Orgasmos en familia
 
Compartir:
Notificaciones
Vaciar todo

Orgasmos en familia

1 Respuestas
1 Usuarios/as
0 Me gustas
38 Visitas
José
(@quique)
Miembro Erótico Autor
Registrado: hace 4 años
Respuestas: 423
Topic starter  

                      La primera vez de Paula

Vicente se había separado de su esposa y vivía en casa de Santino, su hermano gemelo, con su nuera, Catalina, y con su sobrina Paula, que además de sobrina era su ahijada.

Vicente, que era un bicharraco, bien parecido, alto, moreno y que iba al gimnasio a diario, había mimado a su ahijada toda la vida, o sea que no le negaba nada de lo que le pedía.

Toda historia tiene sus partes y esta, que se desarrolla en un barrio de Buenos Aires, es una de ellas.

Paula tenía los ojos y el cabello oscuro, cabello que le llegaba a la mitad de la espalda. No era flaca ni gorda, tenía buenas tetas y era culona. Andaba casi siempre con poca ropa por la casa. Ese día estaba en bragas y los pezones de sus gordas tetas se marcaban en una camiseta de tiras ceñida al cuerpo. Con su largo cabello suelto entró en la habitación de su tío y padrino, que estaba echado en la cama a pecho descubierto y mandando un WattsApp.

-¿A quién le escribes, padrino?

Vicente la miró, vio cómo venía vestida y, en broma, le dijo:

-A Papá Noel.

Se metió en la cama y le dijo:

-Ponle que me traiga dinero para comprar un pantalón, una remera, unas botas, unas bragas y un sujetador a juego.

-Conociéndote, ya los has mirado. ¿A cuánto asciende el importe?

 -El pantalón, 33 dólares, la remera, 15, las botas 28, y las bragas y el sujetador a juego, 8 dólares.

-¿Y no quieres nada más?

-Hombre, un bolso y unas medias, no me vendrían nada mal.

Le echó la mano a la polla. Vicente se la apartó y con cara seria, le preguntó:

-¡¿A qué ha venido ese tocamiento, Paula?!

-A que ya va siendo hora de que te pague todos los caprichos que me has dado.

-¡¿Me quieres dar tu cuerpo?!

Le volvió a echar la mano a la polla.

-No, quiero pagarte con una mamada.

Le bajó la cremallera del pantalón.

-Tu madre no va a tardar en regresar de comprar.

-Aún tarda, se iba a pasar por la peluquería.

-¿La mamas bien?

-Sí, o eso dice mi novio.

Vicente dejó que su sobrina se arrodillase enfrente de él.

Al sacarle la polla empalmada le pareció inmensa.

-¡Es enorme!

Vicente sabía que su polla era normalita.

-¡¿Pero tu novio que clase de polla tiene?!

-¡No tiene una estaca!

-¿Asustada?

-No, pero no me imaginaba que tendrías algo tan tremendo entre las piernas, aunque mamar, te la voy a mamar.

-Dale.

Le agarró la verga con la mano derecha y empezó a masturbarlo.

-Se pone cada vez más dura.

Le lamió el glande. Vio que empezaba a salir líquido pre seminal del meato y le dijo:

-Me encanta ver cómo te vas poniendo cachondo. Ese líquido que echas es como el mío.

-¿Cuándo te das dedo?

-Cuando estoy muy caliente.

Masturbándolo, lamió el glande, luego lo metió cuanto pudo dentro de la boca y se lo mamó. Le dio un pequeño repaso en los huevos, o sea, se los lamió y se los chupó. Le hizo un buen trabajo. Al rato, Paula, le dijo:

-Avisa cuando te vayas a correr para que no se pierda ni gota de la corrida.

-Si sigues ya me corro.

Lo masturbó y se la mamó más aprisa y Vicente explotó:

-¡Me corro!

A Paula la boca se le fue llenando de leche, leche que se la tragó.

-Echaste cantidad de leche.

-¿Te gustó tragarla?

-No mucho.

Vicente se puso entre las piernas de su ahijada.

-¿Qué me vas a hacer?

-Voy a hacer que te corras.

-¿Cómo?

-Enseguida lo vas a saber.

Le quitó la camiseta, la puso a lo largo de la cama y le amasó las pétreas tetas. Paula le dijo:

-¿Te gustan mis tetas?

-Están más ricas que el dulce de leche, hablando de dulce de leche. ¿Queda alguno?

-En la nevera hay un tarro sin empezar. 

-Voy a por él.

Volvió con el tarro, lo abrió, untó dulce de leche en el dedo medio de la mano izquierda y se lo pasó por los labios, acercó su cara a la de su ahijada y le dijo:

-Saca la lengua y lame lentamente el dulce de leche.

Sacó la lengua y al lamer, Vicente, le lamió la lengua con la suya y después se la chupó.

A Paula le gustó.

-Otra vez. 

No fue otra vez, fueron la tira de veces las que le repitió los besos. Luego cubrió con dulce de leche sus pezones y areolas, para después lamer y chupar hasta dejarlas limpias. Los pezones le quedaron duros y tiesos y ella más caliente que la lava de un volcán. 

 Después le quiso quitar las bragas. 

-No, el coño no quiero que me lo veas.

-Solo un poquito.

-Bueno, un poquito, sí.

Paula se dejó bajar las bragas hasta que el clítoris quedó al descubierto. Vicente lo cubrió de dulce de leche y lamió con la punta de la lengua. Paula levantó el culo apoyándose en sus pies, arqueó su cuerpo y se corrió como una bendita. Sus bragas quedaron para tirar con la tremenda riada de jugos que había echado al correrse.

El cuerpo de la joven acabó totalmente relajado. Sonreía como una diablesa cuando le puso la polla en los labios. Paula sacó la lengua y se lo lamió. Al rato, Vicente, le preguntó: 

-¿Estás lista?

-¿Para qué?

-¿Para echar un polvo como es debido?

-No, no quiero que me la metas, me abrirías el coño una barbaridad.

-Pues de aquella manera... De aquella manera también me serviría.

-No entiendo qué quieres decir con eso.

-Con las bragas puestas.

-¡¿Cómo me vas a follar con las bragas puestas?! 

-Follándote.

-Eso es imposible.

Le puso la polla en la entrada de la vagina por encima de las bragas y empujó. La punta de la cabeza de la polla tocó su coño, cubierto con las bragas.

-Te follaría así.

-Así te dejo.

La siguió follando con la barrera de las bragas, que entraban y salían de su coño como si fueran el condón de la polla. Poco después, Paula ya estaba perra de nuevo. Apartó las bragas para un lado y le dijo:

-La puntita, padrino, méteme, la puntita.

Le metió y le sacó la puntita varias veces.

-Un poquito más, métemela un poquito más.

Le metió la cabeza de un chupinazo y Paula grito:

-¡¡¡Ayyyyyyy!!

 El grito se oyó en todo el pueblo y quien más nítidamente lo oyó fue Catalina, que acababa de regresar a casa de comprar y de la peluquería, y que dijo:

-Ya está la exagerada, seguro que se rompió una uña y grita como si hubiese visto al demonio.

No lo había visto, pero casi. Vicente le preguntó:

-¡¿Tanto te dolió?!

-Tanto, es poco. Me acabas de romper la concha.

Le quitó la polla.

-No me digas que eras virgen.

-Era, era virgen, ahora ya no lo soy.

-Bueno, ahora que ya entró la cabeza, podemos...

-Me está escociendo.

-¿Quieres que siga o no?

Le escocía, pero también le picaba.

-Sigue, pero poquito a poco.

-Sube encima de mí y vete metiéndola tú, así no te haré daño.

Paula subió encima de su padrino, frotó la polla en el coño y metió la puntita. Se inclinó y besó con lengua a Vicente.

Tengo miedo a romperme. Vete metiéndola tú.

-No, métela tú.

Con miedo, metió el glande. El coño le volvió a escocer, pero aun así, entre beso y beso, fue metiendo y sacando el glande. Luego fue metiendo el resto de la polla, lo hizo milímetro a milímetro. Con un par de centímetros dentro, Vicente le dijo:

-Quítala que me voy a correr.

-Quiero sentir la leche dentro de mi coño.

-¡No puede ser!

Vicente la quiso quitar de encima, pero Paula bajó el culo, metió toda la polla dentro del coño y soltó otro grito.

-¡¡¡Ayyyy!!!

Vicente, corriéndose, sintió las lágrimas de su ahijada caer en sus labios, como el coño le apretaba la polla y luego como descargaba sobre ella. Esta vez el dolor le había provocado un orgasmo.

Catalina, que era una mujer robusta, con grandes tetas y un culo gordo, ya no pensó en roturas de uñas. Subió las escaleras para ver qué pasaba con Paula, pero la oyó decir en la habitación de su cuñado:

-Me he corrido.

Entró en la habitación de Vicente y vio a Paula encima de él. A la cabeza le vino una situación semejante en el convento en la que vio a una monja encima de otra, hecho que la llevó a tener su propia relación lésbica, y le ocurrió lo mismo que en el convento, sintió un sudor frío en la frente, se mareó y cayó al piso como un fardo.

Paula se quitó de encima de su padrino y le preguntó:

-¿Y ahora que vamos a hacer?

-Follarla, para que no le pueda decir nada a tu padre.

Vicente la cogió en brazos, la puso sobre la cama y la desnudó. Paula le dijo:

-No me gusta lo que estamos haciendo.

-No nos queda otra.

Al tenerla desnuda se arrodilló entre sus piernas, se las separó y le quiso meter la verga en el coño.

-No está lubricada, y al no estar lubricada no le entra. Cómele las tetas.

Paula no estaba por la labor.

-¡¿Yo?! Cómeselas tú.

-Pues magréaselas.

-Yo no voy a hacer nada.

-Tendré que hacerlo yo todo.

Sin dejar de levantarle el culo, se desplazó hacia atrás y le lamió el coño. Poco más tarde, Paula se calentó de nuevo. Se sentó detrás de Catalina y le magreó las tetas, tímidamente, al principio... Al rato se las estaba magreado y mamando. Vicente, cuando vio que Catalina estaba bien lubricada, se volvió a arrodillar entre sus piernas, le levantó el culo y se la clavó, lentamente, pero hasta el fondo. Con toda dentro, Catalina, volvió en sí, empujó por Paula y dijo:

-¡¿Dejarme, monstruos?!

Paula le agarró las manos y Vicente la folló a toda mecha.

-¡¿Por qué me hacéis esto?!

Le respondió Paula:

-Para que no te vayas de la lengua con mi padre.

Gozando como una cerda, les dijo:

-Dejarme ir y no le diré nada.

-No te creo.

-Yo no miento.

Vicente quería correrse y no la iba a dejar ir, le dijo:

-Mámale las tetas a Paula y dejo de follarte. 

Paula le puso las tetas en la boca, pero Catalina apartó la cara y no se las mamó.

-Eso significa que quieres que te siga follando.

-¡No!

-Sí.

Vicente le volvió a dar duro. Catalina, sintiendo que se iba a correr, le dijo:

-¡Para, para, para!

No paró. Segundos más tarde, Catalina, arqueó el cuerpo, apretó el clítoris contra el cuerpo de su cuñado y se corrió subiendo y bajando la pelvis. Vicente le llenó el coño de leche.

Al acabar de correrse, Vicente, le quitó la polla del coño, se sentó sobre ella y le dijo a Paula:

-Agárrale la cabeza.

-Ya está bien. No creo que le diga nada a mi padre.

-Hay que asegurarse.

Paula le cogió la cabeza. Vicente agarró la polla, que le había quedado morcillona, y se la frotó en los labios. Catalina no abría la boca ni a tiros.

-Me la vas a mamar por las buenas o por las malas.

Catalina sacó las uñas.

-¡Ni muerta!

-Va a ser de viva.

Con una mano le apretó la garganta y con dos dedos de la otra mano le cerró la nariz para que no pudiera respirar. A Catalina no le quedó más remedio que abrir la boca y la polla se introdujo en ella.

-Mama, cuñada, mama.

La mujer no mamó, pero fue igual, Vicente, le folló la boca. Paula le preguntó:

-¿Y yo qué hago?

-Mastúrbate y mastúrbala.

-No es mala idea.

Paula se puso entre sus piernas. La corrida de Vicente había salido del coño y estaba sobre la sábana. Mojó la yema de su dedo medio en ella y le acarició el glande del clítoris haciendo círculos sobre él. A Catalina le dio un latigazo la pelvis. Volvió a mojar la yema del dedo en la leche, y esta vez acarició el capuchón por los dos lados. Vio cómo le latía el glande, e hizo algo que nunca había pensado que haría, le lamió el clítoris y luego le lamió el coño de abajo a arriba. Escuchó los gemidos de Catalina y se excitó tanto que se olvidó de masturbarse ella. Al parar los gemidos, sintió los inconfundibles ruidos que produce la boca al hacer una mamada y escuchó a su padrino decir:

-Así, cuñada, mama, mama.

Paula lamió a toda mecha, y en nada, Catalina, levantó la pelvis, y sacudiéndose, se corrió en la boca de su hija.

Al acabar de correrse quedó espatarrada sobre la cama y tirando de aliento.

Paula, perra perdida, se echó boca arriba sobre la cama y le dijo a Vicente:

-Necesito correrme.

Se arrodilló entre sus piernas. La cogió cómo había cogido a su cuñada, o sea, levantándole el culo, y le dio caña. Al principio la polla le entraba y le salía del coño muy apretada, tan apretada como lo haría un tornillo la madera, pero cuando se lubricó y se dilató ya entraba y salía sin dificultad y gozaba de cada clavada. Paula, desatada, se incorporó, lo empujó y lo volvió a cabalgar, pero esta vez le dio a romper. Quería que se corriera de nuevo dentro de ella y cuando Vicente se corrió, Paula se derritió con él.

-¡Me corro, me corro, me corro!

Cuando acabaron de follar, Catalina, ya había cogido sus ropas y se había ido de la habitación.

Quique

 

 

 

 

 

 

 

 
El relato fue modificado hace 2 semanas por José

   
Citar
Compartir:

Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos