Incesto en la noche
 
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Incesto en la noche

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José
(@quique)
Miembro Erótico Autor
Registrado: hace 4 años
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Topic starter  

 En España, hoy en día, para echar un polvo tienes que llevar contigo a un notario para que certifique que la mujer dijo si en el momento de metérsela. Lo digo porque mi hermano está entre rejas después de haber follado con una chavala que, según él, había ido con ella a un motel. Allí lo había besado, se había desnudado, se la había mamado y se había corrido luego de comerle el coño, pero en el momento en que la iba a clavar le dijo que no, y la clavó. Obvio que ella lo negó todo, solamente declaró que había ido con él al motel y que luego se arrepintió. En fin, que dijo que la había follado contra su voluntad, el juez lo metió en la trena, además le tuvo que pagar un buen dinero.

Esta muchacha que lo denunció, se llama Carmen. Pues bien, en el mismo bar que había ligado con él, vi cómo se acercaba a un joven al que yo no conocía y que tenía cara de pasar más ganas de coño que Carpanta de pollo. Lo digo porque era feo de cojones, bueno, a lo mejor de cojones no era feo, pero fácil de ver no era. La muchacha, que era tan guapa cómo puta, fue hasta la mesa donde estaba sentado el chaval y con sonrisa de gata en celo, inclinó su cuerpo, y cómo llevaba un gran escote, le enseñó parte sus grandes tetas y le preguntó:

-¿Me invitas a algo, Pedro?
 
Al chaval se le caían las babas viendo aquellas tetas.
 
-Toma lo que quieras.
 
Yo, que estaba sentado en a la mesa de al lado esperando por mi sobrina Rita, le dije al chaval:
 
-Págale un veneno que es lo que le viene bien a una víbora.
 
Carmen se puso en plan intelectual.
 
-Eso es violencia de género.
-Será de mal género porque tu género es de mala calidad.
 
Carmen me miró con ojos de asesina.
 
-Puñetero machista.
-Con venenos cómo tú...
 
Pedro se hizo el gallito.
 
-O te callas o te hago callar.
 
Mandarme callar a mí estando contento es mala cosa. Me levanté para ponerlo en su sitio. Sentí una mano posarse sobre mi hombro, me giré y vi a mi sobrina Rut.
 
-Déjalo, que él se lo guise y él se lo coma.
 
Carmen le preguntó a Rut:
 
-¿Quién te dio vela en este entierro?
 
Mi sobrina, que tenía al padre en la cárcel por culpa de Carmen, le echó mano a los pelos y tirando de ellos la puso en pie, le echó la mano al cuello, apretó y con cara de mala ostia, le dijo:
 
-¡Cómo me vuelvas a dirigir la palabra vas a ser tú la muerta de ese entierro!
 
Al soltarla, Carmen, asustada, se tocó el cuello, se sentó y calló cómo una muerta.
 
Fui a la barra, pagué lo que había bebido y nos fuimos. Nos quedaban siete horas para llegar a Madrid. Mi sobrina iba a darle la primera visita a su padre. En el aparcamiento, me dijo:
 
-Dame las llaves que tú no estás muy católico para conducir.
-Solamente tomé un par de cervezas.
 
No me creyó.
 
-Seguro. Dame las llaves.
-Tienes diecisiete años y no tienes carnet de conducir.
-Ya me lo has dejado conducir más veces y sabes que conduzco tan bien como tú.
 
Por no oírla le di las llaves.
 
Mi sobrina, que era morena, flaca, de ojos negros, melena larga, de color negro azabache, larguirucha y preciosa, que tenía las piernas delgadas e interminables, las tetas medianas y el culo pequeño, me dijo:
 
-Puedes dormir un poco, si quieres, tío.
 
Poniéndome el cinturón de seguridad y viendo cómo ella se ponía el suyo, le dije:
 
-¿No te quedarás dormida?
-Si veo que me va a dar el sueño, te despierto.
 
Era casi la una de la madrugada y cerrar un poco los ojos no me vendría mal. Fue lo que hice, pero como no conseguía dormir, entreabría los ojos de cuando en vez. Pasado un tiempo, Rut, que llevaba puesta una camiseta de asas y unos vaqueros, arregló los cabellos con la mano derecha, soltó el volante, y sin quitar los ojos de la carretera, se abrió el botón del pantalón y se bajó la cremallera. Metió su mano izquierda dentro de las bragas y vi cómo la movía. Poco más tarde levantó el culo y se bajó un poco los pantalones y las bragas. Antes de que metiera la mano y se masturbara con cuatro dedos, pude ver los pelos negros de su coño. Los cuatro dedos se movieron cómo si estuvieran tocando una guitarra. Pasado un tiempo comenzó a gemir y me miró por si había despertado. Yo seguí haciéndome el dormido... Unos doce o quince minutos después se corría mirando para mí y mordiendo el canto de una mano para ahogar sus gemidos. Vi cómo cerraba los ojos y me preparé para coger el volante, pero no tuve que cogerlo, ya que se había corrido cuando no venían coches de frente. Se siguió masturbando y en menos de cinco minutos se volvió a correr. Abrí los ojos y miré para ella. Al ver cómo la miraba aún se corrió con más fuerza.
 
Al acabar de correrse, subió el pantalón y las bragas y me dijo:
 
-¡Qué vergüenza! ¿Cuánto tiempo llevas despierto?
-Nunca he estado dormido.
 
Mirando para la carretera, siguió hablando.
 
-¡Qué situación!
-Una situación cojonuda, me has puesto cachondo, gamberra.
-¿Gamberra? ¿No estarás pensado que lo hice para excitarte?
-¿Lo hiciste?
-¡No!
 
El no me Pareció más falso que un euro cuadrado, y fui a por ella.
 
-¿Por qué no hablamos en plata?
-Yo ya...
-¿Tú qué?
-Vale, hablemos en plata, pero empieza tú.
-Algunos hombres maduros tenemos la fantasía de comerle el coño a una jovencita y...
-¿Y es ese tu caso, conmigo?
-Sí.
-Vale, te diré la verdad. Sabía que me estabas mirando y eso me excitaba tanto que si no abres los ojos me hago otra paja y me corro de nuevo.
-¿Qué me dices de cometerte el coño?
-Que lo tengo perdido de flujos vaginales.
-Así es cómo mejor sabe.
-Si tú lo dices...
-Si lo digo, y si de paso se le doy un repaso al ojete, mejor que mejor.
 
Me miró un par de segundos y luego volvió a poner la vista en la carretera.
 
-¿Para qué lo del ojete?
-Lo sabrás cuando mi lengua juegue con el tuyo.
-Has despertado mi curiosidad.
-Aparca en un sitio oscuro.
 
Salió de la carretera principal, se metió una carretera secundaría y aparcó en un descampado. Se quitó los zapatos, el pantalón, los calcetines y las bragas, echó el sillón hacia atrás, se abrió de piernas y me dijo:
 
-Hazme todo lo que quieras.
 
Me arrodillé entre sus piernas. Le olí el coño. Olía a yogur natural. Se lo abrí con los dedos medio y anular de mi mano derecha y vi la vagina y los labios cubiertos de sus jugos, unos jugos que tenían el mismo color y la misma densidad que la clara de un huevo. Lamí de abajo a arriba. Mi lengua se pringó de jugos, jugos que saboreé y luego tragué. A continuación pasé la punta de mi lengua por su clítoris, luego lo aplasté con ella, la moví hacia los lados y alrededor, y después, con la ayuda de los labios, lo succioné, para más tarde lamer de abajo a arriba y volver a hacer lo que ya he dicho. Ese bucle duró unos diez minutos. El tiempo que aguantó en decirme:
 
-Me voy a correr.
 
Dejé de comerle el coño, le quité la camiseta de asas y el sujetador y unas tetas más grandes de lo que yo imaginaba, quedaron al descubierto. Le cogí los pezones con dos dedos y se los froté, al tiempo que fui a por su boca. Al meterle la lengua me la chupó. Me echó la mano a la polla, me bajó la cremallera del pantalón y la sacó. Besándonos y con la palma de su mano pringada de aguadilla, me dijo:
 
-Métemela. Quiero correrme en tu polla.
-No seas impaciente y goza de lo que estás sintiendo.
 
Dejé de besarla. Era el turno de sus tetas, unas tetas que tenían las areolas marrones y pequeñitas y los pezones gorditos y erectos. Le eché las manos por debajo de las tetas, se las junté y luego lamí y chupe areolas y pezones al mismo tiempo. Al rato me dijo:
 
-Me voy a correr, tío, me voy a correr, la siento venir.
 
Yo también me iba a correr porque su mano pringada con mi aguadilla, apretando mi polla y subiendo y bajando, parecía un coño. Volví a arrodillarme entre sus piernas, le levanté el culo con las dos manos y le metí la punta de la lengua dentro del culo. Rut ya no pudo más.
 
-¡Ay que me corro, ay que me corro! ¡¡Me corro!!
 
Al correrse, jadeó cómo una perrita y de su vagina salieron jugos que cayeron sobre mi lengua.
 
Quedó exhausta. La corrida había sido más larga y el placer más intenso que el que había sentido al masturbarse. Seguí lamiendo su coño para que se relajara, pero mi sobrina no quería relajarse. Tenía metido entre ceja y ceja correrse en mi polla.
 
-Métemela ahora.
 
Se la froté en el ojete.
 
-Ahí, no.
 
Se la seguí frotando y luego le metí la puntita.
 
-No sigas que por el culo no me gusta.
 
Le eché las manos a las tetas y comencé a magrearlas mientras la puntita de mi polla entraba y salía de su culo.
 
-¡Qué cabezón eres!
 
Rut cogió la polla, la frotó en su coño mojado, puso la punta delante de la vagina, me echó las manos al culo, tiro hacia ella y la polla entró hasta el fondo de su coño con suma facilidad. Le cerré las piernas y la follé haciendo palanca hacia arriba, apretándome contra ella y frotando mi pelvis contra su clítoris. Poco tardó en decirme:
 
-Me voy a correr en tu polla, córrete conmigo.
-¿No hay peligro?
-No.
 
Sin dejar de apretarme contra ella, la follé más aprisa y me corrí. Con la voz entrecortada, me dijo:
 
-Siento tu corrida dentro de mí... ¡¡Me corro!!
 
Ya había acabado yo de correrme y Rut seguía retorciéndose debajo de mí. Fue una maravilla ver su cara al correrse.
 
Cuando acabó de gozar, pasó un dedo por el coño, y lo sacó pringado de leche. Lo chupó y me dijo:
 
-Me gusta el sabor de tu leche. Te tengo que hacer una mamada para hartarme de ella. Por cierto, me debes una comida de coño. Me corrí en tu boca comiéndome el culo, falta corrermeen tu boca comiéndome el coño. A la vuelta...
-A la vuelta, no, ahora, ahora mismo te voy a comer el coño.
-Espera a que me limpie.
-No quiero esperar.
-¡Si tengo el coño perdido con tu leche y mis jugos!
 
Arrodillándome entre sus piernas, le dije:
 
-Así está más jugoso.
-¡Qué guarro eres, joder!
-¿Y?
-Nada, nada, come.
 
Muy lentamente lamí sus labios vaginales, luego metí y saque mi lengua de su vagina. Hice un camino de besos y lamidas desde el periné al clítoris. Le chupé el clítoris, le chupé los labios vaginales... Y cada vez que veía que se iba a correr, paraba y le besaba el interior de sus muslos. La hice sufrir tanto que acabó pidiéndome por favor que la hiciera correr. Sí, que la hiciera correr. Así me lo pidió:
 
-Por favor, tío, por favor, hazme correr ya, no hagas más paradas, por favor, por favor.
 
Tenía que complacerla.
 
-Córrete.
 
Metí la mitad de mi lengua dentro de su vagina y la otra mitad la apreté contra su clítoris. Mi sobrina movió la pelvis de abajo a arriba, de arriba a abajo y alrededor, y al ratito, convulsionándose y gimiendo, se corrió en mi boca.
 
Quedó otra vez para allá. Puse las rodillas a ambos lados de su cuerpo, cogí la polla y la meneé, al tiempo que se la frotaba en los labios. No tardó en abrir la boca y mamármela, ni yo tardé en correrme en su boca. Rut se tragó la leche y luego me dijo:
 
-Estaba sabrosa.
 
Luego se vistió. Cogí yo el coche y al día siguiente visitó a su padre.
 
Quique.
El relato fue modificado hace 12 meses por José

   
nyctidromus reaccionó
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nyctidromus
(@nyctidromus)
Miembro Erótico Autor
Registrado: hace 3 años
Respuestas: 925
 

@quique que relato mi pana estoy más salido, me dejó con la polla durísima con ganas de coño. Saludos desde Venezuela 🇻🇪

scripsit nyctidromus

sanguine et pulvis
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