Virginia, una muchacha, preciosa hija de gallegos, nacida y criada en París, estaba pasando quince días de vacaciones en la aldea de sus padres y abuelos. Ya había estado más veces, pero cuando era una cría, y acompañada de sus padres.
Su vestimenta llamaba la atención, y no por lo moderna, sino por lo provocativo, no, no llevaba minifalda, ni escote, simplemente llevaba pantalones vaqueros, y en aquella aldea de Orense en los años sesenta y setenta del siglo pasado, los pantalones los llevaban los hombres, incluso su abuelo lo veía mal, pero se callaba.
Casilda, una joven morena, de cabello negro y largo, ojos marrones, tetas medianas, cintura fina, caderas generosas, culo redondito, casada y recatada, estaba en combinación echada boca arriba en una de las camas gemelas de la habitación, con las rodillas flexionadas, las manos en la nuca y mirando al techo le dijo a Virginia:
-Hace un calor insoportable.
-Hace. Yo estoy sudando como una gorrina.
-Y yo.
-¿Y si abrimos un poco la ventana?
-Sería peor el remedio que la enfermedad, entrarían moscas, mosquitos y puede que algún tábano.
-¿Qué es un tábano?
-Es un bicho volador que le chupa la sangre a los animales
-Joder, aquí no hay nada bueno. ¿A qué hora vuelve la familia?
-Al alba.
-Pues yo voy a dormir desnuda. Me sobra todo.
Se desnudó y sus tetas medianas con areolas rosadas y generosos pezones se fueron una para un lado y la otra para el otro lado. Casilda le preguntó:
-¿Qué te pasó en el coño?
-¿Por que lo dices?
-No tienes pelos.
-Eso es porque me los afeito, en verano suda menos el coño.
-Eres muy rara.
-Y tú eres muy vergonzosa.
-¡¿Yo?!
- Sí, tú, si no fueras vergonzosa ya te hubieras desnudado.
-¡Qué equivocada estás!
-¿También te vas a desnudar?
-Sí, para que veas que de vergonzosa no tengo nada, eso sí, hay que ponerle la llave a la puerta.
Casilda fue a la puerta, cerró con llave. Regresó y junto a la cama se quitó la combinación y las bragas, se echó boca arriba sobre la cama y le dijo a su prima.
-Mira lo que me vino a la cabeza al verme desnuda. ¿Crees que me quedarían bien unos pantalones?
Virginia, que también estaba boca arriba en la otra cama, con las piernas separadas y los brazos estirados, sin mirarla, le respondió:
-Tienes un cuerpo como el mío, y si a mí me quedan bien. ¿Por qué te iban a quedar mal a ti?
-¿Lo crees de verdad?
-Claro que lo creo, y con esas piernas tan bonitas que tienes, una minifalda te quedaría de miedo.
-Una vez me subí la falda por encima de las rodillas, me miré en espejo del armario y me gustó lo que vi.
-Yo me refería a una falda tan corta que si te inclinas se te ven las bragas.
Casilda se puso de lado, miró para su prima, y le dijo:
-¡Anda ya! Esas faldas no existen.
-No digas tonterías, yo las pongo en París para salir de noche, acompañada con un top apretado, que al no llevar sujetador, marca los pezones de mis tetas y con el que enseñó el ombligo.
Casilda no la creyó.
-Sí, y los perros los atáis con chorizos.
-No te estoy mintiendo.
-Ya, tus padres te dejan salir así de casa...
No le dejó acabar la frase.
-No, de casa salgo formal, pero me cambio en el auto de una amiga.
-Supongamos que todo lo que me has dicho es cierto, que ya es mucho suponer. ¿Para qué vas vestida así?
-Para follar, si me entra alguien que me gusta, claro.
A Casilda le entró la risa floja.
-¡Que mal mientes!
Virginia se levantó de cama, fue a la maleta y sacó una minifalda de color marrón y un top blanco y le enseñó las prendas.
-Estas dos cosas las llevaba la última noche que salí.
Casilda se sentó en la cama y se persignó.
-¡Jesús bendito! ¡¿Y tú sales con eso a la calle?!
-¿Quieres ponerlas?
-¡¿Yo?!
-Sí, tú.
-Poner eso sería un pecado.
-Te las pongo yo.
-Seguiría siendo un pecado.
-Seguro que vestida así volverías loco a tu marido.
-Vestida así mi marido me daría de hostias.
Virginia guardó las prendas en la maleta. Como lo que quería era tirarse a su prima, fue por otro camino. Pilló en ella el estuche de maquillaje y le preguntó.
¿Quieres qué te ponga más guapa de lo que ya eres?
-¿Para qué?
-Para que sepas lo guapa que te puedes llegar a ver.
-¿Qué tienes en la mano?
-Maquillaje, con él te verás arrebatadora.
-No creo, pero si tú lo crees...
Virginia fue hasta la cama de su prima, se sentó a su lado y comenzó el trabajo.
-Cierra los ojos.
Los cerró y Virginia le pintó los ojos y le puso rimel en la punta de las pestañas. Luego de abrir los ojos, le secó la cara de sudor, se la maquilló, y por último le pintó los labios de rojo.
-Ya estás, vete a mirar en el espejo.
Salió de cama. Virginia le miró para el culo, se relamió y mordió el labio inferior. Casilda, ajena a los instintos felinos de su prima, se miró en el espejo, y exclamó:
-¡Qué guapa estoy!
-Apuesto a que si te vieras en minifalda y con el top te querrías follar a ti misma.
-Una no se puede follar a sí misma.
-Si te haces un dedo, sí.
-¿Qué se podría hacer con un dedo?
-Meterlo en el coño.
-No me haría ni cosquillas.
Aquella respuesta despertó la curiosidad de Virginia.
-¡¿Nunca te has masturbado?!
-No me hables con palabras francesas que trabajo me cuesta entender el castellano.
Ya sabía lo que quería saber.
-Dejemos la cosa así. ¿Te la pones?
Casilda, sin dejar de mirarse al espejo, le respondió:
-Hace mucho calor para andar probando ropa.
-Tienes razón
-Casi siempre la tengo... Será mejor que me quite la pintura, no vaya a ser que después no salga.
-Sale, no te preocupes. ¿Me haces un favor?
-¿Qué favor quieres que te haga?
-Échate en la cama y cierra los ojos.
-¿Para qué?
-Quiero hacerme una idea de como encontró el príncipe la Bella Durmiente.
-¿Y esa quién es?
-Una a la que despertó un príncipe con un beso.
-¿Se le coló en la habitación?
-Algo así. Échate y cierra los ojos.
-O sea, que yo voy a ser la bella durmiente, sin dormir. ¿Y tú quien vas a ser?
-La que te mire.
Yendo para la cama, le dijo:
-Sabes, ahora mismo, desnuda y pintada, me siento tan puta... ¡Qué puta me siento!
Se echó sobre la cama y cerró los ojos. Virginia fue a su lado, se sentó en el borde de la cama y le dio un beso. Casilda abrió los ojos, y se incorporó colorada como un tomate maduro, y muy seria, le preguntó:
-¿Por qué has hecho eso si sabías que estaba despierta?
Le dio otro beso.
-Porque me gustas.
-No vuelvas a hacer eso.
La volvió a besar.
-No debí hacerle caso a mi marido cuando me dijo que durmiera en tu habitación hasta que él regresara.
-¿Tienes miedo de que te caliente tanto que acabes follándome tú a mí?
Casilda se rio de su prima.
-¡Ay, sí que sí! Ni que tuvieras poderes como las brujas.
-Tengo poderes, en mi lengua. ¿Tienes miedo de comprobarlo?
Casilda se empezó a dar.
-No, pero estoy casada y sería...
- Adulterio.
-No, sería encornudamiento.
-Si prefieres llamarlo así... ¿Te come el coño tu marido?
-No preguntes barbaridades.
-Si no te come el coño, el culo, mucho menos.
Casilda se escandalizó
-¡Tú estás loca!
La echó hacia atrás, la besó y luego le pasó la lengua entre los labios.
-¿Y ahora qué haces con la lengua?
-Calentarte.
-¡¿Me has visto cara de puta?!
-Casi todas las mujeres llevamos una puta dentro.
-Porque la lleves tú y...
La lengua de Virginia entró en la boca, se metió debajo de a de su prima, la levantó y luego la giró alrededor de ella.
-Eres una cochina.
-Así besamos en Francia.
-Pues en Francia sois unas cochinas.
-¿No te gustó?
-Aunque me hubiese gustado... ¿Te imaginas lo que ocurriría si alguien se enterase de esto?
-Mañana regreso a Francia y las paredes no hablan.
Casilda, con las manos en los hombros de su prima, pero sin empujar, o sea, sin hacer nada para evitar que jugara con ella, le dijo:
-¿Quieres hacer de mí una puta?
-Quiero hacer de ti una mujer de hoy en día.
Quiso meterle la lengua en la boca de nuevo, pero Casilda no la abrió.
Después de unos veinte o treinta picos y de lamidas de labios, le acarició el interior de los muslos y luego le echó la mano al coño. La palma se le llenó de jugos.
-Eres la muñequita más sensual que he tenido el placer de acariciar. Te voy a hacer un dedo para que aprendas a gozar tú sola cuando no esté tu marido.
Virginia mojó la yema del dedo y luego la movió alrededor del capuchón del clítoris, lo que hizo que el glande asomara la cabeza, al rozarlo, Casilda abrió la boca para gemir, la lengua de Virginia entró en ella y se revolvió dentro. Poco después, Casilda, sacó tímidamente la punta de la lengua y lamió la lengua de su prima.
Pasado un tiempo, con la yema del dedo haciendo estragos en el del glande del clítoris, y devorándose las lenguas, Virginia, sintió que su prima se iba a correr, dejó de besarla y le dijo:
-Mírame cuando te corras.
La miró hasta que le vino, en ese momento los ojos de Casilda se le cerraron y se corrió, se corrió entre dulces gemidos y fuertes convulsiones.
Al acabar de correrse, Virginia, se metió entre sus piernas y le dijo:
-Quiero ver tu coño corrido.
Casilda apretó las piernas. Virginia le echó las manos a las rodillas y las piernas se abrieron, sin que Casilda ofreciera resistencia, y dejando ver una tremenda mata de vello negro. Virginia le dijo:
-Estás empapada.
Le metió el dedo medio dentro del coño y comenzó a follarla con él. Al rato, le preguntó:
-¿Quieres que te meta dos dedos?
-Mete.
La volvió a besar con lengua, al tiempo que los dedos le trabajaban el punto G. El coño comenzó con el chapoteo, y en nada, Casilda, se volvió a correr.
Al acabar de gozar, sin quitarle los dedos del coño, le preguntó:
-¿Quieres más?
-Sí.
-Pídemelo.
-Hazme correr otra vez.
Los dedos de Virginia volaron dentro del coño y los besos con lengua fueron de lujuria pura, hasta que Virginia le preguntó:
-¿Quieres que te coma las tetas?
-Sí.
-Pídemelo.
-Cómeme las tetas.
Virginia tenía tetas medianas, con areolas oscuras y gruesos pezones. Le agarró las tetas por debajo, y magreándolas, lamió los pezones y lamió y chupó las areolas. Chupó las tetas por todo el contorno, volvió a los pezones y a las areolas y luego bajó, besó y lamió el interior de los muslos y le preguntó:
-¿Quieres correrte en mi boca?
-No seas cochina.
Le metió y le sacó la lengua de la vagina, y después le lamió el clítoris. Le volvió a preguntar:
-¿Quieres correrte en mi boca?
-Sí.
-Pídemelo.
-Cómeme el coño.
Virginia aplastó su lengua contra el clítoris, clítoris que ya tenía el glande fuera, y luego lamió de abajo a arriba con una lentitud pasmosa... Siete veces la tuvo a punto de correrse, y siete veces dejó de lamer, a la octava, cuando ya gemía como una loca, siguió lamiendo, y Casilda se corrió. Al correrse le enterró la mitad de la lengua en la vagina y la otra mitad la dejo cubriendo el clítoris. Casilda, moviendo la pelvis su aire, le dio a su prima una deliciosa corrida en la boca.
Al acabar, Virginia le dio un pico, y le dijo:
-¿Te gustó?
-Mucho, mucho más que follar con mi marido, pero me siento mal por lo que te he dejado hacer.
-¿No quieres seguir?
-No, me voy a quitar la pintura y luego me voy a echar a dormir.
Pasado un tiempo, estando cada una en su cama, y con la luz apagada, Virginia comenzó a darse dedo. Casilda sintió el frotis. Imaginó lo que estaba haciendo y un par de minutos más tarde ya estaba ella cachonda. Le preguntó:
-¿Qué haces?
-¿Tú qué crees?
-Creo que te estás haciendo un dedo.
-Estaba, y pensaba en ti.
-¿Qué es eso de que pensabas en mí?
-Pues pensaba que te lo comía todo, boca, tetas coño y culo.
-¿AsÍ es como se hace un dedo?
-Sí, y al final, cuando sienta que me voy a correr, imaginaré que me comes el coño y que te corres en mi boca. Ahora calla que me desconcentras.
Casilda se veía que ya no se sentía mal por lo que le había dejado hacer a su prima, ya que le pregunto:
-¿Me dejas mirar como lo haces?
-Caro que sí, ven.
Virginia encendió la luz. Casilda vio a su prima desnuda sobre la cama con las rodillas flexionadas, las piernas abiertas, la mano derecha en el coño y la mano izquierda sobre su teta derecha. Fue a la cama de su prima, se echó boca abajo y se puso a mirar para el coño con la boca a un palmo de él. Virginia volvió a darse dedo mientras su prima miraba como hacía... Vio como acariciaba el capuchón del clítoris, como lo apretaba con dos dedos, como lo frotaba y también como metía y sacaba dos dedos de la vagina. Virginia, al sentir que estaba cerca del orgasmo, le dijo:
-Me follas el coño con la lengua?
-¿Ya te vas a correr?
-No, y me gustaría que me hicieras correr tú.
