Persiguiendo sueños
 
Compartir:
Notificaciones
Vaciar todo

Persiguiendo sueños

1 Respuestas
1 Usuarios/as
0 Me gustas
740 Visitas
laualma
(@laualma)
Miembro Súper Activo Autor
Registrado: hace 5 años
Respuestas: 461
Topic starter  

¿Verdad que tú también has pensado alguna vez en lo guay que sería poder tener inconsciente por un rato a esa persona que deseas pero que no puedes obtener, para poder jugar con su cuerpo a placer sin necesitar su consentimiento? Bueno, pues a veces la mejor manera de obtener a esa persona es, simplemente, ser tú la que te quedas inconsciente. Os dejo aquí una historia de cómo conseguí follarme así a un amigo mío hace ya unos cuantos años. ¡Espero que os guste!
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

- Bueno morena, pues ahí te dejo. Que tengas suerte.

Javi se despide sin emoción ninguna. O más bien intentando aparentarlo. Esa típica pose de machito, de independiente distancia. Ya hace mucho que no me molesta, sé que nunca llegaremos a ninguna estabilidad, ni como pareja, ni como amantes... por supuesto, no quiero con él otra cosa, ninguno lo queremos. Pero él parece que se empeña en intentar evitar eso también... qué tonto, con lo bien que lo pasamos y, sobre todo, con lo bien que podríamos pasarlo. Pero ahora eso es lo de menos, Javito, es lo de menos. Por ti y por todos y todas las demás que esta noche ya hace rato que se han rendido.

Acabo mi mojito. Mi enésimo mojito. Y voy a la barra, a pedir otro. Veo al fondo a Javi despidiéndose sin efusiones de César y Jaime. Solamente quedan ellos ya, a pesar de que hoy salimos casi todo el grupo de antes. El grupo de siempre, como no hacíamos desde siglos. En parte precisamente para aprovechar el fugaz paso de César por Madrid, después de tanto tiempo.

No contaba con que Jaime fuese a aguantar hasta tan tarde, parecía el más matado al principio de la noche. En fin, también es cierto que son más de las seis ya, fuera debe estar pensando en amanecer incluso. ¿Sólo yo sé cómo acaban estas noches cuando he bebido tanto? Qué poca fe tiene Javito en mí, o qué poco me conoce. Qué poco me cree, más bien. Como si no quisiera asumir que soy capaz de todo lo que ya sabe perfectamente que soy capaz. La Laurita que él conoció hace mucho que desapareció. Si Mer o Nurita estuviesen aquí, ya andarían con todas las alarmas puestas... ¡Pero naturalmente que no estaba dispuesta a terminar una noche así sin mojar! Y si mis amiguitos de siempre no están por la labor, pues a esas alturas lo cierto es que seguramente ya estaría dispuesta a mintármelo con cualquiera. Lo cierto era que, en mi estado y las horas que eran, empezaba a valerme cualquier cosa. Quedaba ya poco dónde elegir, pero sabía de sobra que el buen sexo siempre aparece cuando se tienen ganas... si estás dispuesta a franquear cualquier límite, claro está. Bueno, eso a estas alturas (de la noche, de mi vida) ya no era ningún problema. ¿Cuánto tiempo hace que decidí dejar atrás cualquier línea roja? Incluso aquellas que todavía pudiera no conocer, si es que quedaba alguna...

Javito sale del bar. El tipo de la barra me sirve el mojito, con cara de fastidio, mientras yo pienso: "me lo follaría igual..."

- Este y cerramos, guapa.

Todo da vueltas. Todo está borroso. Respiro profundamente para recuperar el equilibrio que casi pierdo al separarme de la barra. Intentando -al límite- mantener la dignidad, me aproximo a César y Jaime, sorteando a los pocos noctámbulos que quedan en el bar. Bien, estoy como una cuba. Y no porque no me haya controlado. Ha sido totalmente premeditado, naturalmente.

[Formaba parte de mi plan. Es un poco triste. En realidad pensaba que no sabía ligar, y menos con amigos. Me decía que sabía dejarme ligar, quizás, y ni siquiera siempre. O al menos eso era así cuando todo aquello sucedió. Naturalmente, el tiempo y las experiencias me han hecho cambiar en ese sentido. A mejor. A mucho mejor... Pero en aquella época, diría que sólo la distancia del alcohol me permitía romper las barreras, o dejar que las rompieran. Y con César me había hecho falta un esfuerzo especial. Porque, al fin y al cabo, realmente solo de eso se trataba: de meterme a César entre las piernas. Y me había propuesto lograrlo por fin, definitivamente, aquella noche, aunque ello supusiera pasar por un plan tan retorcido como el que pasaba por ponerme al borde del coma etílico. Sin embargo, pese a mi estado de embriaguez, la emoción sexual luchaba en mi cuerpo, consiguiendo mantener un nivel de sobriedad inusitado para la cantidad de copas que llevaba encima (también es cierto que tengo bastante buen aguante, jijijiji). En resumen que, borracha o no, todavía hoy tengo un recuerdo taaan vívido de aquella noche...]

Me siento al límite, pero todavía controlo. Sólo Javito se ha dado cuenta, pero esta noche mi garganta se ha convertido en una autopista sin peaje, por donde los mojitos y los rones han ido pasando sin parar, uno detrás del otro. Me he bebido medio bar. Pero la ocasión bien me lo vale, quiero ir a por todas. Si no fuese por esa absurda apuesta, creo que jamás me habría decido a hacer algo que deseo hace mucho tiempo. Supongo que liarme con Javito, en su momento, me hizo acabar con el tabú de los amigos, pero es que César siempre ha sido un monumento inalcanzable para mí... además, tantas veces frené a Nurita en sus intenciones de volver con él, después de acabar tan mal (pero eran casi unos críos, éramos todos tan jóvenes aún, en realidad... y casi ni nos concocíamos; de hecho, no nos conocíamos ni a nosotras mismas), que creo que si se entera de mis intenciones me mata. Qué cosas. Y pensar que ahora me follo a sus novios sin más. Y ella a los míos, claro.

Pero una apuesta es una apuesta, y eso sin añadir la promesa del enorme pene que según Javito tiene nuestro común amigo. Joder, es que (si es cierto lo que cuenta) supera con mucho lo que la zorra de Nuria nos contó en su época. En fin, vale que hace años ya de lo suyo, si es que eran casi adolescentes aún cuando... supongo que es normal que le haya crecido luego. Pero... ¿tanto? También es cierto que a mi amada amiga siempre le han costado las pollas grandes. A veces me daba por pensar que quizás fue precisamente el tamaño del sexo de César lo que les separó, por inconcebible que sea pensar en Nuria fracasando precisamente por motivos sexuales.

Un pene enorme, aún en estado de total relajación (que "por supuesto" fue como se lo vio Javito, mi homófobo machito preferido, a César, un día que estaban en un gimnasio, duchándose después de hacer deporte juntos). Hace tanto tiempo que sueño con algo así... Literalmente: llevo una temporada que, tenga yo buen sexo o no lo tenga -y, últimamente, lo estoy teniendo en cantidad-, mis noches son invariablemente noches de sueños húmedos, con el recurrente final de ser penetrada por enormes pollas, absolutamente inverosímiles, pollas imposibles, casi inimaginables. Absurdo pensar que sea eso lo que César pueda tener entre las piernas, pero mi lujuria y mi imaginación aliadas son tan peligrosas que nada puede superarlas. Solo una apuesta puede estar a su nivel, y esta noche se ha juntado todo, junto con un deseo inconfesable e inconfesado durante años por mi amigo César. Poco a poco todos mis deseos inconfesables han ido cayendo, uno tras otro. ¿Lo conseguiré esta noche? El premio gordo sería inmejorable: pollón y César. Lo cierto es que esta noche, con lograr uno solo de los dos me conformaba. Pero si todo sale bien, y al final resulta que él tiene esa polla enooormeee que me promete Javi... ufffffffff sería... ¡¡¡walaaaaaa!!! ¡De repente me siento mojando solo de pensarlo, mientras miro como una boba a mis dos amigos!

Bueno, el premio de consolación tampoco es tan malo... por lo menos Javito me tendrá que hacer un poco de caso para cobrar su apuesta si la pierdo, jijijijiji. Ya he dicho que esta noche me dejaría follar por cualquiera, si tuviese el valor de pedírselo, claro. Y Javito no deja de ser mejor que muchos. Ni tiene buena polla ni folla bien, pero tiene bastante cuerpo, fibroso, de deportista, musculoso y velludo, y sabe utilizar los dedos como pocos y, sobre todo... ¡¡come coños como ningunos!! jijijijij... bueno, las chicas que me leéis sabéis como yo lo mucho que fideliza conseguir un hombre (o una mujer ;) jijijij) que coma bien el coño, es que es una sensación tan... ¡única!

- ...

Jaime me mira riéndose. Ha estado un rato hablándome pero no le he escuchado, sumida como estaba en mis pensamientos de pollas gordas y comidas de coños. Entre eso y la cara de borracha que debo llevar, se ha debido de pensar que realmente estoy a punto de irme al suelo rodando. Bien, de eso se trata. Aunque el problema es que tenía que estar pasando solo con César... Joder, de repente me doy cuenta de que no sé qué hacer con Jaime...

Mis ojos se cierran.
Empiezo a respirar lentamente.
Las piernas me fallan.

Unos fuertes brazos me salvan de caer redonda al suelo. Todo se apaga a mi alrededor.

Es sólo un segundo, cuando vuelvo a abrir los ojos, veo la luz que va a guiar mi camino esta noche. César me ha agarrado con fuerza, todo mi cuerpo se estremece al sentir su fuerte cuerpo. Voy tan pedo, que no me hace falta disimular para apretar todavía más mis tetas contra él, dejándolas aprisionadas contra su pecho.

- Uuufffffff - consigo articular casi sin abrir la boca- muchas gracias Jaimito…
- De nada - contesta el macho - pero me llamo César...

Jiji, como primer paso no ha estado mal. El verdadero Jaime ha ido al baño mientras César me arrastraba por aquel garito, espero que con intención de pirarse... Y César me tiene en sus brazos completamente seguro de mi borrachera... Bueno, esto es a todo o nada, ahora dependo de él... Me mantengo en mi papel cuando César me lleva a la zona de sofás, casi a rastras, y se sienta a mi lado. Ese leve mareo que me acaba de dar, me sirve de coartada perfecta para mi plan de ataque, hasta ahora no del todo perfilado. Porque, después de eso, ¿qué más fácil que hacerme la borrachita, y dejar que César me lleve a mi casa y me meta en la camita? Como si nada, dejo caer mi cabeza sobre los hombros de él.

César, ligeramente incómodo, mira a los lados.

Al notar una mano caerle en el regazo, da un respingo ahogado por la música atronadora, especialmente para la hora que es. Nunca entenderé qué le vemos siempre a este antro, supongo que es lo que tiene ser de lo poquito que aguanta abierto hasta estas horas...

- Menudo pelotazo que llevas - me dice César. "Genial", pienso. Pero no le doy respuesta.

Levanta la cabeza hacia el techo y aspira con fuerza. Esa mano mía tan cerca de sus intimidades parece que le ha puesto nervioso. Dudo por un momento si retirarla, pero la tremenda borrachera me ayuda a mantenerme en mi sitio: es el momento de ir adelante, a por todas.

Pero es él quien se mueve. Su mano derecha se cuela por mi espalda, creo que dispuesto a enderezar mi cuerpo para separarme del suyo. La punta de sus dedos contacta con algo blando.

- Vaya, vaya, no me digas que al final te has lanzado, ¡qué mamonasssoooo! jajaja

La voz chillona de Jaime consigue espantar mi mano, y frenar en seco el movimiento de César. Joder, qué tonta he sido. Total por nada, pero temo que pueda parecer más de lo que es... aunque el comentario de Jaime me ha dejado un poco sorprendida. Pero el pedal que llevo me impide pensar con suficiente claridad... ¡inconvenientes de interpretar el papel de borracha! jijiji

- ¿Ya estás? ¿Nos podemos ir ya, entonces?- dice César, cortante.
- Sí, sí... - contesta Jaime, con tono burlón - pero dime, ¿no me he perdido nada no? jajaja
- ¡Qué te vas a perder, subnormal! Lleva un pelotazo del copón.
- Bueno, tranquilo, hombre. Pues lo mejor va a ser llevarla a su casa - el tono de Jaime se ha vuelto más serio. - Venga, que te ayudo. Hagamos la buena obra del día.

Dicho y hecho. En un segundo me veo levantada entre César y Jaime, que se tambalean con mi cuerpo muerto entre ambos. Estoy borrachísima, pero perfectamente consciente, aunque les haga ver lo contrario. Podría andar, bailar y seguir la noche sin problemas, pero el espectáculo ha comenzado, la situación me ha sido favorable para meterles en mi juego, y no me cuesta nada aparentar este estado de inconsciencia etílica.

Al llegar cerca de la salida, Cesitar recuerda que yo llevaba una chaqueta y el bolso, que había dejado en el guardarropa. Menos mal, porque ni siquiera yo me estaba acordando de eso... No sé si es por el pedo o por los nervios, jiji... Pero, mira tú por dónde, ¡el haberme dejado convencer por la pelma de Nurita para pagar el guardarropa me va a hacer un favor ahora! Eso, y el haberme puesto estos pantaloncitos tan apretados justamente hoy, supongo que con el deseo, no del todo reconocido (a mí misma), de acabar hoy en la cama con Javito, jiji. Alguien va tener que buscarme la ficha del guardarropa que llevo en el bolsillo, y ¡casi mejor!
alguien va tener que pagarme el guardarropa, jijiji. Eso seguro que Javi no lo hubiese hecho, jijiji.

- Tendremos que buscar el número - dice Jaime.

César suspira. Por alguna razón que no consigo adivinar, en parte debido al mareo que tengo, César está serio, nervioso. No sé si no puedo o no quiero adivinarlo, vaya... Jaime añade:

- Descartaremos la parte superior. No es que esa camiseta que me lleva sea tan ajustada, pero ahí, - dice señalando mis tetas con la barbilla- sólo caben esas dos.

Preferiría que fuese Cesitar quie hubiese hecho ese comentario sobre mis tetas, pero lo cierto es que Jaime parece de un humor mucho más relajado... Naturalmente, no tengo un solo lugar donde guardar una ficha de guardarropa en la parte superior de mi cuerpo, si no es en el escote, como las putas de las películas, así que ese comentario no tenía finalidad alguna, no había sido más que el típico comentario soez entre tíos... pero de pronto me había dado la
sensación de que estos dos llevaban un rato en ese plan conmigo.

El caso es que es finalmente César el que, pasando de las alusiones de Jaime, suelta por un momento mi cintura y dirige su mano derecha a uno de mis bolsillos traseros. Los dedos se cuelan dentro. En un parpadeo, la mano vuelve al exterior.

César se detiene, sin duda observándome. Posiblemente espere una queja por mi parte. Al fin y al cabo, me acaba de tocar el culo a mano llena. Yo, naturalmente, nada de nada. Si no hubiese estado allí Jaime, creo que hasta hubiese soltado un suspirito. Joder, si es que casi me corro al sentir su mano en mi culo...

Mi cabeza ha caido sobre el pecho de Jaime. Siento latir su corazón con fuerza.

- Ahí no hay nada - le dice César.
- Joder, con esa mierda de búsqueda, no hubieras encontrado ni un elefante ahí dentro - se cachondea su amigo - Déjame probar a mí, anda - sigue, mientras ahora es su mano la que vuelve a ocupar el bolsillo en el que acaba de estar César.

Joder, con esto no contaba. No voy a negar que Jai, aunque nunca ha sido mi tipo, siempre ha sido otra fantasía secreta. No al nivel de César, claro, jamás, ni siquiera de Javito. Pero es muy divertido, y tiene un cuerpazo... el típico guapo de libro, un auténtico bollito. Que no sea mi tipo, no implica que no me pueda apetecer tener sexo con él, ¿no?

Desplaza los dedos con sumo cuidado. Esto no me lo esperaba.
Las puntas sobrepasan el límite del bolsillo.

Me tengo que resistir para no dar más signos de vida a parte de una leve respiración que cada vez me cuesta más controlar.

Jaime continúa bajando.

Al llegar al final, los dedos se separan, intentando abarcarlo todo. Mientras corrobora la versión de César, Jaime aprovecha para aferrar con fuerza la nalga derecha que duerme entre sus dedos, supongo que notando un fino y suave tacto de carne joven casi directamente contra sus dedos, gracias a la extremada delgadez de la tela de las braguitas de la más fina lencería que me había puesto hoy pensando en Javier. Además, a estas alturas de la noche, las tengo casi metidas por completo en la raja del culo, de tan finitas que son, casi como si llevase un tanga. Espero que no esté notando también que me estoy empezando a mojar, mmmmh...

Muy a mi pesar, mi amiguito retira su mano. "La situación promete", pienso para mis adentros, mientras mi boca se llena de saliva. Aunque creo que estoy alentando al chico equivocado...

Oigo a César protestarle a Jaime. Sin embargo éste, haciendo caso omiso de sus reproches, cambia de bolsillo. Enseguida nota algo ahí adentro. Con sigilo, lo aferra y lo saca. Ante sus ojos habrá papeles varios, algunos billetes y un DNI. Entre todo eso, debe de haber encontrado un papelito verde arrugado con el nombre de este antro. Sin embargo, juntando rápidamente el manojo de papeles, añade:

- Nada por aquí.

"¿Será posible que no lo haya visto?" De repente me pregunto si no iré demasiado borracha...

- Miremos delante - dice ahora Jaime.

Sus dedos ya recorren mis caderas. Mmmmmh, no puede ser verdad, Jaiiii... Con un leve contoneo, sus dedos tocan la entrada delantera.

- Joder macho, estas tías... ¡qué pantalones más estrechos y apretados! Cómo se nota que no tienen huevos colgando. Casi ni puedo meter la mano... ¡uggggfffff!

Con esfuerzo, Jaime consigue metérmelas hasta el nivel de sus nudillos. Sólo unas pocas monedas. Pero no se retira. Con un nuevo apretón, sus dedos entran un poco más. Los nudillos se dibujan perfectamente a través del tejido de los pantalones. Se van moviendo hasta que los dedos encuentran el límite de la ropa interior. Sacando fuerzas de la creciente excitación, los dedos ponen al límite la tela del forro interior.

La punta de sus dedos se cuela por debajo del límite de la tela íntima.

¡Ayayayayay!

Los mueve arriba y abajo, siento sus yemas pasando sobre mi rizado vello púbico. No creo que sienta mi
humedad pero, a no ser que me esté sudando el coño como me empieza a sudar todo el cuerpo, el calor tremendo que desprende mi entrepierna tiene que estar notándolo...

Oigo ahora a Cesitar, impaciente, quejándose:

- Tío, Jai, ¿qué cojones estás haciendo?

Jaime no contesta, pero inmediatamente saca la mano a regañadientes y anuncia su error. Tampoco hay nada.

- Mira tú en el otro bolsillo. Yo no llego - dice Jaime.

Muy listo. Y muy bien me viene, a mí.
César está quieto, inmóvil, quizás esperando de mí un permiso que no llegará. Ni ahora, ni en toda lo noche. Yo ya he decidido mi papel, y no creo que pueda salir de él. Pero creo que mi decisión puede haber sido más que correcta, y que la presencia de Jaime, contra todo pronóstico, puede llegar a ser una ayuda con el parado de nuestro amigo, además de una agradable sorpresa...

