Ligue en el billar
 
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Ligue en el billar

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Sentada a una mesa tomando mi café con una amiga me deleitaba contemplando su culito enfundado en un ajustado vaquero. Él estaba jugando una pachanguilla con un amigo en la mesa de billar. La camiseta ajustada marcando el marmóreo pecho.

Cada vez que flexionaba los brazos para una nueva jugada las mangas de su camiseta amenazaban con rendirse y romperse de una vez. Cuando doblaba la espalda sobre la felpa verde las nalgas duras lucían aun mas bonitas.

Lo deseaba. Removiéndome en mi silla conseguí dejar ante su azul mirada aún mas de mis muslos desnudos por la breve minifalda. Cruzaba y separaba las piernas cada vez que miraba en mi dirección, provocándole.

Abrí un botón mas del escote de mi blusa dejando asomar buena parte de mis poderosos pechos. El sujetador que me había puesto ese día los levantaba y juntaba dejando un bonito canalillo.

Era consciente de que la naturaleza había sido generosa conmigo concediéndome un buen par de tetas. Además de ser de buen tamaño me dan mucho placer cuando las amasan, acarician y comen.

Así que hice lo posible por enseñarlas todo lo posible. Sin que me importara un bledo lo que pensaran de mí mi amiga sentada a mi lado tomando su café o su amigo que tiraba cuando le llegaba el turno. Quería provocarle.

Por fin estuve segura que se había fijado en mi cuerpo cuando me miró directo a los ojos. Nuestros ojos azules se clavaron durante unos segundos, las comisuras de mis labios se separaron en una sonrisa sabiendo que había conseguido mi objetivo.

Al poco rato habiendo parlamentado entre ellos pagaron nuestra consumición y nos invitaron a jugar con ellos. Por supuesto hice pareja con el que me había gustado desde el principio. Juan el de ojos azules a los que miraba de forma descarada cada vez que conversábamos.

Procuraba acercarme lo mas posible hasta casi rozar con la tela de mi blusa su cuerpo, su brazo o su pecho. Evidentemente de forma que fuera mi delantera la que lo tocara. Mis pezones se estaban erizando con esos juegos.

Cuando me ayudaba en algún tiro difícil lo hacía poniendo sus manos muy cerca de las mías sobre el taco. Su pelvis apoyada en mi amplía cadera. Justo como yo quería que hiciera. Lo que conseguía que me humedeciera, que frotara mi culo disimuladamente contra su polla que parecía reaccionar con agrado endureciéndose y creciendo.

En un momento rodeó mi estrecha cintura con su brazo y puso la mano en mi vientre, lo que aproveché posta recostar mi espalda en su pecho y descubrir mi cuello a sus labios la melena rubia echada sobre el otro hombro.

Noté su aliento en mi piel y en vez de besarme que era lo que esperaba sentí un suave soplo de aire que erizó hasta el último vello de mi cuerpo.

- Qué linda eres.

Sin separarme de mí deslizó en mi oído un cumplido en voz baja y entonces si que pasó suave la lengua por mi oreja.

Nuestros amigos ocupados charlando animadamente no parecía que se hubieran enterado de nuestro intercambio. Vaya par de panoli. No quería separarme de su cuerpo. Pero si no seguíamos con la partida seriamos muy descarados.

Pero no perdíamos la oportunidad de tocarnos, las manos al jugar, los cuerpos al pasar al lado de la mesa. Sus miradas de reojo recorrían mi cuerpo de las sandalias a la melena rubia. Creo que se estaba imaginando lo que podíamos hacer sobre la mesa de billar con mucha menos ropa de la que llevábamos.

Yo tenía ganas de tumbarme sobre el verde tapete y dejar que me hiciera lo que quisiera. Tampoco lo perdía de vista, me había impresionado su personalidad y también su físico. Empezaba a desearlo, pero el billar ya no daba mucho más de sí. Aparte de algunos roces ocasionales no podíamos pasar a mayores allí.

Era hora de ir a otro sitio. No recuerdo de quien fue la idea pero a mí me gustó. Un oscuro pub donde pinchaban música caribeña, merengues, bachata y piezas así. Música con la que podíamos estar mucho más cerca. "Bailando"

Todo tiene un pero, ni siquiera él era perfecto: no sabía bailar. Lo que en cierto modo me venía bien a mí. Él me había enseñado a jugar al billar, yo podría pegarme mucho a su cuerpo mientras bailábamos.

Era un recurso , pero no debería agobiarme. El Cañaveral no era un gran pub pero más que suficiente para lo que yo buscaba. Nos pidieron unas copas como caballeros.

Mi amiga estaba encantada, su chico el súper alto era buen conversador. Pero conociéndola no creía que ellos llegaran a nada. Es guapa pero a la hora de la verdad no termina la faena. Pero hablando entre nosotras me di cuenta de que yo sí tenía ganas de seguir toreando.

Juan me trajo la copa. Su sonrisa iluminaba el oscuro pub. Ni siquiera me fijaba en su amigo. Solo veía sus ojos tan azules como los míos y que solo se fijaban en mí. En todo mi cuerpo, en mi canalillo dedicado por completo a su mirada, o bajaban por mi vientre hacia mi cadera y mis muslos.

En cuanto sonó una canción que me gustaba lo arrastré a la pista mientras nuestros amigos seguían arreglando el mundo. Meneando el culo lo más que podía y tirando de su mano. Aunque algo de vergüenza hacía que ofreciera cierta resistencia.

Lo que se derrumbó de inmediato en cuanto me paré y me eche hacia atrás dejando que su polla se clavara en mi duro culo. Rodeó mi cintura con sus poderosos brazos y apoyó la cara en mi hombro para besarme en el cuello.

Aprovechaba el ritmo de la música para perrear. Frotar mi culo con su paquete. Sujeté sus manos en mi cintura, justo sobre mi ombligo, para evitar que se separara. No creo que pensara en hacerlo.

Ya llevaba caliente toda la tarde y era por su culpa. Sus labios mordisqueaban mi piel con suavidad. Un momento más tarde empecé a notar la humedad de su lengua sobre mi hombro de donde había apartado la tela de mi blusa con la barbilla. La sombra de barba raspaba mi piel.

Ya no me molestaba en bailar. Me conformaba con sentir su cuerpo a mi espalda. Movernos despacio con suavidad.

- Te deseo.

- Y yo a tí.

Aprovechando la oscuridad de la pista sus manos se hicieron más atrevidas. Una de ella subió hacia mi pecho. No es por presumir pero mi talla ciento diez le daba para amasar y acariciar aún con el sujetador puesto. La otra bajaba despacio hacia mi pubis, pero la tela de la minifalda no le daba mucho margen de maniobra.

En mi oreja notaba la humedad su lengua y labios. Entre los pocos botones que quedaban de mi blusa sus dedos buscaban mi piel. Mis amplias posaderas se apretaban cada vez más a su dura polla. Incluso eché la mano hacia atrás hasta agarrar con fuerza una de sus nalgas y tirar de él.

Juguetón consiguió deslizar la yema de uno de sus dedos dentro de mi sujetador. Se me escapó un gemido que nadie pudo oír únicamente por culpa del volumen de la música. Quería que llegara a mi durísimo pezón. Soltar un botón más le ayudo en eso.

Si seguíamos así corría el riesgo de terminar con las tetas al aire delante de nuestros amigos y del resto de la gente del bar. Así que me giré para tenerlo de frente. Se agachó lo suficiente como para sujetar mi labio de abajo entre los suyos y pasar la lengua por él.

Su mano volvió a mi pecho amasando una de mis tetas. Me colgué de su cuello acariciando su nuca y la raíz del cabello muy corto con mis manos. Abrí la boca esperando su lengua. No sé hizo esperar, la mía salió a su encuentro. Mi saliva se unió con la suya, incluso a medio camino, resbalando por nuestras barbillas.

El beso era lascivo, justo como a mí me gustan y sus manos en mi cuerpo conseguían que lo deseara aún más. Nuestros amigos se habían quedado junto a la barra conversando, estaba claro que la cháchara es lo suyo. Así que me llevé a Juan a los sofás del fondo del local.

No éramos la única pareja que había buscado ese refugio. A nuestro alrededor chicos y chicas se besaban y metían mano. Se sentó y yo muy cerca, girada hacia él poder poner un muslo por encima de los suyos.

Si eso no era una invitación ya no podía ser mucho mas descarada. Rodeó mis hombros con el brazo de ese lado y enseguida noté sus labios mordisqueando los míos. Su lengua empezó a abrirse paso dentro de mi boca. Y yo le di la mía para que jugara.

Un segundo más tarde la otra mano empezó a acariciar mi muslo con exasperante lentitud. Suave, rozando mi piel con la yema de sus dedos, se fue introduciendo debajo de la tela de la falda. Cada vez mas cerca de mis braguitas.

Mis gemidos los acallaba con sus besos. Aunque justo al otro lado de nuestro respaldo otra chica era mucho menos discreta que yo. Podíamos oír cómo suspiraba y eso nos calentaba más.

Pasé la mano por su torso acariciando sus músculos. Si seguíamos así le montaría allí mismo aunque me pillara mi amiga. Rocé uno de sus pezones, por debajo de su camiseta. Subiendo desde la tableta de su vientre. El pezón estaba tan duro como los míos. Y ahí fue él quien gimoteó en mi boca.

- ¡Como te deseo!

Y uniendo acción a la palabra llegó con su mano a mis bragas y me acarició los labios de la vulva por encima de la tela. Si se que mi suspiro debo llegarle a mi vecina de sofá, la escándalosa.

Debía notar en sus dedos perfectamente mi humedad traspasando la tela. Notaba la caricia en mis labios que se abrían dándole acceso al clítoris. En ese momento tenía su lengua intentando llegar a mi garganta. Sino el premio del concurso de gemidos habría sido para mí.

Por fin se decidió a apartar la braguita y tocarme directamente el xixi. Mi gozo en un pozo, segundos después se acercaban nuestros amigos. Menos mal que él tenía los ojos abiertos y los vio venir. Y que la falda cubría las maniobra de su mano. O nos hubieran llamado guarro allí mismo.

- Nosotros nos vamos. ¿Os quedáis aquí un rato mas?

No sé si fueron ilusiones mías o en la voz de mi amiga detecté la esperanza de que así fuera para intimar algo más con su amigo. Puede que que por fin esta chica se suelte algo pensé. No le dejé contestar y lo hice yo.

- Sí, nos pediremos una copa más y luego me llevará a casa.

Ella tuvo que inclinarse a darme dos besos y no sé si consiguió ver la manita entre mis muslos. Sin más se despidieron y marcharon.

Antes de que se girarán ya estaba besándolo de nuevo y buscando su saliva con mi lengua. Esta vez sin miedo de que nos interrumpiera alguien conocido si mano estaba más suelta y me agarró el culo.

Me bajó la braga bajo las nalgas y se dedicó a amasar estas un buen rato sin estorbos de tela de por medio. La otra mano hacia conseguido deslizarse dentro de la manga corta de mi blusa y estaba buscando la forma de introducirse bajo el sujetador.

Maldito el momento en que había decidido ponérmelo esa tarde antes de salir. Claro que mis tetas bailando libres bajo la blusa habrían llamado mucho la atención. Pero en ese momento hubiera estado encantada de que me las agarrarse sin más impedimentos.

Mirando por encima del respaldo podía ver las tetas de mi compañera de fatigas al aire. Eran bonitas aunque algo más pequeñas que las mías y su novio se las había sacado por encima del escote de su camiseta de tirantes. De vez en cuando acababa la cabeza a comérselas.

Ella tenía ventaja en los pechos, pero se había puesto unos pantalones lo que le complicaba las cosas a su chico a la hora de acariciar su coñito. En la oscuridad de la sala me pareció que ella estaba agarrando la polla.

Eso era exactamente lo que yo estaba deseando hacer. Pero me parecía muy descarado sacársela allí. Era hora de buscar más intimidad.

- ¿No me dijiste antes que tenias el coche cerca?.

- ¡Claro! ¿Nos vamos ya?.

- Si, pero súbeme las bragas primero.

Lo hizo con discreción aunque no hacía mucha falta, la única que me estaba mirando y se había dado cuenta de todo estaba haciendo lo mismo que yo. Nos levantamos y pagó lo que habíamos tomado como un caballero.

Cogidos de la mano andamos dos manzanas hasta su coche. Un modelo viejo, pero lo único que me importaba era que los asientos fueran abatibles. Me abrió la puerta con todo un caballero y al subirme hice lo mismo con la falda para que pudiera ver el muslo hasta el culo. Con su bonita sonrisa no perdió detalle.

Ya en el vehículo, por el camino, le enseñaba los muslos hasta las bragas. Me contenía para no tocarle por mucho que lo deseaba para no estrellarnos. Aunque él en las rectas si que dejaba descansar su mano en la piel desnuda de mi pierna.

- ¿Falta mucho? ¿Cuando llegamos?

Bromeando como una niña entre risas.

- No, queda poco. Pero a mí me está encantando el viaje.

Condujo hasta fuera de la ciudad, a las tierras de un caserío abandonado en un monte cercano. Escondidos entre los robles y las encinas teníamos toda la intimidad que necesitábamos. Bajamos todas las ventanillas para no asfixiarnos.

La ropa me quemaba sobre la piel. Y le tenía muchas ganas. Antes de hacer nada más, al soltarme el cinturón de seguridad me quité la blusa. Sus ojos se clavaron directamente en mi escote y el canalillo de mis tetas.

- ¡Son preciosas! ¡Qué ganas tenía de verlas!

- ¿Sólo verlas?

- Eso lo haremos ahora mismo.

Con las yemas de los dedos recorrió con suavidad la piel de mi pecho cada vez mas cerca del sujetador. Hasta deslizarse por debajo de la tela de éste.

- ¡Quitártelo!

No tuve más que soltar el broche para que su mano rodeara mi teta y se hiciera con el pezón. Terminó de quitarme la prenda y me subí sobre sus muslos. Aunque el volante se me clavaba en la riñones por fin pude ponerle mis lolas en la boca.

Como me había demostrado sabía usar la lengua y me lo probó recorriendo mis ubres con ella, con los labios y amasándolas con las manos. Yo chorreaba pero aún tenía las bragas puestas y las tenía justo sobre su bragueta. Nuestros sexossolo separados por esas telas.

Tiré de su camiseta, necesitaba ver su torso trabajado. Verlo, tocarlo, lamerlo. Tiró de la palanca y el respaldo cayó hasta que dio con la banqueta del de atrás. Así que por fin pude ir bajando por su cuerpo.

Lamí su cuello, besé sus hombros y sus axilas. Mordisqueé sus pezones haciéndole gemir. Recorrí todo su pecho con la boca con las manos. Mientras él no separaba las suyas de mis tetas.

- ¿Tienes preservativos?

Aunque yo tenía un par en el bolso quería saber que él tomaba precauciones.

- En la guantera. Sácalos.

Lo fui preparando para que cuando llegara el momento no hiciera falta buscarlo con prisas.

- ¿No nos sobra algo de ropa?

- Estoy seguro de ello pero si sigues encima no podré quitármela.

- ¿Nos pasamos detrás?

- Si, estaremos más cómodos.

Me salí del vehículo y ante su mirada que no perdía detalle, bajo las estrellas, terminé de desnudarme. La falda cayó a la hierba seca y la bragas fueron detrás. Me estiré levantando los brazos para exhibirse, para probarlo todavía más.

Él había aprovechado para terminar de desnudarse y salió del coche detrás de mí. Completamente en bolas y al raso nos besamos y abrazamos sintiendo por fin nuestras pieles y nada más. Me agarraba el culo con sus fuertes manos para apretarme contra su cuerpo poderoso.

Dulcemente volvió a llevarme al coche esta vez al asiento de atrás donde me tumbé. Agachado entre mis muslos siguió demostrando sus habilidades con la lengua. Esta vez clavándola en mi encharcado coño.

Ya no me corté en gemir, lo único que podía oírme allí era algún conejo despistado. Segundos después de que recorríera mi vulva con la sin hueso me corrí en su boca, lo que pareció encantarle. Pero quería más. Necesitaba la dura polla que había notado un rato antes apretada contra mi desnudo vientre dentro de mí.

Le alcancé el condón y ante mis ojos de lo calzó. La maniobra me pareció tan sensual como todo lo que me había hecho hasta entonces. Ver descender el látex por su bonita y durísima polla hasta la peludos huevos, he de admitir que hasta eso me gustó.

Yo estaba más que preparada, con el culo al borde del asiento y las piernas levantadas. Solté un nuevo suspiro en cuanto noté el glande apoyado en mis labios. Poderoso y fuerte fue abriéndose camino en mi interior. Pero sin prisa para que notara la penetración. Para que lo sintieramos los dos.

Yo misma me amasaba las tetas ante sus ojos azules mientras se movía follándome. Yo le miraba a la cara viendo su lasciva expresión mientras rodeaba su cintura con mis piernas deseando que entrara todavía más en mi cuerpo.

Tenía aguante, me corrí un par de veces antes de que llenara el preservativo con su semen. Aunque el sitio era estrecho consiguió tumbarse con más de la mitad de mi cuerpo encima del suyo. Y darme lo que necesitaba en ese momento unos mimitos. Suaves besos y caricias que me permitieron relajarme y a los que correspondía recorriendo lo que alcanzaba con mis labios y manos.

Yo misma le quité el condón y le hice un nudo para no manchar nada.

- No te preocupes mucho, una más en esta tapicería no la va notar nadie.

Nos vestimos pero sin prisa, deleitándonos con más caricias y besos. Fuera del coche, bajo las estrellas y sin dejar de mirarnos. Le estaba gustando mi cuerpo voluptuoso.

Me llevó a casa y nos despedimos en el portal con los últimos besos de la noche, muy húmedos y lascivos entre sus fuertes brazos. Y con la promesa de volvernos a ver muy pronto y repetirlo.

 

 

 

 

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Larga y próspera vida


   
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