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En el metro, con un futbolista adolescente

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(@bisexualstraigh)
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EN EL METRO, CON UN FUTBOLISTA ADOLESCENTE.

 

Debido a la huelga de autobuses, ese sábado el metro iba inusualmente lleno. No quedaba ningún asiento libre y ya había varias personas de pie, así que, viendo la situación, opté por quedarme en una esquina junto a la puerta y dejé la mochila en el suelo.

El tren emprendió su viaje todavía por la superficie, permitiéndome contemplar a través del cristal de la puerta, el bonito paisaje de naranjos a la luz de mediodía de un caluroso sábado de mayo.

El balanceo del metro me provocaba una extraña sensación de somnolencia, era como una hipnosis que solo desaparecía ante la intriga de ver quien subía en la siguiente estación.

Tras unos minutos, el tren empezó a aminorar la marcha, avisando así de una inminente parada.

El siguiente apeadero era usado casi exclusivamente por los alumnos de un colegio privado, religioso y exclusivamente masculino, situado a escasos 200 metros del metro y en el que solían subir grupitos de chicos, bastante gamberretes y normalmente muy salidos, parecía que se desfogaban al dejar atrás las normas del centro.

Mientras el tren frenaba por completo antes de abrir sus puertas, pude ver a través del cristal un montón de adolescentes con ropa deportiva, empujándose entre ellos para subir los primeros, con la esperanza de encontrar asientos vacíos.

Como siempre, entraron como un tsunami hasta que descubrieron que sentarse era imposible, así que se fueron colocando de pie ya más tranquilos, aunque sin dejar de empujarse y hacerse bromas entre ellos.

Cuando arrancó de nuevo el tren, la inercia del movimiento, provocó que uno de los chicos perdiera el equilibrio, estando a punto de caer, cosa que evité al sujetarlo por ambos brazos.

-Cuidado chaval, agárrate que vas al suelo- Le dije sonriendo mientras el joven recuperaba la estabilidad.

-Disculpe, muchas gracias. -Respondió muy educadamente el chico.

Entre las burlas de sus amigos, el adolescente se colocó junto su grupo.

Eran aproximadamente una decena de jóvenes, ataviados con equipacion deportiva. En la camiseta se leía claramente el nombre del colegio y “4º ESO”, por lo que estarían en el último año de secundaria y por lo tanto intuí su edad.

Todos llevaban los pantalones cortos del equipo, así que podía observar sus piernas y comprobé con un poco de tristeza que todos aquellos chavales, que por su edad tendrían que lucir unas extremidades peludas, iban totalmente depilados. Me parecían demasiado jóvenes para ser ya esclavos de las modas de belleza.

Formaron un corro en el centro del vagón, entre ambas puertas, sujetándose a las barras superiores y mostrando a través de las mangas cortas de sus camisetas, que las axilas no se las depilaban.

Con tanto detalle que observar en aquellos adolescentes con ropa deportiva, mis ojos abandonaron la bucólica imagen del campo valenciano para pasar a observar a un grupito de adolescentes cargados de hormonas.

              Resultaba evidente que les había tocado correr para llegar a tiempo al tren, porque emanaban un ligero y a la vez excitante aroma a sudor adolescente, que todavía resbalaba brillante por sus rostros y que, en el resto de sus jóvenes cuerpos, provocaba que la fina tela de sus prendas deportivas se les pegara a la piel, dibujando perfectamente sus músculos.

Pude advertir que alguno de ellos no llevaba ropa interior, puesto que el sudor que mojaba sus pantalones permitía ver la forma de sus glúteos perfectamente definida, regalándome un bonito especta-culo.

La mayoría de los jóvenes deportistas intentaban secarse el sudor de sus rostros con las propias camisetas, subiéndoselas desde la cintura hasta llegar a la cara y mostrándome con ello sus abdominales y en muchos casos, el nacimiento de su vello púbico.

Por supuesto tras observar los pelos que les coronaban la zona genital, mi mirada no pudo evitar deleitarse con el paquete que marcaban, que en varios de los chicos se veía claramente la forma de un pene bastante generoso para su edad.

Eran todos bastante guapotes. Había para todos los gustos, rubios, morenos y castaños. De ojos claros, medios y oscuros. Algunos sin afeitar y con cara de malotes y otros todavía lampiños y aniñados. Altos, bajos y de mediana estatura. Había algún musculado de gimnasio y algún tirillas. Con la piel blanca como la leche, hasta muy bronceados, pero todos tenían algo en común, lucían unas piernas bastante fuertes y un culito prieto, fruto sin duda de jugar a futbol desde pequeños.

Iban comentando sus planes para esa tarde de sábado. Algunos optarían por la play y otros por ir al cine.

Uno de ellos explicaba a sus compañeros entre risas, que se sentaba con su novia en la última fila de la sala de proyección y que con la oscuridad la chica se animaba a sobarle la polla. Mientras el joven les confesaba esto, se agarraba el bulto imitando el sobeteo de su pareja y mostrando al grupo el principio de erección que ese pensamiento le provocaba.

Aquel chico, siguiendo con su relato, explicaba que compraba el bol de palomitas más grande, porque así cuando ella se animaba, el se lo colocaba entre las piernas para evitar posibles miradas de otros espectadores y que su chica estuviera tranquila. En muchas ocasiones, si no había nadie cerca, ella le desabrochaba el pantalón, le sacaba la verga y se la jalaba hasta que se corría.

El recuerdo de aquellas ocasiones, mezclado con la ebullición hormonal adolescente, provocaron en aquel joven relator, una generosa erección que mostró a sus amigos a través de la fina tela del pantalón deportivo, ajustándolo a su miembro ante la mirada de su grupo… y mía.

Entre las risas y empujones de los adolescentes y mi excitación, llegamos a la siguiente estación.

Esta vez, se abrieron las puertas de ambos lados y fueron subiendo nuevos pasajeros.

No paraban de entrar viajeros y mientras unos accedían, el resto íbamos moviéndonos para dejar sitio, lo que provocó que el corro de amigos se disipara.

Durante casi un minuto íbamos todos recolocándonos en el vagón, llevados irremediablemente por el gran número de pasajeros que subieron en aquella estación. Seguro que superábamos el aforo del tren.

Al cerrarse las puertas y establecernos definitivamente en las nuevas ubicaciones, me percaté que había vuelto casi a la esquina en la que estaba al principio.

Al arrancar el tren me desequilibré hacia atrás, comprobando como había alguna persona entre mi cuerpo y la propia esquina, empujándolo sin querer.

  • Perdona- Le dije a la victima de mi torpeza.
  • No te preocupes, parecemos borregos -Me contestó sonriendo.

No lo podía creer, uno de los adolescentes deportistas estaba colocado justo detrás de mí.

Aunque intentaba mantener el equilibrio, cada vez que el tren daba un suave bandazo, mi cuerpo se desplazaba ligeramente contra el chico.

Intentando atosigar menos al joven, volví a dejar la mochila en el suelo, entre mis pies. Al agacharme a dejarla, sentí claramente como el destino me quería bien, notando como mi trasero presionaba la entrepierna del joven.

Por supuesto aquello había sido fruto de la casualidad, así que intenté pensar en otra cosa para no excitarme demasiado, pero empezó a ocurrir algo que me perturbaba. A cada movimiento del metro, sentía en mi trasero lo que parecía ser la polla del adolescente y curiosamente, en cada contacto aquella verga parecía estar más viva.

Necesitaba saber si aquello era cierto o un simple fruto de mi imaginación, por lo que dejé de contrarrestar el movimiento del tren, acercando disimuladamente mi culo al paquete del joven.

Tras breves segundos que me parecieron horas, el contacto era pleno y lejos de evitarlo, como podría intuirse, aquel adolescente lo mantuvo e incluso lo provocó.

Estaba sintiendo, sin ningún lugar a dudas, el miembro erecto del joven alojado entre mis glúteos, cubriendo de arriba abajo toda la raja de mi culo que se abría de excitación con los movimientos del tren, siendo estos acompasados con una leve presión que el joven ejercía hacia delante con su cadera para presionar más su dura polla contra mi ardiente trasero.

Aún incrédulo con la situación, me agaché de nuevo hasta mi mochila para colocarla bien entre mis pies y sin duda lo que coloqué fue la hinchada verga del chico en mi culo.

El adolescente puso ambas manos en sendos lados de mi cintura, sujetándome mientras empujaba su durísima polla contra mi deseoso trasero, moviendo su cadera de izquierda a derecha para hacerme notar más su excitación y dejar clara la realidad de la situación.

Desgraciadamente los altavoces del tren anunciaron una nueva parada y mientras el convoy empezaba a disminuir su velocidad, me apoyé totalmente contra el joven para evitar que pudiera salir de su esquina con la entrada de nuevos viajeros.

Las puertas se abrieron y solo pudieron entrar dos personas, lo que nos obligo al resto a apretarnos un poco más.

Tras esta parada, el convoy ya entraba en los túneles, lo que suponía menos luz en el habita-culo.

Llevé una mano a mi espalda, abrazando con ella el miembro del joven, que acercó su boca a mi oído y emitió un suave gemido, empujando su polla contra mi cuerpo.

Mi mano recorría toda la longitud de su miembro, que debo confesar, era bastante grande para su edad.

Desde su glande, bajaba lentamente hasta llegarle a los testí-culos, retrocediendo en mi movimiento mientras apretaba el tronco de su polla hasta alcanzar de nuevo su capullo, jugando con el y sintiendo como la humedad de su precum atravesaba la fina tela de su pantalón, que era lo único que separaba mi mano de la caliente polla del chaval.

El adolescente seguía sujetando mi cintura con ambas manos, empujando su miembro contra mi cuerpo como si me estuviera follando.

El chico era totalmente invisible tras de mí, ante la mirada de otros viajeros, por lo que subí mi mano hasta la cintura de su pantaloncito y reinicié mis movimientos en su polla, pero esta vez por dentro de su prenda, pudiendo así abrazar por completo su dura verga con mi mano desnuda.

Apreté con fuerza su polla, llegando a sentir como las palpitaciones de su corazón bombeaban sangre a las venas que la rodeaban, y volví a pajearlo lentamente.

Sin duda, era la verga más dura que jamás había tenido entre mis manos.

La situación me tenía totalmente acelerado, estaba pajeando a un adolescente desconocido, delante de al menos 200 personas, que permanecían impasibles ante lo que probablemente era la situación mas excitante de mi vida.

Mi mano subía y bajaba por el duro miembro del joven y cada vez que llegaba a jugar con su glande, lo notaba mas húmedo. Su precum ya mojaba mis dedos y sus gemidos iban subiendo inconscientemente el volumen, aunque lejos de que nadie los escuchara debido al chirriar de las ruedas del tren.

Mi paja aumentaba de intensidad, al tiempo que su polla estaba cada vez más dura. Los empujones de su cadera contra mí también eran más fuertes y frecuentes.

Me hubiera gustado bajarme los pantalones y que la enorme polla de aquel chico se metiera por completo dentro de mi y que me follara delante de todos como un animal. Evidentemente era imposible, pero solo pensarlo provocó que me corriera sin tocarme.

El chico apoyó con fuerza su cabeza contra mi espalda. Apretó las manos que seguían sujetándome por la cintura. Empujó sin control su polla contra mi cuerpo y su boca cerrada emitió un gemido sordo que anunciaba lo que iba a pasar. Apreté con todas mis fuerzas el durísimo tronco de su polla y sentí como se hinchaba varias veces regalándome en cada una un generoso chorro de su semen caliente, mientras resoplaba como un animal salvaje.

Se mantuvo inmóvil sobre mí hasta que su respiración empezó a normalizarse y la dureza de su polla fue aminorando. Cuando el joven volvió en si me retiró la mano empapada por su semen y retirándose un poco hacía atrás, sacó la parte de atrás de mi camisa hasta sacármela del pantalón y con el faldón se limpió los restos de semen de su polla. Por mi parte me llevé la mano hasta la boca y tragué todo el semen que pude, limpiándome el resto con la camisa.

  • Próxima parada, Plaza de España. -Se escuchó por megafonía.

El joven me apartó suavemente a un lado para abrirse paso.

  • ¿Me permite? Me bajo en la próxima.

 

 

 

 

El relato fue modificado hace 12 meses por relatosonline

   
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(@armansor)
No está mal, este miembro Autor
Registrado: hace 2 años
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excelente relato 

me gusto mucho 

 


   
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