La ex monja que llevaba una puta dentro
Santino había intentado follar con su mujer, pero no se le había levantado la polla. Catalina le dijo:
-Ya van tres veces este mes que no se te pone dura.
-Es que vengo cansado de trabajar.
-Me huele que hay algo más. Desde que tienes a tu sobrina como nueva secretaria echas más horas en la oficina.
-Hay que echar el tiempo que haga falta.
Catalina, que había dejado los hábitos un año atrás, sabía poco de la vida, pero tonta no era.
-¿Me estás engañando?
-No digas tonterías, es mi sobrina.
-Algo hay, no es normal que lleves tanto tiempo sin hacer el amor conmigo. ¿Qué te pasa, Santino?
-A ti no te gustaría saber lo que me pasa.
-Claro que sí.
-No te va a gustar lo que te diga.
-Lo superaré.
-Tu lo has querido. ¿Cuánto tiempo llevamos casados?
-Tres meses.
-¿Cuántas veces te has quitado el camisón?
-Ninguna, pero es que me sentirá una cualquiera si me desnudase.
-¡Eres mi esposa!
-Y me gusta serlo.
-¿Sí? ¿Cuántas veces me la has mamado?
-Eso que no me gusta.
-¿Has mamado alguna polla?
Le respondió con otra pregunta.
-¿Tú qué crees?
-Que no. ¿Cuántas veces me has dejado comerte el coño?
-Ninguna, pero si ya lo sabes... ¿Para qué preguntas?
-¿Cuántas veces me has dejado follarte el culo?
-También sabes la respuesta.
-Y tú debías saber que una mujer que no le da todo a su marido se expone a que lo busque en otra mujer.
-Así es como lo ves tú.
-Sí, así lo veo. Ya te puse las cartas boca arriba sobre la mesa. Ahora eres tú la que tienes que mover ficha.
-Yo no voy a mover nada.
-Pues no te extrañes si te enteras de que busqué en otra lo que tú no me quieres dar.
Catalina rompió a llorar.
-No esperaba esto de ti.
Santino no se compadeció de ella.
-La pelota está en tu tejado.
-Dime la verdad. ¿Me engañas con tu sobrina?
-La verdad te va a doler.
- Eso quiere decir que me has engañado.
Santino se sinceró a ver si al final su mujer se entregaba.
-Sí, y deja de llorar.
-¿Cómo ocurrió?
-Cómo ocurren estas cosas, sin querer, queriendo.
Se limpió las lágrimas con la sábana.
-Cuenta. Quiero saber como fue ese sin querer, queriendo.
-Verás, hace un mes, tomando la siesta en el tresillo de mi oficina, tuve un sueño en el que follaba con una desconocida. Desperté empalmado y María estaba allí, inclinada, cogiendo unos papeles que le habían caído, y al ver su culo, pues no me pude contener. La abordé, ella estaba con ganas, y pasó lo que pasó.
-¿Qué pasó?
-Que echamos un polvo como es debido, o sea, con felación, cunilingus, sexo anal...
Catalina ya tenía cara de pocos amigos cuando le preguntó:
-¿Cuántas veces has follado con la hija de tu hermano?
-Una.
La mosquita muerta tenía guardada dentro la mala ostia, y la mala hostia salió a flote.
-¡Quiero la verdad!
-Ya te he dicho la verdad.
-A ver si te crees que soy tonta.
-Vale, fueron varias veces.
Catalina lo miró con ojos de gata que va a sacar las uñas, pero de repente se calmó y dijo:
-Mía es la venganza, dijo el Señor.
-Y dijo bien, pero eso no va a evitar que nos separemos.
-¡¿Me vas a dejar?!
-No, acabarás por dejarme tú a mí.
-Yo quiero arreglarlo.
-Lo que la arreglaría serías echar un polvo en toda regla.
-No sé si te podré complacer.
-Empieza por quitar el saco.
-¿Qué saco?
-El camisón.
-Apaga la luz.
-Si apago la luz no podré verte desnuda.
-Con luz no puedo.
Apagó la luz, Catalina que quitó el camisón. Santino quitó la sábana que la cubría, volvió a encender y vio a su mujer desnuda. Catalina le dijo:
-Eres un falso.
-Y tú tienes un cuerpo divino.
Le miró para la polla y le dijo.
-Lo debo tener, porque se te ha puesto dura.
Santino le echó la mano a la nuca y le llevó la boca a la polla. Catalina ya se entregó a la causa. Como si no supiera por dónde empezar, le preguntó:
-¿Qué hago?
-Agarra la polla, menéala como me has visto menearla. Lame la cabeza como si fuera una piruleta y luego chúpala como si fuese un Chupa-Chups.
Al lamer el glande fingió tener un repelús que le estremecía el cuerpo.
-Deja atrás los perjuicios.
Dejó de hacerse la puritana y le hizo una mamada cojonuda... Cuando Santino se hartó de que se la mamara, le dijo:
-Sube y fóllame.
Aquella posición era nueva para Catalina.
-¡¿Yo arriba?!
-Sí, tú arriba.
-No sé si sabré hacerlo.
-Todo es ponerse.
Catalina, que como ya he dicho, era una mujer, robusta, de tetas grandes y culo impresionante, se puso a horcajadas encima de su marido y metió la polla hasta las trancas. Santino le dijo:
-Cierra los ojos y fóllame imaginando que follas a alguien que te guste.
A Catalina le costaba trabajo, creer lo que había oído.
-¡¿Te has vuelto loco?!
-No, quiero que ensanches tus miras. Sería como si te estuvieses masturbando, pero con una polla dentro y...
-Yo no me masturbo.
-Ya, y en invierno no llueve.
Catalina bajó la cabeza.
-Bueno, a veces...
-¿Vas a hacer lo que te he dicho?
-¿Quieres que me pervierta hasta ese extremo?
-Quiero viciarte. Quiero sacar la puta que llevas dentro.
-Yo no llevo una puta dentro.
-Tú cierra los ojos que ya verás como la puta va surgiendo.
Catalina cerró los ojos y la polla de Santino pasó a ser la de Vicente. Puso sus manos sobre el pecho de su marido y comenzó a mover el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Santino le echó las manos a las tetas y se las magreó mirándola a la cara. Para Catalina las manos de Santino eran las de su hija... Se fue poniendo tan perra que cuando su coño hacía que la polla entrase a tope, se sentía entro de él un obsceno chapoteó... "Choffff, choffff, choffff, choffff..." Catalina se encontró con la puta que decía que no llevaba dentro.
-¡Me hace falta sentir tu polla en mi boca!
Quitó la polla del coño y la mamó con unas ganas locas. Al rato le dijo Santino:
-Ponme el coño en la boca.
Se giró y le puso el coño en la boca. Santino se lo abrió con dos dedos. Una especie de moco de jugos colgó del coño. Santino sacó la lengua y esperó a que callera sobre ella, luego le echó las manos a la cintura y le lamió el coño. Catalina sintió que se iba a correr, mamó con lujuria y se corrieron juntos, ella en su boca y él en la boca de ella.
Al acabar de correrse, se giró de nuevo, metió la polla en el coño, y le dijo:
-Ahora fóllame tú a mí.
Santino le dio leña por un tubo... Poco después sintió como el coño de su mujer apretaba su polla y luego descargaba sobre ella. De su garganta solo salieron gemidos, gemidos que cesaron cuando abrió los ojos, y dijo:
-Me has convertido en una depravada.
-¿Te sientes mal?
-No, al contrario, me siento bien, nunca me sentí mejor.
-Pues vuelve a subir.
Volvió a montarlo y le aplastó la polla con el coño.
-Ponme las tetas en la boca.
Se las puso y se las mamó. Al rato, le dijo:
-Métela y fóllame mientras te las mamo.
Metió la polla en el coño. Lo follo despacito, pero poco después perdió el control, lo folló a toda hostia y se volvió a correr.
Mientras se corría y temblaba sobre él, la besó y le acarició las nalgas.
Al acabar de gozar, le dijo:
-Vuelve a poner tu coño en mi boca.
Catalina ya estaba entregada. Le puso el coño en la boca.
-Cierra los ojos y piensa en alguien que te guste mientras te frotas contra mi lengua.
Catalina cerró los ojos y pensó en un viejo amor prohibido. Su coño encharcado se frotó contra la lengua, sin prisa, pero sin pausa. Pasado un tiempo, a Santino se le fue llenando la boca de jugos. Le encantaba aquella situación y más que le encantó, cuando descargó en su boca una corrida monumental.
-¡Me vuelves loca!
Nada más acabar de correrse, se puso él encima y le dio a mazo, hasta que reventó ella y reventó él.
El coño quedó anegado con las dos corridas, y la polla bajó la cabeza.
Boca arriba y estando una al lado del otro, le dijo Santino a Catalina.
-¿La próxima vez me darás el culo?
-No, el culo, no, el culo es para otras cosas.
-María me lo dio.
No se enfadó por el comentario.
-A esa le voy a poner los puntos sobre las íes.
-¿Qué quieres decir?
-Son cosas mías.
Quique.
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