. Y me encantan…

Perla era irresistible. Le di unas cuantas hostias, que me agradeció modosa, y le dejé llamar a su novio.

-¿Jorge? ¿Qué tal con la niña? Yo bien, también, el señor me ha traído a su casa y he conocido al resto de su familia. Ah, que tú también has llevado a Sarita a casa. Bueno, pues allí iré con el señor a buscar a su hijita. Hasta luego, un besito.

En el camino hacia la casa de Jorge, Perla permanecía callada y pensativa. Yo admiraba su cuerpo delgado, con aquellas piernas tan preciosas, contento de haberla doblegado para mí. Al rato, rompió su silencio.

-Señor, usted sabe que soy suya. Espero que comprenda que, de natural, soy muy rebelde, pero sabré complacerlo siempre que quiera. Además, sé que le gustan las tetas muy grandes, y las mías no son nada en comparación con las de sus esposas y sus hijas, lo siento.

-Es verdad, niña, eres un producto bastante despreciable, pero tu actitud conmigo ha mejorado. Habrá que compensar ese defecto tuyo de tener tetas pequeñas con alguna otra cosa, ya me informarás.

Mi niña Sara me recibió con un abrazo. Mientras, por la cara de Jorge, supe que el chico había quedado satisfecho con el cuidado de la pequeña. Perla acudió al encuentro de su novio y se besaron. Los cuatro éramos conscientes de que, durante nuestra separación esa tarde, habían sucedido cosas especiales. Tomé la palabra.

-Jorge, te devuelvo a tu novia. He estado explicándole que no debe ser tan arisca. Creo que a partir de ahora disfrutaréis más vuestra relación.

-Le estoy muy agradecido, señor. Vuelva por aquí cuando quiera. Cuidar de su hija ha sido un placer, en todos los sentidos.

-Papi, Jorge ha sido muy amable conmigo. Espero poder volver a jugar con él. Perla, tienes un novio fantástico.

Perla ya no sentía celos de Sara, tras la estancia en mi casa y los placeres que había recibido allí. De hecho, su deseo era poder llegar a convertirse en una hija tan amada como ella.

-Gracias, niñita. Jorge es muy bueno, sí, y el señor ahora nos tiene a los dos a su disposición. He estado con él en su casa y he conocido al resto de su familia, un grupo de mujeres encantador. 

Sara y Perla se acercaron y se fundieron en un beso sin tabúes, sincero y hermoso. La niña acercó las manos de Perla a sus tetazas. Jorge y yo mirábamos a las dos hermosuras embelesados. Mientras el chico se masturbaba, disfruté de las criaturas, que se acercaron a rendir la debida pleitesía a mi polla con sus boquitas, hasta hacerme correr sobre ellas. Me aseguré de que Perla dejase claro ante su novio que ahora era mía, aunque le permitiese seguir su relación con él.

-El señor me ha mirado a los ojos, sonriente ha dicho mi nombre, en el suelo he dejado mi orgullo, y junto a él buscaré siempre más. ¿Lo entiendes, Jorge?

-Por supuesto, mi Perla. Cuando Sara me ha enseñado el verdadero camino, he dejado atrás mi antiguo yo, y ahora sé que el señor nos guía a todos por el camino correcto. No te distraigas, mi amor, el señor está meando y debes tragar junto a su pequeña.

Me fui de aquel hogar, a sabiendas de que había llevado la felicidad a los dos chavales. Antes de regresar a casa, pasé por la mansión de Victoria.

7c. Faltaban Mónica, Fina y Gina. Diversión en la mansión.

Llamé al timbre y contestó la niña Cloe. Cuando supo que se trataba de su papi, abrió entusiasmada, con sus melonazos fuera.

-¡Hola, papi! ¡Cuánto le echábamos de menos!

-Hola, mi pequeña. Vengo a ver a tu hermanita Mónica. 

-Oh, papi, lo siento, pero ahora está llevando a mami y a Nadia de compras en el coche. Me he quedado sola con las tatas.

-Vaya, pues esperaré en el sofá. Chúpamela mientras, despacito.

-Claro, papi.

Fina y Gina, a las que aún no distinguía muy bien por lo extremadamente buenas que estaban, se apostaron una a cada lado de mí, con sus uniformes de chacha, arrodilladas en el sofá. Mientras Cloe hacía ruiditos con su garganta, arrodillada entre mis piernas, las tatas me ofrecían sus tetazas para chupar y morder. Estaba agarrado a esas cuatro ubres magníficas y atornillando la cabeza de la niña, cuando Victoria entró en la casa con Nadia y Mónica.

-¡Hola, mi amo! ¡Qué sorpresa!

Las tres dejaron las bolsas de la compra y se pusieron a gatas, sacándose las tetorras.

-Ven, Mónica, hija mía, acércate a papá.

La conductora se sentó a horcajadas sobre la nuca de Cloe y me ofreció su boca jugosa. Noté, mientras la besaba, que la niña temblaba, a punto de correrse, y la aparté con mi pie, cambiando el agujero de su boca por el coño de Mónica, por fin, que se mostró entusiasmada, mientras las tatas seguían acariciándome.

-¡Oh, papi!, gracias, gracias, gracias...

Cloe, visiblemente sonrojada, retrocedió gateando hasta su madre y Nadia, que la acogieron con besos húmedos, masturbándola a cuatro manos. Mientras me continuaba follando y mordiendo la boca a Mónica, Fina y Gina jadeaban frenéticas a mis flancos, mezclando sus lenguas con las nuestras.

Llevé mis manos a los coños de las chachas y comprobé que también necesitaban mi polla. Los ojos de Nadia, Victoria y Cloe estaban clavados en los míos mientras se daban placer en el suelo, y Mónica ejerció de mamporrera para que atornillase los agujeros de Fina y de Gina, hasta descorcharlas por completo.

Las seis putas se arremolinaron ante mi polla, obedeciendo mis órdenes. Para correrme, usé la manita de la niña Cloe y todas sacaron sus lenguas al recibir mis chorros de semen, que les cubrieron la cara y las ubres. Una buena meada bastó para acabarlas de convertir en vertederos humanos bellísimos.

Recordé a Perla y le envié una foto de las putas embadurnadas. Enseguida me respondió entusiasmada y adjuntó una imagen suya desnuda llena de cardenales y luciendo una sonrisa diabólica. A base de las hostias de Jorge, hasta sus tetitas se habían hinchado. Esa visión placentera me la volvió a poner dura, y propiné una buena paliza a las seis guarras de la mansión, enfureciéndome tanto de placer que acabé descargando en el culo de Mónica, atendido por las demás.

Las criadas me llevaron a la piscina, donde todos nos despojamos de mis fluidos. Tras un rato de descanso en una hamaca al sol, y con las putas ya arregladas, me despedí de ellas hasta mi siguiente visita. Mónica, la más sensible, lloró de pena ante mi marcha, y la calmé con dos buenos bofetones mientras Cloe la inmovilizaba. Victoria me dijo adiós con Nadia bien agarrada a su lado. Cuánto habían congeniado esas zorras tetudas.

7d. Vuelta a casa y desenlace.

De vuelta a mi domicilio habitual, mis dos esposas me recibieron con el mismo entusiasmo de siempre. Mi prima Luisa era ya casi un objeto, como las gemelas tontas, pero seguía estando tan buena como el resto. Le escupí en los ojos para que se hiciera a un lado y se retiró excitada. Sonia, siempre elegante, abrió sonriente sus piernas para que le azotase el coño. Fui al baño a usar de urinario a mi dulce Sara, y la preciosa Diana apareció a mi espalda a lamerme el agujero del culo.

-Bienvenido, papi amo. Me encanta su sabor, gracias.

-Hola, mi niña. Ven conmigo.

La llevé de su correa hasta mi cuarto. Mientras la masacraba un poquito con mis manos y le clavaba la polla en su coño de niña, le mostré la foto de la mansión.

-Es genial, mi amo. Mi hermana Sara me habló de una jovencita que se llama Perla. ¿Es alguna de las de la imagen?

-No, mi niña. Perla es otra hijita adoptiva mía, amiga de ésta, que se llama Mónica y trabaja para ésta, que es Victoria. Estas dos también trabajan allí. Y ésta es mi amiga Nadia.

-Se ve que todas están encantadas con usted, tan embarradas con sus fluidos... ¿Y la niña?

-Es Cloe, hija de Victoria y ahora también tu hermanita. Ah, y Mónica es un poco mayor que tú, pero es tu hermana, como Cloe, como Sara, como las gemelas Clara y Dora y como Perla.

-¡Vaya!, ahora tengo siete hermanas, qué genial. Y usted, ocho hijas para usar a su antojo...

-Bueno, las gemelas son más bien mis mascotas. Y de las otras seis, mi mayor caprichito es Cloe y Perla me vuelve loco, pero tú eres la favorita, sin duda.

-Gracias, mi amo. Me encantaría conocer a esa niñita Cloe y a todas las demás de la casa de la foto...

-Además es una mansión enorme. Me estás dando una idea, para vivir más cómodo...

Agradecí la inspiración a mi dulce Diana aporreándole las tetazas mientras me corría en su garganta. Mientras meaba después en la boca de Sara, pensé que era una tontería tener dos casas con seis putas en cada una, pudiendo vivir con las doce en el chalet de Victoria.

Llamé a Mónica y enseguida acudió con la limusina, donde empaqueté a mi familia con destino a la mansión. Allí fueron recibidas con los brazos abiertos por Victoria, a la que le encantó verlas con sus aros y collares de perras esclavas, costumbre que enseguida implanté en mi nuevo domicilio.

Victoria y Nadia, siempre tan unidas, han introducido la costumbre estética de que las doce putitas siempre lleven vestuario sexy, para regalarme la vista de continuo. De vez en cuando llamo a Perla para usarla un rato, y envío a Sara a casa de Jorge para tenerlo contento. Y si me canso de mis trece zorras, siempre puedo seguir emputeciendo a mis amigas, que permanecen en lista de espera para dar lo mejor de sí mismas, entusiasmadas con mi condición de padre amoroso. Un lujo, sí.


   
Citar
Compartir:

Descubre
Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos