Follando bajo el pino piñonero
Sandra era una joven morena, de estatura mediana, ojos negros, tenía el cabello marrón y largo, que llevaba recogido en dos trenzas. Sus tetas eran medianas, su culo redondo y prieto, su cintura estrecha y sus caderas anchas. Segismundo, su padre, al que todo el pueblo creía un pobre hombre porque pensaban que lo dominaba su mujer, era pastor, y la mayor parte del día lo pasaba en el monte con los animales, que eran cabras, ovejas y hasta cerdos que se hartaba de bellotas, cuando era la época.
Sandra, a veces, iba con su padre a pastorear, no es que le gustara mucho, pero era lo que había en aquellos tiempos de escasez. Aquel día habían llevado dos tortillas de patatas y una bolla de pan para comer, y una bota de vino tinto para beber. Estaban bajo un pino piñonero sentados uno frente al otro sobre la hierba, los separaba un mantel azul sobre el que estaba una cesta, cesta de la que Sandra sacó la bolla de pan, la tortillas y la bota de vino. Luego de poner todo sobre el mantel, le dijo Sandra a su padre:
-Ayer noche, mamá, le zurró de nuevo. ¿Por qué fue esta vez?
Segismundo, que era un cuarentón, de estatura mediana, moreno, y muy flaco, le respondió:
-No me zurró.
-Zurró, padre, zurro, oí el ruido de las bofetadas que le daba.
-No eran bofetadas, las bofetadas se dan en la cara, hija.
Sandra le dijo con sorna:
-No se las daba en la cara, se las daba en el culo, como a los niños.
-En el culo era, pero no me las daba ella a mí, se las daba yo a ella. Son cosas que tú no entenderías.
-No, la verdad es que no entiendo nada y me gustaría entenderlo.
-Deja ya ese tema. ¿Cómo te va con Juan?
Sandra se iba a quedar con las ganas de saber que pasaba en el dormitorio de sus padres. Le respondió:
-Con Juan me va mejor cada día.
-Me alegro, la verdad es pensé que nunca llegaríais a nada.
-¿Por qué pensaba eso?
-Cosas mías, pero por lo que se ve estaba equivocado.
-¿Quiere hablar claro?
- Creí que..., vamos a dejarlo.
-Usted lo deja todo. ¿Cree que me gustan las chicas? ¿Es eso?
-Sí, eso es.
Sandra partió con la mano un trozo de su tortilla, lo comió y luego le dijo:
-Pues tiene razón, me gustan las chicas, pero también me gustan los chicos.
Segismundo no se alteraba por nada.
-Eres muy rara, pero no voy a ser yo quien te juzgue.
Comieron y bebieron y después, Segismundo, se echó sobre la hierba para tomar la siesta, Sandra no pudo tomarla porque no podía perder de vista a los animales.
Segismundo, que estaba tomando la siesta panza abajo, se dio la vuelta. Sandra vio que tenía una tremenda erección que hacía una especie de cucurucho en su pantalón de pana. Habló sola.
-Miro, no miro...
La curiosidad pudo con ella. Le bajó la cremallera del pantalón con mucho cuidado. La polla, que se había escapado del calzoncillo por la abertura de este, se puso a mirar para las ramas y para las piñas de pino piñonero. Sandra, sentada al lado de su padre, se la tocó con un dedo y la polla se movió hacia atrás y hacia delante.
-Está viva.
Le tocó tres veces más y a polla hizo los mismos movimientos.
-¿ A qué sabrá?
La curiosidad de nuevo pudo con ella. Le pasó la lengua por el glande.
-No sabe a nada.
Después de lamerlo vio como una gota de aguadilla salía del meato. Volvió a lamer y luego la saboreó.
-Sabe a verdura.
Estaba excitada. Sintió la humedad en sus bragas.
-Tengo que darme una alegría.
Se quitó sus grandes bragas blancas, las puso al lado del pino piñonero y comenzó a masturbarse... Miraba para la polla de su padre y magreaba su teta izquierda por encima de la camiseta cuando Segismundo abrió los ojos, la vio y dijo:
-¡Qué coño estás haciendo, guarra!
Sandra, sobresaltada, quitó la mano del coño y se puso en pie. Segismundo vio que tenía la polla fuera del pantalón, se incorporó y la guardó.
-¡Qué has estado haciendo con mi polla?!
Sandra no sabía qué decir. Segismundo se puso en pie.
-¡Contesta!
Bajó la cabeza y le mintió.
-Nada, solo quería saber como era.
-¡¿Y como es, puta?!
-No me llame puta, padre.
-Eres una puta y encima de las que no cobra.
-No, no lo soy.
-Sí que lo eres, te voy a poner el culo como un pimiento morrón a ver si te quita la putería.
Se puso detrás de ella, le levantó el vestido, le dobló el cuerpo hasta que hizo con él un ángulo de noventa grados y luego le dio a base de bien en las dos nalgas.
-¡¡Plasssss, plassssss, plassssss, plassssss, plasssss, plasssss, plassss, plasssss!!
Al dejar de darle, le dijo:
-Esto debía haberlo hecho hace años, así no salías como has salido.
Sandra, arrimando su espalda al pino piñonero, llorando y frotando el culo con las dos manos, le dijo a su padre:
-Lo siento, padre.
-No me cabe duda que lo sientes y más que lo vas a sentir si no me dices que le has hecho a mi polla para empalmarla.
-No le hice nada, se le puso así mientras dormía.
-Puede ser, pero, ¿qué le has hecho después de sacarla?
-Le toqué con un dedo.
La amenazó.
-¿Y qué más? Dime la verdad si no quieres que te vuelva a dar
-Se la lamí, pero solo un poquito.
-¿Y no me la chupaste?
-No.
-¿Por qué no?
-Porque tuve miedo de que despertase.
-Me confirmo en lo dicho, eres una puta.
-No, no soy una puta.
Segismundo estaba muy cabreado.
-¡Lárgate para casa, no te quiero a mi lado!
Sandra se marchó, pero cuando llevaba caminado unos cien metros, se acordó que había dejado las bragas al lado del pino piñonero. Regresó al lugar del crimen y no vio a su padre ni vio sus bragas. Sintió un ruido sordo, como el de un roce. Venía de detrás del pino piñonero. Fue a mirar que lo causaba y vio a su padre masturbándose. Tenía sus bragas cubriendo la polla y su mano derecha, las apretaba contra la polla, al tiempo que la subía y que la bajaba. Le dijo:
-¿Se está haciendo una paja a cuenta de la puta?
Segismundo, que tenía los ojos cerrados, se llevó un sobresalto que puso su corazón a ciento veinte latidos por minuto.
-No, yo...
-Usted sí, siga, pero dejé que se vea la cabeza de la polla, quiero ver salir la leche.
Segismundo quitó las bragas de la polla.
-No vas a ver nada.
Sandra se hizo la importante.
-Vale, me voy para casa, pero le voy a contar a mamá lo que le he visto hacer detrás de un pino piñonero.
-Tú no le harías eso a tu padre.
-Yo, no, pero la puta, sí.
-Eres...
-Una puta, según usted .
-Tú ganas, me correré para que veas salir la leche.
Segismundo volvió a menearla, ahora sin las bragas cubriendo la polla. Ni diez segundos llevaba machacando la polla cuando Sandra levantó la falda y le enseñó el coño peludo.
-¿Mejor así, padre?
-No debías hacer eso.
-¿Quiere ver como me masturbo?
Sin dejar de menearla, le respondió:
-No, no quiero verte.
Al rato, masturbándose, le dijo:
-¿Quiere ver mis tetas?
-No, pero como vas a hacer lo que te salga del coño...
Sandra dejó de tocarse, se quitó la camiseta, el sostén y la falda, y se quedó llevando encima unos calcetines marrones y unos zapatos.
-¿Le gusta lo que ve?
Segismundo estaba viendo unas tetas medianas, redondas, con areolas oscura y pezones medianos y un coño peludo... Estaba viendo una maravilla de mujer, pero no le podía dar más alas, por eso le respondió:
-No, no me gusta nada lo que estoy viendo.
-¿Entonces no quiere follar con la puta?
-No, no quiero.
-Pues va a follar conmigo aunque no quiera.
Fue al lado de su padre y le puso el coño en la boca,
-Coma mi coño y métame mano en las tetas si quiere que no me vaya de la lengua.
Segismundo dejó de masturbarse, le echó las manos a las tetas y luego le lamió el coño mojado.
-¡Me voy a correr, padre!
Segismundo no se lo podía creer.
-¡¿Ya?!
-Sí, siga lamiendo.
Siguió lamiendo y ni diez segundos tardó en decir:
-¡Me corro en su boca, padre!
Al correrse se le estremeció todo el cuerpo e hizo que se estremeciera el de su padre al ver como se corría.
Al acabar, Sandra, le dio un pico a su padre, y le dijo:
-Quiero ver como se corre y también quiero conocer el sabor de su leche. Acabe la paja.
Segismundo quiso acabar con aquello.
-No voy a acabar nada, dile a tu madre lo que quieras.
-Lo de los azotes y lo de la paja con mis bragas...
No la dejó terminar.
-Sé que no le vas a decir nada, falsa.
-Soy falsa y puta, muy puta y más le vale no jugar con fuego.
-No voy a seguir tu juego.
-Si no se masturba, lo masturbo yo.
Sandra le agarró la polla del mismo modo que la tenía agarrada su padre y la meneó como la había estado meneando él.
-¿Si le lamo la cabeza de su polla se correrá antes?
-No seas guarra.
Lamió y se la peló. Salió aguadilla en cantidad. Viendo salir la aguadilla, lo vacilo.
-¿Unas mamaditas, padre?
-¡Qué ostias merecías!
-Sí, pero no me las va a dar porque está gozando como un perro.
Se la mamó. Al rato, Segismundo le dijo:
-Deja de mamar que me voy a correr.
Sandra dejó de mamar y vio cómo salía un chorro de leche. No esperó por el segundo chorro, metió la polla en la boca y mamando con lujuria se tragó la leche. Luego se sentó sobre las rodillas de su padre y le dijo:
-¿Me desvirgo con usted o prefiere que me desvirgue con Juan?
Segismundo seguía haciendo el tonto.
-Quiero que sigas siendo virgen.
Sintiendo la polla mojar su muslo derecho, le dijo:
-Nunca he visto a nadie que mienta tan mal como usted.
Sandra se sentó sobre la polla de su padre y la fue metiendo lentamente en el coño. Sintió como si la piel de la polla fuera lija, una lija que le iba rascando las paredes vaginales. Hasta grima le daba aquella sensación, además de ser dolorosa, pero no sangró, los dedos que se metía debieron ayudar para que esto no ocurriera, los dedos y la polla de su padre, que no era larga ni gorda, por ser, era más bien delgada.
Con toda la polla dentro de su coño, se quedó quieta.
-Béseme.
-No voy a besarte.
A Sandra le llegó la leche a las tetas.
-¡Deje de joderme la paciencia con sus tonterías, padre! Que tiene su polla dentro de mi coño, carallo.
-Tienes razón, no volveré a joderte la oaciencia.
Comenzaron los besos, los magreos, las mamadas de tetas y las preguntas.
-¿Por que le azota el culo a madre?
Segismundo se abrió.
-Porque la excita que le caliente el culo. ¿Te parece extraño?
Sandra le lamió una oreja, movió el culo alrededor y luego le respondió:
-No, no me extraña, yo me mojé cuando me azotó el culo.
Le dio dos cachetes e el culo.
-Plassss,plsssss.
-De tal palo, tal astilla.
-Aún va a resultar que madre manda lo que usted le deja mandar.
-No va a ser, es.
Le besó el cuello y los ojos.
-¿Y no le importaba lo que decía la gente cuando le chilla en el camino, o lo que pensaba yo cuando le chillaba en casa?
Segismundo le apretó los pezones y le chupó el cuello.
-Lo que piense la gente me resbala, y tú bien sabes que nunca hemos llegado a las manos.
Sandra seguía moviendo el culo alrededor.
-Eso es cierto. ¿Comienza a darme usted, o quieres que me dé yo?
-Mejor será que me sigas follando tú.
Sandra fue subiendo y bajando el culo lentamente y luego fue aumentado el ritmo, la fuerza y la profundidad de las clavadas. All rato le preguntó:
-¿Le gusta cómo lo hago, padre?
-Si, hija, lo haces muy bien.
Tiempo después, con el coño totalmente lubricado con los jugos y la aguadilla, lo subió y bajó a toda mecha, buscando el orgasmo.
-No se corra dentro de mí, no se corra, no se corra. ¡Me voy a morir de gusto! No se corra, no se corra, no se corra. ¡Me corro!
Segismundo, a duras penas, se pudo contener, pero se contuvo y acabó corriéndose en la entrada de su coño.
Era el comienzo de un largo reguero de polvos. Aunque los de sun padre no serán los únicos polvos que iba a echar.
La primera experiencia lésbica de Sandra
Sandra pasó por delante de la casa del hermano de su novio con una bicicleta de mujer de la mano y cojeando. Isabel, la esposa del hermano de su novio, que estaba barriendo la entrada de la casa, la vio y le preguntó:
-¿Qué te pasó, Sandra?
Sandra se detuvo para responder:
-Me caí de la bicicleta y me hice daño en una rodilla.
-Ven que te hago las curas.
-Me las hará mi madre al llegar a casa.
-Con lo bruta que es ya la estoy viendo echándote alcohol en la herida, se me estremece el cuerpo al pensarlo.
Sandra sabía que Isabel era enfermera, por eso le preguntó:
-¿Tú qué le echabas en el hospital?
-Nada que picara.
Sandra fue junto a Isabel, apoyó la bicicleta a la pared de la fachada de la casa. A continuación entró en la morada después de ella y cerró la puerta.
En la sala, Isabel, que llevaba puesta una camiseta floja, de manga corta, de color blanco y un pantalón marrón, acampanado, y que calzaba zapatos marrones con bastante tacón, le miró para el roto de los vaqueros, vio las rascaduras de las rodillas y le dijo:
-Baja los pantalones y siéntate en el sofá mientras voy a buscar el botiquín.
-¿No está tu marido en casa?
Yéndose, le respondió:
-No, se ha ido de caza.
Cuando Isabel regresó con el botiquín, Sandra seguía de pie.
-Te dije que te sentaras en el sofá.
-¿No me puedes hacer la cura así?
-No, hay que asegurarse de que no tienes nada roto.
Se sentó. Isabel se inclinó, le echó las manos a la pierna izquierda e hizo que la encogiera y la estirara.
-¿Te duele?
Sandra, mirando como le colgaban las tetas a Isabel, le respondió:
-No, pero me molesta.
-Solo tienes un hematoma y unos rasguños.
Le echó agua oxigenada en la herida, se la limpió con una gasa y después le puso una gota de tintura de yodo, luego devolvió el agua oxigenada y la tintura de yodo al botiquín y después se puso en pie.
-Ya está.
-Gracias.
-De nada.
Sandra se puso en pie para ponerse el pantalón. Isabel la miró y le dijo:
-No le quitabas la vista de encima a mis tetas
-Tú no follas con Juan. ¿A qué no?
-¿Lo dices por qué te miré para las tetas?
-No, yo si estuviera en tu lugar también miraría.
-¿Entonces por qué lo dices?
-Por las bragas que llevas puestas, esas bragas son de los tiempos de Enrique VIII, si te las llega a ver Juan, le quitas las ganas de darte calor.
Se subió el pantalón y se volvió a poner las sandalias.
-No quiero que me dé calor, de momento.
-Cuando le dejes darte calor se va a llevar una tremenda desilusión. Una mujer se debe poner braguitas y sujetadores sexis para excitar a su pareja.
-¿Tú te pones esas cosas?
-Antes de follar con mi marido, si es por la noche, sí.
-¿Y después?
-Después duermo desnuda.
-¿Y durante el día?
-Para andar por casa no uso bragas ni sujetador, pero para salir me pongo unas braguitas y un sujetador. Tengo conjuntos en blanco, en negro, en rojo y en azul.
-¡¿No llevas nada por debajo en este momento?!
-No, no llevo nada debajo.
-No te creo.
-¿Qué es lo qué no te crees, lo de mis conjuntos o que no llevo nada debajo?
-Dudo de todo lo que has dicho.
Isabel se quitó el botón que le sujetaba el pantalón en la cintura, se bajó la cremallera, le enseñó los pelos del coño y luego subió la camiseta y le enseñó las tetas.
-¿Te convences ahora?
-Sí, pero tienes unas cosas...
-¿Quieres que baje un poco más el pantalón?
-¿Para qué?
-Para que mires como es mi coño.
Sonrió y la miró con cara de mosquita muerta.
-Haz lo que quieras, estás en tu casa.
Se acercó a ella, le cogió una mano y se la llevó a su teta izquierda.
-Toca.
Con la cabeza gacha, y haciéndose la corta le palpó la teta. Isabel le levantó el mentón con un dedo y le dio un pico.
-¿Te gustaría que te hiciese el amor?
Lo estaba deseando, pero le dijo:
-No sé.
-¿Ese, no sé, es un sí?
-Es un no sé.
Le dio otro pico.
-Dime. ¿Eres virgen?
Negó con la cabeza.
-¿Quieres que te haga correr?
-No sé.
Le pasó la lengua entre los labios desde la comisura izquierda hasta la derecha. Sandra sacó la punta de la lengua y se acariciaron las lenguas. Isabel le metió una mano dentro del pantalón y se encontró con su coño mojado.
-Estás como yo, mojadita.
Le quitó la blusa y el sujetador y vio sus tetas. Se las magreó mientras la besaba.
-Las tienes duras, se ve que te las han magreado poco. Se inclinó, besó, lamió y chupó las tetas por los lados y luego le besó los pezones y se los chupó junto a las areolas. Después le bajó los pantalones y las bragas y le quitó las sandalias.
-Siéntate en el tresillo.
Se sentó. Isabel se desnudó, se sentó a su lado y la besó dulcemente y con lengua. Le separó las piernas, le echó la mano al coño y pringó los dedos de jugos. Separó el dedo medio de los otros dedos e hizo círculos sobre su ojete... Cuanto más lo acariciaba, más jugos salían de la vagina, bajaban, llegaban al ojete y engrasaban la yema.
-Te voy a hacer correr así.
Sandra no dijo nada.
Dejó de besarla, le chupó la teta izquierda, le metió el dedo en el culo y comenzó a follárselo con él. Los gemidos que Sandra había estado conteniendo, se revelaron y salieron todos juntos. Era obvio que se iba a correr. Isabel dejó de mamarle las tetas. La miró, vio cómo echaba la cabeza hacia atrás, como tensaba el vientre, como se arqueaba y como se corría entre tremendos espasmos. Isabel le dijo:
-Se me está empapando el coño al ver como te cores
Al acabar se volvieron a besar. Luego le echó la mano al coño y con los dedos mojados le acarició el clítoris de modo transversal, lo hizo cada vez más aprisa y en nada se volvió a correr. Se corrió como la primera vez, echando la cabeza hacia atrás, arqueándose, gimiendo como una loca y entre tremendas convulsiones, y diciendo:
-¡Me estoy fundiendo!
Sandra quedó espatarrada, justo en la posición perfecta para comerle el coño, que era lo que le iba a hacer Isabel, luego de arrodillarse delante de ella.
-Tienes un coño tan pequeño que me va a sobrar lengua.
No le sobró. Al lamer los jugos del coño, este se fue abriendo como una flor, una flor con dos pétalos rojos. Sandra se derretía con el placer que sentía mientras Isabel lamía sus pétalos vaginales, pero eso no fue nada comparado con el placer que sintió cuando le lamió el clítoris, pues se corrió con tanta fuerza que perdió el conocimiento.
Cuando Sandra volvió en sí, Isabel seguía a su lado. Había colocado sobre la mesa camilla su ropa interior. Sandra le dio un pico y le dijo:
-Son preciosas, pero no hacía falta que me la enseñaras.
-Es para que escojas la que más te guste.
A Sandra se le iluminó la cara.
-¡¿De verdad?!
-Sí, escoge la que quieras.
Se puso en pie, cogió el conjunto azul, se puso las bragas y el sujetador y luego le preguntó:.
-¿Qué te parece?
-¡Qué estás para comerte!
Sandra se vino arriba.
-Para comerte estás tú.
Se arrodilló delante de ella, le echó las manos a las rodillas y le separó las piernas. Al tenerlas abiertas de par en par, acercó la cabeza al coño y lo olió.
-Huele a ciruelas. ¿A qué sabrá?
Lamió para probar.
-Sabe a almejas.
-Volvió a lamer.
-Y también a mejillones.
Se puso en pie, la beso con lengua y después le magreó y le comió las tetas, del mismo modo que Isabel se las había comido a ella.
Cuando se volvió a arrodillar, ya fue para comerle el coño. Iba a repetir lo que le hiciera Isabel, pero Isabel le cogió la mano derecha, le separó dos dedos, hizo que se los metiera dentro del coño y luego, haciéndole el "ven aquí" con los dedos de la otra mano, y le dijo:
-Haz este movimiento con tus dedos dentro de mi coño y lame mi clítoris.
Hizo lo que le dijo, al rato, Isabel, soltó un chorro de orina que puso perdida la cara de Sandra y luego se corrió como una loba.
Al acabar de correrse, Sandra, con la cara llena de jugos, le dijo:
-Quiero correrme así.
Isabel mojó dos dedos en la boca. La miró a los ojos, le puso los dedos en la entrada del coño y luego se los clavó de un golpe. Después le folló el coño a mil por hora y apretando las yemas contra la pared superior de la vagina... Sandra, mirando a Isabel a los ojos, gemía sin parar. Isabel ponía sus labios cerca de los labios de Sandra, pero cuando esta sacaba la lengua, los alejaba, esto hizo hasta que entre sus dedos salió un espectacular chorro de meo, en ese momento la besó metiendo la lengua en su boca y ahogó los gemidos de su corrida.
El abuso a Sandra
Sandra y su novio Juan estaban al lado del recodo de un río. Era un lugar hermoso y escondido a las miradas de la gente.
Sandra, que vestía una falda gris, larga, y una blusa blanca y que calzaba sandalias, estaba sentada sobre la hierba, Juan, echado sobre la hierba, se fumaba un cigarrillo.
-Te tengo que contar algo muy importante, Juan, me da pena hacerlo, pero no me queda otra.
Juan se sentó a su lado, tiró la colilla al río, colilla que se fue río abajo como un pequeño barquito, y le dijo:
-¿Qué es eso tan relevante?
-Que no quiero seguir siendo tu novia.
Juan no se lo tomó nada bien.
-¡Y me lo dices como si nada!
-Te lo digo porque ya no me atraes.
-Y yo esperando, esperando y esperando para no joder....
-¿Para no joder a quién?
Se echó encima de ella y la sujetó por las muñecas.
-A ti.
Buscó su boca, pero no pudo ni rozar sus labios. Sandra se movía debajo de él como si fuera una yegua sin domar.
-¡Cuando me sueltes te reviento!
-Reventar, te voy a reventar yo a ti, el coño, eso es lo que te voy a reventar.
Le comió las tetas por encima de la blusa.
-¡Te mato, a ti te mato!
Le soltó las muñecas, le echó una mano a la garganta, apretó, y con la otra mano le dio dos bofetadas con fuerza, se las dio de banda a banda.
-¡Plasssss, plassss!
-¡¡Estate quieta o no vuelves a ver a tus padres!!
Sandra se asustó y se quedó quieta. La besó. Sandra se dejó besar, pero no abrió la boca ni para respirar. Se sentó sobre ella y le desabrochó los botones de la blusa, luego le levantó las copas del sujetador y vio sus tetas.
-¡Son preciosas!
Le palpó las duras y firmes tetas. Lamió sus oscuras areolas y sus pezones y luego chupó las tetas. Miró para Sandra y en sus ojos vio reflejado el odio.
-Mires como me mires, no voy a parar.
Luego de trabajarle las tetas, le quitó la falda y las bragas, al quitarle las bragas vio que las tenía mojadas.
-Querer, no quieres, pero cachonda, estás.
Era como si estuviera hablando con una sorda muda, una sorda muda mal encarada.
Le separó las piernas y luego lamió el coño encharcado un par de veces, después, con la lengua pringada de jugos, la quiso besar en la boca. Su lengua no rebasó la barrera que hacían los dientes, lo que le dejó fue los labios pintados con sus jugos. La puso boca abajo, lamió sus nalgas y después le le metió y le sacó la lengua del ojete. Sandra seguía sin reaccionar, pero su ojete sí reaccionó, ya que comenzó a abrirse y a cerrarse. Siguió lamiendo y follando el ojete y de repente comenzó a convulsionarse. Se estaba corriendo, pero no gemía.
Al acabar de correrse la puso boca arriba, y aguantando su mirada de asesina, le dijo:
-Me da igual como me mires.
Le metió un dedo dentro de la vagina, luego lo fue moviendo alrededor, hacia los lados, hacia arriba y hacia abajo, después le metió dos dedos y le hizo el "ven aquí." Se lo hizo lento al principio y al ratito fue acelerando. Cuando vio que Sandra comenzaba a mover la pelvis, metió la cabeza entre sus piernas, y sin dejar de masajearle el punto G con la yemas de los dedos, le lamió el clítoris. Sandra empezó a gemir, movió las pelvis con celeridad y acabó soltando un chorro de meo que dejó perdidos el cuello y la cara de Juan.
Al acabar de correrse, Juan, se secó la cara con un pañuelo, miró de nuevo para Sandra y vio que su cara ya no era de asesina, pero en ella aún se reflejaba la seriedad.
-Voy a follarte.
Sacó la polla, empalmada y encharcada de aguadilla. A Sandra le volvió el habla.
-Si me la metes, no te lo perdonaré nunca.
-Creo que podré vivir con eso.
Le separó las piernas, se arrodilló delante de ella, la agarró por la cintura y le puso la polla en la entrada de la vagina. Sandra le dijo:
-¡No!
Le metió la mitad del glande.
Estaba tensa y el coño se había estrechado, pero mintió al decirle:
-¡Me haces daño!
Le metió todo e glande.
Sandra, con los ojos llorosos, le dijo:
-Te dije que te iba a matar y te voy a matar.
-Yo también te dije que no ibas a volver a ver a tus padres, pero mentía, era para poder llegar a esto.
-Yo no miento.
La polla se deslizó lentamente por su vagina. Al llegar al fondo del coño sintió una tremendo placer y al empezar a follarla ya gozó como una cerda.. Cuando estaba cerca de correrse, le dijo Juan:
-Eres tan hermosa que follar contigo es como estar en el cielo.
-Para mí mirarte a la cara mientras me follas es como ver al diablo.
-No soy un diablo, pero soy tan malo que me voy a correr dentro de ti para que te tengas que casar conmigo.
-¡¿Serías capaz de hacer eso?!
La besó y apuró las clavadas, al tiempo que rozaba la pelvis contra su clítoris.
-Lo decía en broma, aunque si tú quisieras...
-No, no quiero.
Sandra sintió que le venía.
-¡Me voy a correr!
-Y, yo.
Sandra se corrió como una loba y Juan se corrió en su vientre.
Aún estaba Sandra recuperándose del tremendo placer del orgasmo que había tenido cuando Juan fue llevando la leche de la corrida hasta las areolas y los pezones para luego chupárselas. Sandra lo reprendió:
-¡Eres un asqueroso!
-¿Quieres que deje de mamar tus tetas?
-No, pero que conste, que asqueroso, eres.
Luego de mamar las tetas enlechadas, le pasó el dedo medio de su mano derecha por el coño encharcado de jugos. Lo fue extendiendo en los sus pezones y areolas y después le volvió a chupar las tetas. Sandra, sin decir palabra, le echó las manos a la cabeza, flexionó las rodillas y le llevó la boca a su coño. Juan le metió y le sacó la lengua de la vagina, lo hizo varias veces, luego le levantó el culo y le metió y sacó la lengua en el ojete, además de lamerlo. Después lamió de abajo a arriba, y cuando el glande del clítoris había abandonado el capuchón, se lo chupó. Sandra se corrió a lo bestia.
-¡Me corro, me corro, me corro!
Quedó derrengada y con la mosca detrás de la oreja.
-Sabes demasiadas cosas. ¿Con quién has estado follando?
Le mintió con descaro.
-Con nadie, esas cosas se aprenden escuchando hablar a los más viejos. ¿Quién me robó tu cariño?
-Nadie, es que ya no me atraías.
-¿Y ahora?
-Ahora tengo ganas de follarte yo a ti, pero se echa la noche encima y si llego a casa después de oscurecer me castigan un mes sin salir.
-¡Ni que anduviera un chupa sangres por ahí!
-Anda, anda, y lo tengo a mi lado.
Dando rienda suelta a la lujuria
Sandra ya había follado varias veces con Isabel. Isabel era mucho de tríos y le había propuesto a Sandra hacer uno con Juan. Sandra había aceptado, aunque con la condición de que Juan no debía saber que lo engañaba con su cuñada.
El marido de Isabel se había ido a Dublín a visitar a un amigo que había tenido un accidente de tráfico. Isabel había invitado a comer a Juan y a Sandra. Ya habían dado cuenta de la carne asada, del vino y de la piña del postre. Acabando de tomar el café y oyendo música de Rod Stewart, que sonaba en un tocadiscos en la sala de estar, le dijo Isabel a Sandra:
-Tenemos que hacer otra comida cuando esté en casa mi marido.
Juan no estaba con su cuñada.
-No creo que quiera.
Sandra le preguntó a Juan:
-¿No te llevas con tu hermano?
Le respondió Isabel.
-Tienen sus diferencias, pero no es nada que no se pueda solucionar. Voy a recoger la mesa.
Sandra se puso en pie.
-Te ayudo.
Recogieron la mesa, y llevando las cosas a la cocina, le dijo Isabel a Juan:
-Puedes ir para la sala. Échate una copa si quieres, ya sabes donde están los licores.
Juan se fue para la sala y ellas se fueron a la cocina. Allí se dieron un morreo y se metieron mano. Luego salieron de la cocina. Cuando llegaron a la sala se oía "I am Sailing". Isabel, que vestía una falda corta de cuadros negros y blancos, una blusa blanca y que calzaba unos zapatos negros con tacón de aguja dijo:
-Me encanta esta canción. ¿Bailamos, Sandra?
Sandra, que llevaba puesto un vestido verde de tirantes que le daba por debajo de la rodilla y que calzaba zapatos marrones con poco tacón, muy sonriente, le respondió:
-¿Por qué no?
Sandra le echó los brazos al cuello, Isabel se los echó a Sandra al culo y la apretó contra ella.
-¿De qué va la canción, Isabel?
Con una pierna metida entre sus piernas, rozando coños y con los labios a milímetros de los de Sandra, le dijo:
-De un muchacho que vuelve a casa navegando en un barco para estar con su amor.
Sandra se estaba poniendo cachonda con los roces de los coños y de las tetas.
-Traduce lo que está diciendo ahora.
Isabel hizo de traductora.
-Dice... Puedes oírme, puedes oírme. A través de la noche oscura, lejos, estoy muriendo, siempre llorando, para estar contigo.
-¡Qué bonito!
-Bonita eres tú.
Le dio un beso con lengua, corto, pero intenso. Juan, que estaba tomando un brandy, las vio y su polla se puso morcillona. Sandra se separó de Isabel y le dijo:
-¡¿Por quién me has tomado?!
-No pude evitarlo, con tu coño rozando mi coño, con tus tetas rozando mis tetas y con tus labios tan cerca de los míos...
-¡¿Que buscabas con el beso?!
-Empezar a calentarte.
-¡¿Con mi novio delante?! ¡Tú estás loca! Dile algo, Juan.
Juan seguía con su erección a vueltas.
-Si queréis follar, a mí me gustaría verlo.
Sandra puso las manos en la cintura y sacó todas sus dotes de actriz.
-¡Ajjjjjj! ¿Y tú eres el que me quería?
Isabel la volvió a besar. Sandra se rebeló.
-¡Estate quieta! Defiéndeme, Juan.
Juan se acabó el brandy, posó la copa sobre la mesa camilla, fue a su lado y le arrimó la polla al culo.
-¡¿Qué haces?!
La besó en el cuello y le dijo:
-Si no te gustara Isabel ya le hubieras metido una ostia, como me la metiste a mí cuando te empecé a hacer lo que no querías.
Se hizo la decente, pero no intentó salir del emparedado.
-¡Tú y yo hemos acabado, Juan!
Isabel le quitó el vestido, y como si no lo supiera, le dijo:
-¡Vaya cuerpazo que tienes!
-Eres más puta que las gallinas. Isabel.
Le cerró la boca con un beso a tornillo y después le quitó el sujetador. Juan le bajó las bragas.
-¡Sois dos enfermos!
-Sí, doctora.
Isabel le lamió los pezones y Juan el ojete.
-¡Degenerados!
Isabel la giró y la boca de Juan quedó frente al coño de Sandra.
-¡Ni se te ocurra lamerme el coño, Juan!
Le lamió el coño. Isabel, magreando sus tetas, le lamió la espalda, le besó el cuello, le giró la cabeza y luego le dio un beso con lengua muy largo.
La lengua de Juan lamía y lamía y lamía, y Sandra se fue poniendo cada vez más perra, tan perra se acabó poniendi, que dijo:
-Me habéis convertido en una viciosa como vosotros.
Isabel le preguntó:
-¿Quiere la viciosa que le hagamos algo?
-Sí, que me coma tú el coño, Isabel. Quiero saber como lo come una mujer.
Isabel la tomó de la mano y la llevó al sillón. Allí, Sandra, se sentó y se abrió de piernas, Isabel se inclinó dejándole el culo en posición a Juan se desnudó a la velocidad de la luz, le levantó la falda, le bajó las bragas hasta las rodillas, sacó la polla, le echó las manos a la cintura y se la clavó en el coño, un coño donde tantas veces la había metido con su imaginación. Isabel le dijo:
-Déjala enterrada en mi coño y no te muevas.