Le toca a mi bolsillo izquierdo ser penetrado ahora.

La mano encuentra el bolsillo
vacío, pero, en su rastreo, también César topa ahora con mi ropa interior. Me pregunto si estos dos estarán tan calientes como yo.

César se demora más de lo necesario para registrar un bolsillo vacío, esmerándose en recorrer todo mi pubis con sus dedos dentro del bolsillo, rastreando bajo mis braguitas toda mi peluda piel. Sólo se detiene cuando escucha a Jaime una disculpa por su anterior "error". El número del guardarropa ha aparecido entre los billetes. En fin, esta delicia no podía durar eternamente. Y hasta mejor, porque yo ya me estaba poniendo tan caliente, que me
empezaba a costar soportarlo.

Me ha parecido notar algo duro en la entrepierna de César, en un momento que se ha pegado a mi culo, pero quizás era en realidad su mano, no lo sé.

Ya han pasado por el guardarropa, cogiendo mi chaqueta y mi pequeño bolso. Afortunadamente, llevo en él los condones, y no en los bolsillos, porque alguno de estos dos igual hubiese tenido necesidad de... jijiji ¿la tendrá Jai tan grande como César? Puestas a pedir...

Con cierta dificultad, consiguen llegar al coche de aquél. César se sienta detrás, conmigo, y Jai arranca.

- ¿Por cierto, dónde vamos?.

César recita la dirección de carrerilla. No salgo de mi asombro, creo que César ha estado sólo una vez en mi casa, hace un año, y no ha buscado mi DNI, ni ha mirado en el bolso. Jaime, sin decir nada, se dirige a donde Cesitar le ha dicho.

De nuevo cargándome a cuestas, los dos se plantan ante la puerta de mi casa. No es lo más cómodo dejar que me arrastren así, pero es la única manera de que se convenzan de mi absoluta incapacidad de reacción.

- ¿Ahora qué? - pregunta Jaime - ¿llamamos? ¿vivía con una amiga no?

Escucho a César rebuscar en mi bolso: el móvil, papeles, una carterita, un espejo y las llaves al fondo. Al tirar de ellas, una tira de condones sale enganchada.

¡Ups!

Mis dos amigos se miran, con amplios nubarrones en sus mentes.

- Vaya, parece que tenemos una amiga moderna, preparada y precavida... o eso, o tenía un buen plan para esta noche... - se ríe Jai - no sé... se la veía muy acaramelada con Javier, ¡jajaja!

César hace caso omiso de las palabras de su amigo. Me resulta raro que no le conteste; parece molesto con la situación.

Yo, por mi parte, no puedo evitar un cierto fastidio por la mención a Javito, y por el hecho de que parezca que Jaime esté más metido en situación que César, un amor prohibido que he perseguido por años. ¡Si es él el que deseo que me folle ahora, no Jaime ni Javier!

César abre la puerta cuidadosamente, mientras informa a su colega de que sí, antes vivía acompañada, en tiempos de una prima y en tiempos de una amiga, pero ahora hace ya unos meses que vivo sola. Vuelvo a sorprenderme del fiche que tiene César de mi vida, aunque creo que lo de que estoy sola se lo he podido decir hoy yo misma... ¡con evidentes intenciones, claro! jijijiji. Pero casi no hemos tenido contacto desde que él se fue a vivir fuera, así que lo de acordarse de mi dirección ha sido bastante
asombroso...

En cualquier caso, mantengo mi papel de desmayada mientras los dos chicos luchan esforzadamente por subirme los cuatro pisos de escaleras... no soy lo que se dice una persona ligerita... (ligerita de cascos, tal vez sí, jiji).

Cuando, por fin, consiguen llegar a la cuarta planta y abrir la puerta, se detienen en el pequeño vestíbulo, resollando, intentando recuperar su ritmo de respiración después del esfuerzo. Aunque los dos son buenos ejemplares, y fuerza y cuerpo no les falta. Aprovecho la paradita para mirar de reojo el espejo de cuerpo entero que tengo junto a la puerta de entrada. Lo que el espejo refleja me devuelve una imagen prometedora: yo con la cabeza caída, la nariz enfocando al suelo y el pelo tapándome la cara, sujeta por dos hombres que parecen dos lobos. César con gesto preocupado. Jai, en cambio, sonríe, y directamente se frota la entrepierna.

Respiro hondo. Joder, parece que Jaime está mucho más cachondo que César. En el fondo me temo que es lo que me llevo temiendo toda la noche: conociéndole, seguro que le da palo por su novia... Mierda. Mierda y más mierda. Porque lo que es yo, estoy ya pero taaaan cachonda... Para serme sincera, me reconozco que no me importaría ya a estas alturas tener algo con Jaime, sin más. Aunque me suponga perder la apuesta con Javier... aunque eso me supondría más sexo con él también, claro. Bah, no sé. Joder, vale, es que me jode como nada perder una apuesta. Y me jode especialmente perderla contra Javito.

Aunque, a decir verdad, sé que en el fondo de mi cabecita lo que sigue pesando como un trozo de carne fuerte y dura es aquel maldito comentario de Javito: no consigo quitarme la imagen que me he fabricado de la polla de César de la cabeza. Y ahora, así, después de la manera en que me ha tocado el coño antes, aunque fuese animado por su amigo, yo tengo ya la sensación de haber conseguido un sueño. Había imaginado nuestra entrada juntos en mi casa miles de veces, desde la conversación aquella con Javito... pero nunca en semejante situación.

Jaime sale disparado hacia el salón, diciendo que va a buscar donde dejarme. Lo curioso es que pasa por delante de la puerta abierta de mi cuarto sin inmutarse, como si mi cama no fuese acaso el sitio más apropiado...
César le sigue sin decir nada e intenta sentarme en el sofá.

Al dejarme resbalar él, yo disimuladamente me dejo caer a un lado. Tampoco me cuesta demasiado, claro: a estas horas y con este colocón, realmente mi cuerpo tiene necesidad de coger la horizontal.

Con asombrosa facilidad, -parece que mi cuerpo no pesase ni un gramo cuando me coge entre sus brazos- me devuelve a la postura anterior y se sienta a mi lado. Me alucina esa forma de tocarme, de manejar mi cuerpo, ¡es tan fuerteeee!

Yo vuelvo a dejarme caer, esta vez hacia él, hacia su cuerpo, así que mi caída se detiene en su hombro.

César me separa el pelo de la cara. Mi media melena de cabellos finos, lisos y oscuros, descubren una cara de tez morena, de sol de playa y montaña, con unos ojos ocultos bajo unas largas y cerradísimas pestañas. Precisamente, tengo que hacer auténticos esfuerzos por mantenerlas cerradísimas...

Esa forma de tocarme, mmmmmh... con ese cariño, ese cuidado, esa suavidad, no sé, no es propia de un amigo, quiero pensar... mi cabecita vuela... imagino su mirada resbalando por la fina piel de mi cuello perdiéndose apeteciblemente bajo la camiseta, imagino que sus ojos siguen bajando, miran a los lados, mi camiseta dibuja unas redondeces perfectas. Una camiseta que debe parecer a punto de estallar, yo intento retener el aire en mis pulmones para mantener mi pecho lo más hinchado posible, sintiendo cómo la tela demasiado estrecha, la talla demasiado pequeña (sí, pretendía provocar a Javito, es verdaaad) no para de subírseme, trepando por mi tripa hasta quedar justo por encima del ombligo. Afortunadamente este verano tengo la tripita bastante plana y, aparentemente durita, gracias a mis sesiones de ejercicios mañaneros durante el año.

Bueno, si ha llegado hasta aquí, y en este rato tan largo es imposible que no haya llegado, estará viendo mis pantalones, de tiro indecentemente corto, también demasiado ajustados, igualmente elegidos para Javito, que llegan al punto justo de no enseñar nada, pero dejar verlo todo. De hecho los siento tan tan bajos, que estoy segura de que si Césitar se decidiese y los bajase un solo milímetro, mi raja golosamente asomaría a saludarle.

Sólo espero haber hecho bien mi trabajo ayer y que ni un solo pelo rebelde se deje ver... Nurita siempre me decía que a César le gustan los coños con pelito muy corto y recortado. A mí no, pero hace unos días justamente mi amiga se empeñó en cortármelo así, porque decía que le molestaba mi peluchito para comerme la concha. Bueno, entonces me fastidió un poco, pero ahora que pensaba solo en poder tirarme a su ex novio, realmente se lo agradecía.

Entonces, por fin, tengo la sensación de que algo en César por fin reacciona. Le siento moverse, noto cómo su mano derecha empieza a moverse hasta casi casi tocar mi cuerpo... Al sentir el contacto entre sus yemas, César lanza un respingo.

Estaba tan absorta que ni siquiera me había dado cuenta que Jai ha vuelto. Debía haber estado curioseando por la casa, la cocina, mi habitación... Entreabro los ojos. Con la poca luz que hay, no creo que se den cuenta. Veo sólo la mitad inferior del cuerpo de Jaime. Lleva una botella en la mano.

- ¿Qué haces con eso? - le pregunta César.
- Nada - responde un inocente Jaime - sólo cobrarme el transporte - y le pega un trago a la botella de ron, para añadir - y mira lo que he encontrado - noto que algo aterriza en el regazo de César.

Cierro los ojos, ya que están demasiado cerca, y supongo que Jai estará ahora mirando precisamente allí. Joder. ¡Qué cabrón! No necesito verlo para saber qué es. Puedo sentir perfectamente el olor a mi coño, rancio, reseco, enraizado en las braguitas que he llevado puestas hoy durante el día. Pasan por mi cabeza todos y cada uno de los dedos que me he hecho hoy pensando en Javito. En César. En su pollón. No me he molestado en limpiarme ni una vez, así que al quitármelas para ducharme parecía que las hubiese arrastrado por el barro, de sucias que estaban, completamente empastadas de mis fluidos resecos.

- Huélela - le ordena Jai a César - Seguro que es la que llevaba antes de salir. Demasiada hembra para tan poca tela.

No sabes tú bien lo que hay ahí impregnado, Jaime. Alucinante, pensé que sólo al cerdo de mi cuñado le gustaba hacer eso, ese juego que tenemos, su fetichismo salvaje con mi ropa interior, cuanto más sucia mejor... además de con mi propio cuerpo, claro, jijijiji.

César se remueve, siento como recoge mi ropa interior, imagino mis braguitas blancas hechas un manojo en su mano grande y oscura.

- Tú estas enfermo tío - dice César, mientras las dobla ordenadamente.

Imposible que al hacerlo no descubra la tremenda mancha en la zona cero de las bragas. Supongo que debe estar todavía algo húmeda, blanda, ya que cuando suelto tanto flujo en las braguitas, muchas veces al día siguiente aún sigue fresco en buen parte.

Siento un temblor en César, un estremecimiento. Después, su cuerpo se agita. Diría que ha lanzado lejos las braguitas, ¿quizás temía que sus manos le hubiesen obligado a olerlas, a algo peor, incluso? Allá él. Es una pena. El momento estaba siendo tan excitante... si supiesen que me estoy dando cuenta de todo, jijijiji.

Oigo a Jaime beber directamente de la botella.

- Ahora vuelvo.

César se revuelve, le noto nervioso, justo antes de levantarse con cuidado, tratando de dejarme apoyada en el respaldo para que no me caiga otra vez. Aliviada oigo el ruido de la puerta del baño, la tapa del váter, el rumor de su meada restallando en el agua del fondo. Al fin y al cabo, ha dicho que ahora volvía. No tiene sentido ese nervisosismo que siento de pronto, temiendo (¿deseando?) que el parado de César se marche de mi casa y me deje a solas con el salido de su amigo... Bueno, salido pero, al fin y al cabo ¿no estoy igual de salida yo también? O más. Pero a ver, creo que César es un tío de los que te puedes fiar. De Jaime, en cambio, no lo tengo tan claro. Lo que no tengo muy claro en este momento, es si me interesa más un tío fiable o justo estoy prefiriendo lo contrario. Que llevo todo el día como una perra en celo, joder.

Ha dejado de beber, creo. No me atrevo a abrir los ojos, pero tanto silencio me escama. Noto de repente su olor a colonia cara, su mano que me coge la cabeza empujándomela hacia el asiento del sofá. Cuando me ha tumbado y colocado boca arriba, dejando descansar mi cabeza sobre un cojín, sin resistencia alguna por mi parte, me acaricia la cara suavemente, me rodea los labios con sus dedos... Consigo disimular mi reacción, bastante violenta: me pongo nerviossa y empiezo a mojar otra vez. Noto entonces algo extraño en la boca, duro, pegajoso, un tacto como de plástico y un gusto agradable pero penetrante.

Sus dedos me aprietan la boca para que abra los labios y separe los dientes. Empiezo a sentir el ardiente alcohol quemando mi garganta. Cae a chorro lleno en mi boca, pero no lo puedo parar sin delatarme, sin obligarle a detenerse, despertándome, revelando que no estoy borracha... al menos no todavía, porque lo estaré pronto al ritmo que cae el ron en mi interior. Trago como puedo, noto caer lo que no alcanzo a beber por mis mejillas, manchando mi pelo y el sofá.

Afortunadamente, oigo la cisterna en el baño, y su puerta abriéndose. En un segundo César ya está aquí. Creo que me he debido de beber media botella. Jaime se detiene antes de que César abra la boca.

- Me estoy asegurando que no se despertará de inmediato.

Mi boca es una gran bañera de líquido amarillo de alta graduación que, poco a poco y con dificultad, va bajándome por la garganta y cayendo por mi barbilla a partes iguales. Trato de expulsar lo máximo posible, tengo que evitar como sea perder la consciencia.

César se acerca. Noto cómo le quita la botella a Jaime, y apura él mismo un largo trago. Siento un poco de miedo ahora. Tira la botella. El recipiente cae al suelo sin romperse y empieza a rodar hasta perderse bajo el sofá. César se sienta.

Jaime me levanta, me carga sin dificultad sobre su hombro y se aleja hacia el pasillo. No puedo creerlo... Jai va a intentar algo, va a hacerlo, y me temo que sea gordo... sólo espero que al menos César no me deje sóla con él, ya no sé si eso me gustaría...

Se para. Aún de espaldas, dice:

- Mira tío, no sé si eres tonto o te lo haces. Estamos en casa de esta tía, a solas con ella y sin nadie que nos pueda interrumpir… ni siquiera ella, porque, por si no te has dado cuenta, la muy jamona lleva un coma etílico del copón.

Un breve silencio. Noto su cara girarse, quedando pegada al culo que tiene al lado. Mi culo. Jai añade:

- Y, también, pero creo que ya te has dado cuenta de eso hace tiempo, por lo que hablábamos antes... esta tía está como un queso.
- ¿Y? - pregunta César.
- ¿Tú estás tonto o qué? Joder, reconoce que hace mucho que te la habrías tirado si no fuese por esa devoción absurda que mantienes hacia Nuria. Con lo puta que es. Y Laura lo mismo...
- Joder, Jai...
- Ni joder ni hostias... a mí no me engaña esta zorra con sus aires de mosquita muerta, te lo decía antes y te lo repito ahora, Laura es un putón y de los buenos. Por mucho que intente disimularlo, le mola el sexo más que a ti y a mí juntos. ¡Si hasta huele a coño caliente ahora, a pesar de los litros de ron que lleva encima! - contesta un enojado Jaime.

Joder. Nunca habría pensado que Jai tenía esa visión de mí. "Mira que soy gilipollas", me digo. Que no es mi tipo, pero es un guaperas y, sobre todo, tiene cuerpazo. CUER-PA-ZO.

- Es que de verdad no entiendo por qué te he hecho caso siempre, y hemos tenido a Nur y a todo el grupo como territorio vetado. Llevamos toda la noche empalmados viendo a esta guarra insinuándose al maricón de Javito. Pensar que el subnormal se ha pirado...

Confirmado, soy gilipollas. Pero me parece que Jai me va a quitar la tontería a golpe de polla. En fin, no era lo que quería, pero ahora es lo que quiero. Que sí, me admira la decencia de César, pero no es precisamente lo que me hubiese gustado de él. En general nunca, y menos aún AHORA. Bueno, está claro que me he equivocado de estrategia. Te das cuenta de que nunca conoces realmente a nadie, la verdad.

- Pero mira, ahora me alegro. Una tía jamona a nuestra merced, dos tíos salidos, condones y una casa para nosotros. ¿Qué resultado te da esa combinación?
- Tú estás enfermo. Tío, ¡que es Laura! - consigue contestar César. Sin demasiada convicción, la verdad.
- Y tu estás atontado. Pues con más razón, qué esta tía me pone tanto que esto me da un morbo brutal. - le responde mi amigo mientras reemprende su caminar. Al llegar a la puerta de mi habitación, se para de nuevo: - no sé tú, pero yo me voy a pasar un buen rato con Laurita - ríe mientras me da un sonoro cachete en el culo. Cuando lo hace, puedo notar un chorro de flujo escurrir entre mis labios. En fin, estoy preparada y razonablemante borracha. Creo que lo voy a disfrutar, pase lo que pase.

Siento cada paso como una eternidad. Pero son sólo tres, cuatro, cinco, los que nos separaban de mi habitación, la puerta abierta, Jaime enciende la luz, uno, dos, tres pasos, me lanza sobre la cama, uno, dos, tres más, se acerca, de rodillas junto a mí, me arranca la camiseta, me soba las tetas con descaro y, con mano igual de experta, hurgando en mi espalda, me desabrocha el sujetador. Lentamente, con veneración, muy despacio, con un cuidado increíble después de su experta rudeza de antes, me va sacando la prenda. Estoy medio desnuda ante él. Ante mi amigo desde hace años. Joder.

Silencio total durante unos segundos eternos. No sé qué hacer, y él no hace nada. Tócame, tócame, chúpamelas, vamos, o mejor, llama a tu amigo. Por fin abre la boca, por fin oigo, claramente, las siguientes palabras:

- ¡¡¡¡Joder, que tetas!!!! - su grito revela todo su frenesí.

Pero, justo entonces, oigo a César entrando en el cuarto, como una exhalación. ¡¡¡Bien!!!

En un tono de voz sólo un poco más calmado, o quizás solamente más ronco, únicamente añade:

- ¡¡¡¡Jodeeeer , que tetas!!!!

Bueno, por lo menos se ve que les han gustado. Casi se me escapa una sonrisa. Esto ya sólo es cuestión de tiempo, pero me muero de ganas de que empiecen a follarme, y de ver qué se deciden finalmente a hacerme...

Jai se ha quedado sentado al borde de la cama, al lado de mi torso desnudo. Sólo deseo que empiece a tocármelas otra vez, pero ahora sin el sujetador de por medio.

Sin duda es lo que llevabais deseando verme toda la noche. A los dos, y a Javito también, os he pillado varias veces mirándome la tripa cuando quedaba al aire por mi corta camiseta, y de ahí subir, pues ahora lo tenía todo al aire para vosotros dos, y mi perfecta tripa debía de quedar en nada ante unas tetas que disfrutaban de sus mejores épocas... había notado que me habían creciso en los últimos tiempos, pero manteniendo su orgulloso desafío a la ley de la gravedad en todo momento. Recuerdo vivir ese crecimiento bajo la constante admiración de Guille, que me decía siempre: " tienen el tamaño perfecto para la mano de cualquier tío, y con esas sabrosas y enormes areolas rosadas, terminadas por esos enormes y jugosos pezones, son perfectas para cualquier boca..."

Puedo imaginar las erecciones de mis amigos. Mi temperatura ha subido mil grados, siento calor en el cuarto... César debe estar dudando si Jaime ha llegado ya a tocármelas, o sólo me las contempla embobado como él. Vamos, si sois tan hombres como aparentáis, ningún hombre de verdad podría resistirse a algo semejante.

- Mira qué maravilla. Y todo para nosotros – dice Jai por fin.
- No tío, que esto no está bien - se queja César otra vez. Me dan ganas de levantarme y gritarle que se calle ya y me folle de una jodida vez. Pero Césitar habla cada vez con la boca más pequeña y el paquete más abultado, lo sé. La sangre que se dirige a su cerebro, debe de estar cambiando de destino cada vez con más rapidez.
- Bueno, me has convencido, tienes razón: somos unos cerdos y ella es nuestra amiga y necesita nuestra ayuda. Está pedo, y la hemos traído a su casa, a su habitación. Ahora vamos a cuidarla y dejarla descansar, ¿no? ¿Es eso?
- Bueno...
- Pero oye, no las vamos a dejar ahí en la cama con la ropa que lleva puesta ¿verdad? Mañana se preguntará quien la ha traído y esas cosas. Le ponemos el pijama y con el pelotazo que lleva, mañana ni se planteará que no ha venido por su propio pie - suelta de pronto Jaime, con un tono burlón.
- Sí, hombre. Joder Jai, ¡deja de pensar con la polla por una vez! - le reprende César. La verdad, su comentario me suena un poco estúpido, en este momento en el que, precisamente, se trata más de pensar y actuar con nuestros sexos que de ninguna otra cosa.
- Bueno, pues nos vamos - dice Jai. Será cabrón.
- Sí, sí... ya... pero... ¿Y no será peligroso dejarla así? - se pregunta César. Bien, parece que realmente no es de piedra. No está tan convencido.
- Tío, aclárate. Además, no conozco a nadie que se haya muerto por una borrachera.
- Pero sí que se hayan ahogado con su propio vómito - dice César.
- Pues la ponemos boca abajo y ya está…. O nos quedamos y si vomita le desatascamos la garganta nosotros... - noto a Jai moverse en un rápido bamboleo que agita mi cama. Puedo imaginar sus gestos sin necesidad de verlos. Mira, si Jaime estaba sugiriendo meterme en la polla, por mí podía hacerlo pero ya. ¡Quiero, quiero!
- ¡Déjate la polla quieta, y para ya de hacer el imbécil, joder! Necesito pensar... Mira. Cambiémosla y nos piramos - dice César en tono que, de pronto, suena aparatosamente serio, en contraste con la actitud burlona y abiertamente deshinibida de Jai. Pero oye, las palabras de César, serias o no, se convierten en órdenes inmediatamente cumplidas.

Sin darle a César ningún tiempo para pensar, Jai me desabrocha el botón y me baja la cremallera.

Ops. ¡Esto no tiene vuelta atrás!

Una pieza de tela blanca, sedosa, hiperfina, con un dibujo de flores gris claro, debe estar asomando por la recién creada abertura. Teniendo en cuenta lo transparente que son mis braguitas y que, pese a que me he recortado el pubis no voy ni mucho menos afeitada, mis amigos deben de estar empezando a ver las puertas de la gloria. De mí gloria. Y me muero de ganas por abrírselas de una maldita vez.

César, sin poder ni querer ya evitarlo, se acerca. De cerca seguro que puede comprobar mejor las transparencias de mi ropa interior.

Y acercándose un poco más (mucho más: siento su aliento sobre mi sexo) y apretando los párpados, observará bastante bien a través de la tela transparente una aplastada mata de pelo.
Lo siento resoplar mientras separa su cara de mí. De repente, el calor ha aumentado mucho en la habitación.

Empiezo a notar ahora unos desagradables tirones en mis pantalones. Sin duda, se trata de Jaime. Una y otra vez forcejea con ellos, tirando hacia abajo.

- Jodeeer, parece que estén soldados. ¿Cómo coño se ha metido ahí dentro esta guarra?. Ayúdame - le pide Jaime a Cesitar.

César se sienta en el otro lado. Los dos tiran al unísono, Jaime por arriba y César por las perneras. Parece que el santito se ha plegado totalemente a los deseos del diablito, jijijiji. Bieeennnn.

Poco a poco mis pantalones van cediendo ante la insistencia de los buenos samaritanos. Tengo bien claro que todo esto sólo lo hacen para que esté más cómoda… La faena podría haber acabado antes, sino fuera por que se han recreado en estirones sin mucha fuerza. Cierto que llevo los pantalones ajustados hoy, pero sé que tampoco es para tanto. A cada tirón siento mis tetas temblar, yendo de arriba abajo, de un lado a otro. Seguro que ellos también lo notan, claro, y les encanta, aunque ninguno diga ni pío al respecto. Finalmente, y después de incontables tirones y temblores mamarios, los pantalones caen al suelo y yo me quedo ya casi en pelotas ante los dos lobos hambrientos.

Ambos se levantan y miran la postal desde una mejor perspectiva.

El triángulo blanco-transparente que me cubre el sexo, se estrecha a medida que pierde su misión de tapar, hacia la cintura, perdiéndose bajo mi inerte cuerpo, y hacia abajo saliendo del campo de visión ocular, pero llegando al campo de sueños de ambos machos. Los dos deben de estar imaginándose justo ese trozo de mis braguitas, que tengo ahí bien clavado en mi raja, empapando la tela, húmeda, deliciosa…

Oigo a uno de ellos, creo que César, rebuscando en mi armario. Después de mucho trastear, encuentra lo que buscaba:

- Aquí está, ¡un pijama! - yo no salgo de mi asombro con su manera de perder el tiempo... sobre todo comparado con lo bien que lo aprovecha nuestro amiguito Jaime. Oigo el ruido del pijama al caer al suelo, y casi el de la boca de César al abrirse de par en par, de pura alucinación.

Mientras su amigo se entretiene en hacer el imbécil, Jai se ha recostado sobre la cama y ha colado una de sus manos bajo mis braguitas. César debe estar contemplando pasmado ese bulto que sube y baja en el centro de mi cuerpo. Mientras él hurgaba en mi armario, Jai ha pasado de todo y se ha lanzado a hurgar en mi coño. Y yo, no lo puedo evitar, pero me estoy muriendo de gusto, como baje un poco más los dedos, desde mi peludo monte de Venus hacia mi vulva, se va a encontrar con una auténtica inundación imposible de disimular.

- ¿Pero, pero, pero... se puede saber qué hostias haces, Jaime?

Pero Jaime no va a dejar de mover la mano. Al contrario, noto cómo sus dedos empiezan a estirarse hacia mi raja. Joder. En fin, si César está mirándome allí, debe notar ya la mancha enorme de humedad que está empapando mis bragas y haciéndolas aún más transparentes, si cabe.

- Ya ves, colega. Lo que te decía: esta zorrona está encharcada - contesta Jai. Bueno, no me cabe ninguna duda de que mi amigo está igual de salido que yo esta noche. Está claro que, al margen de lo que finalmente decida César, ¡voy a acabar mojando con Jai seguro! Como me llamo Laura: si hace falta, no me importa abrir los ojos y desvelar mi engaño, pero hoy me follo a este cuerpazo. Como me llamo Laura.

No puedo evitarlo, sus soeces palabras me calientan más que me enfadan. Soy consciente de la extravagancia que estoy haciendo, es digna de una auténtica puta, y así me siento, viciosa y sedienta, y eso me calienta todavía más, y por eso no entro a valorar sus acciones, aprovecharse así de una persona indefensa, pero yo quiero más y más, así que no me molesta que se aproveche abiertamente de mí, ni menos aún porque me llame zorrona, no, al contrario, me excita, quiero más más de tí, Jaime, de vosotros, de César, de César...

Mmmmmmhhhhh ayayay ¡¡¡me está metiendo dos dedos dentro!!! Jaime me está follando con sus dedos... me aferro a las sábanas, espero que no se den cuenta de mis tremendos esfuerzos por no revolcarme de gusto, por tragarme mi placer sin que se note... ¡¡¡ayayayay!!! Una y otra vez esos dedos entrando y saliendo de mí...

Súbitamente, Jaime me desaloja, desplazando su mano hacia arriba. Debe haberse llevado los dedos bien untados en mí. Siento que empiezo a chorrear cuando sus dedos dejan de hacer tapón en mi chocho abierto, un líquido caliente y muy denso.

- Mira, tío. He oído que si te frotas la calva con este elixir vaginal, te crece el pelo en dos días, jajaja - dice ahora Jaime, levantándose e intentando alcanzar la cabeza de César. Lleva toda la noche bromeando, diciéndole a su amigo que ha perdido mucho pelo, en este último año que ha pasado fuera de España.
- ¡Déjame en paz, retrasado! - le contesta César. Escucho restallar el manotazo con que se lo quita de encima. Jai protesta para sus adentros, se gira y vuelve a sentarse al mi lado. Y yo vuelvo a temblar de emoción.
- No, espera… – dice César meditando unas palabras que tarda en pronunciar. Jai está paralizado a mi lado. Si alguno de los dos no hace algo ya no voy a poder controlar mis nervios... - ...dale la vuelta - termina por fin. Puedo imaginar la sonrisa de Jai.
- Así me gusta, con ideas propias, sí señor…

Siento cómo me gira. En un instante, yazco boca abajo. Jaime se separa de mí, uniéndose a César.

- Menudo culazo - afirman los dos embobados.

Ya lo he dicho antes, no es la mejor parte de mi anatomía, pero muchas personas me han dicho desde siempre que es "tremendamente apetitoso". Mi espalda suave y reluciente de sudor, rematada por el turgente, redondo y respingón trasero, con las dos nalgas casi al aire, con las braguitas hundidas en mi mojada raja, una maltrecha cinta de tela que se va convirtiendo en nada a medida que se introduce en las inhóspitas profundidades.

- Uhmmm. Demasiado cerca - dice César.
- ¿El qué? - le interroga Jai, perplejo por el comentario, mientras sigue a César en su camino hacia mi cama.
- Esto - le contesta al agarrarme los pies con sus manos.

Las dos manos se separan. Con ellas mis pies. Con ellos mis piernas.

Con que sus dos pollas se hayan tensado la mitad que mi cuerpo, deben de estar ya disparadas dentro de mi habitación. Maravilloso. Ahora me resulta increíble que haya sido César quien me haya dejado así, en esta postura. Primero con el culo en pompa (os informo ahora que, desde mi última experiencia anal antes de aquella noche, precisamente con Javito, que me dio por culo con resultados tan escasos, al perderse su pequeña polla en mi agujero, mi deseo por el pollón de César iba más dirigido a esta parte de mi anatomía que a cualquier otra, incluso que a mi coño). Ahora, abrirme así de piernas.

Claro, no opuse ni media resistencia. No podía hacerlo sin revelar que no estaba inconsciente, pero es que me parecía un paso definitivo. La banda inferior de mis braguitas estaba tan retorcida por el movimiento, la excitación y la humedad, y era tan fina, que la sentía completamente incrustada en mi raja. Además, lo poco que tapase, teniendo en cuenta que la tela era tan fina, transparente, y estaba tan mojada, debía ser como taparlo con una tira de tela invisible. Vamos, que entre lo que llevaba y un fino tanga no habría habido mucha
diferencia, las dos cachas del culo estaban algo tapadas, aunque generosamente al descubierto en su unión con los muslos. Sin tener en cuenta que la tela era transparente también por detrás, así que mi desnudo para ellos era casi integral, acentuando esta impresión la humedad de la tela también en esa parte, debida a mi intensa sudoración por todo el cuerpo, lo que incluía mi culito...

Respecto a mi vulva, había quedado completamente al aire, notaba el aire acariciando y secando mis mojados labios que, afortunadamente, había arreglado ayer en previsión de mi frustrado encuentro con Javier. Sé que a él le gusta así, afeitadito por abajo, porque seguramente si no no lo hubiese hecho, en parte porque no es de lo más agradable pasarse una cuchilla por ahí, y en parte porque, cada vez más, me gusta el pelo a lo salvaje... y aunque detesto que se me salga por los lados y por abajo cuando no debe, en estas ocasiones hasta eso me da morbo, y sé que a muchos tíos también.

Trato de calcular cómo habrían reaccionado ellos de poder ver mi habitual selvita en esa parte donde debían estar enganchadas sus miradas. Giré la cabeza un poco a la izquierda, hacia la puerta, junto a la que había un espejo. No problem con eso, este par de cerdos estaba absorto mirándome el coño. Dos generosos bultos lucían en sus paquetes y sí, efectivamente, el de Césitar parecía amenazar con reventar su pantalón... ohhhhh me moría de ganas.... Y ellos seguían allí, babeando, mirando mi entrepierna, esa fina cinta en la que se debía haber convertido la banda inferior de mis delicadas braguitas, incrustada en la recién descubierta zona, desapareciendo engullida por dos montes pelados y brillantes.

Mis dos labios mayores que sentía completamente al aire, debían de estar ejerciendo de imán de hombres babosos (perdón por la redundancia) deseosos de convertirse en la que cubría mi chochito. El silencio lo rompe Jai con una sorprendente proposición:

- Venga, César, tócalo tú ahora. ¿No oyes como te llama? ¿No ves como te mira? Te aseguro que te va a gustar mucho más que la inmensa mayoría de coños que hayas podido conocer jamás... joder con Laurita, esta furcia tiene un sexo absolutamente sobrenatural... Tócalo y te juro que, después, hacemos lo que tú digas. - Mi amigo se jugaba la noche a todo o nada. ¿Realmente iba a tener mi chochete la capacidad de derribar las defensas de César? Yo, mientras, me estaba mareando, de la histeria que me producía tener que estar conteniendo mi placer, me moría de ganas de sentir YA a Cesitar sobre mí...

César se ladea ligeramente para acomodar su tremenda hinchazón púbica, en un movimiento manifiestamente exagerado, que jamás habría hecho de haber sabido que le estaba mirando. O quizás sí, porque ese monstruo tenía que estar rompiendo su pantalón con su extraordinaria fuerza, con toda aquella presión descontrolada. Aunque, eso sí, no hubiese estado ahí contemplando mi coño de haber sabido que yo le estaba mirando... jijijiji. Realmente, como había dicho Jaime hacía un rato, la situación tenía muchísimo morbo, es cierto que era un poco sórdida, que por eso ellos estaban tan "cortados", si se pudiese decir eso de dos
tíos que me han desnudado y planean aprovecharse de mí, pero tenía ese punto de violación, de aprovecharse más bien, pero a mí estas situaciones de exhibirme impúdicamente así, de entregarme como buena sumisa que soy, reconozco que me ponen a mil... ya había ensayado cosas parecidas haciéndome la dormida, pero lo de hoy está superando todas mis experiencias pasadas, reales o soñadas.

Pero César ya se mueve. Se acerca de nuevo a mi inerte cuerpo. Se sienta a mi izquierda. Mi corazón late fuertemente al sentir la cama hundirse por su peso junto a mis piernas. La mano inicia un viaje por mi espalda. El contacto en mi fina y sudorosa piel me eriza hasta los pelos de la nariz. Me muerooooo. ¿Por qué ha empezado aquí en vez de ir directamente a mi sexo como el cerdo de Jaime? No voy a poder resistirlo, es demasiado placer y demasiado ansia por tener sexo yaaaaaa. Con cuidado César recorre hacia abajo mi columna vertebral hasta llegar a la cinta trasera de mi ropa interior.

Sus dedos se meten por debajo y continúan.

El calor de mi cuerpo aumenta por el camino que van marcando las yemas de sus dedos. El sudor también. A medida que va adentrándose en ese inhóspito valle de calor, sus dedos se unen convirtiendo la mano en una pala dura y tensa que cava en mi cuerpo blando y húmedo.
Descarta mi ano casi sin apreciarlo (buaaaa), pero al llegar a ese pequeño bulto de textura áspera que hay a continuación, el dedo índice se separa del resto e inicia una visita de cortesía, que acaba en el momento que el resto de sus compañeros empiezan a notar una humedad creciente y concentrada.

Ha sido una leve caricia en la piel que rodea la entrada de mi ano, pero como una exhalación, el dedo índice ha terminado por cruzar el perineo hacia el horno que ha estallado un poco más abajo. Imposible no notar el aumento brutal de temperatura, imposible resistirse a su influjo -y a sus flujos- mucho más tiempo. Tampoco yo quiero esperar ahora. Necesito ya su mano en mi coño.

Si sus dedos fueran un helado ya se hubieran derretido hace rato. Cada milímetro que avanza sube un grado mi temperatura. No sé cómo no se dan cuenta de mi excitada respiración, que soy absolutamente incapaz de disimular. Al llegar a las puertas de mi cielo, César se detiene a comprobar la perfección del rasurado. Parece que nunca había tocado algo igual. Seguramente había estado con muchas que se arreglaban las ingles y/o el pubis, pero puede que una raja así de limpita, nunca… al menos desde que dejó a Nur. Tendría que agradecerle a las maniáticas perversiones de Javito y Nuria sensación que se llevaban sus deditos ahora.

Sé lo que tiene que estar pensando ahora, porque yo he sentido lo mismo al acariciar así a muchas tías. Al momento te invade la certeza que no ha de haber nada en el mundo comparable a lamer algo así (y es cierto que no lo hay). Pero, por el momento, no lo hace. No sé si le puede el miedo, el ansia o la razón, pero noto que es un dedo el que se adelanta a su lengua y se adentra en mi cuerpo blando, para comprobar cuánta razón tenía Jaime.

Nuevamente me vuelvo a sentir habitada en mi interior.

Mi chocho no deja de manar flujo como un río. No sé si a César le parecerá extraña tanta humedad, para una chica aparentemente sin sentido. Hasta las tías con las que he tenido sexo me han dicho siempre que mojo muchísimo, así que, teniendo en cuenta que supuestamente estoy inconsciente y que no debería sentir nada... pero nunca he sido capaz de controlar mi cuerpo, y mucho menos en este sentido... Estoy absolutamente empapada. Sin oposición alguna, su dedo desaparece completamente en mi interior.

Ooohhhhhh.

Por fin algo más... no me lo puedo creer, si a alguien he deseado tener dentro alguna vez ha sido a César, es que nunca imaginé que esto fuese posible... Pero ahora, por fin, sus nudillos chocan contra mis labios menores. Habitualmente los tengo salidos, pero es que cuando me excito de verdad los tengo realmente desbordados, sin contar con la manera irracional que tiene mi clítoris de empalmarse... Y ahora estoy caliente como una perraca.

Las yemas de sus dedos contactan con formas y texturas indescriptibles, mis labios menores aletean en torno a sus largos dedos que no cesan en su vigoros masaje. César, por fin, se desboca. Saca su mano y me agarra por la cintura. Tira de mí con fuerza hacia él. Yo me quedo con la cara contra la colcha y las nalgas elevadas en pompa y la cara de César entre ellas. Increíble. Súperexcitante...

La nariz del macho se clava en mi ano, así, sin más, mientras su lengua recorre mi abierta raja verticalmente. Lloro de placer.

Una raja que, cual simple flor, va abriéndose con cada lametón. Evidentemente, yo no soy capaz de controlar los movimientos de mis labios vaginales, al menos todavía entonces no lo era, de esa manera. Si se abren así es porque quieren, un movimiento reflejo de puro placer y deseo... imagino que eso no tiene tanto que ver con estar consciente o no, los reflejos funcionan, y aún dormida, el sexo puede hacer maravillas, eso lo he comprobado yo misma... Tampoco voy a poder contenerme, ni mucho menos lo quiero.

Y es que César me está comiendo el coño.

Y él, con una mano, separa uno de los labios, detrás del cual nace mi infinito camino húmedo y oscuro sin un final visible, pero con un principio perfectamente palpable con un montón de rosados pliegues. Su lengua empieza por mi abrupto terreno rosa. Es que no me lo creo. César sintiendo mi sabor en su lengua, los aromas de mi coño, mis sabores más íntimos, la acidez de la superficie de mi sexo, que será rápidamente olvidada, ya que le siento en seguida empezar a buscar el final del túnel con decisión y desespero. Su lengua me está penetrando.

¡¡¡¡Aaaaaaaaah!!!!

El sabor salado y afrodisíaco de mi sexo en su lengua, mis esencias más íntimas y almizcladas deshaciéndose en la boca de Césitar...

Un movimiento en el cuerpo que se está comiendo le hace parar. Le noto dudar, temblar, seguro que lleno de dudas mientras su cabeza se yergue entre mis piernas... pero no he sido yo la que he reaccionado, ni siquiera yo la que me he movido. Quiero decir, mi cuerpo se ha movido, pero no lo he hecho yo.

Lo ha hecho Jai.

Claro, en nuestra excitación, creo que ninguno de los dos se dio cuenta de que Jaime, caliente sin duda como una mono, como nosotros dos, no ha aguantado mucho más. Se jugó la noche a todo o nada con mi coño como aval, y la ha ganado. Ahora, si César se ha lanzado por fin, él no se va a quedar atrás. Así que, seguro que lamentando perder la excelente vista de mis bajos encharcados en mis propias viscosidades y en la saliva de su baboso amigo, ha rodeado la cama. Yo no podía verlo, claro, no sólo por tener la cabeza estampada contra el colchón, sino porque tenía apretados los ojos, incapaz de seguir conteniendo mucho más los alaridos de gusto, de placer máximo que me estaba provocando el profesional trabajo de César...

Creo que fue su olor lo que primero me alertó, quizás cuando me quise dar cuenta entendí que ese ruido había sido una cremallera deslizándose hacia abajo, un leve roce del pantalón sobre las musculosas piernas de Jaime... no sé si se ha desnudado por completo, o si todavía lleva sus prendas enredadas entre sus pies, todo ha sido muy rápido. Un fuerte dolor me ha sacado de mi letargo sexual, de mi entrega sumisa a la boca de César. Afortunadamente, tengo la cara cubierta por mi pelo enredado y, al estar conteniendo los alaridos de placer, me sale de manera natural contener también los de dolor... Porque el animal de Jaime me trata como si fuese una neandertal, me lavanta la cabeza tirando sin compasión del pelo, se acomoda como puede, y me planta la chorra dura como una piedra en toda la cara... jodeeer....

Mmmhhh cómo huele, sí, efectivamente eso es lo que acababa de oler, olor a macho desbocado, es increíble, reconcentrado, no sé, me hace dudar hasta de su higiene, huele algo a pis, claro, pero no sería la primera vez... en fin, eso no me molesta lo más ínimo, menos en esta situación, no estando como estoy, hasta me da su morbillo, bueno, también ese fuerte olor animal, animal en celo, como de semen seco, rancio, muy muy fuerte, olor a sexo condensado, pero el cerdo de él ya arremete, me embiste la cara intentando entrar en mi boca, me da en las mejillas, los ojos, la nariz, se resbala en mis labios varias veces, empieza a apartarme el pelo para verme la cara, yo vuelvo a cerrar los ojos a tiempo, despidiéndome de esa nueva polla, una nueva polla que registro para mis archivos más personales, no es ninguna cosa del otro mundo, pero sí es grande, y sobre todo muy, muy dura, algo curvada y con un glande descomunal y de una textura tán golosaaa... además muy, muy mojado, va a gustarme mamársela, lo sé, me despido de su visión, del ensortijado pelo rubio y espeso que cubre su pubis y sus huevos, su olor me marea, pero me pone aún más cachonda. Las manos de Jai palpan mi rostro con brusquedad, me buscan la boquita, intentando que separe los labios...

No necesito su ayuda, ya sé lo que tengo que hacer. Porque mi boca reacciona con instinto propio, abriéndose y hasta buscando el objeto de mi inmenso deseo. En cuanto se da cuenta de que la puerta está abierta, de que en realidad le estoy buscando, y le encuentro y le atrapo, el cipote de Jaime desaparece entero en mi boca, hasta clavarse de un solo movimiento en el fondo de mi garganta. Su cuerpo se tensa y tiembla, deteniéndose en un hondo suspiro, antes de empezar a empujar, a bombear arremetiendo mi boca con fuerza. Tengo larga experiencia en esto, pero hace unos años si me hace algo parecido con un falo así, me destroza la garganta. ¿Esta es su forma delicada de hacer las cosas para no despertarme? O está tan cachondo que ya ni piensa o este tío es un cerdo y un animal. Quizás una buena mezcla de ambas, yo también me siento un poco así. Desde luego cerda, muy cerda, muy animal... ahhhhh

Después de varias de estas fuertes arremetidas de Jai, es cuando noto a César parar y sacar la cabeza entre mis piernas. Sin duda lo que ve le debe dejar de piedra, pero ¿qué quería?
Espero que no reaccione como un idiota, espero que mi sabor en su boca le lleve por el buen camino... ¡no puedes dejarme así cabrón!

Aunque justo en el insante previo, con la lengua clavada aún en mi coño, y seguro de que, pese a no haberse dado cuenta, es Jaime quien me ha movido, y no yo que me haya despertado, debe de estar frenéticamente buscando excusas mientras sube la mirada. Pero sin duda que descubrir tras mi cabeza en primer término, casi perpendicular a la cama, las desnudas rodillas de Jaime y las manos de éste hundidas entre mi pelo, han debido de calmarle, al menos en primera instancia. En segunda ya no sé. Porque aunque no llegue a verlo bien, tengo muy claro que César ya sabe lo que está pasando entre su amigo y yo. Máxime cuando mi cabeza empieza a ir de delante a atrás. No hay lugar a dudas. Aún menos cuando Jaime empieza a jadear.

Me muero por hacerle una gran mamada pero, claro, tampoco voy a empezar a mover la cabeza como una loca, a repasarme su polla por la lengua... una cosa es un acto reflejo y otra... mmmmm qué rica... el olor a sexo rancio y reseco deja de sorprenderme cuando mi lengua empieza a encontrar tropezones de semen seco en los pliegues de su prepucio, perfectamene recogido tras el glande al completar su erección dentro de mi boca. Es como cuando llevas todo el día follando como un tío, que al final su polla sabe a tu coño y a tu culo, y cuando le haces una mamada después de mucho rato, o después de dormir, por ejemplo, en el típico polvo mañanero, te encuentras esos sabores y en tu boca, además de sus propios restos, restos secos o no tanto de eyaculaciones anteriores, que siempre los hay en abundancia entre esos pliegues... Sin duda este guarro los tiene de alguna pajilla que se ha hecho hoy, se habrá duchado por la mañana y después se habrá masturbado una o varias veces, desde luego sólo sabe a polla, así que no creo que haya hecho anda más, y después se ha puesto guapito y se ha venido con nosotros... no esperaba este final, seguro, jijijiji... pero, oye: mejor para él, ¡y para mí!

Sus manos me ayudan a mamársela, además de que me sigue penetrando la cara empujando como si me la follase. Que, en realidad, es lo que me está haciendo. Ya digo que me cuesta no tomar la iniciativa, estoy disfrutando como una primeriza de sentirle en mi boca. No puedo evitarlo, empiezo a darle a la lengua, a recorrer su falo caliente, sintiendo su piel tensa, sus pelos, su pliegues y repliegues, todas sus formas y texturas, la deslizo y la giro, untándole el miembro de saliva, que empieza a gotear por la comisura de mis labios... como no consiga frenarme voy a acabar delatándome, y aún me falta mucho por recibir hoy. Además, no quiero desvelar que siempre he estado despierta, y creo, creo, que no estoy ni mucho menos tan borracha como para no tener que disimular bastante... Sin duda, el ejercicio sexual me ha espabilado. Siempre lo hace.

- Ohhhhh César, no te puedes imaginar la maravillosa boca que tiene la zorra esta de Laura... mmm... nunca lo hubiese pensado tioooo ¡¡¡oooohhhh!!! joder, ¡esta zorra comepollas mama dormida mejor que muchas tías despiertas!

Así, textual, "la boca que tiene la zorra comepollas esta de Laura". Zorra comepollas. Jijijiji. Me encantaaaa... En fin, lo que sí me jode en realidad es eso de "nunca lo hubiese pensado"... gilipollas, aunque hay que decir que la polla de esté maricón tampoco está mal, pero quiero sentir ya la tuya, Césitar, a qué esperas ¿tengo que abrirte más el coño? Lo hago, por si acaso.

Y sí, César, sin más, pasa de su amigo y decide volver a lo suyo, hundiendo de nuevo su lengua en mis entrañas. Bueno, nada mal, estoy en una especie de 69 versión trío, como y dejo comer... Eso sí, espero más de vosotros, chicos, no podéis parar ahora, pero no hago ascos precisamente a pasar así un ratito largo...

Y sí, así seguimos un buen rato, hasta que Jaime pide un cambio de postura porque "no quiere romperme el cuello", de nuevo cito textualmente. Como podéis ver, todo delicadeza, él que siempre va de caballero… pero yo diría más bien que lo que se estaba rompiendo, era su polla en mi boca. Tampoco me voy a poder quejar. La interrupción de la acción, no hace más que incitar aún más a los machos. Y a mí tampoco me viene mal, porque efectivamente, en mi situación de hacerme la dormida, sin poder moverme, es cierto que me estaba dejando no sólo el cuello, sino todo mi cuerpo.

César me voltea, manejándome como si fuera de trapo. Es muy fuerte, aunque también parece extremadamente nervioso, lo que le hacer resultar un poco violento. Dudo si eso me gusta tanto, una cosa es la rudeza y la chulería machista de Jaime, pero lo de César me ha resultado un poco exagerado, siento una leve punzada de miedo... no, son mis amigos desde hace años y, al fin y al cabo, van a tener todo cuanto ellos quieran... y sí, al fin y al cabo, creo que esa violencia termina por ponerme aún más cachonda, y descubro un morbo en especial al sentirla nacer precisamente de un alma tan noble como la de César.

Una vez tumbada boca arriba, siempre con la misma violencia, o quizás sencillamente el mismo ansia, el mismo ímpetu, me agarra por los pies y tira de ellos hasta dejar mis pantorrilas colgando por el borde de la cama. Los muslos, naturalmente, bien abiertos. Noto las braguitas bastante bajas, no me he dado cuenta, pero ha debido de estar tirando de ellas poco a poco para hacer sitio a sus comidas de coño, en fin, esas braguitas que ya no tapan nada, ahora menos, siento el pelo de mi pubis al descubierto, mi coño deliciosamente al aire para él...

Siento el peso de su cuerpo caer al suelo, le noto deslizarse entre mis piernas, de rodillas rezando ante su diosa, que sí, soy yo, para entregarse mejor y más cómodamente a sus placeres orales. Ha vuelto a empezar. He de confesar que no lo hace nada nada mal. Sobre todo, le echa enormes ganas. Y eso sólo es posible si realmente tienes muchas ganas, o si has encontrado algo que te gusta especialmente... Ambas posibilidades provocan que mi interior se encienda aún más con su jugueteo. Con esmero César recorre mi raja arriba y abajo, deteniéndose una eternidad en el clítoris, bien empalmado, duro y palpitante disparado desde dentro de su capuchón, mientras borbotea y tira de mis labios menores, que aletean como dos almejas, como dos ostras salvajes, enormes, húmedas y con sabor a mar, a culo de ciervo, a pura delicia celestial, mientras la lengua de César juega con ellos, separando los labios mayores y llegando hasta las paredes más externas de la vagina.

Conozco bien mis sabores, sé que César habrá empezado a notar mi acidez más salvaje para, al cabo de un rato, sumirse en los más profundos sabores salados de mis flujos y sudores. Unas pocas pasadas más y todo será dulzura de almizcle puro, denso y condensado, ni rastro del ácido, el salado sólo de fondo, el mundo se concentrará en mi gruta. Siento en mi interior nuevas sensaciones, estoy avanzando veloz hacia el orgasmo y mi cuerpo se afana en llamar al dios que debe fecundarlo. El líquido que brota de mi interior se espesa, cada vez más blancuzco y denso, parecido al esperma, pero dulce como la miel e intenso como una gruta húmeda y llena de vida, y de muerte. Y junto al líquido, un eco que desde mi interior grita a Césitar: "entra, entra…".

La cabeza se me va según César sigue llevándome al fin del mundo, pero no puedo despistarme, porque Jaime no ha tardado ni medio segundo en retomar posiciones. Le he notado trepar felinamente sobre mi cuerpo, su sudor empapando al mío, el rastro de su olor, su sexo bravo, su culo abierto también, llamando jugoso, una mezcla de olores de macho absolutamente arrebatadora, noto gotas de sudor que caen de su cara a la mía, no sé, quizás es saliva, su baba de no poder resistir más según se acerca de nuevo a mi solícito cuerpo, su culo se sienta en mis tetas, me aplasta, siento su ano pegarse como una ventosa sobre mi canalillo sudado, sus nalgas peludas abrasando mis senos, quizás esas gotas son los primeros estertores de una pre eyaculación salpicando mi rostro, mis mejillas, mi boca. Mis labios han permanecido entreabiertos siempre, para él, para que no tuviese dudas de que iba a recibirle sin reparo, y él entra como un tren de mercancías disparado en medio de la noche, llegando lo
más adentro que la postura le permite.

Es una lástima, la postura de antes era realmente incómoda, pero lo cierto es que tenía mucho más juego, su pene tieso resbalaba en mi paladar y entraba hasta el fondo de mi garganta sin interrupción, de hecho al principio llegué a comerme hasta sus huevos, sus primeras embestidas fueron tan duras que pude disimular un cierto avance por mi parte hasta tenerle completamente dentro, no hay sensación como esa, los huevos bien hinchados y calientes de un hombre excitado bombeando en tu lengua, la nariz hundida en su rizado y tibio vello púbico... Pero ahora no da para tanto, ese ataque frontal, con el ángulo contrario, no, no, no va a ser posible, sólo media polla, el tronco entero si se esfuerza, a pesar que yo tiro de ella, succiono feroz cada vez que entra, además de continuar mi masajeo con la lengua de tan maravilloso pedazo de carne, durísimo, ardiente, es delicioso, pero ni hablar de llenarme la boca, menos la garganta, tampoco tiene polla para eso, para eso está César, pero ¿dónde está ese miembro prometido?

Lo siento palpitar tan cerca, no puede ser que no esté tan cachondísmo como Jai y yo. Pero debe estarlo, ya no queda otra, a juzgar por su frenesí, tira de mí, me atrae hacia él, casi me arranca las bragas de las piernas, le cuesta sacárelas, de tan mojadas como están, las lanza al aire y caen junto a mi brazo izquierdo, golpeando mi carne, joder, eso no son unas braguitas, parecen la parte de abajo de un bikini después de salir del mar, empapadas, saladas, pesadas, saturadas de humedad. Siento su golpe y el salpicar de millones de gotitas, de mi flujo, de mi sudor y el de César, quizás de su saliva... noto a Jai moverse, apartar su mano derecha de mi cabeza, recoge las braguitas, las palpa, las sopesa, demasiada humedad para una tela tan fina... Demasiada hembra para tan poca tela. Hembra caliente y mojada como perra en celo.

- Joder, joder cómo moja la tía esta... no es normal, César, te digo yo que no es normal, esta amiga nuestra ha resultado ser un putón del quince, joder, ¡¡zorra, puta, Laura!! ¡vaaamos Laurita!, ¡chúpamela pedazo de puta...! ohhh - se lleva mis braguitas a su cara, hundiendo sus narices en mis pastosos humedales - jooder César cabrón, qué olor, qué festín te estas dando, cómo huele esta zorra, ¿quién lo iba a decir de Laurita, verdad? - cómo me joden esos comentarios, si pudiese demostrarte lo que puedo hacerte en esa mierda de polla... - sí, sí, zorra, te gusta esto, pues te vas a enterar, vas a tragar semen hasta aburrirte, me voy a correr en toda tu cara de puuutaaaa...

Y Jai sigue y sigue, dale que te pego, culeando entre mi cara y la de César, que sigue hundida en mi pubis, saciaba su sed y su hambre bebiendo y comiendo de mí, mientras que Jaime continúa alimentándome, sentado sobre mis tetas y aferrando mi cara, levantándome la cabeza para poder follarme mejor, me continúa penetrando por la boca. Su polla entra y sale con total libertad. Juego con mis labios, cerrándolos apenas cuando se mueve, con la justa resistencia para frenar la piel de su verga, que se arruga pacientemente en el exterior de mis labios, mientras el capullo visita sin descanso la calidez pastosa de baba y presemen del interior de mi boca. Jaime está tan salido, que continúa sin plantearse cómo unos labios en un cuerpo desmayado ejercen tan justa y precisa resistencia, claro que le da igual, él a lo suyo, si le estoy matando de placer, si le estoy haciendo la mamada de su vida sin siquiera esforzarme de verdad, si debo ser de las pocas tías que ha aceptado de forma tan fácil y completa su vergota dura, sucia y sabrosa en el interior de su boca, la más puta de todas y eso le pone más cachondo que a un animal, aprieta un poco más, haciendo que las arrugas en la piel de su polla, siempre envidiosas del capullo, se unan a éste en la fiesta que se celebra dentro de mí. Y yo ya no veo el momento que dicha fiesta se convierta, por fin, en una fiesta de la espuma.

Jaime mueve su culo sobre mis tetas, está sentado sobre ellas como si estuviera galopando a lomos de un caballo, cada vez con más rapidez, tanto por el aumento de su excitación como por la lubricidad que le brinda el sudor que se acumula entre nosotros dos. Me cuesta horrores contener mis manos, no empezar a sobar sus piernas, sus fuertes muslos, su cuerpo de chico diez, rezo porque no me miren las manos, estrujando las sábanas para no lanzarme sobre él, para no hacer aspavientos descontrolados a cada embestida de la gruesa lengua de César en mi chocho.

Jai me había empezado a follar la boquita con cautela. Supongo que temeroso de que pudiera despertarme y cerrarle sus dientes sin aviso. Pero eso fue al principio. Ahora mismo yo creo que ya ha dejado de pensar. Ha cerrado su bocaza, no sé si porque se ha metido dentro mis bragas para tragarse mis flujos. Quizás ya le da igual quedarse sin polla, y sólo quiere entrar en mi boca, desaparecer en mi cuerpo, sentir mis labios haciendo ruido contra su tronco. El cabrón lo está disfrutando como nunca. Y, aunque la verdad, tampoco se perdería tanto si yo cerrase ahora los dientes y le arrancase el pene de un mordisco, reconozco que yo también lo estoy disfrutando. Y no deja de tener un buen pollón, acuerdo a su cuerpazo de gimnasio. Además, no hace falta decir que la situación tiene un morbo insuperable. Mi falta de movilidad se compensa por todos y cada uno da las sensaciones que recibo en mi cuerpo, y no sólo en mis órganos sexuales directamente. César me está sobando también las piernas, el culo, la tripa, Jaime me masajea la cabeza para controlarme en su follada, me acaricia la cara, las orejas, además de que siento a la perfección su duro culo de estatua renacentista excitando mis pechos, los pezones completamente excitados, disparadísimos, incrustándose en sus nalgas como dos duros botoncitos.

Más atrás, César ha ampliado sus miras, y alarga su recorrido hasta lamerme el ano.

Por fin, dudaba que llegase, no sé, es que a la mayoría de los tíos no le va, pero con César no pienso en otra cosa, cuando Javito me habló de su polla por primera vez fue justo después de darme por culo en uno de nuestros ocasionales encuentros, con un resultado más pobre aún que de costumbre, por lo que creo que quizás por eso asocio la necesidad del pollón de César con una buena follada por detrás, que compense las limitaciones sexuales de Javito, al menos aquel día (he de reconocer que luego ha tenido intentos mejores, aunque se le sigue dando mucho mejor por delante, ahí sigue siendo un valor seguro, si es que folla muy bien a pesar de su tamaño).

Uffff... si me hubiesen dicho hace unas horas que iba a estar así con César... Se aplica con ganas, lo está disfrutando, bien, estoy muy limpita, recién duchada antes de salir, mi culito sólo tiene los sabores más vírgenes ahora, y sé lo que me hablo, me encanta el sabor de mis fluidos, pero en ciertos momentos dudo con mi culito sobre qué agujero es más sabroso. Cada uno con una textura y un sabor sin comparación posible, no lo digo yo, sino muchos y muchas con los que he estado me han alabado por delante y por detrás mis sabores y mis formas. Me coman por donde me coman, siempre dicen de mí que tengo buen sabor... Y parece que también Césitar se deleita ahora con todos y cada uno de esos sabores, y yo me vuelvo loquita en su boca...

Jaime pega un tirón de su verga súbitamente, sacándome de mi disfrute anal y bucal, le oigo emitir un sonoro "¡¡¡Iiiiissshhhh!!!" histérico, como una hiena rabiosa, mientras sacude su polla dándome golpecitos con la tranca sobre mis, en este momento, cerrados labios. También me la empieza a pasear por las mejillas, rodeando mis párpados, frente y nariz con su rojo capullo, siento la fina piel de su miembro en mi cara, resbalando por el sudor y la saliva y, seguro, por los inconfesables flujos que brotan de su punta. Imagino que ha estado a punto de irse sin querelo, y está intentando recuperar el control para durar un poco más, rebajando el nivel de su semen, que ha empezado a presionar con fuerza hacia el exterior. Sube un poco y pasa sus huevos sobre mi nariz, peludos, muy calientes y sudorosos, tan olorosos como el resto de su sucio miembro, y continúa dándome golpecitos en la frente con la punta de la polla. Suelta una risita boba.

Bien, si eso le sirve para relajarse... yo casi prefiero que aguante un poco para correrse, al menos hasta que César se decida de una vez y empiece a follarme, aunque sea el coño. Superado el momento crítico, Jaime vuelve a agarrar mi cara, parece que ya seguro de sí mismo y de poder controlarse. Apretándome las mejillas, vuelve a poner mi boquita en O. Me dejo hacer. Presiona.

De nuevo penetra mis labios que deben parecer muchas cosas menos inconscientes. Siento inmediatamente un estremecimiento, como una leve flojera en su polla, Jaime acelera y presiona con fuerza, mientras aprieta mis mejillas aumentando el contacto con su polla. Un temblor en sus huevos le pilla de sorpresa. No a mí. Afortunadamente, yo lo noto en mi garganta, sobre la que descansan sus dos pelotas, hinchadas por su semen rebullendo calientey luchando por escapar de su cuerpo. Sus dedos se cierran aún más sobre mis mejillas. No sé si estoy en disposición de tragármelo todo, espero que no se pase y me deje respirar algo...

Abajo César sigue perdido bajo la mata de pelo de mi coño ajeno a la inminente corrida de nuestro amigo.

El semen recorre la distancia entre sus huevos y la punta en una milésima de segundo. Poco tiempo para retirarse. La primera explosión acaba sobre mi lengua, que aparentemente duerme ahora dentro de mi boca. Supongo que temiendo despertarme, más que por sentirse mal por correrse en mi boca o por temor a ahogarme,Jaime se retira casi inmediatamente, lo cual no deja de sorprenderme. Ante ese movimiento, el resto del interior testicular de Jaime acaba estallando de lleno en mi cara. Los violentos cañonazos de semen impactan de lleno en mi piel sudorosa. Consigo mantenerme inexpresiva, inmutable.

César, atraído por los súbitos gruñidos de su compañero y el traqueteo intenso, ha parado de comerme el coño, levantado su cabeza. Los alrededores de mi sexo y mi culo están completamente empapados.
Mientras, Jaime continúa con mi cabeza entre sus manos, dejando caer el goteo sobre la cama. Tengo el rostro convertido en una fuente de semen, mi boca lo acumula sobre sus labios, por no hablar de lo que ya he tragado o sigo saboreando en mi lengua (sabor ácido, como yogur pasado, increíblemente espeso, más una pasta que una crema), también de la nariz cuelga una gran estalactita blanca que acaba sobre las sábanas, las pestañas selladas por un pegote de semen y el cabello unido por la gomina natural de Jai. No puedo quejarme por calidad y cantidad de su corrida, ¡qué bárbaro!

Noto que Me empieza a limpiar con sauvidad, utilizando una tela húmeda, constato alucinada cómo Jaime está utilizando mis braguitas, el olor de mi coño se extiende por mi cara, imposible no reconocerlo, además no hay ninguna otra tela tan mojada en mi dormitorio ahora como ese trapo, poco a poco sigue limpiando su esencia de mi cara. Claro que, con tan poca tela, enseguida se queda corto. Acaba de limpiar el resto con las sábanas, que retira luego como puede de pringosas que han quedado. Mierda, ¡las había cambiado hoy! Me va a tocar hacerlo otra vez por culpa de este idiota...

Jaime se incorpora un poco. Rápidamente se da la vuelta y se sienta sobre mi brillante pero limpia cara. No me lo puedo creer, tengo su culo en primer plano panorámico... me tengo que contener por no sacar la lengua y estamparla en su raja, hundiéndola en su sucio esfínter. Porque este cerdito, además de salir sin ducharse, y bien pajaeado, ha pasado por el váter con grandes resultados, que lamentablemente luego no ha limpiado tan bien como debiera... aunque no creo que eso me vaya ha importar ahora, nunca me ha importado realmente, sólo son... otros sabores, y estoy demasiado cachonda... además.

- Joder, Jai... ¿te has corrido en su boca?
- Tú calla y sigue comiéndole el coño, anda, que bien que lo estás disfrutando. Joder cómo huele la zorra... ¡y deja que yo disfrute también! No veas qué boca tiene tío, ¡menuda mamada de 10! joder, joder, ¡dios!, ¡qué corrida tan salvaje! Esta puta debe hacer unas mamadas tremendas cuando esté despierta, tío menuda joya, es una máquina sexual... - no puedo evitar sonreír halagada - Ha sido increíble. Ahora le toca comerme otra cosa...

No me puedo creer la que se me viene encima, este postre sí que es una sorpresa inesperada, ¡muero de emoción y ganas de comer su culo! ¡¡¡Sí!!! Con un ligero ajuste de caderas, aloja su ano sobre mi nariz. Mi boca queda a la altura del perineo, me ha pillado con ella abierta, sacando la lengua. La nariz incrustada en su ano, entre los restos de su mierda seca, casi no puedo respirar, el muy maricón se está follando el culo con mis narices, y se me está llenando la boca con pelos de su entrepierna. Jai no puede reprimir un gruñido. Acabado el ronroneo agarra mi mano derecha y, con ella, se rodea su propia polla, aún con espesos grumos blanquecinos sobre ella. Este animal no ha perdido ni un milímetro de su erección.

Empieza a subir y bajar, haciendo que mi mano -presuntamente borracha- le dedique una paja post-orgasmo. Me cebo en esa sensación, esa durísima tranca, caliente y pringosa entre mis dedos, aprieto más de lo que él me presiona a mí misma para poder sentirle mejor, me desespero por no poder recorrer todo el falo con mis dedos, pero tampoco puedo recrearme tanto, tengo que concentrarme en respirar. Ya me he acostumbrado al fuerte olor de su culo, y he de reconocer que me encanta. Deseo que se mueva un poco para poder comérselo ya.

Lentamente mi manita sube y baja la piel de su hipersensibilizado miembro. César ya no chupa. Con el éspectáculo del pajote que le estoy haciendo a Jaime, justo delante de su cara, debe de estar ahora con los ojos como platos. Tiene su cara muy cerca del cuerpo de Jaime, cada vez que mi mano baja tiene que estar plantándole el capullo en toda su jeta, con el agujero del glande bien abierto y amenazante. Como se corra ahora igual le da en sus morros sucios de mí, jijiji. Lo imagino, contemplando de cerca, claramente mi mano con la polla de Jaime, con todos sus pliegues untados de blanco semen.

¡Oh no! Supongo que esto no ha tenido tanto morbo para César como para mí. ¿Demasiado masculino para el machito? ¿O realmente le ha parecido que la corrida de Jaime ha ido más allá de lo pemritido? Pero... ¿por qué tiene que ser él quién marque hasta dónde llega lo permitido? ¿Cómo quiere que acabe cualquier encuentro sexual, si no es corriéndose?

- Esto no está bien. No podemos hacerlo - oigo susurrar a César. Mierda. Tuvo que hablar, y que decir eso...

Empieza a separarse de nosotros, amorosa pareja. Me juego el cuello, o el culo, que lo hace sin dejar de mirar. Seguro que no puede apartar la vista de mi cuerpo desnudo, de mi sexo abierto y reluciente, mi peludo pubis, mi mano que recorre la verga de su amigo, su amigo semidesnudo, empalmado delante suyo, disfrutando de que yo le coma el culo, de que le haga un pajote después de una deliciosa mamada con final feliz... César, no puedes echarte atrás, precisamente ahora, precisamente así...

- ¡¡¡Para tío, para ya!!! - le grita a un Jaime que ya sacude su culo como una amazona salvaje. Yo he sacado por fin la lengua, ensartándola en su ojete. A la mierda (nunca mejor dicho, jiji), éste está tan cachondo que no se entera de nada, su polla se ha puesto aún más dura, es que es increíble, parece una barra de hierro... No creo que sea capaz de pensar que una tía inconsciente por la borrachera, nunca sería capaz de sacar la lengua ni moverla dentro de su culo de esa manera. Y si se da cuenta ¿qué? lo que no creo es que pare, con él tengo la noche asegurada... pero eso sería un fracaso, él no es más que un peaje para llegar a César, disfruto de sus cariñitos sí, pero si después de haberle probado, de haberle sentido en mi coño y en mi culo, no cumplo con mi objetivo, esta noche me voy a sentir como una mierda. Sin contar con tener que aguantar a Javito repasándome por la cara mi apuesta perdida...

Joder. Y está siendo todavía peor: la estúpida actitud de César está consiguiendo frenar la líbido de nuestro salido amigo. Jai para, pero afortunadamente no se levanta. Pese a mi deseo de seguir entrando, yo detengo mi lengua, aunque no me atrevo a retirarla. Ahora que se ha detenido, cualquier movimiento en falso puede ser mucho más evidente y, en este incierto momento, también puede ser fatal. Se deja caer, agotado, hacia delante, entrando plenamente en contacto con mi pecho. Su polla no puede estar más a tope, encajada entre mis tetas, mientras sigue presionando con su culo en mi cara. Yo respiro a duras penas por la nariz, la boca está colmada, con la lengua casi entera dentro de su ano.

Oigo a César:

- La vas a ahogar gilipollas. Levántate que nos vamos ahora mismo de aquí. - ¿pero éste quién se ha creído? Aunque ese comentario, jiji, demuestra que ¡está mirando! Antes o después tiene que reventar... ¿Volvemos a jugarnos la noche a una carta? No va a ser capaz de resistir la tentación de mi coño, abierto y a punto, tampoco ahora.

Jaime se levanta. Mierda. Devuelvo mi lengua a la boca, y cierro los ojos.

Más mierda... es lo que siento en mi boca... ¿este Jai es realmente mucho más guarrete de lo que aparenta, no? siempre tan arregladito y mira, jijiji. Eso sí, un cerdo total, a nivel sexual. O debería decir a nivel bisexual... Sí. Me juego el cuello a que lo es, lo sepa o no, lo reconozca o no. Joder, Jai bi. Quién lo hubiera dicho. Pero es que, en realidad, eso no hace más que reforzar mi idea de que todos los somos... Este como vea la polla de César, es capaz de competir conmigo a ver a quien le revientan el culo primero... Tiene gracia la cosa, pensar que en el fondo, el origen de esta apuesta de hoy no deja de estar en mi empeño en convencer a Javito de que él mismo es bisexual, por mucho que se empeñe en negármelo...

Jaime agarra sus pantalones. Joder. Esto sí que no me lo esperaba, si ahora falla él, esto se ha acabado.

- Menos mal - dice César con tono grave - si esto continúa acabamos en la cárcel. Pobre Laura. ¿Qué
le hemos hecho?

¿Qué me han hecho? ¿Qué me has hecho? ¡¡Dejarme a medias, hijo de puta!! Me cuesta horrores no levantarme y gritárselo, tengo ganas de cruzarle la cara, a ver si así se enciende, y aunque sea a ver si así me hostia primero y me viola después. Pero qué cabrón. Hacerle eso a una tía. A mí. Dejarme así, cachonda y a medias... Jamás me he sentido tan violenta. ¿Cómo he acabado así? ¿Se van a ir ahora, dejándome con toda la lefa y la mierda de Jaime por la cara? Maricones de mierda...

Abro una rendija de un ojo, no aguanto más si saber lo que pasa. Jaime saca su cartera del bolsillo trasero y, de ella, un cuadrado de plástico brillante con una redonda marcada en el centro.

- ¿Qué coño haces, Jaime?

¡¡¡¡¡¡¡¡Síiiiiiiiiii!!!!!!!!! Tiemblo de emoción. Necesito que me follen. Que me follen, y lo me mismo me da ya que sea él.

- Pues mira tío.No te mosquees, no es por ti. Me da igual que lo acabes de chupar tú, "señor buena conciencia y buen samaritano" pero a saber con quién ha follado ésta. Ya ves que es una tía facilona, no ha soltado ni una queja por ser follada a la vez por dos tíos que, sinceramente, en el estado que está, podíamos ser cualquiera, tío, dos desconocidos, vete a saber... y yo, como comprenderás, paso de pillarme nada raro porque Laurita sea un putón verbenero...

César, a duras penas, consigue reprimir una sonrisa. La verdad que los argumentos de Jaime se las traen. Pero supongo que simplemente pretende follar, no convencer a nadie. Creo que no hay tampoco a nadie que convencer. César, por una cosa o por otra, no va a oponer resistencia. Y yo, mucho menos. Oficialmente sigo inconsciente, poco puedo hacer si me follan o me violan sin descubrir mi jugada. Pero además, es que lo quiero, deseo que me folle Jaime. O que me viole incluso, si es capaz de hacerme sentir así. Tanto mejor, más morbo. Ya que mister polla nos ha salido demasiado caballero. Mierda, estoy pensando que mi idea era una soberana tontería, hay que reconocer que llevaba una buena curda cuando me decidí, eso juega a mi favor, aunque debería aprender a controlarme... Mi prima siempre me dice que un día voy a acabar mal por esto del sexo, y eso que ella no tiene ni idea de la mayoría de las cosas que hago, más allá de haber vivido, cuando compartimos casa, cómo me traía cada noche a (al menos) un hombre distinto a mi cama. Joder, ya me podía haber dejado de inventos esta noche, y haberme buscado también a cualquiera después de salir del bar. Aunque, mira tú, con Jaime ha funcionado, así que tan tonta igual no era la idea.

De hecho, tanto ha funcionado que ahora le estoy notando cómo me separa las depiladas piernas y, agarrándose la polla, se estira sobre mi cuerpo.

Tengo que ser capaz de disimular la emoción.

César se gira, dando la espalda a lo que no quiere ver. Pero ¿qué coño? ¿Le parece tan horrible la situación acaso, o es que lo que le pasa es que teme no poder resistir la tentación? Joder, este tío es una incógnita.

Jaime, a lo suyo, me penetra sin compasión. Un solo golpe. Supongo que imagina que si ha podido hacerlo tan fácilmente en mi boca, más fácil será hacerlo en mi sexo... Afortunadamente, estamos los dos muy caliente, su polla no falla, ni mi coño tampoco. Además, la lubricación del preservativo y, sobre todo, de todo mi encharcado chocho, hacen tremendamente fácil la embestida, en realidad. Sin embargo, folla sin delicadeza ni gracia, no sé si por despreocupación o por pura torpeza. O, porque en el fodo, va todavía más mamado que yo, que no soy la única ni mucho menos que esta noche ha quemado la barra de los bares. Pero lo cierto es que me la está clavando a fondo pero como sin interés, como si me follara por puro trámite, para hacer otra marca más en la puerta de su armario o de su libreta de coños abiertos cuando llegue esta noche a acostarse a su casa. Eso es lo que siento, que no soy más que un agujero, un trámite a cumplir para él: una oportunidad demasiado evidente de meterla como para dejarla escapar, le interesara o no. Tanto da. A él, desde luego, le sirve: pronto empieza a gruñir como un cerdito, al compás de los crujidos de mi cama, que siguien sus fuertes embates en mi interior.

Por mi parte, cualquier cosa que acabe en mi coño y me haga correrme ahora, es buena; y si es una polla, es óptima. Dado que digo adiós definitivamente a César, y aunque pierda la apuesta con Javito, al menos no pierdo la noche. Un polvo es lo que necesito, bueno o malo, qué más da, si en cualquier caso mi cuerpo lo va a agradecer.

César se apoya en la pared de mi dormitorio, golpeándose rítmicamente la cabeza contra ella mientras escucha los gruñidos de su amigo y de mi cama. Jaime me separa los brazos, dejándome crucificada y con las piernas abiertas mientras me apuntala con furia. Voy a tardar en correrme, pero no tanto como pensaba. Estoy muy caliente. Y, al fin y al cabo, Jai tiene cuerpo y polla suficientes para hacerme un buen trabajo a pesar del pedo y de su escasa habilidad o interés. Sólo espero que este machito me aguante lo suficiente.

Intenta besarme, pero mis labios están cerrados, sorprendentemente cerrados en comparación con la docilidad que demostraron mamando su polla y comiéndole el culo. En seguida se aparta, no sé si porque ve que eso no tiene futuro, o porque descubre su desagradable sabor en mi boca, su semen y su culo, su mierda y su polla, en fin. Marcha en busca de algo más apetitoso, y lo encuentra, agacha la cabeza hasta mis berzas, empieza una merienda desaforada, mordiendo de verdad y sin piedad mis pezones desmesurados, mis abultadas areolas, la misma carne hinchada de mis pechos, muerde, chupa y lame, babea como un niño, y eso me gusta, me gusta, su deleite por mis tetas hinchadas, su forma de arrasarme los pezones, esos mordiscos y esos tirones que parecen que me los quiere arrancar, por fin siento al hombre y al deseo, y eso me pone brutísima, y mi coño ruge y se revuelve alrededor de su miembro duro, endureciéndolo aún más, masturbándolo, exigiéndole toda su potencia para su hembra... Sentir el deseo de otra persona sobre mi carne me hace volverme un torbellino de sexo, un volcán en erpción que pide y da lo mejor que la carne humana puede ofrecer, el placer más desatado y puro... Me gusta, por primera vez en la noche me gusta tanto, que me dejo llevar por su ritmo cada vez más fuerte, bombea y bombea en mi interior, y mi sexo se acompasa por fin a la follada, estoy lista, algo se ha enganchado por fin entre nosotros, este polvo empieza a funcionar, los dos cuerpos dan y toman, no creo que lleguemos mucho más lejos ya, lo que no sé es cómo voy a acabar...

De repente, un sonido anómalo, inesperado.

Rebusco en las profundidades de mi cerebro, sepultado por capas y capas de sensaciones desatadas. Mi móvil. Un mensaje. ¿A estas horas? ¿Quién...? No, espero que no... Sólo puede ser Javito. Idiota. No... Joder, es demasiado pronto todavía. ¿De verdad pensabas que no iba a hacerlo? ¿De verdad te crees qe todos los polvos duran tan poco como los que me pegas tú? Abro un ojo, aprovechando que Jaime sigue a lo suyo. El niño se me está desmadrando, pero me he desconcentrado, le he perdido el ritmo.

César se agacha. Oigo que coge algo del suelo. Mi bolso. César debió tirarlo aquí cuando entramos. Rebusca. Encuentra. Mi móvil está allí, debe estar luciendo a rítmicos intervalos. Flash, flash. Al compás de la polla de Jaime entrando en mi coño. César tarda. Debe de estar leyendo. ¿Quién coño me escribe un sábado de madrugada? Es normal que se lo pregunte. Que sienta esa curiosidad, hasta el punto de cogerme el móvil y violar mi intimidad como no ha sido capaz de violar mi cuerpo. Si justo le he llorado mil veces hoy diciéndole que no tengo novio. "Te veo muy acaramelada con Javier" "¿Javito? pero si es un amigo de toda la vida" le contesto, con carita de niña buena... él no dejaba de mirarme, exáminandome sin saber qué pensar. Y ahora le puede demasiado esa duda para, a pesar de su
supuestamente elevada moral, tan alta como para no abusar de una borracha (después de haberme desnudado y comido el coño y el culo como pocas personas han hecho), quitarme le móvil y leer el mensaje. "Tiene 1 mensaje nuevo" debe estar leyendo "de... Javito" adivino. Sólo este imbécil puede cagarla así.

Jaime sigue bombeando. Le noto a punto de correrse. Mis piernas, instintivamente, están casi rodeando su cintura. Pero yo me he quedado seca. No voy a llegar a nada hoy. Jaime no se da cuenta, no piensa, no piensa ya en nada. Está a las puertas de la gloria. Mira, al menos lleva condón.

Y César... César se levanta, echo una furia, pero no mira mis piernas, ni a su amigo follándome, ni comiéndome las tetas desnudas, ni mi cara con los ojos entreabiertos, no mira nada. La sangre se le acumula en la cara de pura furia. Los ojos se le empañan de lágrimas. ¿Qué está pasando? Veo mi móvil en su mano, pero en seguida lo tira. Se vuelve y, resoplando como un toro bravo, se pega a la cama en un violento movimiento.

De un empujón arranca a Jaime de mí.

Su lubricado y duro miembro sale deslizándose entre babas sin que nada pueda retenerlo. No ha llegado a correrse. Y yo mucho menos. Jaime cae al suelo con su enfundada polla mirando al techo.

- ¿Qué coño haces mamón? – le suelta, con voz gangosa, al recuperarse del susto - si tu no quieres follártela es tu problema, pero a mí déjame en paz, tío.

Sin mirarle, César se baja los pantalones con furia. Detrás de ellos los calzoncillos.

¡JO-DER!

- Hostia puta - susurra Jai - menuda polla tienes. No me extraña que te diera palo follártela. Con eso la matas, cabrón.

Jaime retrocede, arrastrando su desnudo culo por el suelo de mi habitación como un insecto pisoteado, dejando un hilo de viscosa humedad que vacía su cuerpo reventado y vencido. Jaime deja paso al hombre. Cualquier previsión, por fantasiosa o lujuriosa que fuese, se me ha quedado corta. El imbécil de Javito sólo le vio la polla en reposo, en eso no mentía. Y debía ser enorme, cierto.

Pero esa tranca empalmada es un despropósito... Pasa muy sobradamente un palmo de largo, y es muy gruesa, y durísima, jugosa, muy oscura y peluda. Con unos cojones descomunales e hinchados que prometen enterrarme en semen si se me corre encima. O dentro. César se ha puesto en acción. Parece confundido, cabreado. No sé. Algo le ha hecho cambiar de opinión. Porque va a follarme. No sé qué coño pondría en el puto mensaje del bobo de Javito, pero ¡ha funcionado!

César ni pestañea. Ni caso a los comentarios de Jaime, naturalmente que sabe perfectamente del tamaño de su miembro. Jaime no existe para él. Ni ya para mí, que desconecto de su existencia al verle arrancarse el condón del falo todavía hinchado y empezar a pajearse esa verga sucia mientras mira el cuerpo desnudo de su amigo avanzar con ese descomunal martillo entre las piernas. Jaime se correrá admirando el sexo erecto de su amigo. Yo me voy a correr con el dentro. Eso, si no me mata antes. Veinticinco centímetros más que sobrados de carne endurecida, se intercambia miradas con la de Jai, considerablemente más reducida. Evidentemente, ya sobras, cariño.

- Aparta, aparta – dice Jaime sin dejar de pajearse – que las carga el diablo.

El humor siempre fuera de lugar de Jai no va a ningún lado.

Por una milésima de segundo parece que César sopesa sus razones. Pros y contras. Parece dudar, dudar de que lo que me va a hacer esté bien. Está, César, tranquilo. Me siento tentada de abrir los ojos para implorar con mi mirada, pero descubrirme despierta será mi final seguro. Tengo que fiarme de él, esperar que sea lo que sea lo que ha leído en el mensaje de Javito termine de hacer su efecto. Jugarme la noche a una carta. Mi cuerpo. Mi coño abierto y echando humo para él. Si eso no basta para excitarle y meterle entre mis piernas, entonces nada será suficiene. Se pasa la mano por la polla. Tarda una eternidad en recorrerla en toda su longitud.

Y, sin más, se pone en acción.

Lo primero, lo más inesperado. Nuevamente, me voltea, haciéndome rodar sobre mí misma. Nuevamente, con asombrosa facilidad, moviéndome como si fuese una muñeca de trapo. No pierde el tiempo. Agarrándome de las caderas, me pone justo por encima del límite de la cama. Mis rodillas descansan en el suelo. Me va a encular. Me va a reventar el culo. No quiero pensar lo que debe ser tener esa tranca dentro, y menos por detrás. No voy a poder sentarme en semanas. Me muero de gusto de solo pensarlo. Me muero de deseo. Lo voy a conseguir, voy a ganar la apuesta, voy a cumplir mi sueño, me muero de ganas de notar su cabeza ya en mi esfínter. Sólo lo estoy deseando, todavía. Pero ya me estoy corriendo.

César se arrodilla.

Aferrando su polla con dureza, la enfoca hacia mí. Sólo una imagen delante de su cara, perdido entre la inmensidad de mis nalgas: ese pequeño y arrugado agujero negro que descansa en el fondo del culo que tiene ante sí, bien colocado en pompa para él. La punta ya toca el reducido punto de entrada. La estoy notando. Síiii. Mi agujero se abre, receptivo, ávido. Mi adicción al sexo anal ha dotao a mi esfinter de magníficos reflejos... a pesar del grosor, el principio no va a ser un problema.

Baja un poco su cipote y le humedece la punta a lo largo de mi raja. Se lubrica y se excita delicadamente, usando mi sexo para ello. Cuando la tiene goteando, la incrusta sin más en el agujero de arriba. Está dentro. Es una bestia.

Me grita:

- ¡¡Ahora vas a ver hasta dónde te incrusta don Pollón la tranca en el culito, pedazo de puta!!

César presiona con toda su rabia. Yo soporto el dolor, mordiéndome el labio inferior. La enorme verga no encuentra sitio que profanar. La situación me tiene algo atemorizada, de repente siento que el mundo se me para... además, es demasiado grande, mucho más incluso de lo que había calculado. Eso o que, de repente, el miedo me ha cerrado el culo. Pero ¿cómo puedo tener miedo? ¿Puede ser que piense de verdad que, aunque tengo tantas ganas, igual mi culo no va a poder finalmente con todo?

César se rodea la punta fuertemente con sus dedos. Presiona una y otra vez, fuera de sí. Demasiado fuerte, no puedo oponer resistencia, si no soy capaz ni de intentarlo.

¡Qué animaaaal!

Me muerdo para evitar gritar. Cuando poco le queda a mi labio para empezar a sangrar, algo cede entre mis nalgas, y César pierde por fin de vista su enorme capullo. Suspiro aliviada... Debe ser algo realmente descomunal para que hasta a mi culo le haya costado tanto.

- ¡¡¡AAAaaaaaaaaahhhh!!!

No he podido evitarlo.

Se me ha escapado.

Desgarrado, el grito desgarrado no expresa realmente la honda alegría que siento. Temo haberla cagado. El grito deja a los dos chicos petrificados.

Los dos se miran.

Los dos me miran.

Yo continúo quieta, pese a que mi grito aún resuena entre las paredes.

Superado el susto inicial, César se da cuenta de lo poco que le importa ya si en realidad yo estoy despierta o no. Hasta mejor que me despierte y le vea enculándome, habrá pensado. Lo que vengo yo pensando toda la noche. Pero no puedo ni moverme. Me la está metiendo enterita. Con fuerza me agarra del pelo y me hunde la cara contra el colchón, ladeándome un poco para que pueda respirar lo justo mientras recupera el ritmo de la terrible sodomización. Es alucinante, nada que ver con nada que haya hecho antes.

Jaime, a quien veo de reojo, no se pierde nada. Pasmado al ver esa descomunal polla de su amigo perdiéndose en la raja que separa mis nalgas. Adentrándose en ellas sin compasión, el agujero negro va dilatándose más y más con cada penetración. Si fuese mi primera vez, iba a estar ya sangrando como una cerda. Esas estrecheces anales vuelven loco, más si cabe, a César. Su polla nunca había estado tan prieta en ningún sitio. Este portento de la naturaleza no había follado nunca un culo. Se le nota. Seguro que lo había pensado muchas veces, incluso alguna lo habría propuesto o, incluso, intentado. Pero seguro que siempre había tenido que ceder ante las súplicas de la chica. Desde luego, no sería con Nuria con quien lo probara. Mira que es una puta de campeonato que se traga todo lo que le echen sin rechistar. Pues la muy imbécil es virgen anal. Hay que joderse. Y esa novia que tiene él ahora... además de una tonta me parece una estrecha. Pero ahora es mío. Y él me follaría el culo una y otra vez. Por mi culo la dejaría. Y seguro que mi coño también le da mil vueltas a esa zorra. Hoy vas a soñar conmigo, César. En realidad, vas a soñar conmigo toda tu vida.

Mis nalgas tiemblan con unas ondas que nacen cada vez que César choca contra ellas. Mi cabeza sobre la cama, va arriba y abajo como la de un perro de esos que se ponían en la bandeja trasera de los coches. Jaime, con la polla desenfundada y empalmada al máximo, más aún que cuando estaba dentro de mí, se la pela y se masajea los huevos como si estuviera viendo una peli porno. Le excita ver cómo su mejor amigo me da por culo, y eso me pone muchísimo. Exhibirme para él me hace sentir todavía más cerda que ser violada por él.

Fijamente mira el cipotazo de César perdiéndose dentro del agujero más oscuro de mi cuerpo. César mira lo mismo. Ninguno de los dos tiene la ocasión de ver mis manos agarrando con fuerza las sábanas y la colcha, y mi espalda marcando cada uno de sus músculos, por la fuerza que hacen intentando contrarrestar el dolor que proviene de más abajo de mi cuerpo. Precisamente, a base de fuerza, la polla entra casi toda y los huevos ya chocan contra el coño que sonríe y babea bajo ellos.

César sube mis nalgas hacia arriba, con fuerza, facilitando la visión del pobrecito ano. La enrojecida piel que lo rodea se tensa. La polla baja de intensidad en sus envites, se deleita en sacarla y meterla lentamente, como disfrutando del apretado trayecto, y por un rato se recrea en un lento mete-saca con la puntita, ese golorioso glande cabezón, terso, duro y morado de la presión de tanta sangre que lo tiene a punto de reventar.

Gritando, de improviso, César penetra con todas las fuerzas que le dan sus piernas y la furia que le corroe. Apretando todos sus músculos se adentra en mí con toda su extensión, queriendo llegar más y más lejos. Quiere correrse en lo más hondo. Su polla se endurece aún más en mi interior. Sabemos perfectamente lo que viene ahora.

Por mi parte, yo ya me estoy yendo. A borbotones, chorreando entre mis muslos.

César mira al techo, estirando su cuello como si quisiese separar la cabeza del cuerpo. Cierra los ojos. Su ano se contrae una y otra vez obligando a sus huevos a escupir todo lo que llevan dentro. Sin retirarse ni un milímetro, César se vacía mientras llena mi intestino entero. Parece un surtidor de gasolina. Su manguera bien metida en mi depósito. Sus manos continúan levantando mis nalgas.

Al sentir el último borbotón saliendo de su polla, César se derrumba sobre mi borracha espalda. Todo mi cuerpo borracho de ron y de semen. Borracho de sexo y de verga de César.

Completamente aturdido de sensaciones besa mi espalda, lame cada uno de mis huesos, saboreando y llenándose de mi sudor. La furia que sentía, se ha ido diluyendo a medida que sus huevos se iban vaciando. Ahora César quiere aprovechar cada segundo que le brinda la ocasión. Piensa que, a partir de ahora, no podrá mirarme. Laura se ha acabado para él. Desde que ha aceptado lo que Jaime le ha propuesto, todo ha cambiado.

Consumada la violación, Jai ya se ha enfundado los pantalones. César ha babeado toda mi espalda. Finalmente, retira su miembro, que sale con un sonoro "PPLLOBBB", acompañado por un montón de sustancia blanca que gotea por mis ingles, manchando, nuevamente, la blanca sábana, y ahora también el suelo.

A medida que César se viste, el arrepentimiento y la culpa le invaden por completo. Con un Jaime pletórico y un César derrotado, los dos salen por la puerta dejándome tal como estaba, tirada boca abajo y con el culo con un agujero tan grande como el túnel del metro.

Se oye la puerta de mi casa cerrándose con estruendo.

Pasan un par de minutos. Por fin levanto lentamente la cabeza. Miro de reojo hacia atrás. Estoy sola. La puerta está cerrada. El silencio llena por completo la casa. Cuidadosamente, me arrastro sobre la cama. Siento el culo tirar de mí hacia abajo con doloroso tesón. Mi cabeza se hunde en la suave almohada. No necesito nada más. Desnuda y completa como estoy, dormir.

La profunda oscuridad me llena la cabeza.

Sonrío como una niña.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Unas horas más tarde, al despertar, me revuelvo en la cama, arrastrando como buenamente puedo mi dolorido cuerpo. Cada mínimo movimiento de mis nalgas o de mis muslos, me provoca un dolor insoportable. Tengo el culo reventado. Literalmente. Pero sé que he enganchado a César. Ya es mío. Además, después de esta, creo que voy a ser capaz de meterme ya cualquier cosa por ahí detrás. He visto a veces a Meri meterse auténticas barbaridades por el culo (consoladores y demás, más allá de las inmensas pollas que le he visto follarse, la mayoría han estado todas conmigo también, siempre, y ninguna era este tipo de portento en cuanto a tamaño, aunque la mayoría estaban más que bien... pero siempre iba dos pasos por delante de mí, siempre se destrozaba el ano con enormes pollas con las que yo aún no me atrevía, hasta acabar con sus angolanos y sus cameruneses, con sus rabos negros que hacen honor a todos los tópicos; si su culo siempre ha tragado bien, despues de realizar sus "experiencias africanas" como a ella le gusta llamarlas, ahora debe ser un pozo sin fondo... mmmm... me doy cuenta que hace demasiado que no se lo como), y siempre la he envidiado por eso, ya digo que casi nunca conseguía llegar a tanto al ritmo que ella lo hacía, siempre tardaba un tiempo largo en atreverme cada vez que ella iba más lejos, más larga, más gorda, pero ahora... jijijiji, considerando que ya se me da bastante bien comer pollas así de grandes también ¡debo de ser casi perfecta sexualmente! Mmmmm... ¡comer pollón! Como hoy cuando me he metido la polla de Jai hasta los huevos, pero con la de César. Ñam ñam. Garganta profunda, me dice siempre Javito que le llaman a eso, jijijiji, le va a encantar cuando se lo cuente, hoy he hecho todo eso a lo que él le gusta darle sus nombres rimbombantes de web de porno cutre, beso negro, garganta profunda, griego... Habría tenido un buen futuro en la sección de contactos de los periódicos. Desde luego que a Javito se le va a quedar cara de idiota, por rechazarme ayer. Tanto mejor. Jiji, pensar que, además, al final ha sido precisamente todo gracias a él...

Me estiro hacia el suelo para recoger mi teléfono. Cuando se fueron estos, no tuve fuerzas más que para llegar hasta la almohada y dormir. Y ahora sigo con un resacón infernal. Pero me he pasado lo poco que he dormido inquieta, nerviosa por saber de una vez si ese mensaje era realmente de él, y qué ponía para que Cesitar... Ansiosa, pulso el botón de desbloquear. La pantalla se enciende, directamente en el mensaje, tal y como lo dejó César. Efectivamente, arriba del todo, en pequeñito, está su nombre: Javito.

Y debajo, en gruesas letras negras, su soez mensaje:
"Q tal con César?? T ha metido ya Don Pollón su tranca en el culito??? Morena, el truco d la borrach. está mu visto. Vas a perder la apuesta."

Bruto. No es plan de ir con estos mensajes en el móvil, claro, nunca sabes quién puede llegar a verlos... Lo borro.

No sin antes grabarlo en mi memoria. Sonrío, maliciosamente. Selecciono "escribir mensaje":

"Buenos días. Todo ha salido como había planeado. Perdiste. Estoy deseando cobrarme la apuesta con mi machito favorito..."

No tarda en responderme.

"JODER. M cago en l HOSTIA. Ni sueñes en hacerlo hoy. Ya hablms. Eres una p... Antes de hacerml tiens q contarml TODO"

Lo que sospechaba, jiji, no le ha sentado bien...

"No. T lo explicaré todo, pr 1o tendrás q pagar. Tranquilo, no cuentes conmigo hoy. De momento me voy a buscar 1 poco de hielo… La verdad que no esperaba que viniese acompañado, pero bueno… Disfruta de tu virginidad mientras dure. Muak!"

El teléfono empezó a sonar como un loco en cuestión de segundos. Evidentemente, era Javito. Le quité el sonido para no escucharlo. No pensaba coger. No sabía si le estaba picando más saber qué había pasado al final, si lo de la compañía, si la amenaza a su hombría o si era, sencillamente, que en el fondo lo que tenía era prisa por pagarme su apuesta. Para mis adentros, estaba convencida de que, en buena parte, era eso último. Que consintiera pagar la apuesta iba a ser la penúltima prueba. Pero que la disfrutara como estaba convencida de que la iba a disfrutar, sería la prueba irrefutable de su, para mí evidente, bisexualidad. Al menos así tendría que dejar de llevarme la contraria. Lo cierto es que, en otro momento, me hubiese vuelto loca de ganas de hacerle pagar cuanto antes, pero hoy no. Hoy estaba pensando en César.

Me toqué el culo. Podía meter cuatro dedos sin encontrar ninguna resistencia. Me estiré sobre la cama. Las sábanas olían a sudor y a sexo. La habitación, sobre todo, a mi sexo, y al olor de César: su sudor, su saliva, su semen... Pero las sábanas tenían impregnado junto a mi sudor rancio, el fuerte aroma acre de la lefa de Jai, de su sucio culo, de su penetante olor a sudor concentrado. Además de los litros de fluidos de todo tipo que habían salido de mi cuerpo y habían sido chupados por el tejido. Iba a tener que cambiarlas hoy mismo. Por no decir limpiar la habitación en general. Decidí dormirme, acunada por esos olores. Me desperté bastante más tarde.

Media mañana. Javito se había hartado de llamar. 24 llamadas. Hay que joderse. Ahora sí quiere sexo éste, y si no se ha plantado ya aquí es porque sabe que no le abriré. ¿Quiere sexo? Bien sabe que tiene que lo primero que haré será cobrarme... Mmmmm... reí. Así que es eso, éste en realidad tiene ganas de...

Pongo a cargar el móvil. De tanto llamarme lo ha dejado casi sin batería.

Me duele horrores caminar, me duele horrores moverme. Todo me acaba tirando del culo dilatado, pero tengo el cuerpo destrozado, en general. La boca, los dientes, la garganta, me duelen como si tuviese gripe. Tengo la boca pastosa, y no solo de resaca... Además de tener toda la cara pegada de los restos de Jai, y de cintura para abajo de los de César... Me miro en el espejo. Lamentable. El pelo pegado en un amasijo asqueroso. La cara casi desfigurada, restos marrones en mis tetas. Me giro. Ese agujero es exajerado, tengo el ano completamente deformado. Tengo el culo como la cueva de Alí-Babá. Pero como para que entren los cuarenta ladrones en pelotón y de golpe, con caballos, camellos, y todo su botín.

Eso sí, el dolor es perfectamente soportable si pienso en lo que he obtenido a cambio. Mi pie pisa algo viscoso. Restos de una corrida y... bbbrr... un condón usado, manchado de semen por fuera, con restos del vello púbico de Jai. Me separo asqueada. Primero, la cama. Retiro las sábanas. Por abajo están empapadas, hay otro charco enorme medio seco a los pies de la cama. Joder, eso sin contar lo que me habré llevado para el cuerpo, y lo que tengo pegado en mis piernas. Qué barbaridad. Necesito verlo correrse ya. Joder, qué ganas, de repente. Vaya mierda. Recuerdo que esta noche se va, vuelve con la frígida de su novia, para pasarse otra larga temporada fuera de España. Aunque, por fortuna, se supone que ésta será la última. Me sonrío a mí misma, tentada de imaginar un futuro con él aquí, follándonos a placer cuándo y cómo queramos.

Recojo el condón. ¡Ouch! Un muy desagradable tirón en la zona más sensible de mi anatomía. Hago una pelota con la ropa de la cama, y me voy al baño. Pongo la lavadora. Cojo el condón, que había dejado en el lavabo, para tirarlo. Pero antes, lo huelo, lo lamo. Sabe más a su polla que a su semen. Deliciosamente desagradable, es un sabor fuerte, pero... Me como un par de largos y gruesos cabellos castaños que se han quedado pegados al látex. El mismo pelo que he tenido en mi boca hace unas horas. Desde luego, Jai no es alguien para despreciar... aunque, no sé bien por qué, no puedo evitar sentir una leve sensación de repulsa con todo lo que envuelve a su cuerpo y a su sexo. En parte eso me atrae también, lo reconozco. Tiro el condón mojado a la papelera y me seco las manos en mi cuerpo desnudo.

¡Ay! Al agacharme, me vuelve a tirar el culo. Me tiemblan las tripas, me entran ganas de cagar. Me tengo que sentar volando en el váter, ya que soy incapaz de contener lo más mínimo mis intestinos. Cuando termina aquello, me da la sensación de que el vaciado interior ha debido de ejercer algún efecto en las presiones de mi cuerpo, porque ya no me siento tan abierta. Hay algo de sangre en la taza del váter. En fin. Todo por una buena causa.

Entro en la ducha, me lavo a conciencia, en todas las partes, especialmente el culo. Me cuesta limpiarme la cara y desenredarme el pelo. No puedo evitar hacerme un suave dedo mientras me enjabono el chocho. Creo que voy recuperando el ánimo. Sería capaz de meterme ese rabo cien veces más entre las piernas ¿por qué tendrá que irse justo hoy? Es casi la 1. Su vuelo salía de madrugada, no le quedan ni 12 horas aquí...

Salgo de la ducha, voy a mi cuarto, y abro la ventana. Los chicos de enfrente sonríen al verme, otra vez, en pelota picada. Todos hacemos como si nada, ese acuerdo tácito que tenemos. A ellos les gusta mirarme y a mí enseñarme. Alguna vez me han regalado algún buen desnudo también ellos, sólo cuando alguno está solo. Tampoco soy capaz de distinguirlos. La verdad, dudo hasta que sean heteros, aunque disfrutan mucho conmigo. No sé. Paso la fregona, el suelo da pena.

Pero... ¿qué co... es esto? Una prenda negra... unos calzoncillos tipo boxer de los que se quedan pegados al cuerpo, en no muy buen estado, dados de sí, sucios, y con una enorme mancha blanca en el abultado y deformadísimo lugar donde debería quedar recogida la polla. Esa mancha, espesa, densa, gruesa... pego mi nariz, no es Jai, claro está, no, huele a él, a su sudor y al sexo de César, sí, vuelvo a sentir el deseo desatado al recuperar su olor, lamo esa mancha, la humedezco, me la trago, la como, la arranco con mis dientes, está lleno de pelos, el calzoncillo está muy deformado, sin duda la tela no es capaz de contener esa enorme verga cuando está erecta, no me extraña...

No puedo dejar de intentarlo... Cojo el móvil. Llamo. Suena el tono de su teléfono, uno, dos, tres, cuatr...

-¿Laura?
- ¡César!
- ...
- ¡Hola!
- Hola, Lau, ehh... qué tal...
- Bueno, bastante resaca, jiji...
- Sí, bueno, la verdad es que yo también...
- ...
- Oye Lau, mira, es que, ¿sabes que nos vamos esta noche, verdad? mi chica está de despedidas y me tiene liado, tenemos que hablar porque...
- Me lo pasé taan bien anoche...
- ¿Lau?
- ¿Sabes? Es una tontería andarnos con rodeos. Mira, sólo te voy a decir una cosa. Te dejaste tu calzoncillo. Supongo que lo echarías en falta. Bueno, otro igual no, pero "tú" tienes que echarlo en falta, digamos que, mmm, lo necesitas más que otros, jiji...
- Oye Lau, espera, puedo expl...
- No, no, tranquilo. Voy a estar en casa, ¿vale? Te espero. Un besito.

Colgué. Estaba nerviosísima.

Seguí recogiendo como una loca. Me vestí un pantaloncito negro cortísimo, que sólo uso en casa, con una camisetita amarilla ajustada. Sin ropa interior. Mi coño rezumaba líquidos, pero es que las braguitas me apretarían el culo más de lo que podría soportar. Empecé a dar vueltas por la casa, histérica, sin saber qué hacer. No podía sentarme, mi culo no lo soportaba, tenía hambre, pero no quería tener que ganas de ir al baño hasta poder controlar mi esfínter. Me dediqué a recoger el resto de la casa para no pensar. Al menos, cada vez me molestaba menos el culo. Además, lo llevaba bien ventilado, a la vez que sujeto, con esos mini pantalones, y notaba el aire acariciar agradablemente el interior de mi ano. Ventajas de tenerlo abierto.

Antes de que me diese tiempo a empezar a preguntarme si realmente pensaba que César iba a venir, lo tenía llamando a la puerta. No sé dónde estaba cuando le llamé, pero tardó poquísimo en llegar a mi casa. Subió los cuatro pisos por la escalera y no tardó ni un segundo. Me resultaba alucinante tenerle otra vez allí, solo para mí ahora, dispuesto a todo como venía, sudando, ansioso.

Cuando le abrí la puerta empezamos a besarnos sin hablar, empezó a desnudarme y a comerme todo, le arranqué la camisa, le abrí el pantalón...

Su verga salió disparada como un resorte, solamente a medio empalmar, pero tan descomunal que su pantalón la escupió. Seguía sin calzoncillos que la retuviesen.

- Tenías razón, Lau. - dijo sonriéndome con una mirada preciosa - Realmente necesito los calzoncillos, mira lo que me pasa, si me descuido se me escapa, y nunca se sabe lo que te puede pasar...

Los dos reíamos mientras mi ávida boca engullía hasta el último milímetro de su miembro.

Me folló, ese día me folló mil y una veces, por todos los sitios. No me voy a detener en explicarlo, porque sería demasiado largo, y algo me tengo que quedar para mí, además.

Bueno, hay cosas que merecerían hasta un relato aparte... no sé, quizás algún día ;) Ciertas cosas que nunca se me habría pasado por la cabeza hacer. Con César, ese día, todo parecía posible. Naturalmente, me rompió el culo varias veces más. Pero cada vez nos resultaba más fácil y placentero a ambos cuando me sodomizaba.

Y poco más, en cuanto a nosotros. También hablamos, mucho, claro. Entre polvo y polvo, además de besarnos y comernos los cuerpos, nos dio tiempo a mucho más. Mimitos y esas conversaciones en las que no prestas mucha atención porque lo único que quieres es un beso, o algo más... Naturalmente, hablamos de Jaime. Él al principio dio rodeos, se notaba que quería preguntarme si me molestó lo de ayer, parecía dudar si yo recordaba que Jaime... Le corté, afirmando de pasada que había disfrutado también mucho con nuestro amigo. Él no siguió preguntando. Al revés, empezó a contar. Parecía que se estaba confesando.

Cuando bajaron, él estaba muy nervioso, pero Jaime parecía flotar de felicidad. Se metieron en el coche, Jaime iba a conducir, pero no arrancó. Estaban en un rincón poco transitado, todavía oscuro... Jaime empezó a recitar las maravillas que habían vivido esa noche, mi cuerpo, y el increíble miembro de César destrozándome el culo. Se desnudó y empezó a pajearse. César flipó, claro. Su amigo le explicó que estaba tan excitado que necesitaba desnudarse y seguir sintiendo sexo, que lo que habían vivido le resultaba como una droga a la que se había hecho adicto. César no sabía qué pensar de aquello. Tampoco sabía qué hacer, pero estaba muy excitado.

Así que Jaime decidió por él: le abrió la camisa, empezó a besarle, le morreó, le abrió el pantalón. Su polla semierecta sin calzoncillo se disparó como cuando le abrí la puerta antes. Jaime también empezó a chupársela. Al final, Jaime acabó montándose en su verga, masturbándose a dos manos y corriéndose sobre su velludo pecho. Nada más. Cuando César eyaculó, Jaime, una vez repuesto, se limpió y se vistió. Arrancó, dejó a César en su casa, y se despidieron como si nada.

Me explicó que antes de venir él aquí, habían intercambiado unos mensajes de despedida sin mayor trascendencia ni el menor comentario a lo sucedido esta noche. Jaime bisexual, confirmado. Hasta ahí había llegado, incluso borracha. ¿Pero César? Dios, algo así confirmaría plenamente mi teoría de que todos lo somos.

- ¿Estás confundido?
- No. Lo disfruté, y volvería a hacerlo. Solo que no sé si el querría.
- Bueno, mírame a mí. Si yo no te hubiese llamado igual estabas ahora pensando lo mismo. Yo creo que Jai sí querrá. Como querrá hacerlo conmigo si se lo propongo.
- ¿Quieres?
- No veo por qué no. Desde luego que llegaría a disfrutarlo. Pero no siento por él la necesidad que siento por tí - Había dicho demasiado. César se iba a ir, y eso no iba a cambiar. Tampoco estaba segura de querer cambiarlo. Pero él salió por la tangente.
- Nunca he estado antes con nadie cómo tú...
- Quieres decir que no habías tenido nunca sexo anal...
- No. No, claro. Eso no. Porque... ¿tú sí?
- Sí. Muchas veces, en realidad.
- Ya. Lo suponía. Por eso. Quiero decir, que a eso me refería con lo de que nunca había estado con nadie como tú: que nunca había conocido a nadie que disfrute tanto del sexo como tú, con tanta libertad, quiero decir...
- Es una pena que te vayas, César. - tercié - Íbamos a disfrutar mucho tú y yo.
- Eso seguro.
- Aunque ¿sabes? en realidad sí que conoces a más personas con las que disfrutar así de las que te imaginas...
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Tú qué crees? - Me encantaba cómo me acariciaba suavemente las tetas, me encantaba pasar las manos por su pecho peludo, me encantaba aferrarme a su nabo tieso, enorme, como una barra caliente entre nuestros cuerpos, y colocarlo entre mis tetas hinchadas y excitadas... - Algún día tenemos que hacer algo... algo grande... entre todos, un grupo... un grupo grande...
- ...
- jijijiji - no pude evitar reírme de la cara de asombro que puso. César sonrió también, aunque parecía serio.
- ¿también has estado con Javier?
- ¿Con Javito? ¿Acaso lo dudas? jijiji...

Me preguntaba cuándo debía contarle también de Mer, de Nuria, Lucía, Oli, Mónica, Arancha, Blanca, incluso Virgi... tenía material de sobra para hacerle entender y disfrutar su bisexualidad. Pero por el momento, no le dejé decir nada más. Estaba demasiado caliente. Y había que aprovechar. Le besé profundo y le obligué a penetrarme por delante. Entero. Hasta el fondo.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

- ¿Y cómo lo hacemos? - En realidad, Javito temía más por la integridad de su hombría que la de su ano.
- Tranquilo, hombre. ¿Tienes prisa?
- Para nada.
- Pues veamos un poco más la peli. La tarde es muy larga. - Me encantaba ponerle nervioso estirando la situación.
- ¡Y más larga que se me va a hacer a mí!
- No seas llorica. Verás como te gusta… tendré cuidado, te lo prometo.
- No te creo…
- Si te portas como un hombre, te prometo que podrás hacerme lo que quieras y cuando quieras… ya verás como vale la pena.
- Bueno... Por lo menos no hay mal que por bien no venga, morena. - Me río de su resignación. Y, finalmente, me resigno yo también a dejar de jugar con él. Al fin y al cabo es normal que esté nervioso, y bastante le voy a hacer pagar como para seguir queriéndome cobrar más todavía a su costa.
- Ahora vuelvo - digo resignada.

La verdad, estoy más divertida que caliente, con esto de cobrar por fin la apuesta a Javito. Es que le da tanto palo, que aunque sé que lo va a disfrutar al final, creo que para mí el premio va a ser más por verle sometido que por placer sexual.

Javito esperaba aterrado mi regreso. En su fuero interno tenía la vaga esperanza de que todo esto fuese una broma, una burla, nada serio. Pero cuando vio que volvía con una enorme tela, un bote de crema y el frasquito de vaselina, esa esperanza se esfumó.

- No te quejes. De haber sido un chico habría ido al grano de inmediato. Sin lubricación ni leches. Os gusta hacerlo así. Os pone cachondo si la chica grita y se retuerce de dolor. Por eso cuando intentáis darnos por detrás sois tan torpes. La mayoría de las veces no es que a las chicas no nos guste. A mí me gusta. Me flipa. Lo que pasa es que sois tan brutos que nos hacéis daño. Que no te digo que a veces no me apetezca. Pero eso, a veces. Otras veces no tengo el menor interés en ver las estrellas mientras un cerro me rompe el culo, ya ves tú. Es como todo. Para hacerlo bien, esto requiere preparación. Sobre todo las primeras veces. Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo.
- Si tú lo dices.
- Calla, anda. Y ven aquí. Desnúdate y túmbate boca abajo y relájate, que no voy a comerte.
- ¡Vas a romperme el culo!
- Voy a hacerte un masajeeee...
- ¡Y una leche! Joder, Lau. Bien sabes que preferiría que SÍ fueras a comerme...
- Bah. Toma, muerde esto si te duele mucho - digo entre risas lanzándole a la cara las bragas húmedas que acababa de quitarme.
- Eres una zorra sin remedio, Laurita. Y una hija de puta - ñe contesta, recogiendo y oliendo mis bragas, sin ser capaz de seguir mis bromas.

Javito no estaba relajado ni mucho menos. Pensaba que aquella tarde iba a ser la peor de su vida. Y, sin embargo, se portó como un verdadero hombre. Podría haberse revindicado en su condición de macho y utilizar la fuerza para evitar el castigo, pero no lo hizo. Era un jugador de raza, igual que yo, y los de nuestra condición comprenden que es tan importante saber ganar como perder. Aún a costa de su trasero.

De reojo vio como yo también me desnudaba. Supongo que eso le tranquilizaba en parte o, al menos, le conpensaba. Además yo tenía uno de mis días buenos, con el guapo subido, o quizás sólo era que me encontraba con la autoestima alta. Esa temporada me veía con buen cuerpo, relleno lo que tiene que estar relleno, durito lo que tiene que estar duro, y convenientemente delgadas las partes que convenía.

Llevaba una temporada larga teniendo muy buen sexo, y variado. Supongo que eso influye mucho, también. Muchas personas me habían dicho últimamente que era preciosa, y hoy es uno de esos días en que lo tenía asumido. Eché sobre su espalda un abundante chorro de la crema corporal que acababa de traer. Javito suspiró resignado, cerró los ojos, apretó los dientes y decidió afrontar la tortura con la mayor entereza posible.
Afortunadamente, estaba en manos de una experta. En mis manos.

Me estaba convirtiendo en una maestra de las diferentes prácticas sexuales. Todo a base de buenos maestros y mucho entrenamiento, jijijiji. Lo que le iba a hacer hoy a Javito no era nada que no hubiese hecho ya muchas otras veces antes, en culitos de hombres y de mujeres. Divertida por la situación, me senté sobre las desnudas nalgas de mi eventual pareja, y comencé a masajear la zona dorsal, la nuca y los brazos de mi hombre por esta tarde. Se trataba de un tipo de masaje muy profesional, nada erótico, más bien terapéutico. Aunque muchas de las veces que me han hecho masajes así he acabado excitada, claro, si se trata de la persona correcta es inevitable.

Javito tuvo que reconocerme que sabía lo que hacía. Todo iba normal y tranquilo, hasta que me empecé a cansar de lo convencional y me acerqué a la oreja del chico y comencé a lamerla. Una corriente recorrió la espalda de Javito. Mi niño, ya debía estar pensando que aquello no estaba tan mal. Notaba el roce de mis pechos sobre su musculada espalda de deportista. Estaba tan resbaladiza, que los pezones se deslizaban vertiginosamente por todo su dorso.

Después de frotarle con tan delicadas esponjas todo su cuerpo, como yo misma empezaba a ponerme bastante cachonda, me senté a horcajadas sobre una de sus piernas y comencé a mover mi pelvis lentamente, para pajearme. No pude evitar soltar un gemido, creo que apenas perceptible, por el placer que me provocaba estarme masturbando con el roce con su pierna, tan fuerte, tan dura, musculosa y peluda. Cuando satisfice básicamente mis instintos, lo justo para calentarme un poco y ponerme a tono, me volví a abalanzar sobre el cuello de Javito, quien ya comenzaba a perder los estribos ante tal cantidad de estímulos sobre su cuerpo.

Le lamí, mordisqueé y besé tanto el cuello como la espalda de un sobreexcitado Javier. Que mi lengua se introdujese dentro de los glúteos de mi amigo era un paso lógico. Y que lamiese su esfínter con deleite, lo más natural del mundo.

Javito quería morirse, pero no de dolor sino de gusto, claro. Sin duda no esperaba algo así. O quizás sí, a pesar de sus irracionales y tópicos miedos. Solía tener muchas cosquillas cuando jugaba así con mi lengua por otras partes de su cuerpo, incluida su polla, pero ahora estaba tan excitado que parecía que, en este momento, ni se acordaba de ese pequeño detalle. Me estaba dejando hacer sin soltar ni un suspiro, y en el fondo yo bien sabía que aquello se debía no solo a su promesa de pagarme la apuesta que me había perdido.

Yo seguí adelante, le apreté las cachas, separando sus glúteos, y metía y sacaba la punta de mi ávida y juguetona lengua del interior de su cuerpo. Sabía rico, limpito (se veía que se había preparado a conciencia para la ocasión, lo cual me complacía, pues me dejaba claro que lo íbamos a disfrutar mucho más los dos), y muy muy sabroso.

Mi amigo y amante estaba descubriendo que yo, como de costumbre, tenía toda la razón, y que aquello era lo mejor que él había sentido nunca. Nunca me lo reconocerá, pero sé que muchas de sus mejores experiencias sexuales las ha tenido conmigo. Es demasiado orgulloso como para reconocérmelo, pero demasiado blando como para no caer una y otra vez. A mí me basta eso, poder hacerlo cuando lo necesitemos.
Porque siempre me lo he pasado de lo lindo con él, y hoy no estaba siendo una excepción.

Hacía tiempo que no degustaba un culo virgen. Sin ser gran cosa, el ano de Javito era de lo mejor que me había trabajado en meses. Pensé que mi amiguito ya estaba listo. Sobre todo por su forma de mover el culo. Lo arqueaba ligeramente. Buscaba algo más que una pequeña lengua en su interior. No esperaba otra cosa de ti, si en el fondo todos los machitos sois siempre igual de maricones. “Todas las personas somos bisexuales”, me repetí. Negarme aquella frase había desatado la apuesta que mi amigo había perdido. Y ahora, al cobrársela, iba a demostrarle que tenía razón. De una vez por todas y para siempre.

Desestimé entonces la idea de la vaselina. Javito estaba tan excitado que no iba a necesitarla. Además, que tampoco pretendía ponérselo tan fácil. Jiji ¿soy mala? lo cierto es que no se puede decir que tenga dedos pequeños... pero, al menos, son delgados. Estoy segura de que mi amigo me va a sentir hoy ¡a fondo! Dejé caer un buen charco de baba que llevaba rato acumulando en mi boca, y que alcanzó su objetivo. Algo que me enseñó Guille con Meri, y que a las dos nos puso muy cachondas en su momento. Con aquello sería suficiente.

- ¡Hostias, Laurita! ¿Pero desde cuando eres tan cerda?
- Desde que follo contigo, idiota... - reí - anda, cállate y concéntrate.

Mi saliva resbalaba por la raja de Javito desde su ojete. Mi arranque, por el momento, ya había conseguido dejarle desconcertado. Me chupé el dedo más largo y lo introduje sin más un par de centímetros. Evidentemente, se esperaba algún juego previo, y ni mucho menos ser prenetado así directamente, desde el principio. Me la había jugado. Todo el cuerpo de mi amigo se tensó. Podía notar en la yema de mi dedo el latido del corazón de Javi. A cada movimiento cardiaco su apretada abertura se dilataba o se contraía rítmicamente. Cada vez más rápido. Su pulso se aceleraba, pero mi amigo mantenía la calma. Me la había jugado, y había acertado. Yo ganaba, una vez más. Pero era fácil, sabía de sobra que siempre había tenido razón. Javier era bisexual, siempre lo había sido, y llevaba una vida esperando este momento.

- ¿Paro? – le pregunté en tono burlón.
- ¡Ni… se… ni se te ocurra! ¡Sigue!
- Como ordene el señor…
- ¡Aaahaaggg! ¡Me cago en mi padre!
- Te dije que te gustaría.
- ¡Dame… dame más!
- ¿Mas? ¿Metemos otro?
- ¡Sssssssiiiiii! ¡Pero ten cuidado cabronazaaaa!.
- ¡Marchando!

Me encanta. Si es que siempre pasa lo mismo. Todos los tíos son iguales. Y las tías también, claro. No hay culito que se resista a un buen dedo. A mí me pasó igual, y acabé como acabé...
Con suaves movimientos rotatorios, poco a poco mis dos apéndices se internaron por el oscuro agujero todo lo que su generosa longitud les permitió.

- Pues si esto te ha gustado, no veas cuando te roce… ¡Aquí!
- ¡Aaaahh! – gritó Javito – no pares…¡Qué gusto!
- ¡El famoso punto G existe también en los hombre! ¡Jijijijiji! ¿qué dices ahora, putito?

Pero mi putito no pudo decir nada. Le hervía la sangre y sólo gemía y gritaba de placer. Era todo un escándalo. Tanto que por un momento me asustó ese griterío, menos mal que las vecinas de abajo son dos viejecitas y no oyen mucho, aunque los alaridos de Javito se debían estar oyendo en todo el portal, si no es que se oían también en la calle, con la ventana de la terraza abierta de par en par... En cualquier caso, no pude evitar sonreír maliciosamente. Viciosa, con mi mirada fija en el sabroso ano de mi amigo, chupé uno de los dedos que tan profundamente habían penetrado en su trasero. Deliciso, sencillamente delicioso. Caliente, sabroso. Y, cuando iba a por el segundo me lo pensé mejor.

Me moría por volver a sentir su rico sabor, pero se trataba de que Javito experimentase, de iniciarle al completo y hasta las últimas consecuencias. Así que decidí dar una nueva vuelta de tuerca a la situación y dárselo a degustar al sudoroso Javito que, fuera de sí, ni siquiera reparó en el sabor a sus propias heces que tenía.

Observé mi obra con detenimiento. Después de un ráto dándole, su ano estaba dilatado pero no lo suficiente. Al final igual sí que iba a tener que utilizar la vaselina... Siempre me ha parecido un lujo excesivo, y de hecho yo ya jamás volví utilizar la vaselina después de que César... en fin. Pero no quería arriesgarme a perder la oportunidad de recordar a Javito toda su vida que había sido, precisamente yo, la que le había desvirgado su tierno culito. Y, sí, por supuesto que para ello pensaba utilizar a mi gran amigo... al más grande de todos.

Nunca olvidaré cuando lo estrené, jiji, Meri fue la culpable, claro. De debajo de la enorme tela que había extendido para poder tumbarnos sobre el suelo, saqué mi mayor consolador, que imitaba con exquisito detalle la forma, el color y el tacto de un buena polla (bueno, ahora que la veo quizas no tan grande... mucho menos que la de César, en realidad, pero desde luego mayor que la de la mayoría, incluso de pollas bastante aceptables como la de Jai y, por descontado, infinitamente mayor que la cosita del propio Javier). Aquella maravilla contaba con una serie de elásticos, tiras y bandas para poder acoplártela en forma de arnés. Rápidamente me la coloqué, con expertos movimientos derivados de mi intensa práctica; no quería que la excitación de Javito disminuyese precisamente ahora. Era importante tenerle bien cachondo si quería sodomizarlo.

- ¿Qué… qué vas a hacer?
- Tú tranquilo, que te aseguro que vas a pasar un buen rato.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo juro por mi coño.

Una vez colocado convenientemente, y como gesto de compasión, embadurné el ariete con abundante lubricante. Aunque no quería dejar que se le bajase el calentón, me estaba tomando un tiempo excesivo en los preparativos, porque en el fondo me daba muchísimo morbo notar su nerviosismo creciente, y su miedo que sólo conseguía aplacar con su excitación. A ver, tampoco vayáis a pensar que soy tan sádica (o por lo menos que lo sea siempre... porque a veces sí que lo soy un poco, jijiji): el consolador no era taaaan grande. Me parecía importante no lastimarlo en su primera vez.

Había sopesado utilizar mi última adquisición, un monstruo que me había regalado hace poco Sandra cuando descubrimos que teníamos ehhh, aficiones (y adicciones) comunes; ese sí debía medir más o menos como la verga de César. Sandra me obligó a estrenarlo con ella, por delante y por detrás claro... Precisamente, me lo había comprado así de grande para disfrutarlo ella, para que lo usase con ella (de hecho me doy cuenta ahora que yo misma casi no había disfrutado ese aparato, que lo había tenido muy pocas veces dentro de mi cuerpo y que, de hecho, todavía nunca había llegado a metérmelo por el culo), pero tenía también algo especial para mí: Sandra, por su formación como médico y por su deformación como salida sexual, tenía fijación por mi protuberante clítoris, le gustaba jugar con él, y se empeñaba en que consiguiese nuevas formas de disfrutarlo y sacarle partido, no paraba de decir que era una rareza comparable a tener una gran polla, de hecho a veces me obligaba a follarla con él, cosa que yo ya había hecho antes, sobre todo con Guille, aunque eso nunca se lo confesé a Sandra. El caso es que ese consolador tenía una parte en su base, por donde se sujetaba al arnés, haciendo la forma de los testículos, que por dentro tenía un pequeño agujero y un bultito. Ese bulto entraba en mi vulva cuando usaba el falso falo para penetrar a alguien, mientras que mi clítoris excitado se clavaba en el agujero, y yo sentía como si de veras estuviese follándome a esa persona, llegando a correrme casi siempre. Era como ser un tío de verdad. Lo tengo hace poco, ya digo, pero casi no lo uso, está reservado a unas cuantas personas muy especiales, no sólo por su descomunal tamaño, sino porque su efecto sobre mí hace que el acto tenga un punto ciertamente pervertido, algo sádico, sacando lo más hondo de mí, un extraño deseo de posesión masculino, me siento un hombre sediento de sexo, es algo que me da un poco de miedo y no me atrevo a compartir con cualquiera... De hecho, solo lo he usado, de momento, con Sandra, Meri y Guille. Con mucha gente creo que jamás lo usaré. Y, desde luego, no es lo más apropiado para desvirgar hoy a Javito... Pero ya estoy sobre él, a punto de hacerlo, ¡¡yuju!!!

Mi chico dio un respingo cuando notó el puñal que lo penetraba. Tenía metidas mis braguitas en la boca, y apretaba los puños sin motivo alguno. Debía estar sacándole un buen jugo a mi prenda íntima, que sin estar realmente cerda, llevaba como siempre un buen pastel. No en vano las expectativas de lo que iba a hacerle esta tarde habían estado calentándome durante todo el día.

Él mismo fue el único sorprendido cuando notó que aquello, lejos de dolerle, le proporcionó un placer infinito.

Por descontado que a mí no me sorprendió en absoluto, estaba segura de que le iba a gustar. Le va el sexo casi tanto como a mí que, no hace falta decirlo, disfrutaba follándomelo como una niña el día de reyes. Estaba penetrando a uno de mis mejores amigos, uno de mis amantes más estables, siempre celoso de su hombría, siempre dispuesto a demostrar su superioridad sobre mí. Parte del placer que encuentro en penetrar a otras personas, yo, que soy una sumisa de libro, es la sensación de sometimiento físico, psíquico y sexual a mi cuerpo, a mi persona. Siempre me ha gustado jugar, pero jugar ganando. Cada vez me sorprende más esta faceta sádica de mi sexualidad, pero también me gusta cada vez más... Y no sólo a mí, es que resulta, soy capaz de volverles locos a ellos y ellas. También a Javito, ahora. Pero eso ya sabía que iba a ser así.

Uno más para mi lista.

Me gusta entregarme, ser follada, a veces salvajemente. Esa es una lista. La otra es de los que se han sometido a mí, de una u otra manera. Cada vez es más larga, y siempre repiten. Y hoy, como última incorporación, está mi amigo Javito. Enseguida me empezó a demostrar que también él lo estaba pasando de miedo. Era un pasivo nato, como tantos de los verdaderos homosexuales que han reprimido su deseo durante demasiado tiempo. Progresivamente fui incrementando el ritmo y la profundidad de las embestidas, al tiempo que los gritos de Javito fueron incrementándose en intensidad. Yo contribuía con sensuales sonidos a aumentar la excitación del chico. Aunque este consolador no tuviese el artilugio para excitar mi clítoris, lo tenía tan salido, y la situación de estar follándome un culo de hombre me ponía tan bruta que, sin estar cabalgando hacia el orgasmo, mi cuerpo estaba pasando también un momento más que agradable.

Cuando tensionó el cuerpo y dejó de moverse supe sin ningún género de dudad que mi chico había llegado al clímax. Y yo también estaba exhausta y tras unas cuantas penetraciones secas y violentas de propina, más para saciarme yo misma que por otra cosa, me tumbé junto a él mirando el techo.

- ¡Qué pasada! - comentó Javito una vez repuesto.
- Te lo dije… - jijijijiji. Realmente esperaba algo así. Ni media queja, sino todo lo contrario. Maricón perdido, mi machito. Me encantan así. Sobre todo cuando, a pesar de todo, además saben hacerme gozar cuando lo necesito. Y Javito sabe.
- Es increíble. Jamás podría habérmelo imaginado. - mentiroso, pensé. Llevas toda tu vida imaginándolo. Y lo que todavía es peor, deseándolo. Tú eres de los que estas cosas no te pillan de sorpresa, como cuando nos liamos por primera vez. Sabías que tenía que pasar, antes o después, tan bien como yo. Pero no dije nada de esto. No ganaba nada picándole con la verdad, pudiendo picarle igual, o más, de cualquier otra manera más inocente.
- ¡Eh! No le vayas a coger gusto y te cambies de acera. - dije, pensando que una estupidez de ese tipo serviría de bálsamo para su conciencia, que seguro que andaba algo más escocida que su culo.
- ¿Yo? ¡Ni hablar! - su tono ya no era tan convincente.

La película ya hacía tiempo que concluyó.

- Oye, Lau... ¿de dónde has sacado eso?
- ¿Qué?
- El… consolador que has usado para follarme.
- Pues... de debajo de la colcha. Lo traía escondido para que no salieses corriendo… jijiji.
- ¡No… no te hagas la graciosa! Que dónde lo has comprado, pregunto
- Es una larga historia, y... no creo que estés preparado todavía para saberla. Tal vez algún día pueda contártela, pero no ahora, desde luego.
- ¡No jodas! ¡Cuéntamelo, no sea p...!
- No… otro día. Y no soy puta. Al menos hoy, no lo soy. No para ti. TÚ, eres mi putito esta tarde ¿recuerdas? - corté seriamente - Vamos a bañarnos… - le pedí con mi tono más dulce. Necesitaba un poco de cariñitos suyos. Que me dijese lo mucho que me deseaba, y ahora también lo mucho que le gustaba que le follase...
- Buena idea. Estamos asquerosos.
- ¡Hombre! Gracias por el piropo…
- Corrección. Estoy asqueroso. Tú estás estupenda…
- Eso está mejor.

Cuando nos levantamos se hizo evidente la enorme mancha que había quedado en la tela.

- ¡Vaya! Ehh... Nunca pensé que esto pudiese hacerme llegar hasta...
- ¿Hasta correrte? No lo dudes ni por un segundo, el sexo anal no tiene nada que envidiar a ninguna otra práctica. Además, te has iniciado con una gran opción. ¿De verdad que creías que tu amiga Laura iba a follarte el culo y que tú ibas a ser capaz de aguantar sin correrte? ¡¡¡Jajajajajaja!!!
- Bueno, puestos a, hubiese sido mejor con un tío...
- No, qué va... con un tío nunca te hubieses atrevido... era conmigo, o nunca.
- ... - me pareció que quería decir algo... ¿Tenía alguna pasión secreta? Me moría de curiosité. Pero no iba a perder tiempo ahora en tonterías, antes o después acabaría sabiéndolo. Ahora lo que quería era un poco más de marcha.
- Además, puedo asegurarte que follo culos y coños mejor que la mayoría de vosotros.
- Tampoco te pases, morena...
- ¿No? Pues tú mismo me has durado poco, te has ido en seguida. Una gran corrida, eso sí - sonreí mirando la tela empapada. - Y no es la primera vez que te pasa ¿eh? que alguna vez me has dejado a medias... jijiji
- ¡Qué dices! ¡Serás...! ¡Te vas a enterar! Como te coja…

Empezamos a corretear desnudos por el piso, yo todavía con mi miembro falso, empalmado y bamboleándome de un lado a otro entre las piernas.

- ¡Socorro! – gritaba entre risas.

Javito me atrapó a la entrada del baño. Nos fundimos en una guerra de lenguas, tórrida, sensual y lasciva.

- Anda, chúpame la polla un poco, mi niño, le pedí, con toda mi lujuria desatada.

Javito no se pensó ni un segundo la posibilidad de negarme el placer que le solicitaba. Sumiso, empezó a bajar por mi cuerpo dedicándome con su boca, lengua y labios, las mayores de sus atenciones. Se detuvo un buen rato magreando mis excitadísimos pechos mientras me sobaba el pene de plástico. Siguió bajando por mi firme abdomen, por mi pubis casi rasurado por completo, sólo para él, y empezó a comerme, sumiso, el aparato que me colgaba entre las piernas. No era tampoco la primera vez que hacía algo así, desde luego, pero tampoco había previsto hacerlo. Con Javito no había pensado inicialmente que pudiera llegar a tanto, no al menos la primera vez. Pensé en follarle la boca al principio, pero su entrega era total, mamaba como una puta en celo, como si le fuese la vida, como si mi verga fuese de verdad. Estaba desatado. Vencido y sometido, podía contar ya con él para cualquier perversión que se me pasara por la cabeza. Pero ahora, a lo mío. Mientras mamaba, Javito se pajeaba y me masturbaba con ganas. Yo me entregué a sus buenas artes. Iba necesitando un buen orgasmo, y él me lo iba a dar.

Mientras me llevaba al cielo, decidí que se habían acabado los jueguitos homosexuales por hoy. Necesitaba ahora un hombre que me hiciese sentir todo lo mujer que puedo llegar a ser. Eso implicaba una larga noche de sexo y sudor, y Javier era hoy la persona más indicada para dármela... Mmmmhjj mientas me corría, derecha hasta el séptimo cielo, me deshacía de placer imaginando todo lo que iba a hacer con él. Porque hoy Javito iba a hacer todo lo que yo quisiera, sin necesidad de tener que decírselo.

Mientras él terminaba, me desmonté el arnés. Entramos al baño, yo escondí mi falso miembro, y le seguí a la bañera. Después de una reparadora ducha, con un par de polvos incluidos, al cabo de una hora ya estábamos otra vez en el salón.

- ¿Y ahora qué hacemos? – dijo él una vez recogido todo el tinglado.
- ¿Otra peli? - dije traviesa.
- Por supuesto - contestó sonriendo.

...dicen de mí que tengo buen sabor
[email protected]


   
Citar
Etiquetas del relato
Compartir:

Descubre
Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos