LIBRO 3. EPÍLOGO: LIBERACIÓN. CAPÍTULO V.
día 10 - 24.07.2012 - mañana
Como decía, dormir sola aquella noche, pese a que me resultó horriblemente duro renunciar a meterme en la cama sin hacerlo abrazando el calor de otro cuerpo, sin sentir el delicado peso de mi primo sobre mí, el sudor de los cuerpos erotizados de mis amigas resbalando por mi piel caliente… Pero, aunque me sentía renovada y recargada ya incluso mientras estaba durmiendo, el despertar por el contrario fue abrupto e inesperado.
Sin saber al principio ni dónde estaba, me descubrí en seguida completamente desnuda, durmiendo sobre las sábanas revueltas y sudadas de mi cama en la casa de mis padres. El calor había remitido, pero tenía el cuerpo pringoso y cubierto de sal picante debido sin duda a mi intensa transpiración durante toda la noche. Aunque, a juzgar por lo leve de la claridad exterior que entraba por el ventanal del jardín, abierto de par en par, parecía que a penas empezaba a amanecer. Me incorporé en la cama y me froté los ojos, intentando poder enfocar la vista. Desde luego que había dormido profundísimamente. A mi cabeza llegaron, agolpándose estrepitosamente, imágenes surrealistas de lo sucedido el día anterior, y durante toda la semana que llevaba encerrada en aquella casa a solas con mis dos mejores amigas y mi pequeño primo Pablo. También me quedé impresionada cuando, entre mis recuerdos, surgieron imágenes eróticas bastante salvajes con mi cuñado Guille, que todavía dudaba si provenían todas de los humedísimos sueños que acababa de tener en aquella cama, o si acaso se mezclaban estos con mi más simple y elemental deseo…
Escuché ruido de agua cayendo en el cuarto de baño. Miré la hora: efectivamente, era tempranísimo todavía, una hora absurda para estar despierta en plenas vacaciones de verano, y más aún con la paliza física y mental que los cuatro llevábamos en aquellos días, pero más todavía para estar duchándose… Porque por el ruido entendí, en cuanto mi mente terminó de despejarse, que alguien se estaba duchando en mi cuarto de baño. Joder, ni Nuria ni María se iban a venir desde la habitación de mis padres, donde dormían (bueno, si es que este par de cerdas había dormido algo aquella noche, porque tal y como las había dejado cuando me vine a dormir…). Ellas tenían además su propio baño allí, así que… No, estaba claro que solo podía tratarse del propio Pablo, que aquella noche ocupaba por fin la cama que le había asignado el primer día, en la habitación de mi hermana, que estaba vacía aquellos días, como el resto de la casa. Esa habitación era gemela de la mía, y en medio de ambas se encontraba el vestidor y el cuarto de baño, de donde me llegaba el ruido de la ducha en la bañera. ¿Por qué se estaba duchando mi primo a esas horas? Le recordé por la noche, cuando me fui a mi habitación, dudando sobre él, dudando hasta sobre mis amigas… Él dormía, o se hacía el dormido, tumbado en su cama, con la puerta del pasillo abierta, exhibiendo así su desnudo integral… Porque estaba claro que era lo que quería, que yo o mis amigas le viéramos en bolas… llevábamos demasiado tiempo jugando al gato y el ratón. Sentí mi cuerpo acalorarse y mi coño humedecerse fuerte al recordar la paja que no pude evitar hacerme allí, delante de él, casi metida en su habitación, deseando tanto tener su polla, aquella polla enorme, un pollón inconcebible por completo para un crío de su edad… Sin poder contenerme de nuevo, salté de la cama sin importarme la hora de la madrugada que fuera y avancé directa al baño, franqueando todas las puertas que, como siempre ya aquellos últimos días, todos dejábamos siempre abiertas de par en par.
Entré en el baño sin llamar: efectivamente, Pablo estaba debajo del grifo de la ducha, en la bañera. Cabizbajo, apoyaba sus manos en la pared donde se encontraba la alcachofa de la ducha para dejar caer el agua sobre su cabeza y espalda, como si tratara de relajarse o meditar.
Pude notar el fortísimo olor a sexo que seguía envolviendo mi cuerpo, con el que se mezclaba ahora un potente olor a sudor. La tarde anterior había sido especialmente calurosa; la noche había sido tórrida… y, pese a mi relativa falta de actividad, ya que había pasado la noche a solas, y durante el día me había dejado querer realmente, mucho más que hacer yo en plan activo… pues me daba cuenta de que no había parado de sudar, durante horas, intensa y copiosamente… bueno, y no puedo negar que la forma que tuvo Nuria de follarme y correrme a lo salvaje al principio de la noche me había hecho soltar todo tipo de jugos por cada por y agujero de mi cuerpo y de mi piel… Vamos, que no sabía mi primo, pero yo sí que estaba necesitando una ducha…
Aquello podría haber supuesto un problema en cualquier otro momento, pero en aquel preciso instante yo estaba ya lo suficientemente caliente como para no considerar nada de lo que ayer me podía haber paralizado. Estábamos solos ahora así que... un poco de juego, ¿a quién podía hacer daño? Además, que a aquellas horas tan intempestivas… podía ser algo que quedara entre nosotros, al fin y al cabo. Entendía que a él quizás pudiera serle difícil en el corto plazo, pero aún a pesar de todo tenía muy claro que si le diera a elegir entre “ahora y nada más”, o simplemente “nada más nunca” (que, por otro lado, hoy por hoy es lo que tenía), él me iba a decir que sí sin pensarlo. En definitiva, que en parte lo que iba a hacer lo hacía también por el niño... jijiji…
- ¿Se puede? – pregunté con voz neutra, no solo para llamar su atención, ya que no se había percatado de mi presencia todavía, sino realmente también para pedir permiso, porque confieso es que con tanta ida y venida por mi parte no tenía del todo claro en qué punto podía estar él. En parte parecía cansado, preocupado, y aquella hora era tan extraña...
- ¡Laura!
- Buenos días, Pablo… oye, ¿te importa que me duche contigo...?
- ¿Duch…? Laura, yo...
Bueno, ya estaba bien… si no me había echado de allí todavía… Me metí hasta dentro del baño sin molestarme en intentar preguntar por tercera vez, aunque en un primer momento me quedé junto a la bañera, como esperando algo. Pablo se giró por completo hacia mí, ofreciéndome su desnudo frontal al tiempo que disfrutaba del mío, sin que yo le pusiera el más mínimo impedimento, bajo la clara luz del amanecer que ya rompía en el exterior de la casa, inundando de un tranquilo resplandor mi cuarto de baño. No era más que un niño, y en aquel momento era además un niño asustado. Un niño, a pesar de la verga que le colgaba flácida entre las piernas… ya querrían muchos hombres empalmados tenerla la mitad que él en ese momento. Por un instante sentí un latigazo de realidad, un escalofrío de temor recorriéndome la columna vertebral de arriba abajo, atenazándome vértebras y toda la zona inferior de la espalda, tan punzante y frío que me impedía moverme. No puedo, joder, no puedo hacerle esto a un niño… pero cuando sentía mi columna estremecerse de aquel modo sabía de sobra que era porque iba a pasar lo que tenía que pasar. Había sentido demasiadas veces aquella desagradable sensación de parálisis, y en todas ellas la decisión ya había sido tomada siempre, el mal ya estaba hecho. ¿Era un niño? Y una mierda… Nuevamente su entrepierna se ocupó de desmentir aquello: su sexo de hombre, repentinamente hinchado a medio gas, comenzó a levantarse para saludarme. Mi primo no hablaba, pero su cuerpo recibía feliz y orgulloso a mi cuerpo desnudo y hambriento.
- Es muy temprano… – le dije sonriente, con una voz intencionadamente dulce y cariñosa.
- Lo sé… es que me desperté, y luego ya no me podía dormir.
- ¿Te has despertado…? ¿Por ellas? – pregunté, consciente de que mis amigas no habían sido precisamente discretas aquella noche.
- ¿Qué quieres decir?
- No, nada… Que pensaba que igual te habían despertado Nur y Meri... que no han parado en toda la noche ¿no las has oído?
- ¿Nuria y María? Pero…
- Ah, es que yo al final he dormido en mi habitación - le aclaré, pensando que él me había dejado follando con Nur... seguramente le extrañaba que no hubiera pasado la noche con ellas.
- Ya... sí, que has dormido sola, claro… - me dijo
- ¿Ya? Pero… ¿tú lo sabías?
- Sí, bueno... verás, me despertaste tú Laura, me estabas llamando desde tu habitación... creo. No sé, te escuché, en tu cuarto. Pero cuando fui estabas dormida, y...
- Me viste...
- Sí... no pude evitar quedarme mirándote un rato, claro…
- Desnuda…
- Bueno, claro… como ahora prima… joder, perd…
- No, no pasa nada, Pablo… me gusta… Dime, ¿tú hiciste algo...?
- ¿Qué si hice…? ¿Qué quieres decir?
- Bueno, ya sabes… como ahora… ¿se te levantó? ¿se te puso dura mientras me mirabas desnuda, como ahora…?
- Joder, prima… yo… claro… claro que se me levantó… me gustas tanto… quería… yo quería… ¿sabes? Quise pero... no sé, no fui capaz… Quizás tengas tú razón, y después de todo quizás no...
- Tú también estabas desnudo - le corté. No me gustaba por dónde estaba derivando su monólogo… Pablo me sonrió.
- ¿Desnudo? Ehhh… bueno, sí… ¿Cómo lo sabes?
- Yo también pasé a verte. Antes de irme a dormir.
- ¿Quééé? ¿De verdad, prima?
- Sí… y yo sí que hice algo, ¿sabes…?
- …
- …me hice una paja mirándote - le confesé, y aproveché su sorpresa para entrar sin más en la bañera, donde no tuve más remedio que quedarme muy pegada a él, tratando de aprovechar el calor del agua para evitar que mi cuerpo se pusiera a temblar por un absurdo e inexplicable nerviosismo; afortunadamente, mi primo tenía la ducha a una temperatura demencialmente alta, a pesar de ser verano, como siempre me ha gustado a mí también. – Me pajeé mirándote desnudo, y me sentó muy bien, la verdad – continué diciéndole, esta vez con mi cara a muy pocos milímetros de la suya.
