Estábamos mi hermana, mi prima Angelita y yo debajo de un roble vigilando nuestras ovejas cuando mi hermana nos dijo:
-¿Vamos a robar una sandía a la huerta del Cojo?
Angelita se anotaba a todo.
-Vamos, si viene, como es cojo no nos va a atrapar.
-¿Tú qué dices, Quique?
Mi hermana quería saber mi opinión y se la di.
-Digo que podéis ir vosotras, yo me quedo vigilando las ovejas.
Las dos gamberras se levantaron y se fueron.
Angelita era menuda, con pocas tetas, poco culo..., con poco cuerpo y de belleza picassiana. Sus ojos eran azules, su nariz pequeña y aguileña, sus cejas pobladas y juntas, sus labios gruesos y su cabello negro y largo. Era mi prima por parte de padre, pero no la conocí hasta que su abuelo y sus padres regresaron a la aldea desde Argentina después de estar allí cuarenta años y de hacer fortuna.
Mi hermana Josefa era una muchacha que tenía todo en su sitio, pero a pesar de ser dos años mayor que yo, no tenía la cabeza bien amueblada, o sea, que se le cruzaban los cables con suma facilidad.
Pasado un tiempo regresaron. Mi hermana traía una sandía que debía pesar tres kilos, o algo más. La rompí con una piedra puntiaguda y mientras la comíamos, conversamos. Mi hermana le preguntaba a mi prima:
-¿Después de comer la sandía quieres que te ponga fina, Angelita?
Mi prima bajó la cabeza y se puso colorada, pero colorada de verdad. Luego levantó la barbilla, sonrió tímidamente y le dijo:
-¿Qué me harías para ponerme fina?
-Retocarte.
Se puso roja, roja, roja.
-¿Con tu hermano mirando?
-Sí, así va viendo la evolución de tu cara.
A Angelita se le caía la cara de vergüenza, pero se atrevió a preguntar:
-¡¿Coges con tu hermano?!
-¿Qué?
-Si coges con tu hermano.
Le volvió a responder con la misma pregunta.
-¿Qué?
-¿De qué me estabas hablando?
-De depilarte las cejas. ¿Y tú?
Angelita estaba cortada.
-Yo, yo me había equivocado.
Mi hermana de tonta no tenía un pelo.
-¡¿Te pensabas que quería follar contigo?!
Angelita no sabía donde meterse.
-Olvida lo que te he preguntado.
-No me has respondido.
Como veía que no se podía zafar, fue franca.
-Es obvio que sí, que pensé que querías coger conmigo.
Esperaba que a mi hermana se le cruzaran los cables, pero no, le preguntó:
-¿Eres tortillera?
-No sé.
-Sí que lo sabes.
-No, no lo sé.
Mi hermana me miró y me preguntó:
-¿Se las salamos?
La idea me gustaba.
-¿Las de arriba?
-Las de arriba primero y la de abajo después.
Angelita nos miraba sin entender nada.
-¿Qué es eso de salar las de arriba y la de abajo?
No le respondimos, pero lo iba a saber. Mi hermana se puso a su izquierda y yo me puse a su derecha. Le agarramos los brazos, le levantamos la camiseta y las copas del sujetador, arrancamos hierbas del suelo y se las frotamos contra las tetas, unas tetas pequeñas, duras, con areolas rosadas y pequeños pezones. Angelita se retorcía, pataleaba y reía sin parar. Luego, mi hermana le bajó las bragas, arrancó más hierbas y se las frotó en su coño peludo. La mano resbaló sobre el coño empapado. Angelita dejó de reír y de patalear y se quedó mirando fijamente a mi hermana. Josefa dejó de frotar su coño, y me dijo:
-Es tortillera.
Le pregunté:
-¿Cómo lo has sabido?
Me enseñó la palma de su mano.
-Por esto.
-¡Coño! Se moja más que tú.
A mi hermana no le sentó nada bien que la descubriera.
-¡Tienes el puto vicio de sacar la lengua a paseo!
Nos habíamos olvidado de que teníamos sujeta a Angelita.
-¿Me queréis soltar? A mí no me importa si cogéis o no, eso es cosa vuestra.
Mi hermana necesitaba hacer una puntualización, falsa, pero puntualización.
-Para que te quede bien claro, mi hermano y yo no follamos, nos hacemos pajas juntos, que es algo muy distinto.
-Tan distinto no es.
Le pregunté a mi hermana:
-¿Y si la follamos para asegurarnos de que no se va de la lengua?
-¿Te vas tú de la lengua y quieres que las pague ella?
Angelita tenía que estar muy cachonda, ya que nos dijo:
-No me importaría ser cogida.
Mi hermana, ni corta, ni perezosa, le preguntó:
-¿Te vale mi hermano?
-No, quiero coger contigo.
A mi hermana se le cruzaron los cables.
-Te voy a quitar las ganas de follar conmigo.
Josefa sacó unas pinzas de depilar del bolsillo del pantalón vaquero, se la puso en un pelo de la ceja izquierda, tiró a lo bestia y Angelita chilló:
-¡Ayyyy!
-¿Con quién quieres follar?
-¡Con nadie, con nadie!
Ya era tarde, mi hermana se ponía cachonda depilando a sus amigas y explotando mis espinillas, o sea, se ponía cachonda causando dolor, de hecho, la primera paja que habíamos hecho juntos fue justo después de explotarme tres espinillas y el primer polvo después de darme una paiza.
El caso fue que cuando terminó de depilar las cejas de Angelita y la miró, vio que se le había ido la belleza picassiana y había aparecido una belleza celestial, o eso le debió parecer a mi hermana, ya que le soltó el brazo y la besó, sin lengua, pues en aquellos tiempos no sabíamos que existían aquellos besos, bueno, no lo sabíamos mi hermana y yo, Angelita sí que lo sabía, porque le metió la lengua en la boca a mi hermana. Después del beso, Josefa, le soltó el brazo, Angelita la agarró por la cintura, yo le solté el otro brazo y mi prima se puso encima de ella.
Angelita, sentada sobre el vientre de mi hermana, comenzó a abrir los botones de su blusa, y me dijo:
-Vigila, Quique.
Mi prima me había hablado y yo no la había oído, pues estaba embobado mirándolas y me pitaban los oídos. Me dio un cachete en una pierna. Le dije:
-¿Qué?
-Que vigiles que no venga nadie.
-Vale.
Vi cómo le quitaba la blusa y el sujetador y luego como le daba una mamada a la teta izquierda, dos o tres segundos después le mamó la derecha, y luego fue de derecha a izquierda y de izquierda a derecha sin pararse en ninguna de ellas más de cuatro o cinco segundos. Cuando dejó de mamar, se puso a su lado y le bajó los pantalones vaqueros. Mi hermana tenía una sonrisa de oreja a oreja. Con los pantalones bajaron las bragas y al final salieron las zapatillas. Angelita se metió entre las piernas de mi hermana. Con dos dedos de su mano derecha le separó los labios vaginales y luego lamió de abajo a arriba. Mi hermana comenzó a gemir. Angelita le metió un dedo en la vagina, la masturbó y le lamió el clítoris de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor, luego, sin dejar de lamerle el clítoris, la masturbó con dos dedos y al final con tres. Mi hermana gemía como una loca, se mordía los labios, subía y bajaba la pelvis... Yo saqué la polla, mojada y empalmada y empecé a menearla. Josefa abrió los ojos y vio que me estaba masturbando. Poco después, los ojos se le cerraron, arqueó el cuerpo, y sacudiéndose, se corrió en la boca de Angelita. Yo me corrí sobre la hierba.
A mi hermana le debió gustar una cosa mala, pues lo primero que hizo fue sentarse sobre la hierba, agarrarle la cara con las dos manos a mi prima y meterle la lengua en la boca. Luego la desnudó y le hizo todo lo que Angelita le había hecho. Cuando Angelita sintió que se iba a correr, le dijo a mi hermana:
-Ponme la concha en la boca, prima.
Se la puso. Antes de comérsela, Angelita, me dijo a mí:
-Mete tu cabeza entre mis piernas y lame mi concha, Quique.
Me metí entre sus piernas, se las separé, la cogí por cintura, la levanté y no se lo lamí, lo que hice fue enterrar mi polla en su coño de una estocada.
-¡Me la has metido en la concha!
Mi hermana, frotando el coño contra su lengua, le dijo:
-Le pones el coño delante... ¿Qué esperabas?
-Que me lo comiera, no que me cogiera.
-Pues has tenido suerte.
-¿Por qué?
-Porque una amiga mía le dijo lo mismo que le has dicho tú y se la metió en el culo.
-¿Sería algo consentido?
-Sin sentido ninguno, a lo loco.
-No es momento para bromas. Tu hermano me está forzando y a mí no me gustan los hombres.
Ya que decía que la estaba forzando, le di fuerte, le di con ganas atrasadas.
-¡Ahora parece un perro!
Al hablar retiró la lengua y a mi hermana se le volvieron a cruzar los cables. La agarró por los pelos y le tiró de ellos para llevarle la boca al coño.
-¡Si andas quitando la lengua no me voy a correr!
Angelita sacó la lengua. Mi hermana movió el culo como si fuera un tiovivo y se volvió a correr en la boca de mi prima.
Josefa después de correrse quedó sofocada, pero no tanto como para no poder hablar. Me dijo:
-Lo que estás haciendo no está bien.
Angelita la corrigió.
-Ahora sí, ahora está bien.
-¿Pero no decías que no te gustaban los hombres?
-Calla, calla y bésame cuando acabe.
-¿Cuándo acabes de correrte? ¿No sería mejor que te bese mientras te corres?
Angelita se corrió unos segundos más tarde.
-¡Acabo! ¡¡Bésame!!
Mi hermana besó a Angelita mientras se corría. Yo la saqué y me corrí en la entrada de su ojete.
Mi hermana seguía con ganas. Agarró el trozo de sandía que quedaba y me frotó la polla con ella. La polla se me puso dura de nuevo. Josefa la agarró, la llevó a la boca y la mamó bien mamada bajó la atenta mirada de mi prima, que dijo:
-Sabía que cogías con tu hermano!
-¿Y qué?
-Nada, nada, sigue.
Mi hermana se puso a cuatro patas y me dijo:
-Métemela.
Me arrodillé detrás de ella, le lamí y le follé el coño y el ojete con la lengua y luego le froté en el coño y el ojete con la cabeza de la polla. Frotando le pregunté:
-¿Dónde quieres que te la meta?
-Donde te apetezca.
Angelita se puso a mi lado para ver donde se la metía. Le metí la polla hasta el fondo del coño, luego, la saqué y se la froté en el ojete, Angelia me la agarró, me la chupó y después la puso en la entrada del ojete, mi hermana echó el culo hacia atrás y la polla fue entrando lentamente hasta llegar al fondo del culo. Angelita no perdía detalle.
-Me estoy mojando otra vez.
Mi hermana comenzó a frotarse el coño con cuatro dedos. Angelia se metió dos dedos dentro de la vagina y también se masturbó. Al rato le eché las manos a las tetas a mi hermana, y magreándolas le di caña en el culo. Oyendo los escandalosos gemidos de las dos me puse tan cachondo que la follé como si fuera un perro, el resultado fue que me corrí dentro de su culo. Ellas se corrieron conmigo.
La ostia fue que al haber estado follando los tres, nadie vigiló y mi tía Eugenia, o sea, a la madre de Angelita, nos había pillado con las manos en la masa. Tuvo la serenidad de esperar a que acabáramos para darnos los bocadillos y los refrescos que nos traía y luego guardar la compostura para no decir nada de lo que había visto, y menos de lo que había hecho mientras nos miraba. Os preguntaréis cómo lo supe. A continuación os lo cuento.
Se había ido toda la familia a la feria. El indiano, o sea mi abuelo, por parte de padre, iba a comprar un caballo, pero los había invitado a todos a comer los callos y el pulpo. Yo no fui porque estaba castigado. Mi tía no fue dando la disculpa de que le dolía una muela. Llegó a mi casa a eso de las once de la mañana, como la puerta estaba abierta, entró y me llamó.
-¡Quique!
Le respondí desde el piso de arriba.
-¡Estoy aquí! ¿Necesita algo?
-Baja que hay algo de lo que tenemos que hablar.
Bajé las escaleras de madera y la vi en la cocina. Vestía una falda azul, larga y de tablas, una blusa blanca, y calzaba unas chanclas de tiras.
-Usted dirá.
Se sentó en una silla y me habló como me hablaba su hija, con acento argentino y con expresiones como concha, boludo, vos. che, acabar..., hasta llegó a decir que me faltaban dos jugadores, pero al pasar tanto tiempo de esto, como es obvio, no me atrevo a reproducir todas sus palabras, lo escribiré en español y meteré algo de argentino. Me dijo:
-No te voy a decir, me vas a decir tú.
-¿Qué quiere que le diga?
-¿Por qué forzaste a mi hija?
Me pilló en fuera de juego, solo se me ocurrió preguntar:
-¿Se lo dijo ella?
Mentía sin despeinarse.
-Me lo dijo esta mañana y he venido a hablar contigo a ver si puedo evitar hablar con tus padres. ¿Por qué la forzaste?
-Porque me puso el coño delante, me dijo que se lo lamiera y no pude evitar entrar a matar.
-¿Qué estaba haciendo cuando te dijo eso?
-Le estaba comiendo el coño a mi hermana.
-Eso es lo que me dijo ella.
De sus palabras deduje que sabía que a su hija le gustaban las mujeres.
-Como comprenderá, al ver el coño mojado delante de mis narices, se la metí hasta las trancas.
-No, no comprendo, si te dijo que le lamieras la concha, debiste lamérsela, no coger con ella. Voy a tener que hablar con tus padres.
-¿Y les va a decir lo de mi hermana?
-Por supuesto, se lo contaré todo.
A mí no me importaba que me castigaran, si es que me castigaban, porque mi padre desde luego no me iba a castigar, por follar a mi prima después de lo que me había dicho, pero lo de mi hermana ya eran palabras mayores, a ella sí que la iban a poner fina, especialmente mi padre. No me quedaba otra que abusar de mi tía para obligarla a que callase la boca, pero antes gasté mi última bala.
-¿No hay nada que pueda evitar que se lo diga?
-Sí, hay una cosa que podría evitarlo.
-Dígame qué cosa es esa.
-Que abusen de ti, como tú abusaste de mi hija.
-¿Quién va a abusar de mí?
-Yo.
No sabía cómo iba a abusar de mí, pero me gustaba la idea.
-Abuse.
Mi tía, que era una mujer morena, de estatura mediana, ojos negros, cabello corto, ni gorda, ni flaca, ni alta, ni baja, ni fea, ni guapa, y que tenía unas buenas tetas y un buen culo, me dijo:
-Desnúdate.
Me desnudé y mi tía vio que ya estaba empalmado.
-Tienes un buen muelle en la pija. Date la vuelta que te quiero ver el culo.
Me di la vuelta.
-Bonito culo. Gírate, agarra la pija, ven aquí, pónmela enfrente de los labios y hazte una paja.
Hice lo que me dijo.
-Quiero ver como te sale la leche.
Le pegué una paliza a la polla mirando para mi tía y al rato me corrí, me corrí en sus labios, en su mentón, en su cuello, en su nariz y en sus ojos, me corrí como un cerdo. Mi cara de felicidad desapareció cuando me dijo:
-Límpiame la cara con la lengua.
No me gustó su orden.
-Eso...
-Eso es humillar a una persona, que fue lo que tú hiciste con mi hija.
Le limpie la leche de mi corrida con la lengua.
-Date la vuelta, regalado.
Me rebelé.
-Yo no soy un regalado.
-Tú eres lo que yo diga.
Mi tía Eugenia se estaba regodeando de mí, pero con mi consentimiento, pues después de lo que me había obligado a hacer sabía que ya no le podía decir nada a mis padres. Me di la vuelta y le puse el culo delante de la cara. Me dio dos azotes en las nalgas y después me la separó y me lamió el ojete. La polla, que se había perdido cuerpo, se volvió a poner dura. Me la agarró con la mano derecha y me la peló mientras follaba mi ojete con su lengua.
-¿Ves cómo eres un regalado?
No le lleve la contraria. Me dejé ir sabiendo que me iba a correr. Cuando me metió el dedo en el culo di un brinco. Me preguntó:
-¿Vas a acabar?
-Sí.
Dejó de jugar conmigo. Se desabotonó la blusa y se quitó el sujetador. Vi unas tetas grandes, decaídas, con enormes areolas oscuras y tremendos pezones.
-Frota tu pija contra mis pezones. Quiero tu leche en ellas.
Froté la polla contra los pezones y en nada, me corrí en sus tetas.
Al acabar me quiso volver a humillar, pero ya no pudo, pues le había cogido el gusto a la guarrería.
-Límpiamelas con la lengua.
Las limpié. Limpiándolas, se las lamí y se las mamé, lo hice sin que ella protestase, simplemente me dejó hacer. Al dejar de lamer y de mamar, se levantó de la silla, se quitó la falda y me dijo:
-Bájame las bragas lentamente y después dámelas.
Al bajarle las bragas lentamente vi cantidad de hilillos de jugos pegados a las bragas, que se fueron estirando hasta que por fin se desprendieron. Después de quitarle las bragas se las di. Les dio la vuelta para que se vieran todos los jugos y me dijo:
-Lame.
Lamí los jugos que empapaban las bragas blancas, unos jugos que sabían agrios, pero que a mí me gustaron.