La dejó enterrada e Isabel folló a Juan moviendo el culo hacia atrás y hacia delante, al tiempo que le comía el coño a Sandra. Lo hizo todo muy despacio, tanto las clavadas de lengua en el coño de Sandra como las clavadas de polla en su coño, además de las lamidas de coño y de clítoris
La idea era hacer que se corrieran los dos al mimo tiempo, por eso los trabajó bien trabajados.
Cuando los gemidos de Sandra anunciaron su orgasmo, aceleró las lamidas y los movimientos de culo. Sintió como se corrían en su boca y en su coño y también se corrió ella, se corrió diciendo:
-¡Qué corrida más rica!
Isabel, luego de correrse, de hacer correr a Sandra y a Juan y de subir el pantalón y las bragas, se sentó en el brazo del sofá donde estaba sentada Sandra y les preguntó:
-¿Queréis probar mis vibradores?
Sandra ya había gozado con ellos, pero se hizo la tonta.
-¿Y esas cosas que son?
-En mi habitación descubriréis que cosas son los vibradores.
Sandra le preguntó:
-¿Y tú no te desnudas?
-No, me vais a denudar vosotros.
Fueron a por ella, pero Isabel les dijo:
-Aquí, no, en mi habitación.
En la habitación, Isabel, abrió el cajón de la mesilla de noche de su lado de la cama y pillo el lubricante y dos vibradores, uno más gordo y el otro más delgado. Juan, al verlos, exclamó:
-¡¿Y esos son los vibradores?! No son más que dos pollas falsas... Son dos pollas de juguete.
-De juguete y que dan mucho juego.
Sandra, detrás de Isabel, comenzó a desnudarla, le quitó la blusa y después el sujetador. Juan fue el encargado de quitarle la falda y las bragas. En fin, que quedaron los tres en pelotas, se metieron en la cama y se sentaron en ella. Isabel le echó lubricante a los vibradores, después los encendió, le dio el más delgado a Sandra y le dijo a Juan:
-Túmbate en la cama.
Juan se echó hacia atrás. Su polla dormía el sueño de los justos, pero la iban a despertar. Isabel le pasó el vibrador por encima y en nada comenzó a engordar.
Sandra, mirando como la polla se iba levantando, pasaba el vibrador por los lados del capuchón de su clítoris. Isabel imaginó que Juan podía pensar que ya lo había usado con anterioridad y volvió a la farsa.
-¿Qué haces, Sandra?
-Me hago cosquillas.
-Mejor házselas en la polla.
-Tú mandas.
Los vibradores fueron, uno por un lado y el otro por el otro. Vibraron sobre su meato, sobre su frenillo, sobre sus huevos... La polla daba latigazos, y lo mismo estaba en posición horizontal que al segundo siguiente estaba miraba al techo.
Mientras esto hacían con el vibrador, Sandra e Isabel, se besaban entre ella y besaban a Juan.
Poco después, estando la polla mirando al techo, escupió tres chorros de leche, que luego de subir hacia el techo, cayeron en el vientre de Juan. Después se siguió corriendo. La leche bajó por la polla y encharcó sus huevos.
Nada más correrse, Juan, Isabel, se sentó encima de Sandra, echó lubricante en las manos y le amasó las tetas, luego se arrodilló entre sus piernas, le levantó el culo y le lamió el ojete y se lo folló con la lengua, después le metió la mitad del vibrador delgado en el culo, le acarició el coño con tres dedos y le preguntó:
-¿Te va así?
-Sí.
La masturbó y le folló el culo un rato. Luego le quitó el vibrador y le dijo:
-Ponme el coño en la boca y come también el mío, y tú, Juan, si no aprovechas la ocasión para follar un culo es porque eres tonto.
Hicieron un 69, Juan, viendo cómo se comían los coños, se puso palote de nuevo. Tenía el culo de su cuñada a un lado y el de su novia al otro. El de su novia ya estaba preparado, aun así se lo folló con la lengua antes de metérsela.
Sandra e Isabel ya estaban muy cachondas. La lengua dentro de su culo hizo que Sandra se corriera en la boca de Isabel.
Juan se cambió de lado y ya ni lamió el ojete de Isabel, lea levantó agarrándola por la cintura y se la metió en el culo
A Isabel le bastaron siete clavadas para exclamar:
-¡Me corro en tu boca, Sandra!
Juan se corrió cuando se estaba acabando de correr su cuñada, y lo hizo dentro de su culo.
Al acabar de gozar, con la polla dura como a la primera hora, se la quiso meter en el coño, pero Isabel estaba cansada.
-Déjame descansar, no seas gato fogoso. Tenemos todo el día para follar.
Lo tenían y emplearon bien el tiempo, haciendo todo lo que os podéis imaginar, y más.
Quique.
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