Mi pobre primito no daba crédito. Pude sentir su cipote aplastarse contra mis piernas en el último empujón de su emplamada, que ya era plena. Me abracé sin más a su espalda, toqué su pecho, infantil pero bien formado y deliciosamente delineado, sus brazos, fuertes y con los músculos marcados a pesar de todo, me dejé empapar por el agua…
- Si no llego a correrme mirándote no habría dormido de un tirón, como he dormido... Y necesitaba dormir así, primo, estos días están siendo… eh, complicados ¿no? Yo quiero… joder, no sé, no es fácil… pero he descansado, he dormido como un bebé, ¿sabes?, me he recuperado, he dormido como hace tiempo que no dormía… aunque he tenido sueños, lo confieso... sueños... ehh... - mi mano izquierda se estiró sin poder contenerme, y empezó directamente a jugar con su rabo. – Quizás por eso te estaba llamando en sueños, primo… - le susurré con los labios muy cerca de su oreja.
Mi mano siguió aferrada a su polla, recorriendo la larga dureza de su miembro erecto. Él me dejó hacer un momento, hasta que cometí el error, o me pudo el impulso, de intentar meterle la lengua entera dentro del oído. Le sentí intentar separarse cuando mi lengua recorrió toda su oreja, mezclando mi saliva con el agua que caía sobre su cabeza. Pablo no pudo irse muy lejos, porque yo continuaba teniéndole agarrado por la polla. Literalmente también, quiero decir. Y, pese al pánico que reflejaban sus ojos, sentí un agradable estertor en su falo rodeado fuertemente por mi mano.
- ¿De qué tienes miedo, Pablo?
- ¿De qué tengo miedo, prima? ¿Pero estás de coña o qué? Tengo miedo de cagarla, o de que sigas jugando conmigo, de que sigáis las tres jugando conmigo y al final quedarme como un idiota... Tengo miedo de haberos hecho daño ayer. De haber hecho daño a María, y a Nuria… - joder… ¿cómo podía ser aquello? ¿realmente lo estaba pasando tan mal? Un instinto maternal hacia él inundó mi pecho, hinchado de excitación y con los pezones perfectamente empalmados.
- Mi niño... - volví a abrazarle sin pedirle permiso alguno. – Pero no… de verdad, no… No hiciste daño a nadie. Está siendo todo un poco confuso a veces, lo reconozco, pero yo sé bien cómo son ellas, ¿sabes? Y te aseguro que aquí ninguna está molesta contigo, de veras... más bien al revés… porque, en cuanto a eso, te aseguro que en todo caso si alguien la caga no vas a ser tú, en todo caso yo… joder, estoy confundida, pero te aseguro que no es mi intención… Pablo, yo quiero que estemos todos bien, y sobre todo que estemos bien tú y yo, pero no ahora solo, quiero que estemos bien siempre, eres mi primo, mi primo favorito… te quiero mucho ¿sabes? Te quiero más que a tu hermano incluso – tragué saliva porque no entendía cómo había sido capaz de decir aquello, y casi deseé que él no me hubiera escuchado; pero un temblor de su falo entre mis piernas me dejó claro precisamente lo contrario –Mira, primo, voy a conseguir que tú y yo estemos bien y que tengamos lo que nos merecemos ¿vale? haga falta lo que haga falta... sólo te pido un poco de paciencia, Pablo... porque por ahora no... yo… ahora no…
- ¿Pero cuándo? Joder, Laura… yo no aguanto más… - tembló… se me iba a poner a llorar, y yo no estaba preparada para aquello…
- Shhhh... paciencia… - mi cara volvió a acercarse a la suya, pero esta vez mis labios se pegaron a su boca en lugar de a su oreja. Tuve miedo por su ausencia de reacción, pero en seguida me di cuenta de que aquello significaba también que no me iba a rechazar. Y había conseguido ahuyentar el llanto, al mismo tiempo.
Mi mano izquierda volvió a centrarse en su pene, que como dije estaba ya totalmente empinado. Su cuerpo pareció alegrarse cuando le empecé a frotar abiertamente el nabo. Mi primo se pegó por fin a mí, abrazándome también él mientras pegaba ya su cara a la mía empezando a abrir sus tiernos labios mientras yo le estrujaba el miembro, quizás algo morcillón a pesar de todo, sobre todo por la punta, pero yo estaba a mil, más cachonda incluso que él, me temo, y empecé a repasarle toda la cara y la boca, besando con cariño, empezando a recorrer su miembro muy suavito, casi sin apretar la mano. El agua ayuda a refregar nuestros cuerpos. Pegué mi pubis a su sexo, aunque tenía agarrada su verga por lo que no había peligro de que me la metiera. Pero él se estaba encabritando, y me lo demostró echando su mano derecha hacia abajo y metiéndose en medio de mis nalgas. Sus largos dedos empezaron a acariciar mi entrada, pero sin intentar nada más. Nuestra calentura era descomunal, pero él sabía tan bien como yo que tampoco entonces íbamos a llegar más allá. Sin embargo, por primera vez en aquellos días habíamos hecho algo que no habíamos hecho antes: verbalizar nuestros deseos, aunque a duras penas y con medias palabras. Pablo me sobaba la raja, muy suave, yo echaba para atrás el culito tratando de abrirme y de ofrecerle a él acceso directo a mi vulva, pero la postura no daba para más… Bueno, igual no serviría para llegar a hacerme nada, pero estaba consiguiendo ponerme muy caliente, y además al hacerlo me incitaba a pajearle a conciencia, que era algo que deseaba hacerle por encima de todo, que era algo que ya le estaba haciendo con total saña... Y lo hice, firmemente, pero dulce y tiernamente también, de la manera más caliente posible en medio de aquel frescor mañanero bajo la ardiente agua de la ducha, todo muy íntimo, muy delicado y... bonito. Muy bonito.
Le agarré fuerte, abrazándole con toda mi alma cuando se puso a temblar. Mi primito se me fue copiosamente en la mano, con cierta violencia, echándome todo encima, llenándome el cuerpo de su pringue, que se quedó pegado a mi piel en forma de pegajosas pelotillas al mezclarse con el agua que nos bañaba. Recibir el día con aquella copiosa eyaculación no hacía más que confirmarme los buenos augurios para la jornada
Cuando conseguimos calmarnos, salimos de la ducha, y nos secamos con calma.
- Oye, prima… ¿Qué hago? ¿Me visto con bañador y camiseta?
- ¿Bañador? No, qué va, qué tontería… ayer no entendía por qué habíais vuelto los tres… Por mí puedes ponerte slip, pero tranquilamente, vamos. Y prefiero que vayas sin camiseta, la verdad… - añadí - Yo voy a ir en braguitas, cualquier otra prenda ya me molesta, la verdad – mi sonrisa al decirle aquello consiguió arrancarle una sonrisa todavía mayor a él, que se convirtió en un franco gesto de alegría al mostrarle uno de mis nuevos tangas que había comprado un par de días antes en el centro comercial.
A Pablito se le salían los ojos al verme enseñándole aquello, pero se ve que todavía no tenía muy claro por dónde iba a respirar realmente aquel día, y eso que acababa de hacerle la paja. Pero, bueno, tampoco puedo decir que aquello me resultar extraño, porque lo cierto era que ni yo misma sabía tampoco por dónde iba a ser capaz de salir en cuanto el día echara a andar...
Cuando por fin salimos al pasillo, él vestido con uno de sus apretados slips y yo con mi nuevo tanguita rosa, tan absolutamente parecido a dos cuerdas enganchadas que se puede decir que una vez puesto parecía prácticamente inexistente, le pedí que por favor fuera él preparando el desayuno, porque necesitaba hablar con Mer antes de desayunar.
- Es que ayer nos quedamos un poco mal ella y yo... ¿sabes? Y me gustaría arreglarlo, que no me apetece que nuestros malos rollos os puedan afectar a vosotros…
- ¿Pero... - Pablo iba a preguntar algo, pero no le dejé continuar. Lo cierto es que no quería darle más explicaciones
- Voy a ir ahora, ¿vale? ¿Te importa hacer ya lo del desayuno?
- Claro que no... – su sonrisa fue tan sincera que no pude evitar darle un pico, acariciando al mismo tiempo su paquete con la mano de manera descarada.
Cunado nos separamos, aunque reconozco que nos costó hacerlo, me di cuenta de que él se iba tratando de echar una fugaz mirada hacia la habitación de ellas, al final del pasillo. Desde donde estábamos no se podía ver bien del todo, pero se podían vislumbrar sus cuerpos perfectamente desnudos enredados sobre las sábanas.
- Ahora vamos, ¿vale? – y por fin me separé de él, sin más.
Cuando entré en el dormitorio de ellas, a pesar de tener puerta y ventanal abiertos, olía a cargado, a cuerpo humano y a sexo animal. Me metí en la guarida del león, y empecé a acariciar a Mer con suavidad. Necesitaba cerrar cuanto antes el turbio episodio del día anterior.
Se despertaron las dos casi al tiempo. Me di cuenta de que, mientras yo trataba de despertar a Meri, Nurita había empezado a acariciarme a su vez, y le planté un beso suave y largo en los labios para darle los buenos días mientras Mer por fin despertaba y se empezaba a incorporar en la cama, estirándose para desperezarse. Sin dudarlo, aunque le tenía ganas a Nur, yo me fui directa hacia María, empezando a besarla y a acariciarla.
- Joder, Laura… ¿Qué hora es? - preguntó soñolienta.
- Pues si quieres que te diga la verdad… demasiado temprano todavía. Pero me sentía mal contigo por lo de ayer, Mer… creo que en parte tienes razón
- ¿En parte, dices? Hay que joderse… Aunque, vaya, no deja de ser toda una novedad, aquí mi amor pidiendo perdón – rió Nurita sin malicia. También os digo que, con ese “mi amor” que me acababa de soltar, lo mismo me hubiera dado que hubiera hablado con toda la malicia del mundo…
María no añadió nada a aquella corta conversación, ni se molestó en contestar a mis palabras. Simplemente decidió que era mejor empezar a responder antes a mis besos y caricias, cosa que hizo mucho más rápido y directamente de lo que yo me había esperado. Mi amiga se había despertado con ganas. Eso, o que no había dejado de tenerlas desde que empezó la noche…
- ¿Te duchas conmigo? - me preguntó. Aquello sólo podía significar que quería la máxima intimidad... y puede que no fuera solo para follar, pero estaba claro que quería follar. Me vendría genial empezar así el día después del calentón de Pablo, que había sido mágico pero que yo no había podido desahogar todavía.
- Bueno, si a Nur no le importa... – sentí que necesitaba confirmar el permiso de mi amanta… tenía gracia, yo que soy infiel por naturaleza y tan indiferente siempre a la opinión de mis eventuales parejas. Pero precisamente Nuria no iba a ser un problema para dejarme follar con otras personas…
- ¡Nooooo! ¡Jajajajaja! ¿Estás tonta, Lauri, pidiendo permiso? No, claro, id vosotras... joder, que yo estoy todavía cansada… Lau, que tú te rajaste nada más empezar pero que sepas que con esta salida que tenemos por amiga, ¡aquí la noche ha sido laaarga... - rieron las dos - y duraaaaa! ¡jajajaja!
Eso sólo podía significar que se había hartado a probar consoladores, me dije...
- Está bien, preciosa, pero te abro un poco la persiana, para que te vayas espabilando, mi primo está ya con el desayuno… tendremos que ser rápidas, Mer – le dije a ella guiñándole un ojo.
- Bueno, si no hay más remedio por mí vale, preciosa...
- Pero entonces sed intensas, ¿vale? ¡breves pero intensas! ¡¡jajaja!! - rió Nur.
Mer estaba ya entrando en el baño:
- Oye, Lau, ¿te importa cerrar la puerta? – me pidió Nuria cuando iba a seguir a nuestra caliente amiga. Dudé un momento... de alguna manera me parecía hacerle un feo a mi primo, como si estuviera dudando de nuevo de él, y justo después del bonito momento que acabábamos de vivir... - ¿Te importa? – me preguntó, al verme dudar.
- Pues no sé Nur, es que realmente no creo que mi primo vaya a ser un problema...
- Bffff... joder, cualquiera diría que tienes la regla, morena, menudos cambios de humor que te traes... nos vas a volver locos a los tres - a pesar de sus pullas, Nurita parecía en cambio de excelente humor. Estaba sonriente, y preciosa: sí, absolutamente preciosa aquella mañana. Tan desnuda y con aquella cara de bien follada. Estaba bellísima, a la luz tenue del amanecer, tan perfecta, su pelo, su delicada piel... -Anda, pásame las bragas al menos... a ver si están secas, jajaja...
Cogí sus sosas bragas del día anterior, que estaban tiradas sobre su maleta abierta (y, efectivamente, todavía mojadas), pero cambié de opinión, y las sustituí por otras, semitanga todavía, y también negritas pero con muchísima menos tela para cubrirla y realmente finas y de tejido muy transparente.
- Anda, pero toma estas mejor, y déjate de bragotas, que hoy me apetece verte guapísima....
- ¡Ay mi amor! - me sonrió mientras se las daba. Parecía que mi actitud de aquella mañana estaba complaciendo mucho más a mi amiga de lo que venía haciendo aquellos últimos días – mmmm qué bien, me encanta este tanguita, y me alegro que no te importe que lo lleve con tu primo, porque te va a flipar lo bien que me queda… aunque no sé si tan bien como el que llevas puesto tú hoy…
- ¡Oye, Lau! ¡¡Que me tienes esperando!! – el grito de protesta de María bajo la ducha me sacó de mi erótico ensimismamiento con Nur.
Corrí hacia ella desnudándome mientras avanzaba (quiero decir, quitándome aquel minúsculo tanga que en realidad nada ocultaba, y que con razón había hecho las delicias de Nuria al verme). Abrí la puerta de la ducha y me lancé sobre Meri, empezando a abrazarnos y besarnos frenéticamente debajo del agua.
- Joder, ¡sí que te tenía ganas, so zorra! - protestó mi amiga...
- Mmmmm… lo mismo digo… ¿por qué te enfadarás tanto conmigo siempre, si ya sabes que vamos a acabar así de todas formas? – le repliqué cariñosa...
Pero poco cariño hubo en aquel encuentro matinal entre nosotras: fue brusco, violento y muy, muy físico. Mer estaba pletórica, tanto que no tardé en pedirle que me follara con un consolador de los suyos.
- Pues tendrás que traérmelo tú, o ir masturbándome por el camino para buscarlo, mhhhhh, joder Laura, porque yo no puedo parar ahora, ahhhh, ahhh, - dijo ella, mientras mantenía enchufada la ducha contra su chumino, que se hurgaba ferozmente con su otra mano. Dejé por un momento sus peras y su boca con gran pena por la separación, y sin importarme mojar el suelo de mármol, salté fuera de la cabina y me abalancé tropezando hacia la habitación. Estaba súper salida…
Mi sorpresa al pasar a la habitación fue mayúscula.
La puerta del baño estaba enfrentada con la que daba entrada a la habitación desde el pasillo. Al dirigirme desde el baño al dormitorio, pegué un grito de impresión al verle a él en el quicio de la puerta del cuarto de mis padres. Completamente desnudo y empalmado, claro. Porque parecía que no podía ser de otra manera… Miré a Nuria directamente a la cara. ¿Cómo podía estar ella tan segura de que iba a pasar algo así...? ¿O cómo podía ser yo tan ciega?
Nuria.
Estaba bellísima, insultantemente bella. Y una vez mas comprobé que el poder de la belleza de Nurita sobre los hombres es capaz de las cosas más increíbles. Al verme entrar así, desnuda, mojada y descompuesta del susto, la polla dura de Pablo pegó un bote de alegría. Él pareció sorprendido, casi tanto como yo misma… imagino que estaba escuchando mis gritos con Meri mientras follábamos en la ducha, que le debieron permitir hacerse una idea de que yo seguramente iba a tardar en salir de allí… Además de eso, sin duda tampoco le casaba mi actitud apresurada e híper excitada de ahora con la que había tenido con él justo antes, tan calmada, sosegada y racional. En eso le doy la razón, tampoco a mí me parecían lógicos el cambio de humor constante ni, sobre todo, la híper excitación que me había producido el encuentro con María; de nuevo me estaba dejando llevar, me estaba volviendo a perder por culpa del sexo...
Pero ya era demasiado tarde: conmigo delante, desnuda chorreando agua y vete a saber qué otras cosas más sobre el suelo de mármol, y cachonda como una mona, Pablo se agarró sin más la polla y se la empezó a pajear. Yo dirigí mi mirada de nuevo a Nuria. Ella seguía como la habíamos dejado, recostada en el cabecero de la cama, con las piernas levemente flexionadas, abiertas sin pudor, mostrando sus braguitas mínimas, de suave, fina y delicada seda marcan toda la erótica forma de su sexo, cuyos labios menores quedaban perfectamente delineados en la fina y tensa tela, enmarcada por los labios mayores desbordados, morenos y brillantes de una incipiente excitación; sus pechos casi planos se mostraban a pesar de su escaso tamaño con una sublime perfección bajo la luz de la mañana que rompía la penumbra de la habitación. Estaba tan preciosa… sin duda constatar el poder que su cuerpo ejercía sobre mi primo y sobre su vigoroso falo la hacía parecer todavía más bella.
Al ver que la miraba, empezó a tocarse abriéndose más hacia Pablo, tratando de provocarle a él y de provocarme también a mí, ya de paso. Incrédula, pero incapaz de reaccionar, tan solo pude dar dos pasos y hacer lo que había ido a hacer allí, dejando mis manos bucear en la maleta de María sin poder apartar los ojos de la vergaza de mi primo en acción… En cuanto mis dedos la localizaron cogí lo mío, aquella prótesis pequeña, pequeña pero dura y fuerte, perfecta para una buena follada rápida y salvaje, aunque no fuera tan a fondo... al levantarme con aquello en la mano, en medio de esa escena tan brutalmente erótica en la que los dos cuerpos que yo más deseaba en el mundo en aquel preciso instante se estaban masturbando libremente el uno para el otro, dudé por un momento qué hacer…
Pero María me llamó, y el sonido excitado y levemente angustiado de su dulce voz me sacó de mi momentánea parálisis.
- No hagáis nada más que eso, vale? por favor... – escuché que les pedía a Nuria y a mi primo… Me sentí egoísta e injusta por hacerlo, al fin y al cabo ¿quién era yo para decidir lo que podían y no podían hacer? Se habían gustado desde el primer momento, en aquella ya lejana tarde diez días atrás en casa de mis tíos ya se estaban deseando de la forma más erótica y descarnada. Si estaban aguantando tanto era, precisamente, por mí… ¿qué podía hacer sino, como poco, permitirles desahogarse así en aquel momento? Yo me estaba desahogando también con María… Meri… por supuesto que ella deseaba también la polla de mi primo como la que más, pero es que lo que había entre él y Nur… joder, había sido tan fuerte, tan evidente desde el primer momento…
Me doy la vuelta sin esperar una respuesta que sé que no va a llegar. Pero sé que me obedecerán, así que me voy, vuelvo con María dejándoles masturbarse disfrutando mutuamente de sus bellísimos cuerpos.
Sí, yo tengo lo mío ahora, debo centrarme en ella, acudir a la llamada de María, una llamada salvaje, brutal, desatada... Mer se montó hábilmente el arnés cuando se lo entregué, casi temblando, pero ella no se dio cuenta de mi nerviosismo, claro, o quizás sí pero lo achacó a mi calentura, o por el contrario al frío de haberme salido de la ducha y paseado por la habitación empapada y sin secarme. Mi amiga me pegó un par de polvos de antología, casi sin hablar, solo centrada en follarme con todo su cuerpo, cin toda su vida, con todas sus ganas. Todo fue tan rápido, tan confuso, tan… animal. Solo recuerdo dos cosas de aquel momento, además del agua y nuestros flujos salpicando por todas partes: placer y María.
Cuando terminamos, y conseguimos separar nuestros cuerpos y hacer algo parecido a la higiene corporal que se supone que debía hacerse en aquella ducha, abandonamos por fin aquel reducido cubículo, si bien yo iba todavía temblando, casi arrastrándome… apenas pude asomar la cabeza fuera, lo primero que hice fue cerciorarme de que Nuria y mi primo habían abandonado ya la habitación… menos mal, pensé, porque en ese momento no tenía cuerpo para nada más que tratar de revivir lentamente después de la paliza que me acababa de meter mi amiga. Sorprendentemente, María parecía estar como si nada, de hecho se la veía feliz, ligera y radiante mientras se arreglaba en el baño, y yo trataba de recuperar el resuello a duras penas, agotada por completo a tan temprana hora de la mañana, sin comprender por qué yo estaba en realidad mucho peor que ella… En aquel instante, una ráfaga de lucidez me hizo entender claramente el mensaje que acababa de dejarme María sin necesidad de articular palabra: hiciera yo lo que hiciera, me sintiera como me sintiera, a aquellas alturas, con o sin él, el ritmo no podía parar ya, no iba a parar... y aquello solo podía suponer ya que, a menos que le echara de casa... todo iba a pasar con él. Y que sería con ellas. Lo que acababa de pasar entre él y Nuria, aquello que había renunciado a ver, que había tratado de ignorar, no era sino la mejor confirmación posible de aquel mensaje. Joder… Nuria y Pablo ¿qué había pasado entre ellos? ¿Acaso estarían…? Que hubieran abandonado la habitación no significaba necesariamente que su único contacto aquella mañana hubiera quedado en esa exhibición de sus masturbaciones que yo había autorizado, impotente para refrenar sus descontrolados impulsos… Necesitaba saber dónde estaban y que hacían. ¡Ya!
Antes de que Meri terminara en el baño, aprovechando que se estaba entreteniendo bastante en darse cremas y arreglarse, yo me sequé sin más y le dije que me iba a la habitación para vestirme, porque tenía allí mis braguitas…
- Vale, preciosa… pero, oye…
- ¿Dime? – le pregunté, algo atemorizada por lo que pudiera decirme… llevaba toda la mañana esperando la charla que sabía que ella quería darme por mi actitud del día anterior, y de todos aquellos días…
- Bueno… en realidad creo que sabes de sobra lo que quiero decirte, Lau… lo que te iba a decir ayer y te habría dicho si no te hubieras largado sin más… aunque me parece que casi me alegro de que lo hicieras, porque ayer estaba muy enfadada, demasiado en realidad, y creo que tampoco tengo derecho a… vamos, que ha sido mejor así, porque nos conocemos de sobra, y en realidad las dos sabemos bien lo que hay aquí y lo que va a terminar pasando, los cuatro lo sabemos… así que para qué enfadarnos y discutir, ¿no?
- Escucha, Mer…
- No, no, no, Lau… déjame hablar, por favor. Si en realidad no hay nada que decir. Yo entiendo tus tiempos. Todos te entendemos. Pero entiende tú también los nuestros, ¿vale?
- Joder, Mer…
- Lau, ayer estuve a punto de irme de aquí…
- ¿Irte? Pero…
- Pero eso. Necesito polla, Laura. Sabes cómo soy, yo necesito polla más que vosotras, Nuria y tú podéis estar meses solo con tías, pero yo necesito polla…
- Bueno, sabes que eso tampoco es del todo así…
- Da igual, Lauri… si no estuviera todo el mundo fuera de vacaciones, te aseguro que hoy no hubiera dormido aquí… No sé, espero que te decidas rápido, porque yo no sé si aguanto más…
- Bueno, se supone que mis tíos vienen en cuatro días…
- Joder, Lau… tú misma, ¿sabes?
- …
- …
- Mer…
- ¿Qué?
- Que gracias… gracias por tu paciencia, no sé qué más decir. Y que te tienes razón…
- ¿Razón? ¿A qué te refieres?
- A que va a pasar. Que no puede tardar más. Y que me alegro de que vaya a ser con vosotras…
- Ay… Lau… ufff… mira, ¿lo dejamos aquí de momento, vale? Yo necesito pensar… necesito…
- Ya, ya… necesitas polla…
- ¡Jejejeje!
- ¡Jijiji!
- Eres la mejor, Lauri…
- Y tú… te quiero mucho Mer, siempre…
- …
- Oye…
- Dime.
- Nada, que me visto y voy a ver si estos dos están ya con el desayuno, ¿vale? Me has dado un hambre de muerte, tía… ¡menudo ejercicio para empezar el día!
- ¡Jejejeje!
Salimos nerviosas del baño. Vi a Meri rebuscar entre sus mejores piezas de lencería… por lo menos a ella no iba a tener que pedirle que volviera a acelerar un poco con su vestuario, pensé. Mientras, yo, completamente atacada por mi necesidad vital de salir ya de allí para ir a ver lo que podían estar haciendo los otros dos, me puse sin más mi tanga y salí disparada. Necesitaba volver a sentir que controlaba la situación, porque sabía que estábamos al borde del precipicio.
- ¡Voy a ver cómo va el desayuno! - grité (aunque en realidad debería haber dicho: ¡voy a controlar a este par!)
Desaparecí a la carrera sin esperar a que María me contestase. Afortunadamente, ya por el pasillo pude escuchar sus voces en lo que parecía una conversación de lo más normal, y de inmediato pude verles al fondo del pasillo llevando ya las cosas de la cocina al porche. Vestidos respectivamente con slip y braguita transparente, tal como les dejé… Y todo lo demás, ¡¡al aire!! jijijiji... Parecía que finalmente no hubiera llegado la sangre al río (¿o debería decir que no había llegado la lefa al coño?). En cualquier caso me sentí automáticamente tranquilizada al contemplar aquella escena. Es más, me sentí agradablemente satisfecha, y feliz también sabiendo que, aquel día, con mi súper tanga rosita yo me iba a llevar el premio gordo... pensar que me había costado una pasta, cuando prácticamente solo eran dos cordones, uno ceñido a mi cintura y otro amarrado en perpendicular que más que taparme algo lo único que hacía era masajearme sin freno la raja del coño y del culo donde lo llevaba invariablemente incrustado… como si necesitara yo más estímulos aquella mañana, ¡jijijijii!
Me sentía tan guarrilla que decidí hacer algo antes de desayunar… Aprovechando que Nuria y Pablo no me habían llegado a ver, retrocedí hasta mi habitación, cogí mi teléfono y entré corriendo al baño. Me pareció que la vista frontal podía ser un poco exagerada, así que opté por una toma trasera que, además, resultaba bastante espectacular ya que prácticamente se me veía todo mi orgulloso culo, a penas cruzado por aquellas dos cuerdas rosas. Me puse por tanto de espaldas delante del espejo, saqué culo todo lo que pude y, apoyando mi móvil sujeto con mis manos sobre mis nalgas desnudas y respingonas, tomé tres o cuatro fotos… estaba sencillamente de escándalo. A mi vecinito Lucas le iba a poner a mil verme así con el culito en pompa preparado para él, bien redondo y turgente, brillando bajo la luz de los focos en el espejo, con toda la raja bien abierta y mis labios mayores desbordando obscenamente aquella minúscula tira de tela, demasiado grandes, demasiado excitados… Pulsé a “enviar” el mensaje con la foto dirigida al teléfono de Lucas, dejé el mío de nuevo en mi habitación, y salí al jardín directamente por la puerta ventanal.
En el porche los tres terminaban de poner la comida y el resto de las cosas del desayuno. Los cuatro en ropa interior, mínima, apretada, exageradamente expresiva y eróticamente excitante. Sin rastro de bikinis, sujetadores, bañadores, camisetas ni otras molestas prendas… La “normalidad” volvía a fluir entre nosotros.
Ya durante el desayuno decidí que íbamos a pasar todos juntos el día en casa. Con lo que había en la nevera y en la despensa de mis padres podíamos apañar sin problema comida y cena, y desde luego que aquel día no pensaba arriesgar a que ninguna de nosotras se quedara a solas con Pablito. No me fiaba ya ni de mí misma. Ellos me preguntaron varias veces, lo que me llevó a insistir repetidamente en que no necesitamos más comida. Evidentemente, los cuatro teníamos claro que aquellos momentos mañaneros en los que Pablo tenía vía libre con una de nosotras a solas habían dado pie a las situaciones más calientes e inesperadas de la semana, y parecía que ellos estaban ansiosos por ver qué les deparaba aquel nuevo día. Pero desde luego que yo no estaba dispuesta a ponerlo todo tan fácil, pero con tanto peligro. A base de insistir, finalmente conseguí convencerles de que ninguno de nosotros iría a comprar comida aquella mañana.
Lo malo es que tanta insistencia, a mí había terminado por cansarme. Cuando acabamos de desayunar yo estaba cansada, había dormido poco y tenía sueño, y el tener que ponerme tan seria para evitar dejar a Pablo a solas con una de nosotras había terminado por ponerme de mal humor. La verdad que lo que más me apetecía era tumbarme a la sombra y echarme una siesta mañanera, aunque no sé por qué acabé accediendo a meterme en la piscina cuando alguien propuso un baño. Era cierto que el calor empezó a apretar pero bien desde temprano, así que debí pensar que un chapuzón podía contribuir a calmar los ánimos. Porque, evidentemente, ellos tres andaban bastante ligeros, con comentarios y miraditas cada vez más subidos de tono… ¿de verdad que pensaban que iba a pasar todo así, sin más?
Cuando nos metimos en el agua mi primo se puso en seguida a intentar sus jueguecitos habituales. Como yo seguía bastante seria, se ve que él decidió centrar sus intentos en mí, imagino que para no cabrearme si llegaba a pasarse demasiado con ellas, ya fuera queriendo o sin querer. Sin embargo, yo no estaba para jueguecitos, por lo que empecé a rehuirle de manera cada vez más seca y explícita. Mis continuas negativas terminaron por hacer que ellas dos se quedaran completamente cortadas y sin saber qué hacer, porque parecía que Pablo no quería a darse por vencido, pero estaba ya claro que yo no estaba por la labor de hacer absolutamente nada. Hubo un momento algo tenso cuando yo terminé por rechazarle de manera absolutamente explícita y casi a gritos, tras el cual acabamos los cuatro saliendo fuera de la piscina sin más.
Yo me eché a dormitar sobre una tumbona, porque seguía levemente molesta y decidí que iba a ser mejor borrarme del mapa hasta que hubiera descansado un poco. Como me puse boca abajo, no dudé en quitarme el tanga que, mojado como estaba de la piscina, me estaba resultando bastante incómodo de llevar, ahí siempre remetido en la raja. Sentí que Pablo se me quedaba mirando un rato, quizás pensando como acercarse a mí para aprovechar aquella situación, pero finalmente mi mal rollo durante el baño en la pisci pareció imponerse y no tardó en perderse en la oscuridad de las habitaciones. Pensé que igual se iba a salir a espiarnos otra vez desde la parte alta del jardín, como en los primeros días. Francamente, que hiciera algo así a esas alturas me parecía casi infantil, así que tampoco le di mayor importancia. En el fondo, y aunque hubiera costado hacerle reaccionar cuando intentó meterme mano en el agua, me gustaba que no hubiera intentado nada más al ver que yo me terminaba de desnudar antes de tumbarme a dormir. Y eso que, evidentemente, estaba deseando hacerme de todo… Pero es más, me puse a recordar lo que habíamos hecho de madrugada, en la ducha… no sé cómo decirlo, pero de alguna manera me pareció que le estaba empezando a ver mas dócil, después de todo. Igual es que justo lo que estaba necesitando era que yo le apretara las tuercas un poco más, para conseguir así que no estuviera siempre tan bravo y poder llevarle por fin yo a mi ritmo.
Lo último que escuché antes de caer en un tranquilo y reparador sopor fue el quedo parloteo de Nuria y María, que hablaban entre susurros solo interrumpidos para comerse la boca de vez en cuando, o para meterse mano pero sin grandes exageraciones. En realidad se habían tumbado en el césped a tomar el sol, junto a mí, sin mayores pretensiones, lo que no quitaba que, en la calentura generalizada de aquellos días, aprovecharan para tratar de mitigar sus calores mutuamente. Como no podía ser de otra manera, ellas dos también se habían terminado de desnudar, despojándose de sus exiguos tanguitas.
Desperté con María medio incorporada junto a mí, sacudiendo briznas de hierba que se habían quedado pegadas por el sudor a sus pequeños pechos. Sus marcados pezoncitos de color marrón muy oscuro brillaban bajo el sol de mojaditos que estaban.
- Joder con tu primo, tía… ya no se corta un pelo – me dijo cuando se dio cuenta de que acababa de despertarme. Giré me cabeza y pude ver al pequeño sátiro encaramado sobre el muro de la parte de atrás de la piscina, mirándonos a las tres y meneándose la polla como un mono salido. – Yo me voy al agua, ¿sabéis? Que no aguanto más sol ya por hoy… ¿te vienes, preciosa? – preguntó, dirigiéndose a Nuria que estaba tumbada junto a ella, boca arriba ahora, y semi incorporada mientras miraba muy atentamente a Pablo sin tratar de disimular. Meri se giró sobre ella para darle un último morreo, y al hacerlo volvió a mostrar al cielo, a mi primo y a mí su duro y perfecto culo moreno completamente desnudo y brillante. Joder, qué maravilla de culo que tiene mi amiguita… aquella visión bastó para ponerme cachonda de golpe otra vez… parecía que mi siesta había surtido efecto.
- Pues ya me dirás, Mer… ¿Cómo no se va a volver loco mi primo viendo estas cosas en la piscina? – dije, dándole una sonora palmada con toda la mano abierta…
- ¡Hostia, Laura! Que no a todas nos va el sado como a ti… joder, qué bruta.
- Ay, María, ¡es que me encanta tu culito! ¿Y cómo no le va a gustar también a él? – Nuria sonreía a mis tonterías. Por fin había dejado de mirar a mi primo para volver a centrarse en mí.
- Mira tía, pues si os mola mi culo, ya podéis venir a comérmelo a la piscina, ¡porque no aguanto más aquí!
La carrera de mi amiga hasta el agua fue corta y terminó en una violenta explosión cuando su cuerpo se zambulló de un salto. Nuria la siguió, exhibiéndose lenta y elegantemente ante mi primo. Aunque, cuando me incorporé yo, él ya solo tenía ojos para mi cuerpo desnudo… Cuando entré en el agua, él ya estaba bajando a saltos las escaleras hacia nosotras, con los gayumbos en la mano, y la polla morcillona y goteando aún restos de semen de la corrida que acababa de pegarse mientras nos miraba. Bueno, pensé, no creo que a ninguna nos vaya a molestar que se meta así en el agua… al fin y al cabo las tres estábamos desnudas y muy calientes ¿qué otra cosa podía haber hecho el chiquillo?
En todo caso, y a pesar de nuestra calentura y nuestra total desnudez, el baño fue increíblemente tranquilo. Pablo fue el primero en salir, cuando por fin la normalización del tamaño y dureza de su pene se lo permitió. Con toda normalidad, recuperó su slip que había dejado tirado junto al bordillo de la piscina, y se lo puso sobre el cuerpo mojado. El escandaloso bulto húmedo que traslucía perfectamente en la tela no era mucho más tranquilizador que verle totalmente en bolas, pero no dejó de sorprenderme que se hubiera vestido sin más, en lugar de intentar estirar un poco más nuestro momento nudista. Quizás iba a ser verdad, después de todo, que estaba algo mas dócil aquella mañana. María salió justo detrás de él, y por supuesto le imitó, recogiendo su tanga y poniéndoselo sin molestarse en secarse. Vaya, pensé… ¿aquí nadie va a intentar nada ya? Es que, desde luego, era ponerme yo un poco seria y parecía que todos se venían abajo.
Nuria y yo salimos juntas del agua, realmente lo hicimos tomadas de la mano… Noté su expresión sorprendida al ver que yo me tumbaba directamente en la hierba, entre María y Pablo, sin molestarme en ponerme mi tanguita que seguía abandonado y seco en la tumbona. Nur dudó un momento, pero en seguida cogió su propio tanga y, mirando a Pablo y María que parecían aguardar expectantes, se lo embutió con no poca dificultad en su cuerpo mojado. La humedad hacía que se le pegara y retorciera la tela sedosa cuando intentaba subírselo; naturalmente, cuando lo tuvo puesto, estaba tan húmedo que las transparencias de los mínimos triangulitos de tela que lo formaban era casi total. Al final tampoco había tanta diferencia entre ella y mi desnudo integral, me dije… así que mucho mejor el desnudo, ¡jijjiji!
La siesta primero, y el baño después, habían terminado por despejarme cuerpo y ánimo. Estaba caliente y desinhibida. El pasar de Pablo durante el primer baño conjunto en la pisci le había dejado blandito, como bastante dócil y desconcertado. Naturalmente, aquello me impulsó a tratar de exagerar todavía más el cuento, y pensé que podía estar bien tratar de ponerle incluso un poco celoso. Evidentemente, debí ser con Nurita, claro, y además conseguir eso no podía ser más fácil; lo único que me daba un poco de miedo era Mer, claro, porque sabía que si la dejábamos muy de lado la podía acabar liando rápidamente. Pero, una vez pensado, yo ya no podía evitar morirme de ganas de hacer una prueba...
- Nur, mi amor, ¿por qué no vienes, que hoy todavía no te he catado? – solté en voz alta, sin el menor rubor, abriéndome soezmente de piernas mientras lo hacía.
Meri, y sobre todo Pablo, se revolvieron escandalizados. El hecho de que no me hubiera puesto el tanga cuando ellos se acababan de vestir parecía haberles molestado, pero mi inesperada petición a Nuria suponía definitivamente que yo había decidido prenderle fuego a la mañana, por fin. Por su parte, Nurita diría que se puso absolutamente roja al escucharme, si acaso esa piel morena y perfectamente renegrida por el sol aquel verano pudiera cambiar de color.
- Per... - pareció que Pablo iba a intentar decir algo, pero sus palabras quedaron ahogadas en su boca al contemplar la majestuosa belleza de Nuria alzándose y cubriendo los dos pasos que la separaban de mí.
Sin molestarse en dudar ni un segundo, como queriendo complacer al mismo tiempo a mi cuerpo y al absurdo plan que yo acababa de trazar, Nurita se tiró al suelo, ante mí, y con los brazos aferró a mis muslos y se arrastró lo necesario para meter su cabeza entre mis piernas. Yo, feliz al ver que mi burda estrategia había surtido automáticamente el efecto deseado de escandalizar por completo a mi primito, me coloqué bien abierta y me entregué al maravilloso amor de mi amiga. ¿Por qué hacía aquello? No sé, necesitaba jugar, jugar de la manera más estúpida quizás… siempre soy así. Pero quería tener a mi primo bien caliente y sumiso antes de dar ningún paso definitivo. Y, visto lo visto, aquello tenía que hacerlo contando con ellas, ya no podía ser de otra manera. Que, por otro lado, estaba claro también que ya era la mejor manera posible; incluir a Nuria era fácil, excitante, súper morboso… era algo que salía de manera natural, como todo con ella. Pero Meri también iba a entrar en la ecuación, eso por supuesto. Solo que era imposible no darle a Nuria un papel más importante, así de entrada. Naturalmente que ella sabía que yo estaba haciendo aquello por mi primo, nos conocíamos bien, pero también sabía que yo la deseaba igualmente, y sabía que el hecho de que yo contara con ella de aquella manera para provocar a Pablo no era tampoco algo casual ni improvisado. Mi concha recibió a mi amante, y le tenía ciertamente tantas ganas que ya al primer lengüetazo se me salió todo de golpe, convirtiendo aquella escena en algo obsceno, absolutamente obsceno, pero Pablo y María, sentados cada uno a un lado de mí, ya no podían hacer nada más que mirar...
- Joder… ¡voy al baño! – dijo de repente Mer, con voz aterrada., tanto que casi me recordó a Pablo los primeros días, cuando se empalmaba por la menor tontería y tenía que escapar al baño a machacársela…
Y, sin embargo, ahora era mi primo el que había aguantado el pequeño órdago que acababa de lanzarle. Naturalmente estaba tremendamente cachondo, no podía ser menos viendo a su deseada Nuria comerme el coño de una manera tan lujuriosa, teniendo a su deseada prima desnuda y caliente junto a él, con el chocho pelado, más desnudo y más caliente que nunca, con toda su sexualidad literalmente tan salida que Nuria casi parecía que me estaba haciendo una felación más que un cunnilingus… Yo me lo habría follado allí mismo, claro, pero la verdad es que Nurita estaba desbordando de una manera tan exagerada mis expectativas que ni siquiera me molesté en mirar a Pablo. Realmente parecía que Nur tenía tantas ganas de mí como yo tenía de ella. Mi chirla vibraba entre sus labios mientras yo la miraba comerme… dios, comprendí que me tenía absolutamente enganchada, no era capaz de saber qué me daba para ponerme así, y allí estaba yo, salida como una perra pero acariciándole la cabeza, su largo y negro pelo mojado, diciéndole cosas bonitas cuando conseguía articular alguna palabra entre gemido y gemido, cuando no estaba resoplando y apretándome los dientes de placer para no gritar… De verdad que no imagino que pudiéramos haber ofrecido a mi pequeño primo una escena más jodidamente pornográfica que la que estábamos protagonizando Nuria y yo en aquel momento.
Su mamada era intensísima, sí, absurdamente placentera, pero a pesar de todo ella se movía en mí y sobre mí relativamente tranquila, y aunque me estaba comiendo literalmente a fondo, las dos nos mantuvimos básicamente en la misma postura hasta que me hubo acabado por completo. Fue raro, pero casi lo agradecí porque, si bien quería calentar a Pablo, tampoco me parecía lo más apropiado dar el espectáculo de aquella manera... aunque visiblemente las dos teníamos ganas de eso y de mucho más. Pero, a pesar de todo, supimos contenernos. Cuando terminamos yacimos juntas, tiernamente, al sol, sobre el césped, tan desnudas como cuando llegamos a este mundo (aunque más grandes, más plenas y muchísimo más mujeres y salvajes, claro está), excepto por ese pequeño trozo de tela fino y empapado que se enredaba entre los tersos muslos de Nuria.
Cuando conseguí abrir los ojos no sabía a dónde podía haberse ido a esconder mi primo para volver a correrse.
Nur y yo nos quedamos sin más allí, tumbadas, sin movernos ni vestirnos ni preocuparnos por nada. Sin hablar. Solo besándonos, tocándonos, tratando de contener nuestros impulsos de follarnos vivas allí mismo. Al rato volvieron ellos que, al ver que nosotras seguíamos perdidos en nuestro ensimismamiento, volvieron a meterse en el agua otra vez. Por supuesto seguían malamente tapados con su ropa interior, pero aquello debía de estarles quemando mucho más en aquellos momentos, ya que nuestra indiferencia ante ellos los encerraba en una temible intimidad que, de repente, ninguno de ellos parecía querer del todo. Estuvieron bañándose y jugando durante un rato, haciendo lo posible los dos para atraer nuestra atención. En vista de que no parecía que fuéramos a reaccionar nunca, mi primo intentó al menos aprovechar el momento con María, si bien en realidad ninguno de los dos estaba realmente con ganas de mucho juego ya. Él le lanzó varias intentonas de tocarle las tetas, pero ella acabó protestando en seguida, sinceramente molesta.
Aquello fue el punto y final de su baño. María salió del agua y se tumbó junto a nosotras, quedándose dormida o aparentándolo de forma casi inmediata. Estuviera fingiendo o no, estoy casi segura de que, para cuando Pablo salió del agua (sin duda tras esperar, como siempre, a que se le bajara la trempada), María había caído dormida de verdad. Nur y yo seguíamos a lo nuestro, más que acarameladitas, por lo que mi primo volvió a dedicarse a merodear por la casa y por la parte trasera del jardín. Estuvimos así descansando casi hasta la hora de comer.
Fue Pablo el que disolvió aquel pacífico estado pero, para nuestra sorpresa, por una vez lo hizo con algo que no tenía que ver directamente con el sexo… Mi primito nos hizo felices con otro tipo de comida, cuando apareció diciendo que nos había preparado un aperitivo. Aprovechando el repentino movimiento de aquel final de mañana, yo decidí meterme un momento en el agua, porque estaba tan acalorada de mis arrumacos con Nuria bajo el tórrido solo de julio que necesitaba refrescarme, así como limpiar mi piel de mi sudor y el de ella, así como de restos de babitas y flujos. Nurita, por su parte, se levantó conmigo pero se dirigió directamente al rincón del jardín donde Pablo había puesto unos refrescos bien cargados de hielo y algo de picar. Mi amiga avanzaba hacia él acomodándose como podía las bragas, bajo la atenta mirada de mi primo que, naturalmente, no se perdía una, sin importarle las quejas que ella le dirigía de forma directa:
- Joder, primo, córtate un pelo ¿no? Deja ya de mirarme el coño así que me lo vas a gastar, tío…
- Pues no haberos puesto a follar en el jardín, no te jode… - le contestó, con un desparpajo absolutamente impropio de su edad.
Yo pude escuchar aquella bonita conversación al salir del agua, y sin molestarme en mojarme me fui hacia ellos, siempre desnuda por completo. La verdad, me incomodaba un poquito la forma en que mi primo se había dirigido a mi… ¿novia?, viendo que la propia Nuria pasaba de él, preferí ignorarlo también, y me senté a su lado, sin más. Pude comprobar que, desde aquella posición, tenía (como debía tener el propio Pablo), una magnífica perspectiva del joven y atractivo cuerpo casi desnudo de María, que seguía dormida tumbada en el medio del jardín, con las tetas al aire y las piernas abiertas y despatarradas orientadas hacia nosotros. Era evidente por qué había elegido aquel lugar mi primo para tomar el aperitivo… El niño tenía hambre, pero parece que lo que se quería comer realmente era el potorro de Meri, que se le salía impúdicamente a ambos lados de la tirita del tanga que le debía cubrir la raja, pero que entre la humedad de la piscina y la suya propia, sumada a sus descuidados movimientos mientras dormía, se le había quedado retorcida e incrustada entre sus labios menores, que aparecían abiertos y carnososo, mostrando su interior sonrosado y húmedo, bordeado del filo oscuro de su piel exterior, montada sobre los abultados labios mayores que daban continuidad a un soberbio monte de venus. Realmente estaba para comérsela… la concha, digo.
Más allá de lo que pudiera animarnos a Pablo y a mí echar fugaces vistazos a la obscena desnudez de María, así como al torso desnudo y bronceado de la plana Nuria, nuestra conversación fluyó tranquila, tanto que diría que se hizo hasta aburrida. Seguramente los tres teníamos la cabeza en otros mundos mucho más jugosos, por lo que era casi imposible seguir allí de charla como si nada… En un momento dado nos quedamos callados, mirándonos, y ahí el ambiente ya terminó de enrarecerse del todo.
- Joder… qué puto calor ¿no? – soltó Nuria, quizás tan solo por decir algo. Aunque lo cierto es que tenía el rostro congestionado bajo el sol, y su cuerpo sudaba visible y copiosamente. Me entraron ganas de lanzarme sobre ella y lamerle todo aquel sudor con mi lengua… Ella estaba acalorada, pero yo seguía caliente, con ese tipo de calentura que ni con cien baños fríos es posible quitarse de encima. – Si es que tenía que haber hecho como vosotros y haberme pegado un baño, que no aguanto más… ¡voy al agua un momento!
Se levantó tan rápido que no nos dio tiempo ni a abrir la boca. Mi primo y yo nos quedamos sentados, comiendo sin abrir la boca hasta el último berberecho, el último mejillón y la última patata frita que había traído Pablo, siempre sin dejar de pasmar, mudos y cachondos, hacia el cuerpo de María, que seguía revolviéndose en sueños ofreciéndonos las más eróticas visiones de sus tetas y de su sexo. Me di cuenta de la vuelta de Nuria al sentir las salpicaduras de su cuerpo empapado sobre mi piel sudada.
- Joder, tíos, no me habéis dejado ni un mal berberecho…
- ¿Querías berberechos? – le pregunto traviesa - ¿Y por qué no le comes la chirla a Mer? Mírala, se le ve fresca y salada como un berberecho desde aquí.
Era cierto, dormida como estaba ahora, tumbada de costado, con las piernas encogidas, nos ofrecía con ganas su perfecto culo en pompa saliendo a ambos lados de la tira de su tanga, que se remetía por toda su raja sin ser capaz de cubrir nada, ya que más que tapar parecía perderse en las profundidades de su coño. La visión era brutal claro, pero no menos brutal había sido mi propuesta a Nuria, que solté con la mayor seriedad de la que fui capaz. Sin embargo, a pesar de ir dirigida claramente a ella, como respuesta a su anterior frase, yo hablé mirando directamente a la cara de mi primo. Mientras estábamos solos terminando el aperitivo, los dos admirábamos sin disimular la desnudez de María. Pablo era consciente de que yo sabía que él se había puesto allí para ponerse morado mirándola, de hecho era muy consciente de que le estaba permitiendo observarnos impúdicamente a las tres sin importarme que nos usara tan claramente como los más perfectos objetos de su deseo. Que yo le mirara a él a la cara viéndole babear mientras le miraba a María ese mismo chocho que le estaba proponiendo comerse a mi novia, era sin duda una perversa manera de ponerle a él en evidencia. En plan “sé lo que has estado haciendo, lo que has estado pensando todo este rato conmigo mientras la mirabas a ella, pero eso que deseas todavía no está a tu alcance, por el momento María nos pertenece solo a nosotras…”
- Mucho berberecho, ¿verdad primo? Pero aquí de lo que hay ganas es de almeja…
Mi primo se revolvió incómodo, y temí por un momento haberle molestado tanto como para que emprendiera una de sus habituales huidas. Valoré el paquete que se le evidenciaba en el apretado slip: para ser él, y con lo que debía estar pensando hacía rato mientras le miraba el chumino abierto a mi amiga, me pareció que no estaba tan caliente todavía…
- Tiene un coñito precioso María, ¿verdad? Es con diferencia el más delicado de los tres, casi como si fuera todavía el chochito de una niñita muy, muy caliente… - solté sin darme cuenta casi de lo que estaba diciendo. Las palabras salían de mi boca sin pasar a penas por mi cerebro.
Naturalmente, mi creciente provocación tenía por único objetivo hacer reventar a Pablo. Sin embargo, me daba cuenta de que si únicamente le iba a decir aquellas chorradas, sin darle pie a más, mi pobre primo seguramente no iba a ser capaz de resistir y acabaría por salir corriendo, y no era aquello lo que me apetecía en aquel momento. Afortunadamente, la salida perfecta me la ofreció Nuria, cosa que no me había esperado en absoluto. Bueno, estaba claro que yo no era la única que estaba cachonda allí: Pablo se estaba poniendo muy bruto también, pero la propia Nurita se ve que no era solo el calor corporal lo que la había llevado a zambullirse tan repentinamente en la piscina. Para mi sorpresa, mientras yo hablaba del coño de nuestra amiga, que se abría ante nosotras como la más preciada flor -una deseable flor llena de morbo que yo le estaba pidiendo a Nurita que se zampara delante de nosotros- pude ver que a Nur se le erizaban violentamente los pezones y, literalmente, se le hacia la boca agua. Vaya… Era increíble lo caliente que estaba también, la muy ramera. ¿Y si…?
Sí. Estaba claro que solo iba a necesitar un empujoncito más… La muy puta estaba deseando volver a hacer algo así delante de mi primo, me hubiera jugado el cuello en aquel mismo momento. Y habría ganado…
- O puedes comerle el culito mejor, que ya sabes lo mucho que le gusta a María... – añadí finalmente, mientras miraba a mi novia con la más sensual de mis sonrisas, ignorando a mi primo y acariciando las piernas morenas y mojadas de Nuria muy cerca de la parte alta de sus torneados muslos. - Si se lo haces tan bien como a mí antes, te prometo que esta noche te vamos a tratar muy bien a ti también, mi amor, te lo vamos a devolver multiplicado, ya verás… - Las ganas que tenía de calentar a mi primo eran absurdas, pero se ve que Nuria disfrutaba todavía más que yo con mi juego.
La polla de Pablo ya estaba empezando a dar visibles signos de una mayor empalmada. Pero era normal, si yo misma estaba mojando abierta y visiblemente la toalla de color claro sobre la que me sentaba, dejando ver cómo crecía allí una mancha cada vez mayor y más oscura, dado que tenía mi coño abierto y pegado a la tela, sin que mediara protección alguna en mi entrepierna.
Increíble pero cierto, no necesité animarla más: Nuria estaba tan cachonda que no se iba a cortar en volver a hacerlo delante de Pablo... no, no era eso… le pasaba como a mí, en realidad: no era solo que no le importara aquello, sino que, por el contrario, le daba un morbo brutal comportarse así, sacando fuera la puta que siempre había sido, mostrándole todo eso a mi primo, y encima incitada por mí… Mi pobre primo... ¡jijiji!
He de decir que cuando empezó a devorar con deleite el cachondo cuerpecito de María me entraron unas ganas tremendas a mí también de arrodillarme allí con ella y participar igualmente del festín.
Nur se había tumbado frente al culo de María y, al igual que hizo antes conmigo, se acercó agarrándose con los brazos a su presa y empujándose hacia ella. Por los movimientos de su cabeza nos dimos cuenta de que le estaba apartando la tira del tanga con la boca, y sin más empezó a besarle y sorberle la concha abierta, hasta que la humedad, el calor y el chapoteo se hicieron ya insostenibles. Meri se despertó, seguramente cuando sintió aquella ávida lengua separarlo ya todo e introducirse libidinosamente en su tórrida cuevita. Mi acalorada y confusa amiga, todavía medio adormilada, se medio incorporó, mirando a Nuria, mirándonos a nosotros, tratando infructuosamente de protestar… mientras todos escuchábamos el sonoro chapoteo de la lengua de Nurita hurgándole en las infernales profundidades de su vagina. La pobre María empezó a gemir y a retorcerse, tratando absurdamente de taparse los pechos mientras miraba asustada a mi primo que disfrutaba de su vergonzosa caída hacia el orgasmo a lengua de Nuria. Ésta, sádica y hambrienta, había empezado ya a trabajarle el ojete, y pese a la timidísima protesta de Mer pudimos notar por su feliz expresión que, como era de esperar en ella, sentir su orto penetrado iba a ser una vez más su talón de Aquiles. A la primera que Nur le metió la lengua entera en el culo, que no había necesitado grandes trabajos para dilatarse, Merita pegó un sonoro suspirazo, y dejando caer rendida la cabeza en su otra mano, llevó la diestra directa hasta sus nalgas, tirando fuertemente de su piel para abrirse bien, para entregar toda su intimidad al feroz apetito de mi novia y a nuestra impúdica mirada de salidos. María se acababa de abandonar al goce, por completo y sin condiciones.
Ni qué decir tiene que todo aquello puso a mi primo completamente frenético, súper cachondo. La tienda de campaña de sus gayumbos era ya tan evidente como el charquito que goteaba de entre mis piernas. Llegó un momento de éxtasis en el que él las miró como si fuera a saltar encima de ellas y, de repente, se giró para mirarme a mí, imperioso, casi asustado. Estaba temblando, y su boca balbucía unos sonidos ininteligibles, como si quisiera algo pero no se atreviera a decir nada.
- Mira, primo… mira a Nuria… te pone cachondo verlas, ¿verdad? Pues míralas, mira cómo le come el culo a Mer, míralas hasta el final, Pablo, aprende de nosotras, tienes una suerte increíble, puedes ver cómo nos lo montamos las tías ¿eso te pone a mil, verdad? Vernos follar… joder, mira a Nuria, si es que es una diosa, una maestra… mmmm primito… aprovecha y aprende, porque hay cosas que vosotros nunca nos podréis hacer igual, no… y ni siquiera tú con esa prodigiosa lengüecita que tienes...
Podéis imaginar lo que debió ser aquello para el pequeño Pablo, que miraba pasmado la perfecta comida de culo que Nurita le estaba haciendo a Meri mientras yo le susurraba todo tipo de guarradas en la oreja, sin poder evitar meterle dentro la lengua babeante, mientras mis manos abiertas recorrían extasiadas su torso y su espaldas chorreantes de sudor, ansiosas por llegar más lejos, por traspasar la frontera prohibida del elástico de su calzoncillo, todo ello sin perder la oportunidad de pegarme entera a él, refrotando mis tetas y mi entrepierna desnuda y mojada con su costado…
Pablo no aguantó todas aquellas demostraciones de cariño por mi parte, y sin esperar más se agarró la polla sobre el calzoncillo y la empujó directa hacia mí...
- No, no, primito… eso no vale… ¿no te das cuenta que no vivimos solo de polla?, pero… ¿no has visto como nos hace gozar Nurita casi sin tocarnos? – Claro que se daba cuenta… lo que estaba haciendo Nuria, sin tocarle para nada a él, le estaba poniendo tan a mil que empezaba a acercarse peligrosamente al punto de desbordamiento.
- ¡Joder, Laura! - Pablo empezó a hacer los primeros signos de intentar incorporarse. Al darme cuenta, puse mi mano con fuerza sobre su muslo desnudo, como una garra, apretando su carne dura y compacta, clavándole mis uñas, empujando hasta obligarle a sentarse de nuevo.
- Joder, Lau...
- Espera, primo...
- Necesito... tú y yo... por favor...
- He dicho que esperes, joder... ¡Y mira! - Mi mano se clavó en su fuerte muslo hasta que empecé a notar su sangre caliente fluir en la yema de mis dedos. Mi primo era muy joven, pero fuerte, y sus músculos no eran para nada flojos, tampoco en aquel tiempo. Pero yo estaba salidísima, y en aquel instante no tenía freno posible. Pablito me miró, sus ojos se le salían de sus órbitas, por el dolor y el deseo, hasta que me di cuenta de que empezaron a lloriquearle... no iba aguantar mucho mas, le conocía y estaba claro de que realmente no lo iba a aguantar...
- Lau, por favor, tú...
- ¿Pero qué hostias me estás pidiendo, Pablo? ¡Te he dicho que mires! – sabía que tenía que parar, no podía seguir haciendo aquello… pero era ya incapaz de parar, mi cuerpo calenturiento actuaba por sí solo.
- Lau... ohhhh
Mi primo era solo un niño entonces, pero lo que pasó en ese momento hubiera podido acabar con el hombre más experimentado. Extasiada y cachondísima a no poder más, Nuria, la muy zorra de Nuria, se arrancó las bragas como pudo, a base de histéricos tirones de su mano libre. Dos mamadas completas sin correrse ella estaba siendo demasiado en aquel momento hasta para una diosa del sexo como ella. Su arrebato nos dejó al aire su culo perfecto, un culo redondo y compacto, terso y respingón, completamente ennegrecido por el sol, de un marrón tostado, brillante y dorado, un culo diez como de mulata, sin la menor marca blanca de las bragas o del bikini...
Como si fuera un animal con vida propia, el desaforado nardo de mi primo se escapó en aquel momento por la bragueta de su slip, apareciendo ante mí como en una explosión, como si su incontenible empalmada hubiera sublimado las leyes de la física permitiendo a aquella monumental trempada de elefante traspasar la tela, desbocar su bragueta, transmutar la materia… ¿Pero por dónde se le había salido aquello si estaba ya absolutamente descomunal? Joder, qué bestia ¿aquel pequeño bárbaro era mi primito? ¿El mismo Pablo que no tantos años antes yo sujetaba en brazos como un bebé? Desalojado por fin de su enorme e indómito inquilino, su slip se había quedado encogido, retorcido, estúpidamente inútil con toda aquella desproporcionada mandanga colgándole fuera, aquel cipote insultante, durísimo y tieso como una porra, de un sutil color carne muy clara con aquel capullo sonrosado y perfecto hinchado en su cúspide como una seta carnosa y sabrosa empapada por el rocío de la mañana, coronando aquel rabo, aquel quintal de carne caliente y temblorosa, con los dos enormes cojones como criadillas que también habían aflorado de su calzoncillo, saturando y amenazando con reventar la pequeña abertura de su bragueta, rebullendo de todo ese semen caliente con el que Pablito estaba deseando llenarnos los coños a las tres.
Parecía que se iba a correr tan solo un segundo antes, a estallar palpitando hecho una pelota informe dentro de sus gayumbos dados de sí y mojadísimos, o quizás a emerger como siempre por la parte de arriba, apuntando orgulloso hacia su pecho, pero de pronto había aparecido todo, completo, entero, colgándole fuera, bamboleando inmenso, descapullado y sudado sudoroso, cubierto de unas gruesas venas que nunca antes creía haberle visto, hinchadísimas como hinchadísima estaba la polla de mi primo, que me miraba asustado agarrándose aquel monstruo, con la cara blanca y vaciada de sangre, porque toda su sangre había acudido veloz a llenar aquellas bestial columna que me amenazaba… Joder, y lo pero es que cuando tuvo todo el nabo fuera, aquello, por fin liberado, por fin con el aire y el espacio que necesitaba, sin duda ardiendo bajo el contacto de mi asombrada mirada, siguió y siguió creciendo, como si estuviera todavía a mitad de aquel demencial proceso de erección, como si todavía le faltara para terminar de desplegarse ¡aún más! Era realmente acojonante, crecía y crecía delante de mí, y me tenía sinceramente acojonada, muerta de pánico aquella bestia, el capullo parece que le iba a reventar, pero al mismo tiempo era tan precioso, tan delicado… Y eso que ya no era la polla, perfecta pero todavía muy adolescente que yo le había conocido un año atrás, no, aquella barbaridad estaba cada vez más… robusta, como si la tuviera más... ¿trabajada?
- Ohhhhhh – gimió mi destrozado primo, entre sutiles pero perfectamente apreciables convulsiones.
Efectivamente, el pobre había empezado a correrse sin tocarse. Su nardo se meneaba solo en brutales bamboleos, dibujando un arco frente a mi cuerpo que amenazaba con partirme si acaso aquella porra brutal llegaba a rozarme siquiera. Una, dos, tres veces… y a la tercera, un largo trallazo de esperma espeso y amarillento volando por los aires. A partir de ahí ya fue la fiesta de la lefa. Yo me sentía morir, pero a pesar de todo conseguí aguantar a su lado, mirando atónita aquel prodigio. Mi mano seguía sobre su muslo, pero ya no le apretaba, porque no era capaz de concentrarme ni para eso, sino que prácticamente lo que hacía ya era sujetarme, apoyarme en él para evitar caer rodando al suelo, desmayada de puro placer. Aquello continuaba escupiendo lefa por si solo, sin que ni él ni yo pareciéramos lo bastante valientes como para sujetar aquella manguera desbocada, que retorciéndose dejaba escapar sin fin su semen que volaba y volaba por los aires. Mer y Nurita nos miraban de reojo, asustadas quizás por nuestras exclamaciones de sorpresa y horror, pero estaban tan cachondas con su propio juego que continuaron enfrascadas en él, que bastante tenían. Sin duda esperaban que yo iba a hacer ya algo con él. Seguramente también Pablo lo estaba esperando. Aquello estaba siendo demasiado exagerado, demasiado animal… jamás le había visto así de desbocado, y jamás, pero jamás, había visto una polla de ese tamaño comportándose así… Pero yo era incapaz de reaccionar, sentía que si hacía cualquier cosa, si me movía aunque fuera tan solo un milímetro, iba a reventar también como él e iba a empezar a irme a mares… Y así pues, yo n me movía, y todos seguían esperando y esperando, mientras mi primo se vaciaba soltando toda su vida, toda su esencia caliente y densa sobre el césped de mi piscina. Increíble, para mí misma era increíble que estuviera siendo capaz de aguantar aquello... jooooder ¡¡¡¡me moría por metérmela allí mismo, en la boca o en el coño!!!! Pero, de alguna manera, aguanté, conseguí aguantar, mientras mi primo sollozaba, y gemía de dolor, eyaculando desquiciado y sin parar, pero a pesar de eso no se tocaba, sino que me miraba, me miraba y me llamaba, extendiendo su mano hacia mí… Mi primo me necesitaba, pero yo era capaz de ayudarle.
Empezaba a estar cubierta yo misma de los trallazos de su increíble eyaculación, pero ni así fui capaz de reaccionar, ni siquiera cuando sus jadeos y gemidos empezaron a transformarse en gritos de ira y amenazante deseo al dejar de mirarme a mi y volver a concentrar su mirada en mis amigas, en el divino culo de Nuria en el que cualquier ser humano desearía perderse para siempre… Hasta que, sencillamente, ya no pudo más.
Eso es lo malo que cuando se juega demasiado con la presión, porque la presión acaba pudiendo siempre con todo, de manera que es inevitable que acabe por explotar con una violencia insostenible y consecuencias imprevisibles. Y, efectivamente, fue necesaria una situación tan extrema para que él se atreviera a acercarse a ellas, todavía igual de empalmadísimo a pesar de que seguía corriéndose, meneándose su cipote de otro mundo a dos manos para hacerlo directamente encima del culo morenito de Nuria, sobándoselo a conciencia con sus manos, tentándole el ano sudoroso con sus dedos y la punta chorreante de su capullo, golpeándolo a base de pollazos, follándose su raja por fuera mientras ella se revolvía de histérico placer hasta que, uno, dos, tres y cuatro fuertes meneos en la tranca, cuatro furiosos tirones de su piel que parecía que se la iban a desgajar de la base del glande, agarrando tan fuerte la carne hinchada de sangre que el falo se puso blanco, blanco como la lefa blanca que estalló estirada en tres densos y largos goterones sobre el culo negrito de Nuria la puta. Y él, de rodillas ante la diosa, encajando las piernas de ella entre las suyas, blanco sobre negro, y agarrándose fuerte la polla con una mano, pajeando siempre y exprimiendo con vigor, manando todavía sobre la carne de ébano mucha, mucha lefa, blanca y brillante, todavía espesa, densa, ardiente e incomprensiblemente abundante: blanco sobre negro, el semen de mi primo Pablo empapaba a chorros el culo de carbón ardiente, el culo brillante de sudor, de sexo, de deseo de mi amada Nuria.
Y de repente el aire seco y tórrido de aquel final de mañana empezó a oler terriblemente a semen fresco, a semen de mi primo y a sexo empapado de puta, sobre todo al de Nuria que se estaba corriendo en aquel preciso momento, excitada por el calor de la corrida de él que sentía quemarle su culo. Pero también olía a culo de María, que vibra con fuerza ante la mamada de Nur, y olía a mi propio sexo, que no sé como fui capaz de contener, de mantenerlo aún atado y bien atado.
Pablo había acabado, por fin. Solo después de un buen rato había conseguido acabar.
Nuria, aunque se había corrido, continuaba dando placer a María que, a falta de nada mejor, se dejaba hacer, como si prefiriera quedarse ya para siempre en tan agradable postura que levantarse y enfrentarse a la dantesca escena que acabábamos de protagonizar mi primo y yo.
Por mi parte, cuando conseguí que mi cuerpo me respondiera, salí de allí avergonzada e impotente, y me dediqué a observarles desde dentro de la casa, pajeándome con fuerza. E iba ya por mi tercer orgasmo, a eso me había dado tiempo a llegar en lo que el terminaba de vaciarse encima de Nurita.
Por fin Pablo se levantó, temblando y trastabillando. Ellas dos ni le miraron, ni hicieron amago alguno de demostrar que se daban cuenta de que él salía ya de escena. Vi cómo mi primo me buscaba con la mirada por el jardín. Pero yo ya no estoy allí. Retrocedí hacia la cocina, y cuando entró resollando en la sala desde el jardín, traté de aparentar que llevaba un rato largo allí, tranquila y con aparente normalidad, como si lo suyo no fuese conmigo. Como si mi primo no llevase todavía la polla fuera, enorme, aunque por lo menos no tan demencialmente enorme, dura, aunque por lo menos no tan insultantemente dura, vibrando.
- Anda, primo, acaba con eso de una vez y ven a ayudarme con el lavaplatos, por favor… - Mi atónito primo me miró un segundo con una mezcla de estupor y pánico y, acompañado por nuevos saltitos de su pollón, se giró sin más y salió corriendo rumbo al baño.
Increíble, pero parece que todavía le daba para más... Uffff, me había costado la vida no entrar en lo que quiera que hubiera pasado afuera pero, quizás, por eso mismo todo había sido... ¿perfecto? Me sentí absurdamente malévola cuando me di cuenta de que estaba sonriendo. Solo el sonido de los cuerpos de mis dos sirenas preferidas entrando al agua me sacó de aquel ensimismamiento, preguntándome si no se estaba convirtiendo en una peligrosa deriva aquella nueva ansia mía por provocar y pervertir a mi primo. En fin, ojalá que el chiquillo aprovechara su visita al baño para darse también una ducha, me dije. Nos iba a venir bien a los cuatro estar un poco mas fríos para comer, pensaba mientras corría en bolas hacia mis amigas, sintiendo como saltaban mis melones en mi pecho cuando me tiré al agua para zambullirme con ellas.
...dicen de mí que tengo buen sabor
[email protected]
@laualma tus relatos simpre me ponen muy burro y termino cascadome la polla mami
scripsit nyctidromus
sanguine et pulvis
[email protected]
@nyctidromus sii
...dicen de mí que tengo buen sabor
[email protected]
Descubre
Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos Relatos Eróticos