-Ahora arrodíllate y cómeme la concha.
Me arrodillé y le lamí el coño con voracidad. Mi tía perdió los papeles. Me enganchó por las orejas, apretó su coño contra mi lengua y movió la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo, la movió a toda mecha hasta que se corrió en mi boca, gimiendo y con un terrible temblor de piernas.
Al acabar de correrse me puse en pie, le di dos azotes en el culo y le dije:
-Tira para el piso de arriba que te voy a poner el coño como un bebedero de patos.
Me miró con ojos de gata y poniendo cara de mala leche.
-¡¿Qué tú, qué?
-Que si no subes para el piso de arriba, le digo a mi padre lo que te acabo de hacer y unas cuantas cosas más.
-¡No te atreverías!
Me reí en su cara.
-Oh, sí que me atrevería.
-Y yo le diría que follas con tu hermana.
-Nada vamos a decirle, porque vas a subir conmigo.
Mi tía entregó la cuchara, es un decir, pues es obvio que había venido a mi casa a follar como una perra.
-Eres un cabrón.
-Y tú una gamberra.
Mi tía Eugenia recogió su ropa y subió las escaleras detrás de mí. Fuimos para mi habitación, me eché boca arriba sobre la cama y le dije:
-Ven y fóllame a mi gusto.
Tiró con la ropa al piso, se echó a mi lado en la cama y me dijo:
-¿Cómo es, a tu gusto, perro?
Toqué los labios con la yema del dedo medio de mi mano derecha.
-Cómeme la boca.
Sacó toda la lengua de la boca y la fue metiendo lentamente dentro de la mía, se la chupé y ella me la chupó a mí. Nos dimos un beso de película XXX. Luego volví a poner el dedo en los labios y le dije:
-Quiero tus tetas aquí, primero una y después la otra.
Me puso el pezón de la teta izquierda entre los labios y luego fue bajando la teta hasta que el pezón quedó dentro de mi boca, se lo chupé, se lo lamí y luego le lamí y le chupé la areola. Poco después me puso el pezón derecho entre los labios y volvió bajar la teta lentamente hasta que el pezón quedó dentro y le hice exactamente lo mismo que le había hecho en la otra teta. Me volvió a dar las tetas varias veces. Al rato puse el dedo en los labios y le dije:
-Quiero tu coño aquí.
No se hizo de rogar. Me puso el coño en la boca, yo le eché las manos a las tetas, saqué la lengua y le lamí el coño mojado. Eugenia no se movía, estaba disfrutando de cada lamida, y digo disfrutaba de cada lamida porque la sentía gemir. Llegó un momento en que necesitó polla. Me preguntó:
-¿Tienes preservativos?
-Nunca los he usado. Siempre he dado la marcha atrás a tiempo.
Le valió lo que le dije, ya que se sentó sobre mi polla y comiéndome a besos, me dio coño para parar un tren.
A duras penas pude aguantarme, pues era una fiera follando. Su culo subía y bajaba a la velocidad del rayo, su clítoris se frotaba contra mi pelvis y luego volvía a subir y a bajar... Así estuvo hasta que una de las veces que frotaba su clítoris contra mi pelvis, se puso tensa y luego me chupó la nariz. Sentí cómo su vagina apretaba mi polla y luego como cantidad de jugos calentitos me la bañaban... La corrida fue larga, muy larga, tan larga que pensé que de tanto chupar mi nariz me la iba a dejar como la de pinocho después de mentir. Dejé que acabara de correrse, me puse encima de ella y le di a romper para correrme, y me corrí, pero también le vino a ella. Quise quitarla, pero me clavó las uñas en el culo, me apretó contra ella y nos corrimos juntos.
Al acabar de corrernos, en vez de enfadarse por haberme corrido dentro de ella, me preguntó:
-¿Me limpias la concha con la lengua?
Ya no me lo ordenó, me lo preguntó, y a mí cuando me piden las cosas con buenas formas, pues eso, que le lamí el coño. Lamiéndole el coño la puse a la línea y luego seguí para Bingo.
Y aquí lo dejo, solamente os diré que tuve relaciones con las tres y con alguna más hasta que me fui a trabajar al extranjero, pero eso es pasado, ahora lo que más me gustaría es echarte un polvo y comértelo todo a ti, sí, a ti, a la que se mojó leyendo este relato, ese chochito mojadito... Ummmm. ¡Que rico!
Quique.
@quique que buen relato bro saludos desde Venezuela
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