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La Libertad II_01: ¿bisexual o lesbiana?

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laualma
(@laualma)
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LA LIBERTAD.

ENTREGA EN TRES ACTOS

dicen que no hay bien más preciado que la libertad… este relato va de cómo conseguí ser verdaderamente libre: yo, que hacía años que me consideraba la persona más libre, deshinibida y entregada al placer del mundo (quienes más me conocían empezaron a decirme sencillamente ‘ninfómana’ en aquellos tiempos); nuestra sociedad nos impone losas imposibles de romper porque a veces no somos ni siquiera conscientes de ellas, y aquí cuento cómo conseguí reventar la última y más pesada: y he de confesar que me gustó descubrir lo que había al otro lado

quien quiera conocer cómo llegué al punto de inicio de este relato y entender bien todo lo que cuento, podrá leer desde el principio de la serie; la primera entrega del Libro 1 la podéis encontrar en esta misma web, dentro de la categoría “En Familia”, o a través de mi propio perfil.

publiqué todo el Libro 1 dentro de esa categoría "En Familia", ya que ninguna de sus entregas terminaba por encajar en ninguna categoría concreta, y toda esta historia se veía que iba para largo; en este Libro 2 no será siempre así, y por ejemplo esta primera entrega, donde repaso mi iniciación en el sexo lésbico y el largo camino que recorrí dudando entre mi homosexualidad y mi bisexualidad, he creído mejor incluirla en la categoría de "Lésbicos" ya que encontraréis aquí muchos episodios sobre esto, de todo lo que viví en aquella etapa de mi vida...

os dejo empezar pues, que tenéis mucho que leer... 

LIBRO 2. PENETRACIÓN

 

donde hago memoria de mi pasado reciente, intentando entender cómo he llegado hasta el día en que huyo de casa de mis primos, a punto de haberme dejado follar por ambos, y cuento cómo lo que pasa luego acaba volviendo a llevarme a ese mismo punto tres semanas más tarde para ser definitivamente penetrada y tomada por el Destino

CAPÍTULO III

- INTERMEDIO-

lucía (¿bisexual o lesbiana?)

 

En realidad, todo empezó con Meri. Y cuando digo que empezó todo, me estoy refiriendo excatamente a eso. A TODO.

Me lié con María un verano, siete años antes de que pasara lo de mis primos. Esa fue mi primera experiencia homosexual, y es cierto que nunca se me había pasado por la cabeza que llegaría a hacer algo parecido. A ver, tampoco puedo decir que renegase de las mujeres, al revés… pero bueno, vayamos por partes:

Yo perdí la virginidad tan solo 3 años antes de liarme con Mer. Si me quejaba de que Carlos era poco espabilado, bueno… ¡yo tenía entonces 21! 21 años posiblemente sea muy tarde, aunque en su momento me alegré un montón de haber sabido esperar. Ahora no sé si tanto, la verdad… Pero lo cierto es que aquella vez sentí algo impresionante, algo tan bonito… Aunque eso casi me costara perder la relación con mi prima más querida, ya que el elegido en cuestión para desvirgarme, fue su novio. O su exnovio, según se mire… En fin, ya desde el principio mis primos marcando mi vida sexual, se ve.

Anticipo que, que fuera todavía virgen a los 21, no significa que no haya tenido experiencias previas, pero supongo que perder la virginidad siempre es un punto y aparte definitivo. Ni qué decir tiene que para llegar virgen a los 21, yo me había hecho muchas pajas por el camino. He de reconocer al respecto que he sido siempre compulsiva en mis masturbaciones, lo cierto es que, entre eso y mis escarceos en los baños del instituto, no sé ni cómo conseguí llegar virgen hasta tan tarde. Creo que se debía a una cierta timidez patológica, o a un miedo atroz a lo desconocido, que también me atenazaba a mí en esa época, igual que a Carlos cuando tuvimos nuestro primer encuentro sexual… Y, claro, además de eso a la sensación de culpa que una educación inevitablemente tradicional me había metido a fuego en el cuerpo, y que me costaría años quitarme de encima.

Pero, ciertamente, quizás yo tampoco era tan distinta a Carlos entonces. Aunque si algo tengo claro es que he cambiado, y mucho. Y para bien. Quizás no en lo que se refiere a mi hipersexualidad. Ya digo que, en cierto modo, eso estaba ahí desde el principio. Bueno, quizás eso también en Carlos… Y, también como Carlos, posiblemente ambos tuviéramos incluso nuestra homosexualidad latente desde siempre. Pero he de decir que, cuando me pajeaba de jovencita, lo hacía siempre pensando en tíos… uffff. Aquellos años, con el nacimiento de internet, bueno, una empezaba a tener acceso relativamente fácil a ciertas “cosas”. Sí, me pajeaba y mucho viendo fotos de tíos en bolas… Todavía lo hago, de vez en cuando.

El caso es que… bueno, en aquella época, justo antes de dejar de ser virgen, mi obsesión era hacer el amor con un hombre, que fuese el chico perfecto, en fin… esas cosas. Pero mi obsesión por el sexo ya estaba ahí, y de aquellas feroces mastubaciones viendo porno, pasé a mis primeras experiencias. En mi instituto no era difícil tenerlas si tenías suficiente curiosidad. Solamente tenías que acceder a alguna proposición absurda de cualquier chico, de esas que decían por decir, casi esperando una negativa. De ahí a encerrarse en los baños, dejarse tocar… y no tener complejo ninguno para enseñar las tetas y desnudar a tu pareja para admirar su polla y tocarla hasta hacer que se corriera. Fueron muchos los chicos que pasaron por mis manos en esa época. Demasiados como para no ganarme una cierta fama de putilla en el insti. Aunque, en realidad, sé que muchos me conisderaban una estrecha por ni querer nunca llegar a más.

Pero, como digo, entonces yo tenía la absurda tontería de proteger mi virginidad, esperar al hombre perfecto. Al príncipe azul. Realmente de jóvenes hacemos tantas tonterías… Para mí todos esos chicos que pasaron por mis manos en los baños del instituto no eran más que puro interés fisiológico, una simple salida a mi feroz instinto sexual, completamente inhibido entonces. Para mí solo eran pollas. Me gustaba tocarlas, pajearlas y verlas correrse. Todavía hoy, auqnue no recuerdo a casi ninguno de aquellos chicos, recuerdo todavía vivamente sus pollas. Su tacto y su olor, la violencia de sus eyaculaciones…

En fin, que todo aquello acabó al llegar a la universidad, donde esas experiencias se me hicieron más difíciles, y además comprendí que se me estaba pasando el arroz a la hora de iniciarme en el sexo con mayúsculas. Al final, como siempre, acabé con un idiota como otro cualquiera, aunque yo me autoconvenciera de que era el hombre ideal. Y aunque eso me supusiera un problema de años con mi prima. Aquel primer polvo, aunque hoy no lo recuerdo como nada especial (en realidad fue una follada de lo más infantil e insulsa), en aquel momento me dejó contenta. Y bueno, aquello fue como descorchar la botella de champán. Después del primer polvo vinieron muchísimos más. Unos pocos con él, auqnue en seguida empezó a aburrirme y pronto le busqué un sustituto. Y así fuy probando cuerpo de hombre tras cuerpo de hombre durante unos tres años.

Una vez superado ese paso, digamos que mi mente siguió trabajando, siempre por delante de mi cuerpo. Hasta llegar a María, tres años más tarde de mi primera vez, tuve un par de relaciones estables de las que saqué sexo en cantidad, y unos cuatro, cinco, seis… líos esporádicos, de los que también saqué bastante sexo… además de cantidad de esituaciones puntuales. Volvía la Laura de los líos en los baños. Aunque siempre con mis limitaciones: cuando estuve con Mer todavía no había hecho nada que se pudiera llamar realmente una mamada (sí me habían comido a mí el coño, aunque con desigual resultado). Y, al margen de algún intento de juego digital que no dejé ir a más, mi ano seguía absolutamente intacto. Vamos, que mis experiencias sexuales iban poco a poco creciendo en número pero tampoco demasiado en calidad. De alguna manera, mi cuerpo me pedía más. Y, por ese o por el motivo que fuera, mi cabeza a veces imaginaba…

Hasta ya muy mediada mi carrera universitaria, y salvo alguna significativa experiencia que contaré luego, y que yo mantenía olvidada en el fondo de mi memoria, yo casi no había visto más mujeres desnudas que mi hermanita. Fue una sorpresa cuando un día, estando las dos desnudas en el baño, descubrí que su cuerpo me parecía bello… sexualmente bello, me refiero. Que su cuerpo me atraía. La idea me resultó repulsiva, pero me di cuenta enseguida que para mí el problema estaba siendo que se tratara de mi hermana, y no que fuera una mujer… Así que, en una época en que por un motivo u otro iba encontrándome cada vez más en situaciones en las que nos veíamos desnudas con mis amigas de la universidad, empecé a mirarlas con otros ojos.

Pronto dejó de asombrarme que ver el coñito peludo de Lucía, o el chocho pelado de Nur o Mer, me hiciera excitarme, hasta el punto de ponerme los pezones duros y hacerme sentir... ¡mojada! A eso se sumaba que Nurita siempre había sido muy empalagosa. Al menos conmigo siempre se arrimaba, me tocaba, bromeaba sin tapujos sobre mi cuerpo, aún estando las dos desnudas y a solas… Una noche, algo borrachitas, ella se empeñó en acompañarme al baño… me agarró y se puso a hacerse fotos conmigo en el espejo del baño y… cuando me quise dar cuenta, me estaba magreando las tetas. Yo me separé sin más, aunque sin llegar a decirle nada nunca al respecto… Aquella noche, en mi cama, me pajeé pensando en ella. Era la primera vez que me hacía una paja pensando en una chica, y no sabía que como un año más tarde iba a tener mi coño en contacto con otro coño, el de mi amiguita Mer. Después de aquello, bueno, digamos que el porno femenino empezó a entrar en mi dieta habitual, aunque fuera de manera esporádica.

Y fue así, un día masturbándome viendo una foto de tres tías metiéndose mano viendo la tele, cuando algo en mi cerebro hizo “clic” y recordé algo que había pasado años antes… Estaba todavía en el instituto, debía ser en el último año. Una época en la que iba bastante con mis dos mejores amigas, Carmen y Marta (que además era mi vecina). Bueno, por algún motivo era algo que había borrado por completo de mi cabeza… en cierto modo, debió ser algo medio traumático para mí entonces. También para ellas, imagino, porque nunca llegamos a hablar del tema, por lo menos hasta mucho más tarde, cuando me atreví por fin a hacerlo con Carmi, con Carmen. Lo cierto es que con ellas dos, fue realmente con las que tuve la primera experiencia sexual de mi vida…. Supongo que algo así te condiciona para siempre, claro.

Cuando lo recordé casi me da algo, era increíble que hubiera borrado aquello de mis recuerdos… De alguna manera, al aceptar años más tarde como algo “válido” excitarme con mujeres (pero por muchas pajas con tías que em hiciera, me negaba todavía la posibilidad de tener una relación homosexual jamás, es algo que no entraba en mis planes; de hecho, me masturbaba viendo porno femenino para no hacerlo pensando en mis amigas, y menos en Nuria… y eso que cada vez me excitaba más verlas desnudas, era algo que no conseguía controlar). El caso es que en aquella época de final de instituto, cuando el sexo ya empezaba a ser una presencia continua en nuestras vidas, tuve una época en las que solía pasar muchas tardes de viernes en casa de mi vecina Marta, y Carmen se quedaba con nosotras (normalmente dormía luego en mi casa).

Era la época en que ponían cine porno en Canal Plus justo los viernes por la noche… bueno, una época sin tanta posibilidad alguna de acceder a información sobre el sexo con facilidad. Tres adolescentes hablando de sexo con asiduidad, y una peli porno a nuestra disposición en la casa de Marta, cuyos padres estaban milagrosamente abonados al Plus, y las tres allí solitas… La primera vez que la pusimos, estuvimos un rato mirando embobadas, babeando, y si poder ni comentar. Hasta que al cabo de un rato, alguna de nosotras dijo algo y nos obligamos a dejarlo. Nos encerramos a comer algo en la cocina, intentando hablar de otras cosas. Pero, inevitablemente, el tema volvía siempre a la película y a lo que acabábamos de ver.

Básicamente, debía ser la primera vez que las tres veíamos una polla en erección penetrando un sexo femenino abierto. Lo que vienen ser personas follando. Fue demasiado para nosotras. Creo que, además, fui yo la que una y otra vez volvía a hacer un comentario recordando lo que habíamos visto, aumentando el morbo en nuestras mentes aún sin formar hasta niveles demasiado difíciles de sobrellevar. Tengo casi seguro que fui yo también la que propuse volver al salón y poner la peli otra vez, una vez que esos niveles ya habían desbordado todo lo desbordable. Ninguna de ellas mostró oposición a mi sugerencia, así que volvimos.

Bueno, yo hacía no tanto que había empezado a experimentar con mi cuerpo y con mi sexo, pero ya para entonces puedo decir que me pajeaba compulsivamente. Y había ya empezado a hacer de pajillera en los baños del insti, aunque de manera secreta, y todavía no me había ganado esa fama. De hecho Marta no sabía nada de ello, y a Carmi solo le había contado un par de experiencias, de las muchas que había tenido ya. Con ello quiero decir que, en una situación de excitación así, para mí lo evidentemente normal era… masturbarme. Así que no tardé, mientras mirábamos aquello, en bajarme el pantalón y empezar a frotarme por encima de las braguitas. No sé bien qué me dio, sencillamente debí convencerme a mí misma de que si estábamos allí viendo eso era para masturbarnos, que era lo normal.

Bueno, pues desde luego que no debió de ser tan raro, porque Marta y Carmi no tardaron en seguirme. Cuando las tres nos corrimos (ignoro realmente si ellas lo hicieron, creo recordar que, al menos, sí simularon hacerlo; yo, desde luego, me corrí), nos vestimos, apagamos la tele y nos fuimos al cuarto de Marta sin comentar nada más de aquello. Ellas desde luego no lo hicieron, y yo me daba por satisfecha con lo hecho, quiero decir que necesitaba masturbarme y correrme, pero una vez conseguido tampoco necesitaba más. Ni qué decir que en absoluto se me pasaba por la cabeza llegar a nada con ellas. En fin, juntas, pero no revueltas. Para mí no habíamos compartido nada, simplemente cada una se había masturbado y lo único era que, igual que alguna vez lo habíamos hablado compartiendo así la experiencia, en ese momento lo habíamos hecho juntas, pero sin que aquello significara absolutamente nada raro.

La semana siguiente salió como algo natural volver las tres a ver la peli de aquel viernes. Después de las clases, de manera un poco forzada, las tres nos separamos del grupo grande de amigos del insti, y nos encontramos solas dando vueltas por el barrio. Pero realmente nuestra obsesión era una… Estiramos la situación hasta que fui yo la que, directamente, propuse volver a casa de Marta para ver la peli de aqulla noche. Yo llevaba falda aquel día, así que enseguida empecé a masturbarme de nuevo delante de ellas, y ellas enseguida se bajaron los pantalones, y me siguieron.

Bueno, no sé si fue el que aquello fuera tan fácil o qué, pero no me costó nada decidirme a bajarme las braguitas y hacerme un dedito abiertamente delante de ellas. Creo que entonces no había estado nunca desnuda delante de una chica antes, más allá de mi herman en casa. Y sí, seguramente me había desnudado alguna vez incluso con ellas delante… pero me refiero a estar, a permanecer realmente desnuda, si más. Tenía el potorro, escandalosamente peludo, a la vista de ambas. Y eso que para entonces yo ya estaba muy desarrollada físicamente, tenía unas tetas aceptables y un matojo tan denso como puedo tenerlo ahora. Eso era algo que entonces me avergonzaba terriblemente, claro, pero allí, viendo aquellas películas… bueno, las tetas y el felpudo eran en realidad un reflejo de lo que teníamos en la pantalla. Me hacía sentir mujer ante ellas, y creo que eso me daba valor, y hasta me motivaba para mostrarme sin tapujos. Y me pajeaba, además; también sin tapujos.

Esa primera vez ellas tan sólo me miraron, y siguieron pajeándose discretamente, haciéndose un dedo sobre sus braguitas, sin desnudarse más. Sin embargo, eso no me hizo a mí sentir mejor o peor. Siempre había sido tímida, pero en ese contexto me parecía perfectamente normal y aceptable lo que hice. Desde luego que ninguna de las dos puso reparos. Es más, aquella vez me pareció notar una humedad en su ropa interior que no había llegado a advertir la semana anterior… Y, de hecho, a partir de la semana siguiente también ellas empezaron a bajarse las braguitas. Porque, ni qué decir tiene, durante un tiempo subir a ver la peli porno, se convirtió en nuestro plan de la noche del viernes. Nos juntábamos para masturbarnos, igual que otras amigas iban al cine y a comer hamburguesas.

No tardábamos mucho, cuando empezábamos a ver la peli, en desnudarnos las tres completamente de cintura para abajo (no pasamos de ahí, jamás llegué a enseñar ni a ver tetas con mis amigas). De alguna manera, yo llevaba siempre la voz cantante: era la que daba la señal de empezar al desnudarme la primera. Y cada vez sentía menos vergüenza y más excitación al hacerlo. No era raro, porque desde luego que era la más desarrollada: Carmi tenía un incipiente pecho (y con el tiempo llegaría a tener una aceptable aunque nunca excesiva delantera) que contrastaba no obstante con su pubis absolutamente imberbe; Marta, por su parte, aunque tenía ya una importante pelusilla entre las piernas, parecía un tío de plana que era. No sé cuánto tiempo estuvimos así. Puede que un mes, o dos. Con una sesión semanal, de la que luego no se hablaba absolutamente nada. Con ninguna de las dos.

Así, hasta que un buen día nos estábamos dando de lo lindo, cuando en la pantalla dos de las tías que participaban en una escena de sexo en grupo empezaron a morrearse… y a mí me entraron ganas de besar a Carmi. En fin, no me atrevía, pero cuando una de esas tías empezó a comerle el coño a otra, yo me decidí a poner mi mano derecha sobre el muslo desnudo de Carmen (yo siempre me sentaba en medio de las dos, como la jefa del grupo, en el sofá que estaba frente a la tele). Me seguí masturbando con la otra mano mientras la acariciaba. Yo tampoco pretendía nada, simplemente me apeteció tocar a mi amiga. Y fue placentero, inesperadamente placentero. Marta me miró, sin dejar de tocarse a sí misma. Es cierto que casi desde que nos desnudamos la primera vez, no nos cortábamos en mirarnos los coños nunca cuando nos pajeábamos, pero nunca jamás habíamos pasado de ahí. Joder, éramos como el típico grupito de tíos que se pajean juntos viendo la tele, ufffff.

Me pareció que Carmen se juntaba  a mí cuando yo me puse a tocarle la pierna, aunque tampoco estoy segura. De todas formas, como lo cierto es que no dijo nada me puse a tocarle el coño. Casi convulsiono. Uffff. Bueno, era un coño, abierto y húmedo, como el mío. Pero no era el mío. Y era la primera vez que tocaba el sexo de otra persona. No sé, fue muy especial y excitante. Luego todo pasó muy rápido. Creo que llegué a masturbarla un poco, pero ella enseguida dejó de tocarse a sí misma, y se giró hacia mí para empezar a follarme el coño con los dedos mientras me miraba con su cara muy cerca de la mía. Sentí miedo, porque me estaba dando mucho placer y pensé que me iba a besar, y eso me gustaba. Pero yo no quería ser homosexual. Aún soñaba con hacer el amor con un chico, por más que supiera que iba a necesitar mucho tiempo aún para reunir el valor necesario para hacerlo.

Afortunadamente, Marta vino en mi auxilio: ella también se giró hacia mí, exigiendo su parte del pastel. Puso las manos en mi coño también, y pronto me tenían disfrutando las dos de sus deditos follando mi chocho y jugando con mi vulva. Pero Carmi tenía que ser algo más, claro. Para eso ella y yo éramos las mejores amigas… Sólo me di cuenta de que me estaba comiendo el chochito cuando ya tenía su cabeza entre mis piernas. Me lo comió, y me folló con su lengua. Estoy segura de eso. Marta, mientras, me seguía acariciando la vulva y con su mano libre me magreaba las tetas, aunque por encima de la ropa. Me corrí. Claro que me corrí. Bueno, tampoco lo recuerdo en realidad, pero no pudo ser de otra manera.

Y después de eso, nada. Nada de nada. Si no recuerdo mal, después de correrme yo, Carmi se levantó, se subió las bragas y el pantalón y se fue de allí murmurando que iba al baño y limpiándose la boca con el dorso del brazo. Marti se quedó un poco a mi lado, medio abrazándome. Yo estaba como medio adormilada, pasmando para el chocho negro de Marta como drogada por los efectos de un orgasmo especialmente intenso, una reacción de mi cuerpo que ignoraba por completo que pudiera tener. Aquella noche creo que descubrí todo lo que el sexo puede ofrecer, y es entonces cuando comencé a amarlo secretamente; a pesar de que aún tardaría años en estrenarme y en empezar a practicarlo asiduamente, esa noche fue el momento en que algo dentro de mí supo que ese era un camino que iba a recorrer sí o sí. Hasta el final, y probando todos los desvíos secundarios posibles también…

Cuando volví en mí estaba sola. Me vestí y fui a la cocina. Allí estaban las dos, jugando a la oca, al parchís o a algo así de inverosímilmente infantil. Bien, era lo que había. Me senté y me puse a jugar. Ni palabra de lo que me acababan de hacer. Carmi durmió en mi casa aquella noche, pero ni nos tocamos ni hablamos del tema tampoco. Desde luego, yo no quería hacerlo. Había estado bien. Habíamos probado algo. Pero no era lo que queríamos. Yo quería un chico. Puede que tuviera la sensación de que en el fondo algo había hecho mal pero, como de costumbre, no pensaba en ello. Después de aquel día, no volvimos a juntarnos para ver porno jamás. Yo no lo pedí, y como no lo hice yo tampoco lo hicieron ellas. Al tiempo acabaríamos el instituto y cada una empezaría una vida que terminaría por distanciarnos. Ignoro si ellas pensaron mucho en todo aquello. Yo, por mi parte, lo olvidé por completo hasta casi siete años más tarde… en un pacto de silencio conmigo misma que llegó mucho más allá de cualquier límite, hasta hacerlo desaparecer por completo de mi mente. Al principio me forcé a no pensar continuamente en ello, y en un par de semanas conseguí incluso no pensar en ello en las largas noches en vela o cuando estaba a solas con Carmen. No tardé en clausurar con siete llaves aquel recuerdo.

Solamente trece años después y ya reconocida a mí misma como bisexual sin complejos, comenté una noche de borrachera y confidencias con Carmen, a la que hacía poco que había recuperado como amiga con cierta asiduidad, mis recuerdos de entonces; terminamos besándonos, tocándonos y follando a saco. Y, desde entonces, de vez en cuando nos juntamos para hacerlo, sin más… Con Marta volvimos a vernos en alguna ocasión señalada de forma puntual, pero nunca comentamos nada ni volvió a pasar nada más. Claro que, en el fondo, todo había sido siempre entre Carmita y yo…

Con todo esto quiero decir que, seguramente, he sido bisexual desde siempre; por más que me lo hubiera negado a mí misma por mucho tiempo. Y por más que mis incios sexuales reales fueran un tanto lentos y temerosos. En dos años después de perder la virginidad escandalosamente tarde (a los 21), poniéndole los cuernos a una de mis primas, me fui a estudiar un año en Italia. Allí me agencié un novio macizo, Javier, nada más llegar, prácticamente el primer día. En parte porque necesitaba protección inmediata. Y, además, porque me había propuesto recuperar el tiempo perdido y follar como una bestia. No necesariamente solo con Javier, claro, que tampoco me gustaba tanto como para querer pasar una vida con él, ni mucho menos. Pero sabía que tener “novio” oficial era la forma más sencilla de tener acceso a sexo diario sin hacer ,mucho esfuerzo. Estuvimos juntos ese año en Italia y como otro más al volver. En ese tiempo, naturalmente, Javier vio adornada su recia cabeza innumerables veces…

En fin, había empezado mi vida sexual con algo que sin ser unos cuernos reales a mi prima (realmente no lo fueron porque ella lo había dejado muy poco antes con Daniel, que era el chico que me desvirgó), en cierto modo lo parecieron o pudieron efectivamente serlo; y luego ya, pues había puesto cuernos o había estado con quien los ponía en más de una ocasión, así que Javier tampoco iba a librarse. Claro, porque le cogí cariño sí, pero en el fondo siempre le vi como un objeto sexual. Con él había pensado ir pasando progresivamente a mayores y empezar a probar nuevas y más atrevidas experiencias sexuales. Lo cierto es que él era virgen también cuando empezó conmigo (era como tres años más jovrn), y que digamos que era aún más parado que Carlos y que yo juntos, jijiji… Vamos, que pasó el año en Italia y había avanzado más con otros chicos que con él en el mundo del sexo… Y, sin embargo, Javier estaba destinado a ser, efectivamente, mi entrada en la puerta grande del mundo sexual. Pero lo que pasaba es que iba a hacernos falta un detonante, que no iba ser otro que María.

Todo pasó el verano que volvimos de Italia. Justo a la vuelta, Javier y yo estuvimos como un mes separados, después de un año follando prácticamente a diario… y al final incluso  varias veces al día, con mi novio y con Diego, un cachas latinoamericano que fue de los que más y mejor decoraron la cabeza de Javier… (también lo hice con un buen puñado de tíos más, amigos, líos de una noche, y algunas cosas más especiales, como el profesor italiano en ese final de curso… bueno, no había dado un palo al agua y había alguna asignatura especialmente complicada que, desde luego, no iba a aprobarse sola). Resumiendo, que después de aquello fue llegar a casa de vuelta y verme envuelta en un mono monumental, en mi primer período de abstinencia sexual obligada. Fue duro, y masturbarme no me ayudaba. Lo hacía hablando con Javi por teléfono incluso, y metiéndome cosas por el coño (aunque por entonces todavía no usaba consoladores, todavía era demasiado “infantil” y al fin y al cabo todavía vivía en casa de mis padres, y me veía allí para rato…)

No dudo que fue aquella tensión sexual brutal lo que desencadenó todo. En un momento dado María me propuso irnos de excursión unos días a Pirineos, y yo acepté porque necesitaba cambiar de aires. No me sorprendió el descubrirme a mí misma admirando su cuerpo desnudo el último día, que nos dio por dormir en un hotelito y por algún motivo que nunca recordaré, ducharnos juntas. Recuerdo el impacto que me produjo ver su coño abiertamente, aunque ya se lo había visto varias veces antes, pero aquella vez lo llevaba casi afeitado por completo, dejando sólo una mínima tirita, y era la primera vez que se lo vi así a una amiga mía. Dormimos juntas en cama de matrimonio, desnudas, sólo con nuestras bragas. Ella amaneció tumbada con la cabeza en mi pecho. Tal cual. Y le besé en los labios antes de vestirnos. Ya, tampoco pasó más. Pero algo había pasado. Y yo seguía verraca.

Pocos días más tarde, Javier venía a mi casa para estar conmigo una temporada, aprovechando también que mi familia estaría fuera de casa y la tendría a mi plena disposición durante un largo tiempo. Yo estaba como loca, claro. Los días anteriores me iba metiendo por el chocho todo lo que pillaba. Y así estaba, pero justo antes de que llegara mi novio, me llevé a María a casa un día. Bueno, he de deciros que tengo el relato de lo que pasó en aquella ocasión bastante avanzado también, y que me gustaría poder publicarlo algún día… así que si algún día llego a terminar este embolado en el que me he metido, es posible que tengáis otra gran serie con mis historias de juventud jijijij…

El día antes de llegar Javier, yo ya estaba sola en casa, con la familia de vacaciones; todo perfecto para pasarme el día follando con mi novio. Y entonces, como lo más normal del mundo, pasando ese día con Mer, acabé subida sobre ella, las dos en bolas tras un masaje que se nos fue de las manos, follándomela a saco. Para después darle la vuelta y comerle el coño, y después ya ella… bueno, todo esto lo quiero contar bien en otro lado, ya os digo… porque dieron de sí aquellos días y como me líe ahora no voy a acabar jamás. El caso es que cuando llegó Javi obligué a María a quedarse con nosotros. Pero me dediqué a follar con él, delante de ella, sin contemplaciones. Después de lo que había hecho con María y con lo cachonda que estaba, no me costó ya hacerle sexo oral a Javier, estrenándome por fin en eso con un tío (¿y quién me habría dicho a mí que comería antes un coño que una polla?) y follar a Javi de mil y una formas que él no acertaba ni a imaginar. El pobre Javi disfrutaba y callaba, incapaz de controlarme, y seguramente consciente de que le había tocado un premio gordo en la lotería conmigo, pero que aquello tampoco iba a durar eternamente. En realidad, no iba a durar mucho.

Eso sí, yo estaba tan salida y tan deshinibida, y ellos tenían tantas ganas de follarme, que no me costó nada jugar con ellos ni meterles en mi juego. Y jugué con ellos lo que quise, hasta que les recompensé como merecían montando el primer trío de mi vida (de nuestras vidas). Y antes de dejar a mi amiga tirarse a mi novio. Esa sería la primera vez. Y al primer novio. Después de eso he compartido mis hombres no sólo con María, también con muchas otras amigas, y ellas conmigo. Pero el primero fue Javi. Se lo regalé a María, que me había vuelto loca, y ella lo aprovechó a fondo: nunca olvidaré esa cogida por el culo de mi novio a mi mejor amiga, delante de mí. Yo jamás había soñado en llegar a eso, y creo que Mer tampoco. Al menos nunca me lo había confesado. Pero sí, mi amiguita perdió la virginidad anal y casi oral con mi novio, en mi puta cara, y justo después de habernos liado ella y yo por vez primera en nuestras vidas. Claro, aquello cambió todo… aunque las cosas no fueron tan rápidas, es cierto.

A ver, después de follar con María mi vida sexual vivió un paréntesis. Ella se fue de vacaciones y estuvimos casi dos meses sin vernos ni hablar. Y a la vuelta no coincidíamos tampoco lo suficiente, no sé, en todo caso ninguna de las dos quiso sacar nunca el tema. Aunque yo esta vez aseguro que no lo olvidé. Para nada. Es curioso, porque ni siquiera entonces despertó en mí el recuerdo de lo que me había hecho años antes mi amiga Carmen… pero bueno, después de lo de María, las mujeres, y en especial varias amigas mías, entraron en mi círculo de deseos más acuciantes. No obstante, me resistía a dar ningún paso, diciéndome a mí misma que me gustaría repetir la experiencia, quizás alguna vez repetir un trío pero… que yo no era lesbiana. Y, sin embargo, me volvían loca los cuerpos de Lucía, de María, de Olivia… y, más que ninguna, de Nuria. Fue poco después de eso, un día masturbándome con porno femenino que recordé lo ocurrido con mi amiga Crmen. Pero ni siquiera eso me animó para recuperar a Meri o intentar acaso algo con la misma Carmita. No era lesbiana, y punto. No quería serlo, en realidad.

Otra cosa es que, después de lo que viví aquel verano, me empezó a obsesionar el descubrir todo tipo de nuevas experiencias sexuales después de que, sin comerlo ni beberlo, de ser una mosquita muerta había pasado en menos de una semana a probar el sexo con una mujer, el sexo oral, el sexo anal, los tríos con una tía y un tío y con dos tíos, además de compartir a mi novio en todas esas prácticas con total normalidad…

Porque, veréis, María se fue de casa después de pasar dos días con ella y Javi, porque ella se iba de vacaciones con otra amiga suya, Valentina, una italiana encantadora y espectacular (y con quien acabaríamos teniendo también más que palabras). La cosa tuvo su cierta complicación porque María se iba en coche de vacaciones, pero su coche lo tenía hasta ese día su hermano Víctor, que venía de pasar sus vacaciones con su novia. María tenía que ir a recoger a la italiana y su hermano llegaba justo de tiempo, por lo que cuando llegó la pareja, hicieron directamente el cambio en mi casa y María se tuvo que ir disparada. A su vez, yo le dejé mi coche  a Víctor para que pudiera acercar a su chica a la estación, porque mientras ella vivía en la ciudad, la familia de Víctor y María tenía una gran casa cercana a la de mis padres. Quedamos así que Víctor dejaría a su chica en el tren y luego regresaría para devolverme el coche. Dada la hora que era, yo le ofrecí comer en mi casa con Javi y conmigo, además de disfrutar de una tarde de piscina si le apetecía. Bueno, siempre he tenido buena relación con la damilia de Meri, incluyendo su hermano, y era un día veraniego de calor insoportable. Ser hospitalaria me parecía lo mínimo… aunque tuviera qu lidiar para ello con mi calentura, que a pesar del sexo salvaje que había tenido con mi novio y mi amiga, todavía me duraba. No obstante, no dejaba de ser verdad que yo, pese a estar todavía cachonda como una mona después de todo lo que había hecho con Mer y mi novio, de repente me había quedado algo abatida por la súbita partida de ella. Era como si me faltara un aliciente para seguir follando con Javier…

Sin embargo, no podía dejarle colgado sin más después de todo lo que habíamos hecho los dos días anteriores. Así que, cuando nos quedamos solos él y yo, mientras Víctor iba a dejar a su novia a la estación, yo estuve haciendo como que recogía la casa un poco tratando de dar largas a Javi. Duré así lo que duré, porque él acabó por tirarme a la piscina, para allí empezar nuestros juegos sexuales sin tapujos, una vez que por fin estábamos solos. Yo, desde luego, estaba caliente, y aunque habría dado lo que fuera porque la persona con la que estuviera en la pisci fuera María y no mi novio, me resigné a entregarme a él y respondí a todas sus iniciativas. Al fin y al cabo, con el calentón que llevaba, tampoco me resultaba difícil. En un momento dado quise pasar a mayores y, previsora, para evitar que Víctor pudiera pillarnos al volver, cogí a Javi y me encerré con él en mi cuarto de baño a magrearnos y besarnos. Yo no me fijé en la ventanita del baño que daba al jardín, abierta de par en par.

Javier y yo estábamos delante de esa ventanita, yo desnuda y él de rodillas delante de mí, comiéndome el chichi. Reconozco que me estaba dando mucho placer y que habría llegado a tener un buen orgasmo con esa comida de mi novio. El caso fue que, cuando en una de esas abrí los ojos en medio de la mamada, le vi allí: Víctor estaba de vuelta, y me miraba, impávido, mostrándome ante él desnuda, con las tetas hinchadas de la excitación bien visibles para él, y agarrándome como podía a la cabeza de mi novio y a las paredes para no caerme del gusto. No dije nada ni hice nada. Simplemente le dejé mirarme. Por algún motivo, de repente me excitaba mostrarme así ante el hermano de María, después de haber hecho con todo aquello las dos juntas en ese mismo sitio, tan solo unas horas antes. Y él estuvo ahí hasta que, de repente, le sonó el móvil y salió a la carrera. Javi ni se enteró, y yo le dejé seguir a lo suyo, porque la escena con Víctor me había devuelto de repente mi enorme apetito hipersexual. Bien, es cierto que muchos años después lo hablaría con Víctor, y que me dijo que no recordaba tal cosa, que era cierto que yo estaba con Javi, pero ni estábamos desnudos ni él me comía el coño. Sí nos morreábamos y parece que yo tenía la parte de arriba del bikini desabrochada y apartada de mis tetas (así me dijo él, apartada de mis tetas, no quitada). Y que Javi debía estar besándome el cuerpo, porque sí me vio la cara y las tetas a la perfección. Y me vio mirarle. Nos miramos, de eso nos acordamos los dos. Y yo le vi mirarme las tetas, y él también es consciente de eso. Y de que se fue porque le sonó el teléfono, pero no por vergüenza por haber sido descubierto por mí mirando lo que no debía.

Él siempre supo que estaba mirando lo que debía, y que yo me mostraba así para él. Puede que fuese entonces después de salir él de la ventana que Javi me desnudó y me comió la chirla. Lo cierto es que al verme otra vez yo sola con Javi, follamos sin freno, claro. Yo me desquité para todo el verano. Pero se había acabado la magia. Se había acabado el morbo. El morbo era María, las mujeres, los tríos. El sexo anal. El morbo había sido, nuevamente, poder exhibirme desnuda y follando delante de Víctor, como podría haber sido cualquier otra persona, pensé. Nada de eso era lo que yo iba a vivir en los meses siguientes, desde luego, eso lo tenía claro. Con Javier las cosas no iban a fluir por sí mismas de tal manera. Perdí el interés por completo en él cuando comprendí que por mucho que le hubiera abierto el culo a María, no lo iba a hacer conmigo a no ser que yo le forzara. Y no sabía cómo forzarle, por mucho que deseara hacerlo.

Bueno, lo cierto fue que estando yo en esos pensamientos, después del polvo con Javi salimos los dos y buscamos a Víctor. A Javi le dije que, mientras él se corría en mi interior, había oído ruido, un móvil y que me parecía haber escuchado la voz de Víctor, así que le pedí que parara, alegando que era mejor ser un poco discretos… Decidimos darnos un nuevo baño los tres juntos. Yo notaba una mirada rara en el hermano de María que no sabía interpretar. Me di cuenta que nunca antes nos habíamos visto en bañador, quizás por eso me resultó un poco raro su forma de acercarse y tocar mi cuerpo mientras jugábamos a hacernos ahogadillas y demás. No sé, yo estaba confundida, además de triste y algo enfadada por depender tanto de Mer para poder tener el sexo que estaba necesitando. Pero es que, en aquel momento, juro que necesitaba ese tipo de sexo como el aire para vivir, y no saber cómo iba a hacer para conseguirlo me ponía nerviosa.

Les dije a los chicos que me iba a acercar a la tienda a comprar no sé qué para la comida, y desaparecí un rato, más por airearme que por otro motivo. De repente no entendía tampoco por qué había insistido a Víctor para que se quedara a comer, al fin y al cabo al menos con Javi yo podía follar libremente. Menos era nada. Pese a todo, la escenita con Víctor no se me quitaba de la cabeza. Y su forma de mirarme y tocarme luego en el agua… había sido más que sugerente. Lo cierto es que el chico no tenía mal cuerpo, y de cara era una perfecta versión masculina de su preciosa hermanita. Resumiendo, que me acababa de dar cuenta de que el chico me ponía. Empecé a fantasear con mostrarme desnuda otra vez delante de él, mientras subía a la casa por la escalera del garaje. Me preguntaba si me atrevería a proponer a los dos chicos que nos bañásemos desnudos los tres en la piscina. Al fin y al cabo, hacía un calor insoportable…

Jamás habría soñado con encontrarme lo que me encontré al salir al jardín: mi novio y el hermano de mi mejor amiga se encontraban de hecho desnudos delante de la piscina, tumbados y pajeándose… Luego supe que Víctor le había comentado a Javier que me había visto muy excitada… sexualmente, y mi novio le habría estado contando lo que había hecho conmigo y con su hermana María… daría lo que fuera por haber presenciado aquella conversación, en la que me parece que los dos debían de estar intentando jugar con el otro para atraer hacia sí el botín del sexo, que quiero suponer que sería yo… aunque tampoco eso lo tuve nunca muy claro. El caso es que se habían calentado (evidentemente, Víctor debía andar cachondo de verme en tetas y con el coño al aire ocupado por la boca de mi novio quien, por su parte, tenía que estar todavía sin ser capaz de reponerse mentalmente de la locura sexual en la que le habíamos enredado María y yo), y que esa calentura debió ir a más con el relato de Javi, y así en algún momento empezaron a pajearse el uno al otro. Yo flipé, sencillamente. Porque además se estaban besando la boca. Me acordé de mis momentos con Carmen y Marta en el instituto... Al descubrir a los dos chicos así, yo me volví loca, porque comprendía que una oportunidad así no se le presenta a nadie dos veces en una vida, y a mí me la habían presentado dos veces en dos días María y su hermano…

Así que sin dudar ni medio segundo me desnudé, y tras marear mínimamente la perdiz (me lancé al agua como ignorándoles, y para luego salir desnuda y pavoneándome ante ellos, que permanecían semidesnudos, empalmados, y con las manos sobre sus pollas), empecé yo misma a pajearles y a comerles la polla a ambos… Bueno, quien quiera saber más sobre esto tendrá que esperar a que, en un futuro que espero próximo, pueda publicar también este relato completo, porque es algo que deseo hacer profundamente… recordar mis inicios con María es siempre una delicia para mis sentidos, y por ese motivo me gustaría también poder compartirlos con vosotros algún día. Por resumir ahora, diré rápidamente que aquello acabó con Víctor follándome en mi cama, luego mi novio dándole por culo a él en venganza en mi bañera, y dos o tres días de sexo continuo entre los tres, en conjunto, también entre ellos, incluyendo hasta mi novio dejándose penetrar a saco por el hermano de mi amiga. La apoteosis final fue, como no podía ser de otra manera, la pérdida de mi virginidad anal. Y sí, la perdí con Víctor, el hermano de María, naturalmente. Jamás habría pensado en perderla con el pavisoso de mi novio Javi.

Pero el caso tampoco era Javier… ni siquiera Víctor, realmente, a quien no volví a ver en años ya que después del verano él se fue a trabajar varios alos fuera del país, y jamás hablé con él ni con su hermana de nada aquello hasta mucho después. El caso es que ese verano, después de que Javier también se fuera a su ciudad, yo no me quedé para nada sexualmente tranquila. Lo vivido con él y María, y el episodio de Víctor, me volvieron loca del todo. No me interesaba Javi, no pretendía hacer nada con Víctor, que ni sabía que estaba fuera ni me importaba. Solo pensaba en María, pero lo de ella yo no pensaba tampoco moverlo, aunque aún entonces guardaba la esperanza de que ella sí lo haría cuando volviéramos a encontrarnos. Con Javi, pues bueno, pasó lo que tenía que pasar. Nos mantuvimos formalmente de novios durante menos de un año, en el que él vino a verme varias veces y yo viajé a verle y a follarle también. Naturalmente, yo mientras tanto me lié con unos cuantos chicos más. Bueno, todo esto habría pasado igualmente sin más, pero el efecto de despecho hacia él por compararle con María y la excitación sexual que ella sabía provocarme y él no, habían agravado y acelerado la cosa sin posibilidad de marcha atrás. Yo no sabía hacia dónde iba todavía, pero estaba plenamente convencida de lo que hacía.

Y así andaba yo, de flor en flor, de capullo en capullo, de polla en polla, cada vez más puta y cada vez más ninfómana, pero todavía una aprendiz, en el fondo… Y, bueno, entre todas mis obsesione, comenzó la de Guille. La peor. De eso también tuvo la culpa María, que me dejó emputecida con mi novio después de follarme y follárselo a él y de dejar que le rompiese el culo y dejarme, sin siquiera saberlo, en bandeja de plata con mi culo listo para su hermano… para desaparecer ni más ni menos que justo cuando entró en acción Guille. Bueno, reconozco que quizás puede que me hiciera algo de gracia desde que le conocí, unos pocos años antes: llevaba con mi hermana como tres o cuatro y lo cierto es que casi no habíamos tenido relación hasta, justamente, mi año en Italia.

Ese año, en febrero, vinieron a verme, y durmieron en mi casa, en el salón. Yo, claro, les presenté a Javi. Pero en aquel viaje pasó algo raro. Intimé con Guille, hablamos, hablamos mucho y fue divertido, le descubrí y le conocí. Y supongo que me gustó lo que conocí. Fue una especie de descubrimiento inesperado de algo genial. El caso es que aquello se mezcló con otra cosa que no me había pasado jamás: tener a mi hermana con su pareja durmiendo pared con pared conmigo. De repente, les imaginaba follando por las noches. Imaginaba a Guille follando, en la habitación de al lado de la mía (dormían en el salón, en realidad, tampoco estábamos pared con pared, pero estoy casi segura de haberles oído hacerlo alguna noche). A mí no se me ocurrió nada mejor que contraatacar y traerme a Javi a dormir. Bueno, a dormir. Evidentemente, y por absurdo que me pareciera a mí misma, estaba tratando de darle celos a Guille, aunque no alcanzara a entender por qué (en aquel entonces, absurdamente, trataba de hacerme creer a mí misma que en realidad no quería, simplemente, follar con él). Después de despedirnos esa noche, cada uno ya en su cuarto, mandé a Javi a pedirles permiso (a mi hermana en realidad, pero iba por ambos) porque se iba a acostar conmigo. Fue así, tal cual. Era obvio que dormiríamos juntos, y seguramente era obvio que tendríamos sexo. Y era estúpido pedir permiso por nada. Lo pasé por una broma que, naturalmente, nadie entendió. “Laura me dice que te pida permiso, porque como estás tú aquí que eres la hermana mayor, y me voy a acostar con ella…” Acostar. No dormir, acostar. Era importante que quedara clara la diferencia, y eso le dije yo a Javi: “vas a pedirle permiso porque es mi hermana mayor, y yo si no no puedo… vas y le dices que te dé permiso porque vas a acostarte conmigo”. Mi hermana debió flipar. Javi flipó. Creo que solo Guille entendió…

Después de aquello, pues el verano de mi calentura, que volvió a inflamarme tras el fugaz episodio con María, Javi y Víctor, coincidí bastante con mi hermana y su chico. Recuerdo tardes de playa y piscina interminables, en las que invariablemnte nos devorábamos con los ojos. También yo dejándole ver mis tetas a veces como por descuido, poniéndole a tiro fotos mías desnuda que le mandaba a Javi y que quedaban expuestas en el ordenador, “por descuido” fácilmente encontrables… También él me buscaba en nuestros juegos en la piscina. Afirmo sin dudas que recuerdo que Guille me metió mano varias veces a tetas y coño, de la forma más soez y descarada, durante ese verano. Pero, a pesar de la evidencia, todo aquello quedaba siempre para nosotros, nadie se dio nunca cuenta de nada. Y, nosotros mismos, en realidad no salimos nunca de ese bucle, obviando nuestras señales y la evidente tensión sexual que se había establecido entre nosotros.

Pese a todo, tras el verano aquello no fue a más, (aquel verano NADA fue a más…) Y el otoño pensé que lo de Guille realmente nunca iría. Tenía planes para tratar de retomar las otras prácticas que había descubierto y tanto me habían gustado, pero la fantasía con mi cuñado, de hecho, la olvidé. Me forcé a olvidarla: había sido un juego, un calentón momentáneo… Todo pasó sin más pena que gloria. Lo cierto es que no tardé tampoco en “olvidar” a Víctor y a María; un olvido en el caso de Mer que, ciertamente, para nada se parecía a lo que logré hacer durante años con Marta y Carmi… Sencillamente, pasaba de ello, no me lo planteaba porque sabía que era imposible… pero en el fondo lo seguía deseando. Y lo cierto es que desde entonces yo no perdía oportunidad para insinuarme e incluso desnudarme delante de mis amigas, o para verlas desnudas a ellas, porque aunque no me lo quería reconocer, el sexo lésbico era por entonces lo que más morbo me daba repetir... Pero como era incapaz de intentar nada con Mer ante el bloqueo que ella me había impuesto a su vez, empecé a tentar posibilidades con otras chicas.

Con Nurita, directamente, tonteaba. Pero eso era porque ella tonteaba conmigo. Y así seguimos hasta que las cosas empezaron a complicarse... aunque no sin tener que pasar ese bache sexual bastante estúpido, después de mi momento culminate con María, cuando pensaba que mi amiga me había abierto las puertas del cielo e incluso soñé por primera vez con hacer el amor con mi cuñado. Como ya he dicho, mi relación con Javier empezó a declinar tras nuestra experiencia veraniega, en realidad diría que se vino abajo justo en el momento en que vi su rabo saliendo del culo de mi mejor amiga. Para el verano siguiente de nuestro trío con Mer ya lo habíamos dejado, y ahí sí que entré en una sequía generalizada que sólo se vió salvada por algún lío ocasional; siempre cosas puntuales y sin mayor emoción, que únicamente me buscaba para saciar mis ansias de follar. Sin embargo quería, necesitaba probar cosas nuevas, y eso me impulsó a dejar a Javier pese a que, con mucho, él era hasta entonces la relación estable que más me había durado.

Me di cuenta de que, llegado el momento, dejó de importarme con quién lo hacía, porque lo importante era hacerlo. Todo ello mientras veía cómo Nurita volaba de flor en flor y se dejaba follar también cada vez por más tíos. Ella ha sido siempre el modelo en el que me veía reflejada para ir sacudiéndome la mojigatería que comprendía que todavía arrastraba por mi educación, familia y demás. Tampoco a Meri le iba mal, aunque ella seguía un ritmo más convencional, pero desde luego que tampoco se volvía loca buscando cuando quería follar. Era algo que siempre había criticado en ellas, y en Nurita más que en nadie… hasta que me descubrí haciéndolo yo. Y ella cada vez más puta con todos los tíos (lo que me mataba de celos), pero también conmigo (lo que me superaba, me ponía de los nervios y me revelaba mi maldita pasividad e incapacidad de reacción). 

El verano después de cortar con Javier fue una prueba dura. Recuerdo que fracasé estrepitosamente con Armand, un chico que me traía loca de verdad. Nos fuimos un fin de semana a Picos de Europa, e hicimos noche en la tienda de campaña después de culminar la ascensión a un pico cercano. Yo había acabdo harta de Javier, ya que nunca jamás me volvió a dar todo lo que me dio cuando estuvimos con Meri o con Víctor el verano anterior. Así que esa noche de junio con Armand debía llevar casi dos meses o más sin follar, y acababa de mandar a paseo mi mejor carta para sexo estable (aunque, viviendo en otra ciudad, ni para eso me valió nunca Javi). El caso es que Armand, como ya digo, me ponía. Así que, por una vez, allí completamente apartados de todo y de todos decidí ¡por una vez! lanzarme al vacío sin red. Venciendo mis inseguridades, miedos y pudores infantiles, decidí ir a por todas… había acumulado experiencia de sobra los últimos meses, y ya no era la inexperta de hacía un año… Estaba convencida que no podría rechazarme cuando, en mitad de la noche me desnudé por completo (estaba durmiendo con camiseta y braguitas porque no hacía frío ninguno), le abrí su saco de dormir y me monté sobre él. Posiblemente cuando él se despertó, asustado, y me sacó casi a golpes de encima gritando y pidiéndome por favor que le dejara, viví uno de los momentos más horribles de mi vida.  

Naturalmente, ni él ni yo teníamos más opción que seguir allí juntos… él parecía medio adormilado, viendo absorto cómo yo me vestía a toda prisa, mientras torpemente él recuperaba una camiseta para cubrirse al menos el torso, porque lo cierto era que se había acostado también sólo con los calzoncillos. Aún estaba yo tratando de meterme en las bragas, cosa que me resultaba más difícil de lo natural debido a mis nervios, cuando él se encerró de nuevo en su saco y se hechó a dormir sin dirigirme la palabra, hecho un ovillo y dándome la espalda. Ignoro si durmió o no; yo desde luego fui incapaz de pegar ojo aquella noche. Debí quedarme dormida de madrugada, pero lo cierto es que aún estaba amaneciendo cuando me despertaron sus movimientos brsucos desmontando la tienda conmigo todavía dentro, y sacándome de allí casi a patadas. Casi muero de vergüenza cuando salí en bragas y tuve que ponerme los pantalones a toda prisa, aunque lo cierto fue que él ni me miró. Cuando me quise dar cuenta había recogido absolutamente todo. Nos fuimos de allí sin desayunar ni nada, e hicimos el camino de bajada a toda velocidad y sin cruzar palabra.

Fueron los momentos más desesperantes de mi vida, me sentía fatal, como si fuera una auténtica mierda. Joder, ¿era tan grave lo que había hecho? Era consciente de que él tenía novia pero… rechazarme así… ¡sólo podía ser porque yo le desagradaba! ¿Por qué a Nurita no le pasaba nunca eso, cuando no reparaba jamás en con quién pudieran estar los tíos que se tiraba? Bueno, mi repertorio de coronar cabecitas de novias tampoco era pequeño, por eso tampoco vi lo de Armand como un impedimento para… Joder, no tenía que haberme desnudado… quizás si solo le hubiera intentado besar y ya… compartíamos grupo de amigos, y ya me estaba muriendo de vergüenza de pensar en cómo sería cuando todo el mundo supiera lo que había hecho. Odié a ese chico con todas mis ferzas. Hubiera pasado de él ahí mismo si hubiera podido, porque lo cierto era que además habíamos ido desde hasta allí en mi coche, así que era él el que iba a tener un problema… Pero mi problema era también que desconocía el camino de bajada hasta donde habíamos dejado el coche, y temía perderme.

Armand conocía bien la zona y me había llevado a un sitio especial, alejado de todos los puntos de partida de rutas montañeras en el entorno, así que era poco probable que yo sola pudiera llegar hasta allí.  No me quedó otra que seguir sus largas zancadas como pude, cargada con la mochila llena, tropezando y cayendo y casi llorando de pensar que había dicho no a mi cuerpo, desnudo, ofrecido para su libre uso y disfrute... Habría entendido que rechazara un intento de morrearme con él, pero decir que no a mi cuerpo de aquella manera, solo podía significar que no le gustaba, y que yo llevaba un año construyéndome castillos en el aire al pensar que tenía cuerpo suficiente como para triunfar sexualmente como veía hacer a Nuria o, incluso, a Mer. Cuando llegamos al coche yo rumiaba mi desdicha pensando cómo salir de aquella… Metí mis cosas en el maletero, mientras él descansaba acuclillado junto a un árbol, apoyado en su mochila que había dejado en el suelo. Le ignoré.

Acomodé mis cosas en el maletero, dejando sitio a las suyas, y me dirigí al asiento del copiloto, pensando que conduciría él, igual que había sido él quien había llevado el coche en el trayecto de ida. Estaba a punto de sentarme, cuando sentí el golpe, el empujón. Más bien fue una embestida. En la espalda, el culo, las piernas, en todo mi cuerpo a la vez. Caí de cara golpeándome la cabeza, el pecho, los brazos… mientras él se me pegaba al cuerpo y empezaba a manosearme el culo, la cintura, la entrepierna. Me costó darme cuenta de que estaba intentando desabrocharme el pantalón, y sólo fui consciente de eso cuando ya lo había logrado. Él gritaba, soltaba palabrotas, decía joder, hostia, decía mi nombre y decía que era injusto… las bragas no se molestó en quitármelas, le bastó con tirar fuerte de ellas para apartarlas, rompiéndolas en parte. Su polla tremendamente dura entró en mí como un cuchillo caliente en una barra de mantequilla.

Yo estaba mojada, mucho. Y él muy caliente. Nunca hasta ese día había sentido algo tan duro en mi interior. Me folló como se folla a una cerda en celo, porque eso parecía él precisamente, un cerdo en celo, una animal desatado, un semental. No paró de sobarme además en todo momento, a manos llenas, sobarme el culo mientras me daba desde atrás, y buscarme también las tetas a pesar de las incomodidades de la pesada chaqueta de montaña. Casi pierdo el conocimiento del placer. Fue rápido, eso también fue verdad. Cuando terminó de violarme salió rápido de mí.

Me costó reaccionar, pero porque casi no podía moverme, estaba mareada, además de encajada casi en los bajos del coche. Le escuché rodar por el suelo y vomitar cerca de allí. A duras penas pude darme la vuelta y quedar medio tumbada, con las piernas y medio cuerpo fuera del coche, apoyándome en el suelo, sintiendo la hierba fresca por el rocío de la mañana acariciándome el culo desnudo. La parte superior de mi cuerpo estaba empotrada en el coche. Le miré mirarme; yo estaba con las piernas abiertas y los pantalones por los tobillos, con las braguitas rotas colgando de mis muslos, hechas un andrajo. Armand me miraba el chocho peludo, erizado, pringoso de mis flujos. Temblé pensando que el muy cabrón me había hecho correrme. Y luego, temblé pensado que él también se debía haber corrido. Me pasé la mano por allí. La metí entre mis piernas, la saqué y la miré incrédula. Armand se había vaciado a pelo dentro de mí. Pero no era eso lo que me sorprendió, lo que me dejó alucinada fue sentir que yo me seguía corriendo sin que él estuviera ya en mi coño. Fue alucinante, desproporcionado.

Limpiándose la cara de los restos de su vómito con el dorso de la mano, llorando, Armand farfulló una especie de petición de perdón. Pude entender algo parecido a que no había sido capaz de resitirlo, que había sido demasiado fuerte para él, que siempre me había deseado y que yo era demasiado mujer… Y saberme deseada así por él, cuando aún me conmovían los estertores del orgasmo, fue más de lo que podía pedir en ese momento. Casi me desmayo. Cuando pude recuperarme, él se había ido. Supuse que, mochila al hombro, se buscaría un autobús o cualquier otra manera de volver a su casa. Me subí los pantalones sin molestarme más que en recomponer las braguitas. Me pasé el viaje conduciendo sola, sin parar más que a echar gasolina, pensando obsesionada que llevaba en mi vientre el esperma caliente de un chico. Me horrorizaba pensar que podía quedarme embarazada… yo entonces aún no conocía la píldora postcoital, y a la vez era incapaz de decir nada a nadie por la manera en que había sucedido todo. Las siguientes dos semanas hasta que me bajó la regla fueron un auténtico suplicio.

De lo ocurrido, por otra parte, en realidad mi mayor preocupación era perder a Armand como amigo. También el no haber sido capaces de disfrutar los dos de otra manera, claro… No entendía qué nos impedía hacerlo, por mucha novia que él tuviera. Era cierto que acababa de sufrir una violación en toda regla. Aunque tampoco creo que en realidad me hubiera forzado; fue tan rápido y directo que, la verdad, no tuve tiempo ni para resistirme. Y, honesamente, si hubiera tenido la cabeza clara como para pensar si quiera en la posibilidad de resistirme, creo que no habría querido hacerlo. Porque no es sólo que en el fondo había deseado que pasara algo así, sino que lo había disfrutado y lo repetiría sin dudarlo. Si algo le podía reprochar no era haberme follado cuando y como quiso, sino no haberme follado cuando yo se lo pedí… y no haberme follado más. Cuando llegué por fin a mi casa, le envié un mail a Armand:

“Quiero que sepas que lo que ha pasado hoy para mí no ha pasado; si tú quieres que lo olvide yo jamás lo mencionaré a nadie. Pero antes, y quiero que me creas, debes saber que a pesar de todo me ha encantado lo que hemos hecho. Supongo que no volverá a haber nada entre nosotros, y es algo que me apena. Pero, al menos, te pediría mantener nuestra amistad. Será como tú quieras, yo estaré ahí siempre como amiga. También para lo demás: seré tuya si tú lo pides. Ahora voy a borrar este mensaje, y será como si jamás lo hubiera enviado. La próxima vez que nos veamos, que espero que lo hagamos, deseo que estemos como hace una semana cuando decidimos que podíamos hacer un plan chulo juntos como amigos… o mejor. Tú decides por tu parte lo que harás con este mensaje, y conmigo. Un beso, Laura.”

Debo decir que estuvimos tiempo sin vernos y que, cuando por fin nos vimos, todo fue efectivamente como si aquello nunca hubiera ocurrido. Y que, más de seis años después, cuando por cosas del azar volvimos a coincidir de manera más continua, pudimos desquitarnos de aquella mala experiencia en la montaña. Sencillamente, un día que coincidimos en una fiesta acabé subiendo con él a su casa de madrugada, y los dos un poquito borrachitos. Al entrar en su habitación y ver cómo me miraba él, no tuvimos necesidad de intercambiar muchas palabras. Por supuesto, esa noche no me rechazó cuando me desnudé enterita para él. Allí nos reconocimos mutuamente que lo vivido en su momento entre nosotros, había sido muy intenso y especial para ambos. Yo le aseguré que para nada lo había sentido como una violación. Y él volvió a repetirme que yo era mucha mujer… y me aseguró que había estado obsesionado conmigo desde que me conoció, y que lo que me hizo le obsesionó todavía más durante años, hasta el punto de no poder evitar pensar en mí cada vez que entraba dentro de un cuerpo femenino. Decía que, después de follarme aquella mañana, su polla estuvo oliendo durante semanas a mí, por más que se lavara ¡jajajaja! Eso me dijo… pensar que habíamos pasado años haciendo el gilipollas los dos… Para entonces, lo cierto es que yo ya era plenamente consciente de todo el potencial de mi cuerpo, y había aprendido a utilizarlo libre y eficazmente. Pero reconozco que por un tiempo su rechazo me marcó y me tuvo bastante hundida… Después de aprovechar como nunca la oportunidad que nos dimos aquella noche para recuperar el tiempo perdido, nunca más volvimos a hacerlo. Al despedirnos la tarde siguiente, me aseguró que nunca jamás había estado así con una chica, que nunca había disfrutado tanto, ni imaginado siquiera hacer las cosas que habíamos hecho. Y que sabía que nunca más volvería a hacerlo. Bueno, él mismo, me dije. Me dejaría follar por ti sin dudarlo cada vez que me lo pidieras, pensé. Pero no se lo dije. Ya era mayorcito para coger lo que quería, si de verdad lo quería tanto. Yo había aprendido a hacer eso, por lo que él ya no me interesaba tanto. Me había quitado una espinita, eso sí, y me encantaba oírle decir precisamente a él, que en el fondo era un pedazo de hombre, que siempre le había obsesionado y que yo era una mujer 10. Y eso que entonces él también tenía novia…

Pero lo cierto es que la experiencia de Armand, en ese momento de sequía horrible, fue un golpe para mí. Poco después me fui de viaje al sur de Italia. Lo teníamos organizado desde mucho tiempo antes Nurita, Meri y yo. Y yo había puesto muchas esperanzas en aquel viaje… pero no pude llegar con peor humor. Íbamos María y yo y, además, Nurita con su novio, un chico monísimo y un par de amigos suyos. Por lo menos justo antes de salir me vino la regla, y pude descartar un embarazo fruto de la violación de Armand pero, en fin, no tardé en darme cuenta que el viaje iba a ser un tiempo perdido por completo. Nurita se pasó el viaje prácticamente dejándose follar y tocar por su novio a todas horas y delante nuestro. Sí, y no miento, porque una noche compartimos habitación ellos dos y María y yo. Mer y yo dormimos en camas individuales, ellos en una de matrimonio. Y pude deleitarme viendo por un largo rato a mi amiguita en bolas cabalgando sobre la polla de su chico hasta que ambos se corrieron… yo soñaba con ver así a Nuria, y casi hiperventilo al correrme mientras me masturbaba viéndolos, tratando de no hacer ruido para no alertar a Mer.

Cuando a la mañana siguiente Nuria fue a buscar el condón, se extrañó de no encontrarlo, aunque no dijo nada… Naturalmente, no sospechaba que lo había usado Laurita para hacerse otro dedo, mientras lo chupaba y lo exprimía bien en su boquita, jijij. Técnicamente, esa fue la primera vez que tuve algo del flujo de Nur en mi boca, aunque por supuesto no conseguí distinguir nada entre el horrible sabor del látex… Nur también se dejaba sobar por los amigos de su novio. Yo tonteé también un poco con ellos, me dejé magrear algo igualemnte, pero no llegué a más. Lo hacía sólo para ver si Nurita reaccionaba, pero pasó todo el viaje ignorándome por completo. Y, lo peor, también María iba de un humor de perros, nunca supe por qué. Lo dicho, mierda de tiempo perdido… Y mierda de año: aquello siguió así hasta final de año y principio del siguiente. Pero las cosas empezaron a cambiar drásticamente en primavera, cuando mi hermana se independizó con su chico y, lo cierto, a partir de ahí yo me pasaba el día con ellos. Cualquier cosa era una excusa para decir a mis padres que me quedaba a dormir en casa de ellos. Y allí buscaba dejarme tocar por él. Tal cual. Lo de los masajes pronto se volvió una excusa perfecta para jugar. Sé que hubo juegos, sé que él jugaba conmigo, que me deseaba. Yo jugué con él también, así de claro. Porque no estaba dispuesta a nada, pero cada vez me ponía más. Y porque mi vida sexual seguía reducida a dajarme follar por los babosos que me entraban en los bares. Mi listón de exigencia fue bajando tan rápido como mi autoestima, mientras mis ansias de sexo, de un sexio bestia, cerdo y diferente, no hacían más que aumentar. Viví en realidad etapas de abstinencia prolongadas también. Las dudas respecto a mi orientación sexual, la violación de Armand, mi inseguridad natural, el sentimiento de culpa por una educación absurda que todavía me tenía en cierto modo reprimida…

Quizás hubiese llegado a  pasar algo, no sé, si mi querida Nur no hubiera hecho estallar la válvula que, finalmente, acabó por liberar toda la presión. Porque ella, después del viaje a Italia, no tardó en largar a aquel chico y volver a volar de flor en flor… pasando de vez en cuando por mí para tontear cada vez más abiertamente. Quizás también porque yo cada vez mostraba mi receptividad más a las claras. Pero nunca me atrevía a dar el paso…

Aquello fue ya el verano siguiente, dos después de lo de María. Otra vez en verano. Otra vez el calor. Para colmo, en la cama de Guille y mi hermana. Ellos estaban fuera, de vacaciones o de fin de semana, no recuerdo, el caso fue que me habían dejado su casa. Esa noche llegué con Nuria, las dos más bien pedo que solamente borrachitas. Obviamente, íbamos a dormir juntas. No era la primera vez. Pero o bien lo teníamos ya claro, o bien decidimos jugar. No sé si alguna lo dijo, o si una sencillamente lo hizo y la otra le siguió. Con ese calor, al fin y al cabo ¿cómo íbamos a dormir? Dos años antes dormí por vez primera desnuda con una mujer, con María, en Pirineos. Un año antes vi a Nuria desnuda follando frente a mí. Esa noche al acostarse, Nur se dejó las braguis también, como María y yo hicimos cuando dormimos juntas en Pirineos. Aquella noche yo me las quité. No estaba para bromas, y menos con ella, y menos después de mi desastre de año. Precisamente con ella, ¡me moría por follármela después de ese año entero tonteando!

Temblando de miedo, evitando pensar en mi noche en la montaña con Armand, pero animada sin duda por los efectos deshinibidores del alochol, me desnudé por completo y me tumbé junto a ella. Hacía calor, pero la brisa corría agradable por la ventana abierta junto a la cama. La luz de la luna y las farolas entraba a raudales. Nuria me contempló, admiró mi desnudez. La tocó y se frotó contra ella, sin más. Sin decir nada. Nada hasta que ya tenía su cara en mi coño: “Laura, te voy a comer todo lo negro…”

Otra vez, todo volvía a pasar. Pero esta vez no era inesperado en absoluto. Al revés, llevaba meses deseando aquello. Y no lo dejé escapar. Casi la ahogo entre mis piernas, que apreté fuerte contra su carita incapaz de soportar tanto placer, y no queriendo además que saliera de allí dentro nunca más. Cuando, conmigo desmadejada del brutal orgasmo que me pegué, ella asomó la carita por debajo de mi felpudo mojado de flujo, saliva y sudor, esa carita tan linda, preciosa como estaba, completamente bañada por la excitación y brillante de mis líquidos, con los ojos chispeantes y relamiéndose los labios con su dulce lengua, me preguntó si me había gustado, y yo sólo pude pedir, entre gemidos que no se fuera, que me encantaba, que me estaba dando tanto gusto… “sabía que eras una putita” me dijo divertida, dándome rápidos pero profundos lametones en mi raja. “Mi putita” añadió, antes de lanzarse nuevamente al ataque. Aquello me gustaba tanto… Muchos gilipollas me habían llamado puta al follarme, y de repente con Nuria descubrí que aquello podía gustarme y resultarme excitante. No solo no me importaba si era Nuria quien lo hacía, sino que me ponía realmente perra. Sentí que a ella le hubiera permitido todo. De hecho se lo permití, y más que le permitiría.

En realidad yo hacía ya tiempo que quería ser su puta. Yo no lo sabía, o no lo quería admitir, pero estaba claro que estaba enamorada de ella desde siempre. Nunca me había gustado que me llamaran así (realmente tampoco me había molestado), pero también era cierto que nadie me había hecho lo que ella me estaba haciendo en el sexo en ese momento… ni siquiera María. Uffff. Después de ella sí vinieron varios chicos que les gustaba comerme el coño antes de follarlo (siempre me han dicho que lo tengo muy goloso). Y alguno era bueno, pero ninguno fue como Nuria. Y eso que el día siguiente, en una pequeña pausa entre una brutal y agotadora jornada de sexo continuo, ella me confesó que realmente yo era su primera mujer… que llevaba tiempo deseando probar algo así, desde que en el instituto una vez una chica mayor poco menos que la violó en las duchas, metiéndole mano y luego chupándoselo y metiéndole los dedos. Me sorprendió saber que mi amiguita se dejó el himen precisamente ahí. Casi tanto como descubrir que, por una vez, ¿yo tenía más experiencia sexual que Nuria en algo! Era curioso que las dos hubiéramos tenido nuestra primera experiencia sexual con mujeres, y las dos tan temprano, en el insti… Por alguna razón decía que supo que lo acabaría haciendo conmigo desde que nos conocimos el primer día de universidad, tantos años antes…

En fin, a mí aquella noche poco me importaba el pasado, porque lo único que pensaba era en follar salvajemente con Nuria. Vaya si lo hicimos, ese día hicimos todo, todo lo posible y más. Sus comidas se sucedieron sin interrupción durante horas, combinadas con folladas con los dedos. Fue Nuria la primera persona que empezó a jugar con mi culito mientras me comía el coño, y eso me hizo descubrir los orgasmos más hondos y húmedos que había tenido hasta entonces. Desde mi primer anal con el hermano de María, mi culito había trabajado poco, la verdad. Eso sí, aquella noche Nuria le dedicó caricias, lengüetazos más o menos hondos, frotamientos del ojete y alguna exploración rápida y tímida con la primera falange de sus meñiques. Pero nunca pasó de ahí, y pronto descubriría que era porque precisamente ella no se dejaba hacer ni eso, parecía tener un pánico visceral a que le tocaran el ano. Pero en fin, aquella primera noche, llegado un momento, fue subiendo por mi cuerpo empezando a conocer a fondo una anatomía que la iba a acompañar ya para siempre. Su festín en mi tripa, en mis tetas, en mi cara, en mi boca…

Vendría luego también mi turno de descubrirla a ella, de disfrutar de su chochete con esos labios menores sobrenaturales y casi con vida propia, que se abrían para mí como una ostra fresca y jugosa… jamás habría podido imaginar que comer un coño me iba a resultar tan placentero. Juntamos nuestros sexos infinitas veces para follarnos así, mientras nos besábamos y nos comíamos el cuerpo, literalemnte, una a la otra. Nunca he salido de una jornada de sexo con más chupetones, moratones, golpes, mordiscos y cicatrices que como aquella primera vez con Nurita. Después de eso, y a diferencia de mi experiencia iniciática con María, ella y yo nos convertimos en algo parecido a pareja habitual. Y bueno, todo empezó a pasar. Follábamos sin parar, casi a diario, y en una de esas yo no pude evitar contarle que María y yo lo habíamos hecho también, aunque fuera dos años antes y sin volver ni a hablar de ello desde entonces. Ella se obsesionó con el tema, diciendo que teníamos que recuperarla para montarnos algo las tres… Aquella idea me pareció super excitante y ya no fui capaz de quitármela de la cabeza.

Así que, aprovechando un viaje que hicimos pocos días más tarde varias amigas del grupo a casa de la familia de una en Alicante, a la playita, Nurita se las arregló para que yo compartiera una pequeña cama con María en una habitación ligeramente apartada del resto… Y a eso se unió, cómo no, un calor insoportable y una María más alegre y deshinibida que de costumbre. En las playas ella estaba siempre en top less y, si nos quedábamos hasta tarde cerrando la playa, solas nosotras sin más gente, siempre aprovechaba para pegarse el último baño en bolas incluso, ofreciéndonos su desnudez con generosidad. Me costó un día decidirme, pero la primera noche a su lado no pegué ojo, tocándola con disimulo, o cogiendo su mano para ponerla en mi sexo, pero aterrada de pensar que ella pudiera despertarse. A la noche siguiente, sencillamente, ella me propuso dormir en bragas porque hacía todavía más calor, y yo me puse a hablar con ella en la cama sin parar. Ella se abrazó a mí mientras hablábamos y podía sentir su respiración incendiando mis pezones duros como piedras. Así que tuve claro, esa vez sí, de qué iba todo aquello. En el fondo sospechaba que, de alguna manera, ella era consciente de lo mío con Nuria. Y, ya fuera por eso o porque sí, ella se moría por lo mismo que me moría yo… así que no me costó ni medio segundo llevar la conversación a recordar nuestra primera vez. Enseguida vinieron las caricias, y luego los besos. Tocamientos varios, y sexo duro el resto de la noche. Cuando al día siguiente Nurita me vio haciendo top less, tan feliz en la playa, supo que ya había pasado. Me sonrió, me guiñó un ojo y me preguntó “¿ya?” Yo le asentí con la cabeza y con una sonrisa de oreja a oreja. Aquella tarde las tres compartimos baño, desnudas, en las cálidas aguas del Mediterráneo, mientras nuestras amigas no dejaban de mirarnos con cierto mosqueo. Esa última noche repetí menú con Meri, temiendo en todo momento que Nur entrara en nuestra habitación para sumarse a la fiesta. Pero no lo hizo y yo lo agradecí, porque en ese momento deseé como nada disfrutar a María intensamente, de nuevo, y entera y sola para mí.

Y luego… ufffff, al volver a casa me esperaban dos semanas de intensísima actividad sexual, con ambas mujeres, pero siempre por separado. Yo no le había dicho nada a Mer sobre Nurita, aunque me di cuenta de que tenía más que sospechas, pero me estaba dejando a mí que le contara cuando lo considerara oportuno. Así que iba repartiendo mi cuerpo entre ambas, que me lo solicitaban continuamente. Teníamos una necesidad sexual atrasada entre nosotras tres increíble, y parecía que queríamos saciarla inmediatamente. No hubo día que no tuviera sexo, y hubo días que lo hice con las dos, siempre por separado… Cuando me quise dar cuenta estaba tan emputecida, salida y permanentemente caliente, y veía tan normal hacer el amor con mujeres, que en una fiesta que nuestra amiga Nieves organizó en la piscina de casa de sus padres a la vuelta del viaje a Alicante, me las arreglé para quedarme la última con ella cuando todos se habían ido. Era pleno verano, así que hacía mucho calor. Estábamos las dos en bikini, y yo me había pasado el día deseando follarla. No sé por qué se me metió en la cabeza, la verdad, siempre me había parecido muy guapa, más de una vez me había pajeado pensando en ella, pero jamás se me había pasado por la cabeza pensar en ella en serio, a diferencia de con María o Nuria, o incluso otras Lucía, que me gustaba tanto que siempre quise realmente acabar teniendo algo con ella. Además, con Nieves tenía una relación bastante menos intensa. Ni siquiera nos habíamos visto desnudas antes, aunque era evidente que tenía buen cuerpo. Pero lo cierto fue que resultó todo muy fácil. No tuve ni que hablar. Sólo acercarme a ella, acariciar sus brazos, su cuerpo, su cara, besarla… De ahí a quitarle la ropa, desnudarme yo, hacernos el amor… Mmmmmm me pareció increíble no haberme dado cuenta siempre de que era taaan deseable.

Cuando, a la noche siguiente con Nuria en mi casa (nuevamente, mis padres se habían ido y me había quedado sola unos días) le conté lo sucedido, flipó en colores. Me dijo que lo de María tenía que ser ya, y me obligó a organizar una fiesta dos días después. Ella misma invitó a María durante la fiesta a quedarse a dormir con nosotras al terminar. Joder, era todo tan obvio, que de pronto me pareció increíble que hubiéramos tardado tantos años en… Cuando salió el último borracho de mi casa, fue Nurita la que empezó a besarme. Luego se acercó María, y lo hizo ella. Me empezaron a desnudar las dos sin dejar de besarme y tocarme, y se desnudaron mientras se besaban y nos besábamos las tres. En todo momento Nuria marcó el ritmo como maestro de ceremonias, y en todo momento ellas dos me tomaron a mí como plato principal de su fiesta particular. Lo hicimos allí mismo en el salón. Luego Nur nos llevó a la piscina, a la bañera grande de mis padres, a su cama, vuelta a la piscina… La pena fue que al día siguiente volvían mis padres a casa… pero fue todo tan natural y tan bonito, que quedó claro que acabábamos de empezar algo muy serio. Lo curioso después de eso fue que, a pesar de que los siguientes días estuve con Nurita casi de continuo, follando y reviviendo nuestro gran momento, acabé inexplicablemente enchochada con Meri. Nunca me había pasado algo así, pero estaba como boba, tanto que ni siquiera follar con Nurita me llenaba. Así que me organicé una escapada con Mer, y nos fuimos de nuevo a Pirineos. Ufffff. Aquella sí que fue una forma de follar brutal, cada vez que teníamos oportunidad... cada vez que recuerdo las barbaridades que hicimos en medio de la montaña... ¡ay! jijiji

[continúa…]

...dicen de mí que tengo buen sabor
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nyctidromus reaccionó
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nyctidromus
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que buen relato

scripsit nyctidromus

sanguine et pulvis
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laualma
(@laualma)
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graciasss! sientan muy bien esas palabras ;)

y tú qué eres más, de bisexual o de lesbiana?

...dicen de mí que tengo buen sabor
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nyctidromus reaccionó
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nyctidromus
(@nyctidromus)
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tu relatos me gustan mucho

scripsit nyctidromus

sanguine et pulvis
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laualma
(@laualma)
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  • @nyctidromus muchísimas gracias precioso, a mí me gusta mucho que me lo digas... y me encanta también que los disfrutes ;P

...dicen de mí que tengo buen sabor
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