-No sé si sabré.
-Te digo yo lo que quiero que me hagas.
-Vale. ¿Qué quieres que te haga?
-Fóllame el coño con la lengua.
-¿Meto y saco?
-Sí.
Le metió y le sacó la lengua en el coño unas veinte veces, luego le dijo Virginia:
-Lame ahora mi clítoris.
-¿Dónde lo tienes?
Se lo señaló.
-En el mismo sitio que tú.
-Esa es la pepita.
Virginia no estaba para darle explicaciones.
-Lame de abajo a arriba.
Le lamió el clítoris como le había dicho y Virginia ya fue a por el orgasmo.
-Ahora aplasta tu lengua contra mi coño.
Hizo lo que le había dicho, Virginia le cogió la cabeza con las dos manos y le apretó la lengua contra el coño. Movió la pelvis a toda mecha y hacia todos los lados, y jadeando como una loba, se corrió en la boca de su prima, diciendo:
-¡Me corro en tu boca!
Al acabar de correrse su prima, Casilda le dijo:
-Me gustó tragar tus jugos y sentir tus gemidos al correrte.
-¿Estás mojada?
-Estoy empapada.
-Siéntate en la cama y cruza tus piernas con las mías.
Casilda se puso como le había dicho.
-¿Y ahora qué?
Virginia juntó los coños, le echó la mano derecha a la cintura para tirar de su prima cuando llegase el momento, y le dijo:
-Ahora vamos a frotar los coños hasta que te corras.
Sudando como cerdas, y mirándose a los ojos, se dieron cera con los coños. Al rato había un charco de jugos sobre la cama, jugos que habían salido de los dos coños, coños que patinaron uno sobre el otro hasta que Casilda dijo:
-¡Me voy a correr en tu coño!
-¡Y yo en el tuyo!
Gimiendo y temblando se corrieron una en el coño de la otra, se corrieron echadas hacia atrás, con sus pelvis levantada y los coños pegados como lapas.
Al acabar se abrazaron y se dieron un beso. Casilda le dijo:
-Enséñame a hacer más cochinadas, prima.
-¿Seguro que quieres conocer el sexo guarro?
-Seguro.
-Ponte a cuatro.
-¿ A cuatro qué?
-A cuatro patas.
-¿Cómo si fuera una perra?
-Así mismo.
Casilda se puso a cuatro patas, Virginia se arrodilló detrás de ella, le separó y juntó las nalgas unas cuantas veces con las dos manos, luego, con las nalgas separadas, comenzó a lamerle el ojete. Casilda le dijo:
-Esto que me estás haciendo es una cochinada de las gordas.
Virginia lamió el ojete, sin parar, y lentamente, un buen rato, en el cual Casilda no paró de gemir. A Virginia le gustaba lo que estaba haciendo. Estaba con los ojos cerrados y su coño se fue encharcando tanto que una especie de moco acabó colgando de él. El coño de Casilda goteaba cuando Virginia dejó de lamer y comenzó a follarle el ojete con la lengua.
-¡Qué gusto!
Le folló el ojete como si la lengua fuese una polla, o sea, entraba y salía, entraba y salía, entraba y salía... Después volvió a lamer, y luego a follárselo, a lamer y a follárselo... Llegó un momento en que Casilda no pudo más, se dejó caer en la cama y levantó el culo. Echó una mano por debajo del cuerpo y moviendo un dedo de arriba a abajo comenzó a masturbarse. Virginia ya no lamió más el ojete, lo que hizo fue follárselo con la lengua a mil por hora. A mil por hora movió el dedo Casilda, y cuando sintió que se iba a correr, le dijo:
-¡El coño, cómeme ahora el coño!
Se lo comió y Casilda se corrió en su boca.
Al acabar de correrse se puso boca arriba, y le dijo:
-Ponme tu culo cerca de la boca.
Virginia puso el culo sobre la cara y puso las manos sobre la cabecera de la cama. Casilda, con las manos en la cintura de su prima, le lamió y le folló el ojete, un ratito, y luego le preguntó:
-¿Lo he hecho bien?
-Lo has hecho de maravilla.
-Dame ahora el coño.
Virginia se giró, le puso el coño en la boca, se echó a lo largo de ella y antes de que su prima le lamiera el coño, se lo lamió ella y le dijo:
-Lame despacito y si ves que me voy a correr, para.
-¿Qué buscas, prima?
-Que nos corramos juntos.
Al rato, entre convulsiones y escandalosos gemidos, Virginia se corrió en la boca de su prima, y Casilda se corrió en la lengua de Virginia.
Estaban abrazadas y dándose un beso, cuando sintieron como se abría la puerta de la casa. Luego sintieron hablar a los abuelos y Casilda se fue a toda prisa para su cama.
Se había acabado la fiesta.
Quique.
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