Coronas y la nudist...
 
Compartir:
Notificaciones
Vaciar todo

Coronas y la nudista

1 Respuestas
1 Usuarios/as
0 Me gustas
650 Visitas
pern
 pern
(@pern)
Miembro enrollado Autor
Registrado: hace 4 años
Respuestas: 203
Topic starter  

.

 

 

- Buenos días, me llamo Coronas. ¿Podría dedicarme diez minutos?.

Estaba desnuda del todo, en casa. Para abrir la puerta simplemente me pongo un kimono. Allí estaba ella en mi puerta. La dejé pasar e invité a sentarse. No nos conocíamos. En mi sofá explicándome no sé que tontería, al fin y al cabo era comercial y eso era su trabajo.

La bata ligera de raso que me cubría estaba atada a la cintura con un cordón. Era lo único que tenia puesto, debajo iba desnuda del todo sin siquiera un mínimo tanga. Y poco a poco comenzó a abrirse enseñando más de mi pecho. Más arriba por mis piernas desnudando lentamente mis muslos casi hasta el pubis perfectamente depilado.

Normalmente no soy tan descuidada y me cubro más. Pero hacia tanto calor y yo estaba tan excitada. Ella me parecía tan bonita y deseable. Me apetecía sudar con ella en mi cama.

Le sonreía intentando parecer atenta a las tonterías que me contaba. En realidad me limitaba a contemplar su cuerpo sexi y voluptuoso encerrado apenas en un traje ligero y veraniego pero elegante.

Francamente bonita con su melena rubia y lisa larguísima. Los ojos azules casi gélidos, la nariz respingona, los labios gruesos y sensuales, la piel clara como de valquiria nórdica. El cuello blanco marmóreo y delicado saliendo de sus níveos hombros pecosos que el top con un fino tirante por detrás del cuello, descubría.

Éramos de una constitución muy parecida, voluptuosa. Mi ropa y lencería le valdrían, usa las mismas tallas que yo. Pero yo estaba pensando justo en todo lo contrario, en despojarla de todo lo que llevaba puesto.

Su americana ya estaba olvidada sobre una silla. Ese top fino de raso marcaba sus pechos. Tan grandes como los míos y de forma muy parecida.

Al descuido descrucé las piernas y sonreí para mi misma cuando ella no pudo mas que seguir con su mirada el camino abierto entre mis muslos. Hasta el pubis rasurado. Pasé la otra pierna por encima, inclinándome un poco mas hacia adelante, el escote del kimono se abrió. Ni Sharon Stone en "Instinto básico" lo había hecho mejor.

En mi posición, ahora le enseñaba una de mis tetas grandes llenas, un poco colgantes y su enorme pezón rosado y excitado. Duro casi hasta el punto de dolerme de tan excitada que estaba. Además la tela había resbalado y descubría buena parte del muslo hasta mi nalga apoyada en el brazo de un sillón.

Me estaba exhibiendo para ella y parecía disfrutar del espectáculo. Sus pezones empezaron a clavarse en la fina tela de raso de su camiseta. Sus pechos eran tan generosos como los míos o quizá más aunque apretados en su escote sólo veía de ellos un claro canalillo que me atraía.

De su vientre podía vislumbrar a veces el ombligo pues su top era cortito en la cintura. Cuando la acompañaba al salón y le había hecho pasar delante de mí había podido apreciar sus caderas y su gran culo en la fina tela de los pantalones de su traje. Además de ver al trasluz su ropa interior un fino tanga y el sujetador de un blanco virginal.

Los muslos tan gruesos y firmes como los que yo le estaba mostrando aunque apostaría a que los míos eran mucho mas morenos.

Sus pies en unas delicadas sandalias de tacón, finos y delicados con las uñas primorosamente pintadas del mismo rojo que las uñas de sus manos e incluso el carmín de sus labios.

- ¿Te apetece algo de beber? Ponte más cómoda, espero que no tengas prisa. Estas en tu casa.

Le dije que se pusiera cómoda y le ofrecí algo de beber. Aceptó mi ofrecimiento, se sacó las sandalias que torturaban sus bonitos pies. Viendo que yo andaba descalza.

En mi viaje a la cocina a por un par de refrescos y dos vasos aproveché para aflojar el nudo del cinturón que ya apenas sujetaba el kimono. Así mientras volvía con las manos ocupadas hacia ella, la bata terminó de abrirse descubriendo mi cuerpo moreno al completo.

- Vaya, perdona. Se ha abierto del todo.

- No es problema. Tienes un cuerpo precioso. Da gusto verlo.

Noté que ella no perdía detalle. Mirando mi cuerpo desnudo relamiéndose los labios.

- ¡Oh!, perdona mi descuido. Lo siento.

- No hay nada que perdonar,. Repito tienes un cuerpo muy bonito.

- ¿De verdad?

- El tuyo también lo parece pero lo tapas tanto.

- Bueno, estoy trabajando, no es plan que vaya desnuda por ahí.

- Con tu cuerpo hermoso seguro que vendías mucho más si no llevaras ropa encima.

- Sí fuera así, vender seria lo ultimo que me preocuparía. Tendría otras prioridades.

Su sonrisa era preciosa al decirlo. Al tenderle su vaso nuestros dedos se rozaron de forma sensual y yo no había hecho ningún esfuerzo por cubrirme.

- Me empiezo a acalorar.

Y le echó un largo trago a su refresco.

- Pues quitate algo mas.

- ¿Puedo?.

- Pues claro, estamos solas y en confianza, permite que te ayude.

Y uniendo la acción a la palabra levanté su largo cabello y solté el broche que sujetaba su top por detrás del cuello.

Ella sola terminó de sacarse el top por encima de la cabeza dejando sus pechos grandes pesados sostenidos por el fino encaje blanco del sujetador sin tirantes casi traslúcido.

Tampoco me costó mucho soltar el broche del sujetador palabra de honor. Ella misma terminó de quitarse la prenda, que cayó en su regazo, echándola a un lado. Dejándome ver al fin sus tetas desnudas claras y con unas enormes areolas rosaditas coronadas por los duros pezones que salían mucho.

- Tienes unos pechos fantásticos.

- ¡Bah! No digas eso, los tuyos son mejores.

Dejé caer el kimono al suelo en un solo movimiento fluido.

- ¿Tu crees?

Le dije burlona y cogiendo su mano la arrastré hasta el dormitorio. Ya no hacía falta andar con más disimulos. Frente al enorme espejo que cubría el ropero la coloqué delante de mí y le dije:

- Pues vamos a compararlos.

Me puse a su espalda. Me hice hice con los suyos levantándolos con mis manos, acariciándolos, y pellizcando suave sus pezones. Justo enfrente nuestro esas dos preciosas chicas imitaban nuestros movimientos.

La besé en el cuello pasando mis labios y lengua por sus hombros pecosos. Así arranqué el primer suspiro. Ella sentía mis pechos en su espalda y yo su tremendo culo aún cubierto por el fino pantalón en mi pubis depilado.

A su oído suavemente besando su orejita le susurré:

- Tengo una idea mejor, comparémonos enteras.

Yo pasé la lengua suave por su oreja, por el cuello, mientras mis manos abrían despacio su pantalón y lo dejaban caer a sus tobillos. El botón y la cremallera se abrieron sin problemas. Su delicado tanga de encaje no se resistió mucho y bajó igual enrollándose. Mientras me agachaba tras ella y clavaba mis dientes suavemente en una de sus poderosas nalgas.

- Ahora te he marcado y eres mía.

Dije riendo. Pasé la mano entre sus muslos. Clavé dos dedos en su coñito húmedo y chorreante y volví a morderle sin hacerle daño.

-¡Dilo!

-¡Si! Soy tuya.

-Así me gusta.

Ahora la empujé hasta la cama donde la hice tumbar y fui subiendo sobre ella. Empecé por sus delicados pies chupando sus deditos. Despacio tomándome mi tiempo subí por sus torneadas pantorrillas. Lamiendo la piel de la cara interna de sus muslos.

Empezó a gemir sin control moviendo la cabeza lado a lado. Su melena rubia derramada por mi almohada. Quería hacerla disfrutar, conseguir todos los orgasmos posibles en mi boca.

Chupé suave el clítoris y volví a introducir el índice y el medio en su vagina. Pasé lamiendo por su ombligo y llegué a sus pechos generosos. Mordisqueé sus pezones sin sacar los dedos de su interior y por fin llegué a sus labios rojos.

- ¡Ufff! Me vas a derretir.

Busqué ansiosa su lengua con la mía. Ella sacó la suya al encuentro y la saliva escurría de nuestras bocas a su cuello y tetas.

Y ahora le hice lamer mis dedos húmedos de sus jugos. Seguí subiendo y ahora yo le pasaba mis tetas por la cara jugueteando con mis pezones en sus labios, escamoteándolos y acercándolos alternativamente.

- Házmelo tú. Saboreame.

Un poco mas y sentí la punta de su lengua en mi ombligo. Ahora pasé un muslo por encima de sus brazos y clavé las rodillas en el colchón a cada lado de su cabeza mirando a sus ojos entre mis tetas.

Bajé despacio la cadera hasta apoyar los labios de mi vulva en los suyos de la boca. En cuanto noté la lengua abriéndolos mis jugos se derramaron en su lengua en mi primer orgasmo.

De inmediato ella agarró mis poderosas nalgas separandolas y llegando con un dedo a mi ano. Ella también tenía muy claro como hacerme disfrutar a mí.

- Tú también sabes. Nena.

Se puso a comerme enterita. El coño y el culo, mi ano recibía las caricias de su lengua. Yo acariciaba su cabeza, su cabello con una mano y sus tetas con la otra. Pellizcaba sus pezones, durísimos.

Gemía y suspiraba, arqueando mi espalda, echando la cabeza atrás, dejando que mi melena negra cayera a mi espalda. No podía mirar a mi techo por que tenía los ojos en blanco.

- Eres buena cielo.

Agotada tras una infinidad de orgasmos me dejé caer a su lado. Besando sus labios que retenian mi sabor con ternura. Acariciando su cuerpo, sus grandes pechos, el vientre ligeramente abombado, deslizando un dedo en su ombligo. Volviendo a deslizar mi mano por su húmedo pubis.

- ¿Te apetece probar otra cosa?

- Claro, todo lo que venga de ti. Me lo estoy pasando de puta madre.

Me giré hacia mi mesilla. Abrí el cajón de mis juguetes. Allí tenía el último que había comprado, no siquiera había tenido tiempo de probarlo con nadie.

- No sé si también te gustan los chicos. Pero esto nos puede gustar a las dos.

Era un vibrador con dos glandes. Dos penes unidos por la base, una base muy flexible que permitía varias posturas. Soltó una carcajada al verlo.

- Si hay alguien con quien me apeteciera probar algo como eso, es contigo. Tendrás lubricante.

- Tengo, claro. Pero estás muy mojada, no creo que lo vayamos a necesitar.

Me limité a darle una lamida a uno de los glandes y empezar a acariciar su pubis con él. Al ponerlo entre los labios no hizo falta más lubricación. Estaba muy muy húmeda y se coló en su interior con un gemido sin hacer ningún esfuerzo.

Fue ella la que se subió encima de mí. Doblando el aparato podía follarme haciendo el misionero. Mirándonos a los ojos y besándonos. Lo guió con la mano en mi interior.

Mi coño se abría para recibirlo. Estaba claro que no es una polla de verdad. Pero notar su cuerpo sobre el mío, sus tetas apretadas contra las mías, estaba más que bien. Fue mejor todavía cuando empezó a mover la cadera.

Ahogábamos nuestros gemidos con los besos. Con la lengua en la boca de la otra. Me agarraba a sus nalgas para que se clavara más todavía en mí. Ella había pasado un brazo por detrás de mí cuello y usaba la otra mano para amasar mi teta.

Puse mis piernas por detrás de sus rodillas. Nos corríamos, las dos. Ese extraño aparato funcionaba, nos daba más placer.

- Ahora verás.

Apoyó las manos en la almohada y se incorporó levantando su cuerpo como si me cabalgara. Es muy ágil. Cuando me quise dar cuenta estaba pasando un muslo por debajo de mi pierna, como haciendo una tijera.

En esa postura solo nos rozaríamos los labios y los clítoris. Pero con ese vibrador dentro el contacto era total. Sus jugos resbalaban hasta mojar todo mi pubis y muslos.

No yo sabía que pudiera tener la suficiente flexibilidad como para que levantará una de mis piernas. Y llegar con mi pie a su boca y lamerlo y chuparlo.

No sé si mis vecinos llegarían a oirnos pero no nos cortábamos con los alaridos de placer. Ahora fue ella la que cayó encima de mí agotada pero satisfecha. Acariciándome con ternura.

Saqué el vibrador de su interior, aún me sentía un poco rara con aquello saliendo de mi cuerpo. Así que tiré de él y lo arrojó a un lado.

- Buen estreno. Parece que esa cosa funciona.

- No ha estado nada mal. Aunque tendría que acostumbrarme.

- Pues puedes volver cuando quieras y seguimos probándolo hasta que nos acostumbramos.

- Volveré, desde luego. Pero será por ti.

- ¿Me puedo dar una ducha? Tendría que seguir trabajando.

- Claro, si me dejas ducharme contigo.

- Creía que no me lo pedirías.

Nos duchamos juntas. Le dejé uno de mis conjuntos de lencería y volvió a ponerse su ropa. No se la ganas que tendría de trabajar, a mi no me hubiera quedado ninguna. Pero hemos vuelto a vernos y a probar más juguetes juntas.

 

 

 

 

..

Larga y próspera vida


   
Citar
Compartir:

Descubre
Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos