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La Libertad III_02: día 02

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laualma
(@laualma)
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LIBRO 3. EPÍLOGO: LIBERACIÓN. CAPÍTULO V.

día 02 - 16.07.2012

Puede que fuese gracias a ese sueño, no estoy segura, pero a la mañana siguiente estaba de un sorprendente buen humor. De alguna manera, el inicio de un nuevo día me había hecho poner en perspectiva muchas cosas. Al fin y al cabo, aunque me jodiera infinito, era natural que mis dos amigas estuvieran deseando montárselo ellas dos, por una vez, a solas; no en vano, yo misma no solo se lo había puesto en bandeja, sino que se lo había ofrecido como una oportunidad única y especial, a cambio de ayudarme. Y ellas se habían mostrado dispuestas a complacer mi petición sin cuestionarme ni pedir nada a cambio (por mucho que supiera que al final me iban a terminar pasando la factura, eso también estaba claro). En cuanto a Pablo, pues joder, era un niño pero yo bien sabía ya que estaba enormemente desarrollado para su edad, a todos los niveles, y que por extraño que pareciera a veces debía considerarle más bien como un adolescente pleno, como si hubiera alcanzado ya la etapa más evolucionada de la pubertad y se abriera ya a la edad adulta… joder, y sin embargo al verle tan niño… pero no, yo sabía lo que había dentro de él, ese adolescente arrollador y sexualmente hiperactivo… ¿cómo no iba a sucumbir él ante una diosa como mi amiga Nuria, ante la que había visto babear desde los jóvenes más buenorros a los señores más respetables? ¿Y qué había de malo en que un adolescente jugara y experimentara con el sexo? ¿Acaso no espiaba yo también a veces a amigas y amigos en mi casa, o a mis vecinos, o mis propios primos? ¿Cómo podía enfadarme porque Pablo lo hiciera o Nuria lo permitiera? ¿Qué había de malo en que el chiquillo se masturbara con ella, o después varias veces en la cama? Bueno, supongo que eso sí me jodía, claro, pero lo que me jodía era haberle tenido en la habitación de al lado, y escucharlo todo estando tan caliente y puta como estaba… Saber que mis amigas follaban, que Pablo se la pelaba tan cerca, pensando en Nuria, y tener que estar yo allí sola, haciéndome un dedo tras otro para no pensar, muerta de calor y de deseo… Pero tenía las cosas justo donde quería tenerlas: mi pequeño primo a raya, aunque sin perder nuestra confianza y nuestro cariño, pero dejándome la conciencia tranquila y el camino libre en mi relación con su hermano, que para mí era la verdaderamente importante y la que quería afianzar y explotar al máximo. Y para ello necesitaba a mis amigas controladas, sexualmente aplacadas y centradas en mis objetivos personales, más que en los suyos propios. Que para eso estaban allí conmigo.

Me levanté la primera, aunque al rato aparecieron las dos tortolitas con sonrisas de oreja a oreja, aunque visiblemente cansadas de una noche que, sin duda, había sido tórrida. Me dejaron claro que habían aprovechado la noche, pero les corté antes de que siguiesen dándome más detalles. Ya tendríamos tiempo de divertirnos las tres... Pablo durmió más tiempo, y se levantó cuando nosotras ya estábamos en la piscina. Fue su primera oportunidad de vernos a las tres en bikini. A mi estaba harto de verme así, y desnuda también, claro, y no solo de haber follado sino también alguna vez en la piscina o la playa, donde incluso delante de la familia a mí me gustaba dar rienda suelta a mis instintos nudistas. A Pablo casi parecía darle igual que me mostrara desnuda o tapada por mis siempre absurdamente pequeños bikinis, porque nunca dejaba de disfrutarme, comiéndome con los ojos, sobre todo desde que le tenía a pan y agua. Esa mirada suya y esa actitud que me recordaban siempre a las de mi cuñado Guille antes de que nos lo hiciéramos por primera vez, pensé, mirada y actitud que ha vuelto a recuperar ahora que ya hace mucho que no tenemos relación alguna. Pero, si conmigo Pablo desarrollaba ese descaro y falta de pudor para contemplarme y admirarme, con mis amigas es que ya se notaba que se le salía el corazón por la boca… y la polla por el bañador jijijiji. Todo hay que decirlo, en su defensa: mis amigas están muy buenas, por si había dudas. Y con cuanta menos ropa encima, mejor.

 

Estuvimos en la piscina toda la mañana. Después de comer todos juntos, fuimos a dormir la siesta, ya que ninguna de nosotras tres habíamos dormido demasiado, por una u otra razón. Decidimos dormir dentro de casa, ya que fuera hacía un calor insoportable, y dentro en cambio se mantenía un cierto frescor, además de que en las camas estaríamos realmente más cómodas que en las tumbonas. Pablo no parecía necesitar mucha siesta, pero nos siguió el rollo, aunque no terminaba de encerrarse en su habitación. Claramente, el pobre tenía en la cabeza mis palabras de la noche anterior, que le prometieron ayer acceso a mi cuarto a la hora de la siesta, pero se veía que no conseguía juntar el valor necesario para recordármelas. Disfruté morbosamente aquel momento, en compensación por lo mal que me lo hizo pasar anoche, celosa de que se hubiera desatado tan pronto y tan visiblemente su deseo por Nurita.

Pero no, tal como yo sabía, en el fondo (y no tan en el fondo) el niño seguía muertito por mí, jiji. No puedo evitarlo, cuando noto que alguien tiene un deseo tan abierto e irrefrenable por mí, me siento tan halagada que... siempre caigo. Quizás soy demasiado simple, pero mis amigas siempre dicen que en realidad esa es siempre la táctica infalible para llevarme a la cama. Así que, fiel a mis instintos, estaba yo dudando cómo hacer para llamar a mi primo, pero como era de esperar al final no me hizo falta: cuando estas dos se metieron en la habitación de mis padres, él se asomó a mi puerta. Reaccioné instintivamente, tuve algo de miedo por mi comportamiento, por la constatación de mis ganas y de mi aparente determinación de ponerme, una vez más, a jugar con fuego. Sin duda un comportamiento que estaba descubriendo que distaba mucho de ser el que había esperado, por lo menos en los momentos en que había logrado analizar el tema fríamente los días pasados.

Lo cierto es que la cosa era tan simple como que me apetecían bastante algunas de sus caricias.

 

- Anda, ven. - le dije, tratando que mi tono sonara condescendiente. Creo que no lo conseguí, creo que sonó nervioso y deseoso, pero él estaba más nervioso que yo, así que me quise convencer de que era imposible que se hubiese dado cuenta de nada.

 

Su rostro se iluminó mientras se tumbaba en la cama nido pegada a la mía. Yo entré un momento al baño. Mi cabeza no paraba, daba vueltas, no tenía muy claro cómo seguir. Pese a lo que hubiese podido esperar, pensar, desear, la realidad es que ahora me apetecía tenerle a mi lado, tumbados, durmiendo o... Sin ninguna duda, cualquier cosa antes que saber que se estaba masturbando en la habitación de al lado de una manera totalmente ajena a mí, pensando incluso en el cuerpo de una de mis mejores amigas en lugar de en el mío.

¿Hasta dónde llegaba entonces mi deseo? ¿Quería que me tocase? ¿Que me intentase hacer algo más? Mientras tanto, me mortificaba saber que mis amigas seguramente estarían... por lo menos, dudaba mucho que se fuesen a quedar dormidas sin hacerse unas cuantas caricias antes... Joder, no llevábamos ni un día y supe ya que se me iba a hacer largo pasar aquella prueba: mi apetito sexual estaba demasiado despierto. 

Volví a la habitación. Pablo me esperaba tumbado en la cama, con su joven pecho desnudo, con el largo bañador ocultando lo mejor de su cuerpo adolescente. Se le veía mirándome expectante, en realidad demasiado expectante para poder ser considerado normal, correcto, pudoroso, familiar. No sé qué es lo que él pensaba que yo querría hacer ahora. Porque lo cierto es que, a pesar de mis divagaciones y locos pensamientos, por mi parte no podía pensar en otra posibilidad que tumbarme en mi cama y dormir una larga siesta. De ninguna manera podía yo tomar ninguna iniciativa que me hiciera retroceder todo el espacio que había logrado asegurar a mi alrededor para protegerme de él. Eso sí, lo que él hiciese, eso ya era otra historia... porque no me veía capaz de resistirme a determinados estímulos.

Al ir a tumbarme, caí en la cuenta entonces de que yo todavía tenía el bikini mojado, dado que me había tirado la piscina a mitad de la comida porque no podía soportar el calor exagerado que hacía. Pensé en volver al baño o al vestidor a quitármelo y ponerme braguitas y camiseta. Pero me dio en parte pereza volver al baño... y en parte un morbo enorme de hacerlo delante de Pablo.

Sobre la silla de mi cuarto había dejado una camiseta blanca de las que uso para estar por casa, y las braguitas blancas de tira con las que había dormido. Podían estar más limpias, después de una noche en la que mi dedito había tenido que luchar duro para tranquilizar mi atribulada carne, pero tampoco era algo que me importara ni por lo que mereciera la pena tampoco volver al vestidor. No, estaba decidida ya a darle ese pequeño espectáculo, deseosa en verdad de conseguir así hacerme un hueco de nuevo en su enfermizo deseo apartando de él el recuerdo que pudiera quedar del cuerpo desnudo de Nuria frotándose bajo la ducha.

Pablo me seguía mirando sin disimulo, como dudando de mis movimientos e intenciones. Siempre en silencio, allí mismo, ante él, me di la vuelta, y me saqué sin más la parte de arriba del bikini. En tetas, pero siempre de espaldas a mi primo, me puse la camiseta que tenía en la silla junto a mí. Era suficientemente larga como para que me cubriese lo suficiente mientras me quitaba la parte de abajo para ponerme las braguitas, operación que hice girándome y quedando de cara a Pablo (prefería que pudiera llegar a verme algo del pelo de mi coñito antes que ofrecerle una vista más completa y comprometida de mi raja si llegaba a agacharme de espaldas frente a él, dado que al hacerlo por muy larga que fuera la camiseta terminaría por dejar al aire buena parte de mi culo en toda su cara). Me pareció notar una rápida y considerable reacción en su entrepierna. Aquello me habría complacido tanto, en condiciones normales con cualquier otro tío, que seguramente me habría llevado a tensar un poco más la cuerda. Pero yo misma estaba demasiado nerviosa.

Antes de darle tiempo a más, me derrumbé y huí absurdamente al baño, tratando de hacer ver que me ponía a enjuagar mi bikini en el lavabo. Ciertamente, más que de cloro su parte baja estaba necesitada de un aclarado para disolver la humedad pastosa en su tira inferior, que acumulaba restos más evidentes que los del propio agua de la piscina. Cuando estaba colgando las prendas del bikini de la barra de la cortina de la ducha para que se secase, constaté lo absurdo de mis movimientos hasta entonces… entrar al baño a mear y lavar mis dientes, volver a la habitación, despelotarme delante de mi primito para cambiarme, y volver al baño a lavar el bikini. Joder, resultaba tan evidente lo que acababa de hacer…

Me paré un momento en el baño, respirando agitada mientras intentaba recuperar el control de mis emociones. Estaba siendo mucho más complicado de lo que pensaba... Abrí el grifo, enjuagué me lavé la cara y mojé mis muñecas en el agua fría, y aproveché para beber, tenía la garganta seca. Me di agua en la cara y, al levantar la cabeza, en un gesto inconsciente me miré al espejo, colocándome el pelo. Al verme reflejada, comprendí por qué Pablo se había podido excitar tanto hace un momento. Ni lo pensé, ni me di cuenta: me había quitado el bañador sin secarme, por lo que, al ponerme la camiseta, mis tetas mojadas se pegaron a la tela, blanca, fina y gastada, de aquella camiseta vieja, haciéndola casi traslúcida. La visión era más que evidente.

Bueno, pensé, ha sido un accidente, algo totalmente casual, así que... decidí no privar a mi primo de la posibilidad de repetir. Creía, además, que sería mejor no llamar la atención sobre el tema cambiándome de camiseta nuevamente. Tampoco podía seguir dando vueltas de un lado para otro eternamente. Lo mejor era hacer como si no me hubiese dado cuenta, y que el pobre niño aprovechase lo que pudiese, jiji. 

Cerré la puerta del baño y volví tal cual a la habitación, consciente ahora de ir enseñándolo todo, aunque haciendo como que no me daba cuenta. A Pablo se le salían los ojos. Fin de la historia: sin más, di dos pasos y me tumbé en la cama boca abajo, dispuesta a dormir la siesta.

Debido al tremendo calor, ayer habíamos desterrado desde el primer momento de las camas hasta las sábanas de arriba. Sólo entonces fui consciente de que el efecto de la "camiseta mojada" se debía estar repitiendo en mis apretadas braguitas blancas lo que, en definitiva, significaba poco menos que debía estar enseñando el culo. Aquello avivó mi nerviosismo que, evidentemente, jamás había llegado a aplacarse. La reacción de Pablo no podía tardar. Esperé pacientemente unos veinte minutos hasta que se creyó que me había quedado dormida. Y sí, con la fiabilidad de un reloj suizo mi primo cumplió con todas las expectativas posibles. Con mucho cuidado, se puso de rodillas en mi cama y levantó despacio mi camiseta hasta la cintura. ¿Por qué estábamos de nuevo en esta situación, cómo había llegado a estar una vez más debajo de él, casi desnuda y enseñando todo? 

No llevábamos ni un día allí, y ante él apareció libre y explícito mi culo, grande y redondeado, cubierto por unas ingenuas bragas blancas de algodón lo suficientemente húmedas como para no ser capaces de ocultar nada. Sentía mis nalgas mojadas apretadas contra la tela, y la raja que se estaría marcando en el centro con un color grisáceo más claro. Sudaba copiosamente por el calor y los nervios, y ese sudor se concentraba especialmente en mi culo, lo que no hacía sino facilitar a mi primo su observación. Me estremecí en los tensos segundos de espera hasta que sentí sus palmas posarse sobre mi blanda carne. Me lo sobó con cuidado, demasiado temeroso sin duda de la que podía ser mi reacción en caso de despertar.

Me acordé de la primera vez que me tocó de esa manera, con todo el atrevimiento que el deseo desenfrenado puede provocar, y fue también el culo, de una manera parecida aunque más relajada, más honda, ya que entonces sabía casi sin duda que tenía mi total permiso para ello (en realidad, lo primero que me tocó mi primo fue un pecho, pero lo hizo muerto de miedo, casi forzado por mí... Cuando le puse mi culito en bandeja, en cambio, él y yo ya éramos otros, pues aunque todavía no éramos conscientes del alcance de lo que habíamos comenzado, ya estábamos totalmente perdidos, condenados a llegar hasta el final; no pude evitar pensar que quizás la situación actual no era muy distinta, y no estábamos haciendo más que comenzar a cumplir un destino que nos esperaba inexorable). No se pensó dos veces lo de sacarse su polla del bañador y, teniendo cuidado de no mover la cama, se hizo una paja sobre mí, silenciosamente. Fue tan sumamente cuidadoso que, efectivamente, si hubiese estado dormida no me habría dado cuenta de nada.

Cuando me desperté de la siesta, mi primo ya no estaba allí. Me incorporé, sentándome en la cama. Tenía los muslos pringosos; me toqué, y todo mi trasero y la parte superior de los muslos estaban sucias de restos resecos. Lefa. La corrida de mi primo, lo último que recuerdo, los chorros calientes estrellándose con fuerza contra mis bragas, mojando aún más la tela que cubría mis nalgas, resbalando hirviente por la cara interior de los muslos, hacia mis ingles, filtrándose hasta mi vulva pelada al ir saturando poco a poco el tejido de mi ropa interior. Caliente, me había dormido muy caliente con ese líquido bañando mis piernas en su zona más sensible... aunque en ese momento casi había dudado de si lo que pasaba era real o soñado, mientras sentía que, agotada, mi cuerpo desconectaba y caía en un sueño profundo arropado por un orgasmo raro, borroso y tibio pero cierto y efectivo a pesar de la inexistencia total de estímulos táctiles o visuales directos.

Bien, estaba claro que su paja y su corrida habían sido MUY reales: no solo mi culo, muslos y entrepierna; tanto la ropa de mi cama como la de Pablo mostraban también grandes manchas secas de semen. Junto a otras de líquidos semejantes, que yo y mis amigas habíamos dejado allí el día anterior, y por las que mi atrevido primito había querido preguntar con descaro. Estaba claro que el niño había entendido a la primera cuál era el origen de aquellas manchas, y con el mismo descaro había decidido dejar él también allí sus restos para que se mezclaran con los míos y los de mis amigas, como queriendo explicitar sus ganas de jugar con nosotras.

Pues joder con el niño. Tampoco me iba a molestar ahora en cambiar las sábanas. Al igual que tampoco me preocupé demasiado por ocultarle a él mis juegos con mis amigas (él sabía que yo era bisexual, porque precisamente le había hablado más de una vez de que tenía sexo con algunas amigas), lo que él acababa de hacerme tampoco era algo que fuese a ocultar a Nuria y María. Al fin y al cabo, yo no podía luchar contra las calenturas de un adolescente, y no había hecho nada para provocarle: como había dicho ayer Nurita, era él quien era un salido, nosotras sólo éramos sus víctimas indefensas... Mis celos apenas disimulados estaban deseando enseñar la evidencia de la lefa reseca de mis bragas a la zorra de Nuria.

Había resultado todo muy fácil, morboso y eróticamente agradable. Quería pensar que, además, me había salido gratis. Claro, tampoco se puede decir que esto hubiese saciado mi apetito sexual, en absoluto, si en realidad estaba mucho más caliente aún que antes. Pero había sido placentero, mucho. Por lo menos, de lo que había sido consciente. El cansancio y los nervios habían podido conmigo, adormeciéndome como si realmente me hubiese corrido yo también, si es que no lo había hecho realmente. Mis bragas ya olían a mis corridas de anoche antes de tumbarme junto a él en la siesta, así que de nada me iba servir olerlas o lamerlas tratando de encontrar allí mi olor.

Lo peor de todo, pensé, era que tampoco tenía ni idea de si Pablo se habría calmado él mismo después de correrse, o si habría seguido aprovechándose aún más de mí cuando, involuntariamente, me dormí.

Pero ahora todo me daba igual. Me sentía tan feliz que no pude seguir negándome que había estado deseando que pasara algo así. No tan en el fondo: algo que casi estaba a la altura del morbo que me daba mi primo de por sí, era el saber que yo seguía siendo válida para él, que seguía siendo igual de deseable, en especial después de ver a Nuria; a pesar de haber empezado con ella ayer, ahora íbamos nuevamente empatadas, uno a uno, y yo todavía seguía siendo la favorita para ganar la partida; ahora, ¿quería realmente hacerlo? y, sobre todo, ¿existía realmente tal partida? aunque eso, no cabe duda, si no lo decidía yo sería Nurita misma la que, antes o después, acabaría por decidir que sí. La conocía de sobra para saber que ella ya se había puesto en marcha, y una vez que lo hace, siempre es imparable.

Me levanté y fui al baño, donde me senté en el bidé para limpiarme los restos que mi primo había dejado sobre mi cuerpo. No suelo usar el bidé, es cierto, pero para estos casos reconozco que es útil. Cogí el bikini que estaba colgado de la ducha. Seguía un poco húmedo, así que, aunque hacía calor y no me habría importado ponérmelo, ya que seguramente acabaría metida en la piscina en breve, preferí cambiármelo. Hacía tiempo que Nurita me había convencido con una teoría suya de que hay que cambiarse el bañador lo máximo posible para conseguir que no se nos quedasen las marcas en el moreno, al llevar siempre la misma prenda. Bueno, eso en realidad era más una manía juvenil nuestra, ya que en realidad hacía muchos años que tomábamos el sol desnudas siempre que teníamos oportunidad, y esto empezó a ser muy frecuente desde que en el grupo de amigas empezamos a tener casas con terrazas y otros lugares donde ponernos en pelotas más o menos discretamente.

Me di cuenta de que, a pesar de estar instalada en casa de mis padres, sólo tenía otro bikini allí, además del que me había puesto ya, que era una adquisición nueva de mis últimas compras. Debía haberme dejado el resto en mi propia casa en la ciudad, cosa absurda teniendo en cuenta que me pretendía ir de vacaciones en dos semanas directamente desde aquí. El bikini viejito que encontré en mi armario era uno totalmente negro, de braguita de tiras y parte de arriba también de cuerdas finas, y me cubría casi exactamente lo mismo que el nuevo, a pesar de que lo tenía desde hace años y, la verdad, se me había quedado un poco pequeño. Me di cuenta de que el nuevo, recién comprado hacía unos días, exactamente del mismo tipo de bañador, pero de color claro y estampado de flores pequeñitas, me quedaba mucho más ajustado: era realmente una talla comparativamente menor que la de los que me compraba hace años. En resumen, que si mi cuerpo era más pequeño antes y los bikinis son casi iguales, antes me cubrían más que ahora. Quiero decir, que antes los compraba buscando taparme más, y en ese momento pues bastante menos. Sí, lo cierto que eso fue algo que valoré cuando me probé el bañador unos días antes en la tienda. Las braguitas tenían dificultades para ocultar mi culo por detrás, por lo que al menor movimiento, cuando empezasen a remeterse por debajo en mi raja, y la parte de arriba se bajase poco a poco, mi culo quedaría extremadamente expuesto, con la raja asomando por arriba y casi por abajo, las nalgas emergiendo sin complejos por la parte inferior, la tela tensa y rebosante sería casi incapaz de ocultarme los labios mayores si alguien llegara a enfrentar esa vista en algún momento. E igual por delante, las tetas quedaban aprisionadas, con la escasa tela casi incapaz de contenerlas con una mínima garantía de éxito, lo que hacía que cuando tenía los pezones duros, y eso es algo que me pasa con extraordinaria facilidad, se marcasen como enormes pitones en la tela; también por abajo, mi prominente sexo, con la hinchada vulva y mi elevado monte de venus, se marcaban con fuerza en el minúsculo triángulo de tela, totalmente estirado para poder cubrir la totalidad de mi sexo. En ese tiempo todavía me rasuraba por completo la parte superior de mi vello púbico, por debajo del ombligo, depilándomela en realidad con pinzas para tratar de eliminarla por completo, ya que tendía a llevar los pantalones y las braguitas, además de los bikinis, exageradamente bajos y, si no me importaba y hasta me daba morbo a veces que mi pelo asomase por las ingles, no quería que se viese por arriba (y no porque sea algo que me disguste o no me dé morbo, sino en realidad porque me resultaba muchas veces violento evidenciar eso de una forma tan exagerada delante de mis padres y otras personas de la familia). En fin, manías de cada una.

Me miré en el espejo. No recordaba que este bikini negro me quedase tan bien, ya digo que en su momento me cubría mucho más que los de ahora... pero años después me había desarrollado de tal manera que mi cuerpo se desbordaba igual o más que con mi más reciente adquisición, que justamente había comprado, como acabo de explicar, no para otra cosa que para poder enseñar lo máximo sin comprometer lo imprescindible (es decir, para poder llevarlo incluso entre familia y amigos… y eso que ya tengo demasiada familia y amigos a los que satisfacer jijijiji) Meri siempre decía que cada año que pasara sin que tuviéramos pareja estable había que esforzarse más para conseguirlo, lo que nos hacía, poco a poco, ser un algo más putones. Bueno, parece que ella ya ha parado, por alguna razón parece decidida a plantarse con su pareja actual, aunque dudo mucho que vaya a serle mucho más fiel que Nuria o Lucía a sus maridos (y eso que la relación de Meri me parece mucho más sincera que la de cualquiera de ellas dos). Por mi parte, ya entonces estaba cada vez más convencida de que lo mío no podría ser jamás lo de una pareja estable (ni mucho menos la fidelidad, por la que no tengo el menor respeto, dado que realmente soy incapaz de entender el por qué de algo tan absurdo). Eso sí, confieso que ya mucho antes le había cogido gusto a esto de ser cada vez más "explícita" en mi vestuario. Ya por entonces había desarrollado enormemente mi faceta exhibicionista, y no cabe duda de que aquel año había dado un paso realmente importante en ella jijijiji. 

Cuando salí al sol radiante y abrasador del jardín, encontré a Pablo lanzándose de cabeza a la piscina, nervioso. Yo había comprobado al entrar en el baño que las ventanas estaban cerradas, aunque tampoco vigilé demasiado si él se acercaba asomándose por encima de las pequeñas cortinas para ver algo. En fin. Aunque entonces caí... ¡mierda! ¿tendrían Meri y Nuria el ventanal del dormitorio de mis padres abierto? Ese aire nervioso de mi primo… Me daba la sensación de que hubiera estado haciendo algo poco correcto y, conociéndole, si mis amigas habían follado antes de la siesta, y luego se habían dormido en pelotas, con el ventanal abierto...

- ¡Hola Pablo! - le llamé, pero pasando de él y lanzándome hacia el ventanal de la habitación de mis padres que daba sobre la piscina, para comprobar si... Sí, ¡JODER! tenían la persiana bajada, cerrada a cal y canto, ufff!

- Siguen dormidas... llevan todo el rato con la persiana cerrada - no te digo... había intentado mirar, estaba claro... - aunque hace un rato se escuchaban ruidos raros dentro... - joder con mi primito, y joder con mis amigas; si Pablo las llega a pillar follando o lo que sea que estuviesen haciendo...

- Creo que no debieron dormir bien anoche - le dije, sin explicar más sobre el tema.

Pablo me miraba con descarada atención. No sé si trataba de descubrir algún indicio de que pudiese haberme dado cuenta de lo que me había hecho antes, si esperaba alguna reacción, buena o mala por mi parte o, sencillamente, estaba mirando mi cuerpo malamente contenido por mi escueto bikini sin cortarse ni un pelo. Lo más gracioso es que eso no me inquietaba en absoluto, lo que teóricamente había sido el posible problema para estar con él, volvía ahora a ser lo más natural del mundo: el deseo fluyendo entre él y yo.

Estaba claro que lo sucedido hoy en la siesta y lo de ayer con Nuria, habían subido un grado a la temperatura global, y a mí no parecía importarme. Quizás era porque no sabía yo lo rápido que aquello iba a seguir subiendo...

Mientras dudaba si meterme o no en el agua, aquella situación empezó a prolongarse más de lo debido, sin que ninguno de los dos supiese qué hacer para romperla, pero sin que ninguno quisiese realmente hacerlo. Empecé a darme cuenta de que seguir así por mucho más tiempo tenía un peligro importante; no podía obviar que mi primo estaba bastante envalentonado, aunque siempre de manera no visible, no directa, pero su atrevimiento, como siempre, parecía no tener límites. Por ello, pensé que no debía darle alas para que pasase al ataque frontal ya que, sin duda, aquello dificultaría enormemente las cosas. Después de lo que habíamos pasado y de mis repetidas negativas a volver a ir a más, creía haber llegado a una brillante conclusión: la única manera de disfrutar de él era ésta, fingir siempre que no me enteraba de nada. Absurdamente, lo que más temía en ese momento era que Pablo se cansase y optase por un ataque directo lo que, inevitablemente, me obligaría a decidir, y podría acabar por joder definitivamente las cosas. Eso o que Nuria le abriera nuevos caminos, cosa en la que sinceramente prefería no pensar. Así que me adelanté para lanzarme al agua, con objeto de retirarme de su cada vez más impertinente mirada. 

Entonces, sobresaltándonos a los dos, la persiana de la habitación de mis padres se subió de golpe, con un penetrante estruendo. Mis dos amigas aparecieron en la piscina, a través del ventanal, todavía desperezándose. Ambas iban como yo había dormido, en braguitas y camisetas, aunque sus camisetas eran algo más cortas que las mías, por lo que, básicamente, le estaban haciendo a mi primito un desfile de ropa interior, poniéndoselo todavía aún más fácil que esta mañana con sus también ridículamente mínimos bikinis. Con los ruidosos bostezos que estaban dando, acompañados de aparatosos estiramientos de brazos, que evidenciaban sus pechos pequeños aunque firmes y dejaban al aire completamente sus braguitas. Sentí un creciente enfado, casi arrepentida de haberme cambiado.

- Venga, vestíos de una vez y venid a la pisci... - les pedí,         sin pensar en que no dejaba de resultar absurdo que les pidiera que se vistieran cuando, en realidad, quería que se pusieran un bikini que dejaba ver mucho más que casi cualquier tipo de ropa interior medianamente normal.

En mi defensa, diré que el morbo que daba verlas así era indudable. Tanto que Pablo, naturalmente, ya no me miraba a mí, embobado viendo aquellos cuerpos tan deseables perfectamente definidos bajo unas braguitas estrechas, pequeñas y bastante traslúcidas y unas camisetitas que marcaban perfectamente la forma de las pequeñas peras de mis amigas, haciendo resaltar sus duros pezoncitos empalmados contra la tela. Ellas estaban tan excitadas como nosotros dos. Su insultante belleza, aquel arrebatador contraste de sus pieles perfectamente morenas con el blanco puro de su escasa ropa, hacían que yo estuviera casi tan embobada mirándolas como mi propio primo. Así que tampoco cambió mucho la situación que yo me tirase de cabeza al agua. Él se había quedado clavado, mirando como un idiota a mis amigas. Lo cierto es que ellas le ignoraban, hacían claramente como que no querían darse ni cuenta.

Emergí del agua y, ayudándome con las manos, me senté en el borde de la piscina. El brusco movimiento hizo que el sujetador del bikini se deslizase momentáneamente bajo mi seno izquierdo mientras se vaciaba del empuje del agua. Pablo giró la cabeza como movido por un sexto sentido, intentando pillar carne. Mis amigas siguieron su mirada hacia mí, demostrando que le prestaban más atención de la que demostraban, pero al reconocer el motivo que había provocado su cambio de atención, volvieron a centrarse en el joven cuerpo de mi joven primo. Yo reaccioné tan rápido que allí nadie había visto nada, y Pablito quedó bajo la evidencia de las miradas de las tres, que reprobatoriamente le clavábamos los ojos por haberse fijado así en mí, intentando pillarme desnuda aprovechando el descuido. Una cosa es andar a escondidas sin que te pillen, pero estos deslices son sagrados, parecíamos decirnos, cínicamente. Tuvo que salir por donde pudo, y lo hizo bastante airosamente:

- Laura, te has cambiado de bañador ¿no? - ¡bravo! pensé, así hasta parece que mirabas el bañador en lugar de mi cuerpo... si no me estuvieses desnudando con la mirada hasta me sentiría despreciada jijiji.

- Sí, primito, muy observador. Es algo que nos enseñó Nuria hace tiempo, si estás siempre con el mismo bikini te acaba dejando marca, lo mejor es cambiar, siempre que puedas, cada vez que te bañes...

No era consciente de lo que acababa de provocar, tampoco se me puede culpar, no podía esperar que Meri y Nuria hubiesen hablado como habían hecho, que hubiesen acordado desde ya, tan pronto, que pondrían todos los medios para que esto no quedase en un trío lésbico. Después de contarles mi historia con Pablo y describirles su insaciable apetito sexual, cosa que había quedado ya desde el principio confirmada por Nuria, mis niñas estaban bien cachondas y sus coños pedían guerra. En esas situaciones, insisto, no se detienen por nada, especialmente Nuria. "Así se las ponían a Felipe II" debió pensar mi ninfómana amiga.

- Pues justamente de eso estábamos hablando, Lau... ¿no tendrás otros bañadores?

- ¿Otros? pero... bueno, tengo el que llevaba antes, pero sabéis de sobra que no os va a valer, como tenéis las tetas bastante más pequeñas que yo... - dije maliciosamente, aunque ninguno de los tres acusó mi comentario, lo cual no quería decir que no lo hubiesen recibido alto y claro, especialmente mi primito -y los de mi madre menos, claro; mi hermana creo que no tiene ninguno aquí... ¿por qué lo preguntas?

- Pues por lo que acabas de decir, no queremos que nos quede marca...- ...y resulta que solo hemos traído un bikini cada una... - le apoyó Meri.

- Pues como no os lo cambiéis una a la otra... - sugerí, intentando cortar aquello. Hablando de sus bikinis, y con ellas en bragas. Pablo se estaba poniendo morado, no solo mirándolas, sino sin duda imaginando todo lo que podría hacer con ellas.

- Pero es que no nos valen, ya hemos probado - ni de coña, pensé ¿qué tramáis? ayayay...

- Pues entonces menos los míos ¿no? tengo muchas más tetas que vosotras – insistí de nuevo, con una sonrisa pícara, y mirando a mi primo, echándole toda la cara del mundo. Rara vez hago estas cosas, pero aquí podía ser caso de vida o muerte. Aunque podía acabar siendo un suicidio, también.

- Que sí, que sí, "Miss Piscina de Verano". - me soltó Meri molesta. - Bueno, pues entonces para evitar marcas solo nos queda el topless… - mi amiga acusó mi mirada de ira.

- …o el nudismo integral, jeje... – añadió Nuria veloz.

- …bueno, bueno, que era sólo una broma, Lauri jeje... – Mer trató de aplacarme antes de que la situación pudiera torcerse de manera inevitable. Ella conoce mejor que nadie mis ataques de ira…

Pablo se debió sentir cogido en fuego cruzado, porque se puso como un tomate. Meri parecía tocada, pese a su bravuconería inicial, porque empezó a mirar al suelo... Pero Nurita sonrió con una expresión maliciosa...

- Bueno, entonces no tenemos otra... - ¿pero esta zorra no estarñia pensando realmente en ponerse en bolas, no? pensé horrorizada, mientras se metía para dentro tirando de nuestra amiga común.

El sol allí fuera era tan abrasador que, desde la piscina, con la luz de cara, era imposible saber lo que pasaba dentro de la habitación de mis padres. Sin embargo, lo que tenía meridianamente claro era que, pese a mi insistencia en que volvieran a ponerse sus bikinis más bien sosetes, el resultado iba a ser, sin la menor duda, el más opuesto posible. Más me hubiese valido que saliesen incluso en bolas. La maquiavélica idea de Nuria no pudo ser más demoledora y, a la larga, creo que fue lo que acabará provocando, como voy a explicar, ni más ni menos que lo ella quería. O, más bien, lo que todos queríamos, en realidad, aunque ningún otro se habría atrevido a dar ningún paso por conseguirlo con la soltura y el desparpajo que ella lo hizo. Ya he dicho que Nuria, cuando se trata de sexo, hace siempre lo que sea para conseguir sus propósitos. Yo he aprendido mucho de ella, aunque entonces aún nunca era capaz de llegar a esos límites. Sin embargo, a esas alturas ya me había convertido en una maestra en que otros acabaran dando los pasos que yo no era capaz de dar. Quizás ahí estaba el asunto, y justamente ese día estaba haciendo lo mismo con Nurita, obligarla a provocar una reacción que me llevase a estar de nuevo con él... pero no, no podía ser tan puta como ella, joder, que era mi primo, no podía volver una y otra vez a lo mismo, tenía que tener claro que era demasiado pequeño... 

Pues el caso es que Nuria, tras reconocer que yo tenía razón, y que no tenían opción de cambiar de bañador para evitar las marcas del sol, tomó una decisión que a ella debía parecerle salomónica: apareció en el jardín vestida únicamente con unas bragas y un sujetador. Casi se me sale el corazón del pecho, y a Pablo otra cosa peor de la bragueta. 

- Pero tía, ¿cómo se te ocurre salir así estando él delante?

- Oye, Laura, que por mí no hay problema, jeje - dijo Pablo, aunque tan nervioso que nadie entendió lo que su boca intentó pronunciar. 

Joder, Nurita estaba que daban ganas de saltarle encima, pero qué jamona está la zorra...

- Mira tía, ya te he explicado que solo tengo un bikini y, al fin y al cabo, tú misma dices siempre que en realidad no hay diferencia entre ir en bikini y en ropa interior... - mejor que no siguiese explicando esas teorías mías, porque llevaban aparejadas historias que serían demasiado oscuras para los oídos de un primo que me tenga tan “idealizada” como Pablo...

Lo cierto era que éste, por su parte, acababa de dejar claro con una erección (que afortunadamente sólo podía percibir yo, que estaba muy cerca de él, ya que la mantenía discretamente bajo el agua) que ni Nuria ni yo teníamos razón; ¡¡que no había diferencia!! Mi niño debía estar dudando entre salir corriendo de allí o lanzarse directamente sobre mi amiga. Entonces, Meri acabó por darnos el golpe de gracia a los cuatro. Detrás de Nuria apareció el cuerpo de mi amiga del alma, cubierta por una ropa interior todo menos inocente. Era imposible que no hubiese seleccionado ese modelito, digno del más selecto burdel, para todo lo contrario a no querer llamar la atención. Eso sí, no pudo evitar que el rubor cubriese sus mejillas cuando salió de la habitación, al notar la mirada directa y sin compasión de Pablito. Se notaba que le ponía la situación, pero le costaba un poco soltarse todavía delante de mi pequeño primo. La erección de éste le puso directamente en órbita durante un rato. 

Mis amigas cortaron rápidamente con aquella situación tumbándose a tomar el sol, sin darme tiempo a decir nada más. Hice un par de largos en la pequeña piscina para tratar de serenarme, y salí remoloneando del agua.

- Tú será mejor que te quedes un rato dentro, primo, por el momento... - le susurré intimidatoriamente a Pablo, señalando con un gesto del mentón hacia la tienda de campaña de su entrepierna, sólo visible para nosotros.

Cogí mi toalla y me tumbé entre mis dos amigas. Miedo me daban, aunque no podía evitar que su impúdica actitud me provocara una intensísima excitación. Pablo estuvo un rato más en el agua, sin duda esperando a que se le bajase, como le había pedido. Cuando pudo salir, sin demasiado disimulo, se metió directamente en el baño, aunque él sí que tuvo la precaución de cerrar las ventanas...

- ¿Tú crees que...? - me preguntó Nuria.

- Pues no sé, pero acabo de recordar que me he dejado las braguitas allí... ¡joder!

- Para no variar... ¡Serás zorra! - dijo Meri, que conocía bien mi peligrosa costumbre de dejar tiradas mis bragas manchadas de flujo allí donde me diese por quitármelas, sin cuidar nunca de quien pudiese verlas. 

- Me apuesto lo que sea que está dándole a la zambomba con tus bragas en la cara Lau, jijiji... - rió Nuria. - Me excitó la franqueza del comentario de mi amiga, no solo por imaginarme a Pablo pajearse con mis bragas, sino porque ella también se lo imaginase y disfrutase con ello.

- Pues si no lo limpia tampoco esta vez… ¡me lo pido todito! jajajja!! - A Meri le encanta el semen, y se ve que no iba a tratar de disimular las ganas que tenía de tragarse el de mi pequeño primo.

Mis dos amigas reían, lanzándose miraditas por encima de mí. Tumbada entre ellas, me giré hacia Nuria, quedando de espaldas al cuarto de baño, y me subí las braguitas del bikini, metiéndome la tela en la raja del culo, dejando las nalgas al aire como si fuese un tanga. A lo mejor alguien podía pensar que quería ponerme bien morena por ahí, pero en realidad tan solo deseaba que mi primo no sólo se corriese con mis bragas en la cara, sino también mirándome mi culo, en lugar de los cuerpazos que tenía tumbados a ambos lados. Mis maniobras no pasaron desapercibidas para mis amigas.

- Tía, luego dices, pero le estás poniendo el culo en bandeja al chaval... – me soltó Meri a mis espaldas, desde donde podía ver lo que estaba con mi bikini haciendo a la perfección.

- Si sólo es para... - empecé a decir, traviesa... No llegué a acabar la frase, Nuria acababa de poner su mano sobre mi culo, sobándolo abiertamente, con la mano desplegada sobre mi carne desnuda... Al principio no dije nada, pero luego ella se envalentonó y empezó a cerrar sus dedos, metiéndolos poco a poco por mi raja... 

- ¡Qué ganas te tengo, morena! - me escupió con lujuria.

- Sí, Lauri, que luego te quejas pero tú no te cortas... - le apoyó María. Yo hundí la cabeza entre los brazos, incapaz de contestar conforme mi amiga avanzaba por mis ingles. Joder, ¡qué putas ganas me entraron en ese momento de que Nuria me comiera la boca, por mucho que Pablo me estuviera mirando!

- ¿Habéis hecho algo?- soltó Meri a continuación, sin que me lo esperase ni de lejos.

- ¿Qué quieres decir? - le pregunté, sobresaltada, sintiendo como se me bajaba de golpe toda la excitación. Habían saltado todas mis alarmas.

- Bueno, tú y Pablo... durmiendo juntitos...

- ¡No hemos estado durmiendo juntitos! – protesté, sin poder contener un gemido ahogado. 

Nuria me estaba empezando a hacer una paja con todas las de la ley, y yo no era capaz de pararla. Tampoco pretendía hacerlo; necesitaba aquello como el respirar. Aunque sabía que mi primo nos debía de estar viendo, arqueé el cuerpo, sacando culo, para que mi amiga pudiese entrar mejor... y enseguida empezó a hacerlo con descaro y hondura.

- ¿No? Pero antes, durante la siesta, Nur pasó por delante de su cuarto y él no estaba... – Meri apretó en su interrogatorio, sabiendo que habiéndome entregado a Nuria iba a ser incapaz de pensar ninguna excusa absurda para salir del paso.

- ¿Estáis espiando a Pablo? ¡¡¡AHAAHHHHA!!!

Mierda, Nurita me estaba matando, mucho más rápido de lo que me hubiese gustado. Me revolví, girándome para quedar de nuevo tendida boca arriba. Sentir el índice de mi amiga introducirse de aquella manera en mi vagina me había vuelto loca hasta tal punto que, por una vez, fui consciente de la situación. Mis dedos se hundieron en la tierra húmeda del jardín, mientras resollaba con furia intentando contener mi placer, que amenazaba con desbocarse. Tenía tantas ganas… Un milímetro más y acabábamos follando directamente delante de Pablo, con lo que cualquiera le dice nada luego al niño. No sé, igual eso de verme follando con otra tía le echaba para atrás, aunque en realidad dudaba mucho que mi primito fuera capaz de soportar tremendo calentón.

Jadeando, con mis tetas incapaces de mantenerse dentro de mi exiguo bikini por el movimiento sobre la toalla, insistí:

- No puede ser verdad que le estéis espiando... - necesitaba una explicación a aquello.

- ¡Qué no tía! Sólo había salido a buscar un vaso de agua, él tenía la puerta abierta de par en par pero no estaba en su habitación, ni en ninguna otra parte de la casa. Así que... - Nuria se afanaba por explicarse mientras seguía tocando con sabia delicadeza mi interior.

- ¿Habéis follado vosotras antes? - corté yo, saliéndome por la tangente.

- Claro - dijo María con frialdad - y anoche.

- Eso ya se os notaba esta mañana... -dije con cierto rencor. - Es que creo que Pablo estuvo intentando ver algo por vuestra ventana, menos mal que la teníais cerrada.

- Ups. Lo que no sé, lo que habrá oído... jajajja - dijo Nuria. 

- Bueno, da igual. Aseguraos siempre de tener la persiana cerrada. Y también la puerta, con pestillo.

- Pero bueno Lau, no te obsesiones... Pero entonces, ¿vosotros qué? 

- No, nada, nosotros nada... uffffff… me estás matando Nur… 

- Joder tía, no seas zorra y cuéntalo - dijo penetrándome con fuerza.

- ¡AAHHHHHAAAH! - Dudo mucho que mi primo no hubiese escuchado mi grito de placer - Bueno, bueeeeno, en realidad le dije ayer que tenía que dormir en la otra habitación, que no había opción...

- ¿Pero lo hizo?

- Diría que sí, al menos que yo sepa.

- ¿Que tú sepas?

- Quiero decir que no noté nada raro durante la noche, en fin, ya me entiendes...

- Hay algo más ¿verdad? - Nuria hurgó de nuevo más a fondo, amenazante.

- Bueno, sí. Nada, que para poder convencerle anoche de que no se metiera en mi cuarto, tuve que permitirle dormir la siesta hoy conmigo...

- ¿¿En tu cama??

- No idiota, en mi habitación. En la misma cama en la que "no" dormisteis vosotras el otro día.

- Pero... ¿y habéis dormido la siesta entonces?

- Yo sí, como una rosa.

- ¿Y él? ¡Vamos tía! - me urgió Nuria, haciendo rugir mi coño con el movimiento experto y sensual de sus largos dedos. Joder cómo me conocía la zorra cabrona.

- No sé, bueno, no sé si lo he soñado o fue verdad... pero sentí que me tocaban el culo. - No tenía sentido andar con remilgos con mis amigas, siempre nos contamos todo, pensé, armándome de valor para tratar de explicar lo que había sucedido.

- ¡Pero seguro que no lo hacía tan bien como Nurita! jejejjee -rió Meri.

- No, no, de verdad, me refiero a tocar solo de caricias... Oye, en serio, procurad que mi primo no nos vea, quiero decir, no sabe nada de que yo, de que nostras... - mentí – joder, que es un crío, y no quiero andarle provocando además, precisamente a él - sentí que volvía a mentir de buevo, mientras iba diciendo todo esto. Para pasar rápido sobre ello, seguí: - Lo cierto es que cuando me levanté, tenía las braguitas y las piernas empapadas de... ¡lefa de Pablo!

- ¡¡¡¿¿QUÉ??!!! jajajajaja pero ¿cómo lo sabes?

- Tía, que una ya es mayorcita... jijijiji

Las tres nos reímos bien a gusto. Cuando se nos pasó el ataque, nos quedamos mirando hacia la ventana del baño. No podíamos dejar de pensar en lo que podía estar haciendo Pablo dentro, ni si habría estado mirando todo el tiempo... las tres ligeras de ropa, y sobre todo ellas dos, en ropa interior, tan vulnerables a los ojos lujuriosos de mi primito...

- Se la ha machacado seguro ¿no? - preguntó Nuria.

- Meri, si encuentro mis braguitas sucias, esta noche te las llevo.

Nuevo ataque de risa.

- ¿Vendrás entonces esta noche? - Nuria se puso mimosa, de repente, besándome disimuladamente, como queriendo hacerme caso y evitar que le viera hacerlo mi primo.

- Es posible – dije yo, sentándome encogiendo las piernas y abrazándome a mis rodillas.

La fugaz corrida con Nuria me había despejado, y ahora trataba de escrutar lo que pasaba dentro del baño... Fuese lo que fuese lo que vio o hizo, no volvimos a ver a Pablo hasta la cena. Lo cierto era que, al poco de meternos de nuevo en casa, mis amigas, como estaban un poco quemadas de tanto sol, decidieron recuperar sus camisetas. Verlas así, aunque llevasen las braguitas bastante a la vista, rebajaba los niveles de morbo casi hasta cero, sobre todo porque sus pequeñas tetas quedaban muy disimuladas al llevar a la vez camiseta y sujetador. Así que, nuevamente, yo era la única que mantenía un cierto nivel de erotismo, con mis curvas insinuándose más de lo debido, al resultar inevitablemente exageradas para mi reducido bañador. El caso es que lo que quedaba de tarde pasó rápidamente, y no tardó en empezar a anochecer, tan lentamente como lo hace aquí siempre en el caluroso mes de julio.

Les pedí a mis amigas que preparasen ellas la cena, mientras yo me daba una ducha para quitarme el sudor acumulado, porque las últimas horas del día habían sido exageradamente cálidas. Me asomé a la habitación de mi hermana, y sentí a Pablo en el altillo, jugando con el ordenador. Fui al baño, pero tuve la precaución de cerrar el pestillo; el dedo que me había hecho mi amiga había tenido la indudable virtud de dejarme pasajeramente satisfecha así que, por el momento, no quería mayores sorpresas. También me preocupé de cerrar las ventanas. Quería evitar a toda costa que mi baño se convirtiera en un lugar de peregrinaje para mi primo cada vez que nos quisiéramos dar una ducha.

Entonces, vi mis braguitas en el suelo. Me había olvidado de ellas… Vale, suelo ser descuidada con eso, pero sé que nunca las dejo en el suelo, sino en el bidé, o en la encimera del lavabo, o en la tapa del váter. Las toqué. Joder. Estaban empapadas. Me llevé el dedo a la boca. No me costó reconocer el semen de mi primo. Pablo tiene un sabor muy especial, suave, delicioso. Supongo que es algo que tiene que ver con su edad, porque nunca he llegado a probar un semen tan particular, tan cremoso, tan suave al gusto como el suyo. Y os aseguro que he probado infinidad de… jijiji. Da igual, mejor sigo ¿no? Pues eso, que tengo mi particular teoría de que su esperma es así porque eran las primeras eyaculaciones de su vida, al menos las que yo había probado hasta entonces. De hecho, la que tenía en mis bragas en ese momento quizás ya sabía algo distinto, un poco más fuerte, pero también es que hacía ya un tiempo que debió hacerse la paja aquella... Había pensado ducharme a oscuras, para evitar que me pudiese ver nadie desde fuera (nadie es él, claro, que Nuria y Meri me daban igual, y tampoco necesitaban ponerse a espiarme si querían verme en bolas).

Encontrarme allí mi ropa interior mojada cambión mi percepción del momento. Consideré entonces que Pablo me había dejado las bragas allí a modo de señal: quería expresamente que yo (o si acaso cualquiera de mis amigas, o incluso las tres a la vez…) viese que las había cogido y, seguramente, que viese que se había corrido en ellas (aquello me recordó, inevitablemente, a que mi cuñado Guille y yo teníamos también ese juego, que yo le iba dejando mis braguitas por ahí, y él siempre respondía comiéndose mis restos y, a veces, dejando alguno él, aunque nunca llegó a hacer algo tan evidente como ahora Pablo; con Guille, todavía ahora que ya casi ni nos hablamos mantenemos estos juego en ocasiones). Aunque, como señal, en fin, después de correrse encima de mí en la siesta, pues tampoco es que fuera a ser más evidente que eso... Sin embargo, yo no había demostrado la menor inquietud por lo que me había hecho en la siesta. Estaba claro que Pablo buscaba una respuesta, una que yo no pensaba darle, o desde luego no pensaba hacerlo tan directamente. Pero bueno, quizás sí podría darle una opción, sonreí mientras me apuntaba otro tanto, frente a Nuria y Meri. Dos-uno, porque esta paja había sido con mis bragas y... ¿viendo mi culo? Quizás también cómo Nurita me... mmmmh!!!!

Así, decidí cambiar mi estrategia: encendí todas las luces del baño, me quité el bañador, lo enjuagué como siempre, lo colgué de la ducha, y entré en la bañera. Procuré pegarme bien al vidrio traslúcido en forma de rombo que hay delante de la bañera. Evidentemente, estando afuera oscuro y aquí con todas las luces encendidas, sabía que se vería bastante; en realidad, yo sabía que si te pegabas al vidrio se llegaba a ver prácticamente como si fuese casi transparente, al menos el cuerpo que estaba junto al vidrio. Así lo hice. Ni que decir que, si entré ya un poco tontita en la bañera, me puse cachonda inmediatamente. Demasiadas cosas, mis amigas, mi primo pajeándose mirándonos a Nuria y a mí, y lo de la siesta, joder, correrse así encima de mí, ¡qué ganas de cogerle y...! pero no podía, no podía, dije mientras pegaba mi cuerpo al cristal, con el agua resbalando por mis tetas, resbalando como mis manos, que fueron bajando por mi cuerpo, las tetas apretadas fuerte contra el vidrio, también mi peludo coño, mis manos se deslizaron dentro...

No sabía si Pablo se habría decidido a bajar, en realidad era demasiado arriesgado, Nuria y MAría podían verle desde la cocina a poco que estuviese por el jardín fisgoneando, sólo si estuviese muy pegado a la fachada... ¡Joder! Había estado masturbándome con los ojos cerrados y, cuando los abrí, le vi pegado al vidrio. El leve resto de luz solar que todavía iluminaba el cielo en aquel largo día de mitad de julio, me permitió atisbar su cuerpo, completamente desnudo, frotándose contra el mío, sólo separados por el espesor de aquel vidrio... Me eché un poco para atrás; sí, estaba desnudo por completo, la verga tiesa, aplastada entre el vidrio y su cuerpo, las palmas de las manos pegadas al vidrio como intentado alcanzarme, y mi primo moviéndose rítmicamente arriba y abajo, con movimientos de follada. Volví a pegarme a él, para terminar mi paja. Si yo le veía a él claramente, él me tenía que haber visto como si estuviese directamente en pelotas haciéndome la paja delante de él.

Mi comportamiento no podía estar siendo más lujurioso, y tenía que haberme visto todo. Bueno, al igual que todas las veces que me había tocado durmiendo la siesta, de sus pajas en mis bragas y demás, no habría evidencia de esto, tan solo ahora la brutal corrida que estaba empapando todo el vidrio por fuera... De repente,  todo se tornó lechoso, traslúcido sí, ahora, de sus líquidos viscosos que empapaban la ventana. Cuando me recuperé, ya se había ido. Tres-uno, pensé, dedicándole mi nueva victoria a Nuria. Y este tercero ha sido rebueeeno, jijijiji. ¿Cómo podía haber sido tan tonta de dejarme llevar por los celos anoche?

Salí de la ducha, envuelta ya en una toalla, y fui al vestidor. Todo estaba en silencio, su habitación apagada. Me sequé y me puse unas braguitas blancas de flores (ni más ni menos que las que llevaba la primera vez que me lié con él) sin quitarme la toalla. Me puse de espaldas, dejé caer la toalla y me puse una camiseta. Recogí el vestidor y el baño, cogí mis braguitas sucias de Pablo, y las llevé al cuarto de mis padres, dejándolas del lado de la cama donde estaba la maleta de Meri. Me había decidido a pasar la noche con ellas.

Salí por el jardín, que estaba desierto y a oscuras. Se oían voces desde la cocina. Sigilosamente, fui pegada a la fachada. Al llegar a la altura de mi baño, palpé la ventana. El líquido pegajoso había chorreado por el alféizar hasta el suelo, pero parte seguía pegado al cristal. Me puse de rodillas, y lo lamí. Mmmmmmmhhh. Hacía tanto que no sentía tan abiertamente ese sabor... delicioso, ¡cómo lo echaba de menos! aunque también esta vez, con la corrida aún caliente, me supo algo más fuerte. Mi niño estaba haciéndose mayor, al menos sexualmente. Supuse que era inevitable, porque en gran medida esas cosas las daba la práctica, jiji.

Entré al cuarto de estar, desde el jardín. Las tres miradas se clavaron en mí, cesando su conversación. Ahora iba como mis amigas, en camiseta y braguitas, solo que ellas llevaban sujetador y yo no, lo que unido a que tengo pero bastante más tetas que las dos juntas, y que iba bien empitonada después de lo del baño y de acabar de comerme el semen de mi primo, me otorgaba la ventaja de multiplicar mi capacidad de excitación gracias a mi delantera. Y funcionó.

Pablo se puso visiblemente nervioso, sin duda pensando en el regalo que me acababa de dejar en el baño, y lo que hicimos luego en la bañera, esa paja suya que yo le había recibido sin tapujos al otro lado del estrecho cristal, pajeándome yo misma también con él, sin pudor, realmente una masturbación mutua, pese al vidrio intermedio. Además, claramente había reconocido mis braguitas, esas braguitas que llevaba puestas y que eran precisamente las que yo llevaba la primera vez que él deslizo su mano en su interior… en mi interior. Pablo había pasado grandes momentos con ellas... No sé si esperaba que dijese algo de todo eso, sinceramente, no sé qué podía esperar que dijese. El caso es que él ya casi no abrió la boca el resto de la noche. 

Mis amigas me miraban entre alucinadas de que hubiese decidido vestirme como ellas (y menos que ellas, dada la descarada visibilidad de mis peras bamboleantes y de los pezones clavados en mi fina camiseta, que además dejaba ver una buena vista de absolutamente todo por su holgado cuello cada vez que yo me agachaba un poco), pero satisfechas sabiendo que mi actitud, al mismo tiempo, avalaba su atrevida decisión de jugar a calentar a Pablo con nuestro vestuario, respecto a la que ya no cabía marcha atrás.

Bien, de acuerdo, había decidido seguirles el juego en eso, pero lo consideraba un mal menor. Aunque reconozco que no podía dejar de tener miedo de Nuria, me daba la sensación de que, como siempre, ella tenía un plan perfectamente definido desde el principio, un plan que no se quedaba aquí, ni mucho menos.

La cena fue rápida, y casi obligamos a Pablo a recogerla. Cuando él llegó a su habitación, ellas ya se habían ido a la cama (habíamos decidido acostarnos en seguida porque las tres teníamos ganas de follar, y sólo podíamos hacerlo si Pablo pensaba que estábamos durmiendo). El caso es que a mí me pilló todavía en mi cuarto, donde había ido a buscar mi móvil.

- Laura, ¿qué vais a hacer?

- Pues dormir, Pablo, qué quieres que hagamos. - A mi primo se le salían los ojos mirándome el culo que se transparentaba en mis braguitas, y el insinuante movimiento oscilatorio de mis tetas hinchadas.  

- ¿Y no queréis ver una peli, o jugar a algo? - naturalmente, él quería pasar más tiempo con nosotras, aunque sólo fuese por seguir poniéndose morado mirando nuestras bragas y mis tetas. Y, seguramente, flipaba de que nos fuésemos a dormir tan pronto en plenas vacaciones. Pero yo quería follar con mis amigas…

- No, estamos cansadas - le corté, seca. Dudé si el podía sospechar algo, había un aire de desconfianza en su mirada.

- Oye...

- Dime - dije imperiosa. 

- ¿Puedo... puedo dormir contigo?

- ¿¿Dormir conmigo?? Pero, Pablo, ¿cómo que...? ¿pero tú es que estás loco? - hice lo posible por exagerar mi reacción para apartar aquella idea de su cabeza... ¡y de la mía!

- Es que de verdad que esa cama es muy incómoda...

- No, ya quedamos ayer que las siestas sí, pero que no por la noche, ¿vale?

- Laura...

- ¡¿Vale?!

- Vaaalee. ¿Pero mañana la siesta puedo, entonces?

- Sí, claro, te estoy diciendo que sí. Me gusta sentirte a mi lado... - le hice esa pequeña concesión, sonriente.

Mi nunca excesiva fortaleza se acababa de desmoronar; su lujuria se elevó de nuevo sobre mí, avasallándome bajo su sombra implacable. Pero él estaba feliz. Su cara se iluminó, y me di cuenta por qué. No sólo no le había negado por completo, después de lo de aquella tarde, (debía ser eso por lo que le pesaba tanto venir a preguntarme qué pensaba hacer para dormir esa noche, más que el propio deseo de acostarse conmigo) sino que le dejaba una puerta abierta para el día siguiente... Además, creo que lo de mi vestuario para la cena lo consideró como lo que en su mayor parte era, un regalo personal, dirigido exclusivamente a él. 

- Mira, ahora voy a ir un rato a... a hablar con mis amigas a su habitación. No nos molestes ¿vale? Vamos a hablar de cosas personales, así que espero que no intentes entrar o fisgonear por ahí.

- ¿Vais a hablar de chicos?

- De cosas personales, Pablo. Anda vete a dormir.

- Sí, ya me voy a... mi cuarto. Hasta mañana.

- Hasta mañana.

La precisión de "me voy a mi cuarto" no auguraba nada bueno. Si no pensaba dormir ¿qué iba a hacer? Los deberes no creo, ojalá. Esperaba que al menos se entretuviera leyendo, jugando con el ordenador, o viendo porno. Lo que fuera mientras le distrajera. Sobre todo, que no escuchara, porque me temía que los sonidos que podía haber esa noche en la casa no iban a ser aptos para menores... 

Se quedó un momento en la puerta que daba al vestidor, como esperando algo, no sé si pretendía que le diese un beso. Como vio que le ignoraba, finalmente se fue, cerrando primero mi puerta y luego la suya. Yo puse una cuña en la puerta del vestidor, cerré por completo la persiana, y salí como pude por la puerta del pasillo bloqueada con la cama nido donde había "dormido" hoy la siesta conmigo. Recoloqué desde fuera la cama nido para que no pudiese entrar fácilmente sin hacer ruido, y me fui. 

Cuando abrí la puerta de la habitación de mis padres, Nurita y Mer ya estaban desnudas, con Nuria entre las piernas de Meri, chupándole el coño vigorosamente. Meri tenía en la cara mis braguitas, que habían quedado relucientes. Supuse que Nurita también habría probado ya el esperma de Pablo. Sólo en ese momento fui consciente de que yo, personalmente, les acababa de dar a probar el semen de mi primo. No tenía derecho a reprocharles nada que tuviese que ver con su deseo hacia él, un deseo que solamente yo había alimentado con mis relatos y mis actos. Me merecía todo lo que me pudiese pasar. Pero a estas alturas yo ya sólo estaba pensando en que pasase una cosa: SEXO. Una noche entera de sexo pleno y total con mis amigas, con dos de mi más deseadas amantes. Me quité la camiseta, me despojé de las braguitas, y aún así tenía calor. Eché el pestillo a la puerta, y fui hasta la cama. Me senté sobre la cara de Meri, mirando a Nuria.

Al momento sentí su lengua meterse hasta dentro. Empezamos por la directa, sin calentamiento. Para qué, si llevábamos casi dos días calentándonos. Aquella noche fue memorable. Solo aquella noche podría dar para escribir un relato, un libro entero, o hasta un tratado de sexología con todo lo que nos hicimos las unas a otras. Pero aunque sería un tema jugoso, no es el tema que estoy contando. Noches de ese tipo, al fin y al cabo, he vivido muchas. Semanas como estas, en cambio, más bien pocas (no voy a decir que ninguna, claro, jiji). Entonces, tampoco voy a decir mucho más que hacía tiempo que no lo hacía así con ellas, y que tuve alguno de los mejores momentos de mi intensa vida sexual con Nurita. Más de una vez pensé que mi pobre primo debía de estar oyendo todo desde su cuarto. Afortunadamente, mis amigas habían cerrado la persiana.

Me resultaba un poco cruel mantenerle en esa abstinencia forzada mientras tenía que escucharnos como debía de estar escuchándonos. Pero, al mismo tiempo, me producía una sensación indescriptiblemente morbosa estar practicando sexo de esa manera con otras dos chicas al lado de él, él que ni siquiera debía comprender lo que significaba realmente eso que yo alguna vez le había comentado de que era lesbiana, o bisexual más bien. La noche de sexo fue tan brutal, que antes de lo esperado caímos agotadas, y nos dormimos las tres, nuestros cuerpos desnudos entrelazados sobre la cama de mis padres, hasta entrada la mañana.

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que relato querida @laualma lei todo tu relato meneandomela por  ti mamacita 

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y te corriste? 

jo, necesito ver más fotos de tu pollón, me da bastante rabia que siempre me mandes la misma… :((

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@laualma etoy tabajando fuertemente par adquiir un celular o una web cam decente para enviarte fotos de mi polla y si te apetece de mi culo también mami; ¿te gustaria comerme la pollo y el culo?

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@nyctidromus uffff me encantan los buenos culitos también claro, soy recontraviciosa con eso, te lo iba a dejar más limpio de lo que lo hayas tenido en los días de tu vida

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@laualma te gusta chupar culito uff 🔥 que guarrilla te gustaría también follarme el ojete mami zorra? Estaría dispuesta entregarte mi puerta trasera

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@nyctidromus

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@laualma uff mami que rico 🔥 me estoy metiendo los dedos pensando en tus tetas y que me las restriegas por el ojete

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@nyctidromus tetitas

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@laualma si mami calentona no quieres pasarme las tetas por mi ojete con ganas de lengua y de polla plástica, uff me pongo duro y guarro pensando que me restriegas las tetas en el ano y luego me lo follas con tus dedos o uno de los jueguetes

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@nyctidromus uy

...dicen de mí que tengo buen sabor
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nyctidromus
(@nyctidromus)
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@laualma ¿no te gustaria follarme el culo con con tu arnes con polla mami puta?

scripsit nyctidromus

sanguine et pulvis
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laualma
(@laualma)
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@nyctidromus sii

...dicen de mí que tengo buen sabor
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nyctidromus
(@nyctidromus)
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@laualma uuff si mami chupame el ano y follamelo hazme tu zorra anal come coños

scripsit nyctidromus

sanguine et pulvis
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laualma
(@laualma)
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@nyctidromus oh

...dicen de mí que tengo buen sabor
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